Relato erótico
¡Vaya con la vecinita!
Hacía tiempo que no veía a la hija de sus vecinos, y de repente se la encontró en la escalera y casi no la reconoció. Había cumplido 19 años y de ser una adolescente algo gordita, se había transformado en un pedazo de mujer con unas tetas que lo dejaron con la boca abierta.
Alberto – LUGO
Para empezar diré que esta experiencia sucedió un martes de septiembre del año pasado en Lugo, vivo en un edificio de pisos y tengo 21 años, me llamo Alberto y vivo con mi madre y hermana. Ellas trabajan todo el día y mi hermana va a casarse éste verano. También tengo una vecinita desde los últimos 5 años que me mudé a este edificio, ahora tiene 19 años ahora, así que la he visto prácticamente crecer, acaba de entrar en la universidad.
Nuestros padres son amigos y era normal que ella viniera a mi casa y yo he ido a la suya muchas veces, especialmente para ayudarlos con el ordenador.
Durante los últimos años la había visto engordar bastante y le comenté a mi madre que algo raro le pasaba a Marga, pero ella me dijo que era normal, pues se estaba desarrollando. Yo no le hice caso, pensé que las niñas se desarrollaban como a los 13 año y que a los 15, el engordar es pura excusa barata.
Llevaba unos meses sin cruzarme con ella y aquel día, cuando regresaba de la tienda de la esquina me la encontré sentada en las escaleras. Casi no la reconocí, llevaba el cabello suelto, una cabellera castaña y… que sonrisa. Quedé medio pasmado, pero logré seguir caminando hacia ella.
– ¿Qué ha pasado, te has quedado fuera? – le pregunté.
– Sí… no tengo llave – contestó.
– ¡Vaya! ¿Y tu familia, va a tardar?
– Bueno, la verdad, no sé…
– ¿Quieres esperarlos en mi casa? – le ofrecí
Ella me miró por un segundo como dudando y al final dijo:
– Bueno, vale.
Su piso estaba justo frente al mío, así que no habría problema en saber cuándo llegaría su familia. Y cuando iba subiendo las escaleras tras de ella me iba preguntando.
– ¿De dónde habrá sacado ese culo?
Dejé la puerta del piso entornada para oír cuando llegaran sus familiares y ella se sentó en el sillón pegado a la puerta.
– Bueno, yo voy a mi habitación – solo atiné a decir.
Que belleza de mujer, le habían quedado unas tetazas de antología. La chica estaba buenísima. De verdad es que estaba… ¡de lo mejor! Me fui a la habitación para bajarme las ganas de tirarme encima de ella y calmarme un poco la excitación. En eso oí una voz desde la sala.
– Ya han llegado, Alberto
– ¡Ah vale…! Bueno, ya nos veremos.
Eran su madre y hermanita, de unos 11 años. Ahora se alejaba de mí esta chica, que dormía en la casa de al lado y que nunca antes había mirado con estos ojos. Es fácil imaginar las pajas que le dediqué y ahora, cada vez que salía, esperaba encontrármela. Yo la verdad no pensaba hacer más que eso, pues era mi vecina, y me traumatizaba el hecho de que no pudiera follármela nunca.
– ¿Quién se la va a tirar? – siempre me preguntaba – ¿Quién le va a chupar esas tetas? ¿Quién le irá a meter su polla en la boca a esa zorra?
No terminaba de pensar en eso cuando otra paja era mi destino. Siempre la saludaba con una sonrisa, pero era una sonrisa para una chica buenísima, una de esas sonrisas de conquistador…. de”me gustas chavala”. Esa hembrita se estaba dando cuenta de lo que tenía, la veía llegar ya muy arreglada, se le veía que el tener ese culo y esas tetas, ese cabello y esa cintura, le habían abierto la mente.
Pero ayer la cosa cambió. Tuvieron un escape en su casa, y su madre vino a nuestra casa. Entonces sonó el timbre de mi puerta.
– ¿Sí?
– ¡Ay Alberto…! Mira…. Nos hemos quedado sin agua en casa…. ¿Vosotros tenéis?-
– Sí.
– Disculpa, ¿dejarás que Marga se duche en tu casa? Es que ahora se va para la Universidad y….
Esa preciosidad bañándose en mi casa, estuve a punto del infarto, pero sin mostrar mi brutal desenfreno mental, solo contesté normalmente como a quien no le importa.
– Sí, claro señora…
– Ay, gracias, mijo… – y la llamó – ¡Ven Marga!
Salió la reina de mis pajas con un minúsculo short y un apretado suéter.
– Gracias Alberto… – repitió la madre – yo me tengo que ir… voy al supermercado – concluyó la señora.
– Vale, pasa Marga.
Entró Marga en mi casa mientras su madre bajaba las escaleras, yo dejé la puerta del piso abierta, pues la señora había dejado la del suyo abierta.
– Para mantener a su hija segura – pensé.
– Gracias – me dijo Marga mientras entraba con su toalla al hombro, pero en esa mirada ya no había tanta inocencia, era una mirada… algo rara. Yo no me lo creía.
– Bueno, ya sabes dónde está el baño – le dije.
