Relato erótico
¡Vaya con la recatada!
Su mujer siempre había sido un poco “estrecha”. No le gustaba follar, pero como la quería, se conformaba. Se inscribieron en un gimnasio y cuando, por motivos de trabajo, tuvo que viajar su mujer le dijo que gracias al gimnasio no lo echaba tanto en falta.
Ricardo – Huelva
Trataré de resumir la relación con mi mujer y su actitud en el plano sexual, pues en el social estamos bien dentro de lo normal.
Cuando éramos novios su actitud era de “estrecha” y con los años de casados no cambio mucho.
Como que siempre que quería hacer el amor me ponía pretextos de que estaba cansada del trabajo y la casa, decidí inscribirnos en un gimnasio para hacer ejercicio y destensarnos del trabajo. A ella le gustó la idea y se empezó a comprar ropa deportiva.
Después de un tiempo y por mi trabajo, tuve que viajar a menudo, sin embargo ella me decía que yendo al gimnasio se le pasaban los días rápido y así no me extrañaba tanto, sin embargo noté que cambió su forma de vestir, tanto en casa como en la ropa deportiva, Tenía en su cajón del armario un buen surtido de tangas, lencería, medias floreadas y cosas así, sin embargo yo nunca la vi ponerse algo cuando teníamos relaciones, y algo que levantó mis sospechas fue en una ocasión que la encontré con una minifalda y un tanga en un regreso de mi viaje.
Lo que me llamó la atención en sus salidas al gimnasio, fue que hacía lo imposible por no faltar y se ponía furiosa si algo se lo impedía. Decía que solo siendo constante llegaría a tener el cuerpo que quería y además estar sana. En una ocasión me habló de que su instructor, un muchacho muy joven, le había puesto unos ejercicios muy relajantes y yo, por mi parte, le hacía bromas acerca de su instructor, ella se enfadaba y me decía que como podía pensar en eso, decía que era muy joven para ella.
Un día que salí temprano al trabajo, por las prisas se me olvidó el móvil y como lo utilizo mucho decidí regresar a casa a recogerlo. Por la hora suponía yo que mi mujer no estaría en casa y sí rumbo a su trabajo pero, en el momento casi de abrir la puerta oí su voz. En ese momento abría la puerta, por lo que rápidamente me escondí en el rellano para que no me viera, pero lo que sí pudo oír es que le decía a alguien:
– Espérame en la habitación, voy a la tienda a comprar algo para desayunar y no tardaré.
En ese momento me entró la rabia y pensé salir y armarle una bronca, pero sin embargo pudo más la curiosidad y la calentura de ver que pasaría a su regreso y con quien estaba. Cuando se fue, entre despacito y me escondí en la habitación pequeña. Momentos después se oyó la llave en la puerta y vi como entraba mi esposa, llevando puesta una minifalda que le quedaba divina.
Entró en la habitación y oí una voz de hombre que le decía a mi esposa que se quería dar un baño y que lo esperara en la cama. Hubo un momento en que ella lo acompaño al baño para llevarle una toalla, lo que aproveché para salir de donde estaba y meterme en el armario de nuestra habitación y después de 10 minutos pude oír que los dos entraban y se quedaban parados. Yo, sin verlos, supe que con quien estaba era su instructor del gimnasio ya que le dijo que los ejercicios que le había puesto eran precisamente para que ella se pusiera muy buena y ella le dijo que si quería confirmar si estaba dando resultado el ejercicio que lo podía hacer, y por el ruido de la ropa supe que la estaba manoseando y los suspiros lo corroboraron.
De pronto le dijo mi mujer que se esperara, que quería poner música para ambientar el momento. Aprovechando que con el volumen de la música no me oirían, me acomodé en mi escondite en una posición en la que pudiera ver todo lo que pasaba. El joven que vi en mi cama tenía un cuerpo bien formado, era bastante atractivo. En ese momento vi como mi mujer se subía a la cama y empezó un baile muy cachondo con la verga de plástico que había cogido de un cajón. Se la había comprado yo, y por cierto, me metió una bronca. La empezó a lamer mientras decía:
– Mira como mamo la polla, cariño.
