Relato erótico
¡Vaya desmadre!
Lo que tenían que ser unas vacaciones tranquilas, en la playa, saliendo de copas y pasándolo bien, dio un giro. Ya nos contó cómo empezó a “cambiar” la situación y hoy quiere contarnos como acabó la historia.
Hugo – Castellón
Ya os conté la primera parte de esta historia. Ocurrió durante unas vacaciones que fui con un grupo de amigos. Todo funcionaba según lo planificado pero, siempre pasa algo que enciende la chispa y la cosa se desmadra.
Dejé mi historia cuando Julia empujó a Teresa hacia atrás, dejándola tumbada boca arriba sobre el suelo, abierta de piernas, mostrando a todos su coño desnudo, sonrosado y húmedo.
– ¡Cómetelo, por favor… cómete mi chochito… por favor…! – gimió Teresa, suplicante, con la mirada líquida.
Julia no se hizo de rogar y un segundo más tarde estaba comiéndole el coño a su amiga del alma, metiéndole la lengua, mordiéndole los labios vaginales y retorciéndole el clítoris con los labios.
– ¡Ooooh… sí, mi coño… mi coñito…cómetelo todo… aaah… sí… siiií…¡
Jadeaba, babeante, la zorra de Teresa, agitando las desnudas piernas en el aire, mientras Julia, con la cabeza entre los muslos de su amiga, inclinaba, desafiante, el magnifico culo hacia arriba.
Belén no pudo más y abandonando mi polla, se lanzó hacia sus amigas y poniéndose a cuatro patas, empezó a lamerle el coño a Julia. Mi polla casi hace explosión, pero conseguí controlarme y decidí que debía adelantarme a los otros y poseer el enorme y jugoso culo de Belén. Así pues me levanté y le metí la polla en el ano, empujando violentamente, hasta hundírsela por completo en las profundidades de su conducto rectal.
– ¡Ooooh… mi culoooo! -exclamó Belén, para volver después rápidamente a lo suyo, esto es, a comerse el coño de Julia.
Esta, a su vez, le comía el coño a Teresa y Teresa… bueno, tenía la boca libre, aunque no por mucho tiempo. Raudo y veloz, aprovechando uno de los frecuentes gemidos de placer de Teresa, Enrique le metió la polla en la boca.
Se oyó gemir a Teresa con la boca llena y los ojos abiertos como platos. Entonces, me olvidé del mundo y me concentré en mi deliciosa tarea: darle por el culo a Belén, la cual tenía un culo precioso, no tan refinado y estilizado como el de Julia, pero sí mucho más jugoso y carnoso, más grande y con más posibilidades.
Mi verga penetraba profundamente el culo de Belén. La mantenía unos instantes quieta, gozando de la inefable sensación de estar allí, dándole por el culo a aquella voluptuosa belleza y después, empezaba a sacarla, lentamente, para luego incrementar la velocidad poco a poco hasta sacarla casi por completo. Y entonces, vuelta a empezar. Volvía a penetrarla, volvía a mantenerla quieta en el fondo de su culo y volvía a sacarla, una y otra vez. Perdí la noción del tiempo, aunque no dejé de advertir los movimientos de mis otros amigos. Veía la polla de Enrique entrando y saliendo de la boca de Teresa, veía el culo de Julia, subiendo y bajando al ritmo de su comida de chocho… veía… no veía a Juan ¿dónde estaba Juan?
No le veía, aunque eso no me preocupó por el momento, porque un instante después, sentí como algo enormemente duro y carnoso penetraba sin contemplaciones a través de mi agujero anal.
No pude evitar gemir al sentirme penetrado por el culo. Efectivamente, Juan, aprovechando que yo estaba ocupado enculando a Belén, había empezado a darme por el culo. La sensación era atrozmente extraña, placentera, sí, pero extraña, sobre todo, combinada con lo que sentía al penetrar el culo Belén. Miré hacia atrás. Juan sonreía mientras me agarraba el culo con firmeza. Todos los demás nos miraban, ya que la sesión lésbica de Julia y Teresa había pasado a un segundo plano ante esta novedad. Intenté concentrarme y no pensar en lo que tenía metido en el culo, intenté no pensar en nada, pero no podía. Mi mente volvía al hecho incuestionable de que otro tío me la estaba metiendo por detrás. Sabía que tenía que hacer algo, pero estaba tan cachondo con mi polla, endurecida y temblorosa, cogida entre dos fuegos y que estaba a punto de eyacular. Entonces, justo entonces, Teresa dejó de luchar contra las oleadas de placer que invadían su coño y se corrió, inundando la boca de Julia con sus jugos.