– Sí, claro…
– Yo voy a seguir con una traducción que estoy haciendo en mi ordenador.
– Vale.
Yo me fui a mi habitación alucinado, esperaba que se oyera el sonido de la ducha en cualquier momento para ir a espiar por las rendijas del baño, pero pasó al menos 1 minuto y no oía yo ducha alguna, así que continué con lo mío, hasta que decidí algo un poco más atrevido y me acerqué a la puerta del baño.
– Oye – dije.
– ¿Sí? – contestó ella.
– Oye, ¿tú sabes inglés?
– Sí… ¿Por qué?
– Oye, como se dice”entonces el coche la lanzó contra el asfalto” – era lo que yo traducía.
Ella me comenzó a decir, pero yo no entendía mucho. Continuaba dictándome desde dentro del baño, pero yo le continuaba diciendo que no entendía, que me lo repitiera nuevamente, así estuvimos un rato y yo creía que ella ya se estaba molestando, cuando oí el cerrojo de la puerta abrirse, y salió con el sujetador puesto y la toalla en la parte de abajo. Quedé paralizado mientras ese par de tetazas saliéndose casi del sujetador pasaron frente a mí hacia mi habitación. Se dirigía a escribirlo en el ordenador rápidamente. ¿Pero qué estaba pensando esta chica? ¿Creía que yo era su hermanito o qué?
Yo estaba excitado y la seguí a la habitación. Ella se inclinó sobre el teclado para no sentarse, pero con eso me dio una idea del culazo que había debajo de esa toalla. Lo que hice de ahí en adelante fue solo instinto. Me senté en la silla y la hice sentarse encima de mis piernas y por supuesto notó que tenía la polla completamente tiesa y dura. Intentó levantarse de un salto pero la agarré por las tetas encima del sujetador y ella solo inclinó la cabeza hacia atrás sobre mi cuello y le seguí apretando sus melones mientras ella se retorcía sobre mi polla. Pero solo fueron unos segundos.
– ¡No Alberto, no…! ¿Qué estás haciendo? – casi gritó.
Y se apartó de mí corriendo hacia el baño, pero yo la seguí como un perro en celo, la alcancé dentro y tuve entonces esas tetazas frente a mí y las apreté mientras la empezaba a besar.
Parecía que quería deshacerse de mis brazos, pero a los pocos segundos se dejó hacer. Le saqué las tetas del sujetador y se las chupé. Ella jadeaba como una perrita en celo. Entonces bajé hasta la toalla y cuál sería mi sorpresa al ver que no llevaba bragas y tenía el coño completamente llenito de pelo, como yo me lo imaginaba y correspondía a su edad. La miré por un segundo y tenía como una mirada de miedo en su cara… claro, primer hombre que la veía desnuda completamente.
Le levanté la pierna izquierda por encima de mi hombro izquierdo con lo que quedó mi boca con esa almejita abierta frente a mí y le empecé a meter la lengua como loco. La chica jadeaba y gemía como solo en películas porno he oído, tanto gemía que me dio miedo que alguien la oyera. Le estaba dando lengua de la buena y ella correspondió como yo esperaba, se corrió como una cerda. Sabía que si me la follaba bien, iba a volver siempre a por más por lo tanto, seguí comiéndole el chocho hasta que sus piernas empezaron a flojear. Me levanté y mientras la llevaba a mi habitación, le dije:
– Ahora vas a saber lo que es saborear un caramelo. –Me desnudé, me acosté boca arriba y le ordené – ¡Chupa!
La imagen vivirá para siempre en mí, su primera mamada, imaginé, abrió la boca más grande que he visto, se la metió toda y empezó la mamada más buena que me han dado en mi vida. Yo le cogía el cabello solamente un poco y la guiaba, pero ella ni me miraba, solo chupaba una y otra vez, hasta que le lancé mi leche en su boca, aunque ella se apartó enseguida. Cogí su toalla y me limpié el resto de leche que tenía en la cara, luego saqué un condón de mi cartera, que estaba justo cerca de mi cabeza, en la cama.
– No por favor… soy virgen – me dijo suplicante…
– Sí… ya sé…pero desde hoy ya no…
Le empecé a mamar las tetas otra vez mientras ella se estremecía, ya me había colocado el condón y apunté mi gordo capullo hacia su chochito virgen. La fui penetrando despacito, ella decía que le dolía, pero poco a poco noté que se relajaba y empezó a gemir de placer.
Fui acelerando el ritmo de la follada, y casi sin darme cuenta, la que me agarraba por el culo y se apretaba contra mi polla, era ella.
No me lo podía creer, me estaba follando a mi vecinita virgen, que además, estaba buenísima.
Era tanto el gustazo que me proporcionaba su estrechez, que a pesar de haberme corrido hacia poco, volví a volcar una buena cantidad de de leche, aquella vez, en el condón.
Nos quedamos un rato quietos, tumbados en la cama y de pronto Marga me dijo:
-Estarás contento, me has “estrenado”… pero me alegro. He disfrutado muchísimo, y si te parece, podemos repetir cuando podamos.
Por supuesto que hemos repetido y poco a poco se ha ido convirtiendo en una guarrilla.
Besos para todos.