El joven le quitó de las manos el consolador y tomando un tubo de gel lubricante empezó a untarlo, giró a mi mujer quedando su culo y coño mojado a mi vista, ella se agachó y empezó a besarlo agarrándole la verga empezando a masturbarlo lentamente. En eso el instructor le dijo:
– Veamos como van esos ejercicio.
Con el consolador empezó a frotarle el culo y después de meterle dos dedos en la vagina, le introdujo el consolador en el culo. Yo me esperaba que mi mujer le gritara y le dijera que no, pero fue todo lo contrario, empezó a estremecerse de gusto y a tener su primer orgasmo mientras con sus manos se abría más las nalgas para que le metiera más el juguete. Ella, entre gemidos, lo siguió besando y poco a poco se fue agachando hasta llegar a la verga bien tiesa que tenía enfrente y que esperaba ser devorada. Mi mujer al sentirla en la boca, empezó a gritar de placer y a decirle:
– ¡Esto sí que lo estoy gozando… oooh… sigue cariño, méteme más mi juguete y tus dedos… dame esa polla tan gorda que quiero tu leche!
Yo me que estupefacto de lo que estaba viendo y oyendo, mi mujer, que estaba irreconocible, empezó a mamarle la verga de una forma que el muchacho dejó de mover el juguete pero ella no tardó en empezar a moverlo en su culo con mayor rapidez. En ese momento me acordé de que había guardado la cámara digital y con video integrado en una chaqueta y la saqué rápidamente para captar todo ese momento. Mi mujer empezó, aun con la verga en la boca, a soltar una serie de gemidos que de no ser no ser por el volumen de la música se hubieran oído en los demás apartamentos.
Estando así de frente a mí, se abrió el chocho, dejó de mamarle la verga al muchacho, se incorporó para que quedara en la entrada de su coño y se la metió toda, lo que al momento le provocó un orgasmo fulminante que la dejó tendida en el pecho de su instructor, pero tan caliente estaba que se incorporó y se giró ofreciéndole el culo. El se levantó y apuntó su verga al coño empezando a meterla lentamente ya que estaba ocupada por el consolador. Pronto empezó a moverse rítmicamente y a cada embestida mi mujer gritaba de gusto. Yo estaba sorprendido de verla penetrada por dos vergas en su coño mientras, con sus manos, ella le ayudaba tomado el consolador para meterlo y sacarlo, meneándose de tal forma para que los dos pudieran llegar al clímax, proporcionarse el mayor placer y tener otro orgasmo que ella le agradeció con dos orgasmos seguidos.
En eso el muchacho le sacó la polla y poniendo boca abajo a mi mujer empezó a mamarle el coño y con el consolador empezó a meterlo y sacarlo lentamente en ese chocho. En esta posición mi mujer adivinó lo que quería y que además ella también estaba buscando y se situó de tal forma que la verga le quedó justo en el culo. Entonces ella se empezó a frotar el clítoris y los pechos diciéndole:
– Anda, amor, méteme la polla en el culo, que ya sabes que solo será para ti y de nadie más, ni a mi esposo pienso dárselo, solo es para tu rabo.
El, ni lento ni perezoso, se la metió toda de un golpe, respondiendo mi mujer con un grito de placer, empezando a menearse con tal lujuria haciendo que el muchacho tuviera su primer orgasmo de la mañana. Entonces el instructor le sacó la verga del culo y ocurrió otra cosa insólita en mi mujer pues se giró rápidamente, cogió con sus manos la verga y se la metió de un tirón hasta los huevos en la boca, empezando a hacerle una mamada genial y no tardó mucho en sacarle la leche y con otra sorpresa más, mi mujer se tragó todo el semen del semental y se la chupo hasta dejarla limpia, diciendo que su leche era muy sabrosa y que le gustaba limpiársela.
Se quedaron así un rato y mi mujer le dijo que tenía que salir y que le encantaría quedarse follando más tiempo pero que no podía. El joven le dio un beso de despedida y se vistió marchándose. Cinco minutos más tarde salió ella y casi al mismo tiempo salí yo pensando como hacer para mostrarle a mi mujer la película y las fotos.
Besos y hasta otra.