– ¡Me corro… Julia… aaaah… siiií..! – gimió Teresa, sacándose por un momento la polla de Enrique de la boca.
Todo empezó a rodar. Enrique, acto seguido, se corrió dentro de la boca de Teresa, llenándosela con sus abundantes emisiones de semen, un chorro tras otro, que convirtieron la cara de mi amiga en un charco de esperma del que solo sobresalían los ojos, brillantes de deseo.
– ¡Me corro! – exclamó Enrique, mientras eyaculaba dentro de la boca y sobre la cara de la zorra de Teresa.
Julia, sacando la cabeza de entre los muslos de Teresa, me mostró su cara chorreante con los jugos de su amiga. Y un segundo después de sacar la cabeza de allí, su rostro mostró a las claras que se estaba corriendo pues se convirtió en una máscara símbolo del placer más intenso, con los ojos entrecerrados y la lengua fuera, mientras gemía, plena de excitación sexual.
– ¡Sí, me corro… me corro… me estoy corriendooo… oooh…! – gimió.
La voluptuosa Belén, que estaba comiéndole el coño a Julia, no tuvo otro remedio que sacar también su cabeza de entre los muslos de su amiga. Volvió la cara un poco hacia mí, sonriente, y pude ver que también, como las otras, la tenía llena de jugos lustrosos y cremosos que corrían deprisa por sus mejillas sonrosadas. Yo, mientras tanto, no había dejado de darle por el culo. Y un momento después de volver hacia mí su cara, se corrió, gimiendo estentóreamente de placer y pude sentir como sus jugos corrían por sus muslos, pegándose a los míos, puesto que yo estaba acoplado a ella mientras la enculaba, y todavía no había terminado Belén de correrse, cuando sentí que me corría. Todo mi cuerpo tembló, mi polla salió de su agujero y sin poderme contener, enloquecido de placer, mientras aún Juan me enculaba una y otra vez, me corrí sobre las enormes nalgas desnudas de Belén.
Me derrumbé sobre el culo de Belén, sintiendo el calor de su piel, la perfección de sus nalgas blancas y desnudas y entonces Juan sacó la polla de mi agujero anal y eyaculó a su vez sobre mi culo, derrumbándose también él sobre mi cuerpo desnudo.
Luego permanecimos durante largo rato tumbados, los unos junto a los otros, sin hablar, con los cuerpos desnudos, lujuriosos y calientes, sudorosos y cubiertos por los cálidos y humeantes fluidos de nuestra pasión desenfrenada.
Pero poco a poco las pollas y coños que acababan de proporcionarnos tanto placer, empezaron a recuperarse de nuevo, preparándonos para otra orgiástica sesión, que prometía ser más intensa que la anterior.
Empezamos a arrastrarnos lentamente hasta cambiar nuestras posiciones y de este modo, quedé tumbado junto a Teresa, sintiendo todo el calor de su piel cerca de mí. Un poco más allá, vi como Juan, que acababa de darme por el culo, no tenía reparos en ponerse a acariciar las pequeñas tetas de Julia, la cual respondía a sus atenciones masajeándole la polla. Por su parte, Enrique le prestaba toda su atención a las grandes tetas de Belén, cubriéndolas de besos y de lametones, mientras la rubia le exprimía la verga con una mano. Entonces Teresa llamó mi atención y empezó a acariciarme el pene, lenta y suavemente.
– Sigue así que pronto estará otra vez en posición de disparo, Teresa – le dije.
– Bésame – me dijo ella – bésame, por favor.
La obedecí. Acerqué mi boca a la suya y la besé. Juntamos nuestros labios y lancé mi lengua al ataque. Pronto, la lengua de Teresa se enredó con la mía y disfrutamos de un delicioso beso de pasión.
– Creo que ya tienes la polla preparada – me dijo Teresa, sonriendo, después de separar sus labios de los míos.
Su mirada iba hacia abajo. La seguí y efectivamente, comprobé que mi nabo estaba ya tieso y casi totalmente endurecido. El beso de Teresa había sido esencial y maravilloso.
– Fóllame – me dijo – Vamos, fóllame, ¿a qué estás esperando?.
Pero yo no quería follarla… todavía. Primero quería probar su coño, quería comerle el coño y saborearlo a placer. Y se lo dije. Ella rió con ganas, luego, se abrió de piernas y mostrándome su rajita, sonrosada y humedecida por el reciente orgasmo, me dijo:
– Está bien, puedes comerme el coño, pero no tardes mucho, tengo ganas de follar.
– Tranquila, yo también quiero follarte, Teresa – le dije, mientras echaba una mirada al resto del equipo para ver qué estaba haciendo.
Enrique ya la tenía dura y Belén se aprovechó de ello, se abrió de piernas, mostrándole el coño rojizo y humedecido, pidiéndole que la jodiese bien jodida. Enrique no se hizo de rogar y se lanzó en picado, metiéndole la verga directamente en el coño. Por su parte, Juan, que también la tenía dura, siguió mostrando su predilección por los culos, puesto que ahora le estaba dando por el trasero a Julia.
Al ver el panorama, me dije que lo mejor sería una chupadita rápida al chocho de Teresa y luego… ¡a follar! Y eso hice. Hundí mi cabeza entre los muslos de la zorra de Teresa, saqué la lengua y se la metí hasta el fondo en el coño.
Teresa gimió de placer, temblando y expulsando una ligera pero significativa cantidad de efluvios que mojaron mi boca. Aspiré el olor de su coño, un olor salado y lascivo que me puso aún más cachondo. Mi nariz se llenó con los pelos de su entrepierna mientras mi lengua la follaba sin compasión. Cuando me cansé de saborearle el coño, saqué la boca de su deliciosa rajita y simplemente introduje mi cuerpo entre sus abiertas piernas y le metí la polla en el chocho.
– ¡Aaaah… siií… fóllame… fóllame toda… aaaah… necesito tu polla… necesito tener tu polla en mi coño…! – exclamó Teresa, entrecerrando los ojos y abandonándose a la lujuria.
Yo sentía el roce de sus labios vaginales cada vez que metía y sacaba la verga de su conejo, sentía los cada vez más abundantes jugos que rodeaban y mojaban mi pene por todos lados, sentía la presión de su endurecido clítoris cada vez que aplastaba mi nabo contra él y todo eso me ponía a cien, tan cachondo que me creía incapaz de contenerme. Pero lo hice. Me contuve y evité correrme un minuto después de haber empezado a follarme a Teresa. Luego, más calmado, con más dominio de mí mismo y de mi polla, miré a mi alrededor y lo que vi estuvo a punto de echar por tierra todo mi autocontrol.
Enrique ya no estaba jodiendo a Belén. Ahora, mi amigo yacía boca arriba, lánguidamente estirado mientras Juan le chupaba la polla. Junto a ellos, sin perderse un movimiento, Belén y Julia abrazadas, se besaban la una a la otra. Intenté no mirar más. Me concentré en mi labor y seguí follándome a Teresa. Pero era inútil fingir que no había visto nada. Un segundo más tarde, mis amigos rodaron todos hacia nosotros y ya no pude hacer nada. Estábamos rodeados. Por un lado, Juan seguía mamándole la verga a Enrique, que gemía de placer, por otro lado Belén, abierta de piernas, ofreció su sexo desnudo a Julia, la cual, sin dudarlo un instante, se lanzó a por él. Teresa miraba también, agradablemente sorprendida, a juzgar por la sonrisa de su rostro. Gemía debido a mis embates, pero también, seguramente, debido al placer que le proporcionaba el ver aquella orgía junto a ella. Y pronto nos tocó participar.
Juan dejó de chuparle el nabo a Enrique. Este ya tenía la polla más que tiesa, dura, brillante y temblorosa y por lo visto a Teresa le pareció que era una pena desperdiciar una polla así. Con un gesto, me indicó que sacara mi verga de su chocho.
Así lo hice. Luego, Teresa se puso encima de Enrique y empezó a follar con él. Por mi parte, para evitar cualquier nuevo ataque de Juan, me abalancé sobre Julia, que estaba enfrascada chupándole el coño a Belén y le metí la polla por el agujero del culo. Lanzando ella un gemido al sentirse enculada. Yo imprimí la mayor velocidad posible a mi penetración. Quería joderla del todo, darle por el culo a fondo, puesto que su culo era el que más me gustaba de la reunión… pero eso ya os lo contaré en una próxima entrega.
Besos y hasta muy pronto.