Relato erótico
¿Valió la pena?
Cuando su mujer conoció a su jefe, le dijo que le parecía un hombre muy atractivo. Una noche y después de hacer una buena venta, su mujer lo invitó a cenar. Comieron, bebieron y después…
Alfredo – HUESCA
Amiga Charo, me llamo Alfredo, trabajo como comercial en una empresa de maquinaria agrícola pesada desde hace unos 5 años, y la verdad es que me va bastante bien, pues siempre se me dieron bien los trabajos de cara al público y las técnicas de ventas. Tengo 29 años y llevo felizmente casado unos tres, con mi amada mujer Juana de 27 años. Son muchos los años pasados junto a mi mujer, a la cual yo creía conocer al 100%, pero como pude comprobar más tarde, no era del todo cierto.
En una cena de empresa se conocieron mi mujer y mi jefe. Incluso una vez, mi mujer se atrevió a bromear con él, diciéndole que si no se hubiera casado conmigo, intentaría cazarlo, ya que es un buen partido.
Aquel día celebrábamos una buena venta y la comida se alargo hasta media tarde. Lógicamente no fuimos a trabajar y cuando llame a mi mujer para contárselo aprovecho para invitar a cenar a mi jefe.
Juana comenzó a preparar algo de cenar en la cocina, mientras mi jefe y yo veíamos la tele en el salón. En cuestión de media hora, la cena estaba casi lista, y nos dispusimos a cenar algo de pasta y carne, acompañada de un buen vino. Entre broma y broma, surgió el tema del sexo, y no sé como llegamos a hablar de infidelidades, intercambios y fantasías, posiblemente debido a la cantidad de copas que todos llevábamos encima. Sinceramente os diré que me daba muchísimo morbo hablar de ello, e imaginar a mi mujer follando con otro hombre que no fuera yo, es algo que creo que internamente a muchísimos maridos les gustaría ver, pero no están dispuestos a reconocer. Y mucho menos podía imaginar que a Juana no le molestara aquello, pero….
Entre bromas y risas, Juana dijo que Ángel le parecía atractivo, y este contestó:
– Pues si te parezco atractivo vestido, tendrías que verme sin ropa.
Hubo un instante de silencio y todos echamos a reír a carcajadas, pero Juana, no sé si en broma, le animó a desnudarse y ante nuestra sorpresa, él comenzó a hacerlo. En un momento estaba en pelotas. Reconozco que para tener 48 años estaba muy bien de cuerpo y su polla era una verdadera pasada.
Mi mujer, comenzó a aplaudir entre risas, y entonces me preguntó:
– ¿Puedo tocársela?
Yo estaba estupefacto, aunque si soy sincero, la idea me excitaba y solo me salió un:
– ¿Cómo?
– Me gustaría tocársela, ¿puedo? – repitió ella.
– Si es lo que deseas, hazlo, pero después sé consecuente – contesté.
No sé como lo interpretó, pero sea como fuere, se levantó de la mesa, fue hacia él y le agarró el miembro con una de sus manos, mientras con la otra le sujetaba por debajo los testículos. Ángel no esperaba esta reacción y se quedó un poco cortado, pero viendo que yo no me oponía, no tardó en volver a la situación, la cual se había puesto “muy dura”, debido al masaje que Juana le estaba realizando. Entonces sucedió todo muy rápido. Juana se arrodilló delante de Ángel, y mirándome fijamente buscó mi permiso, y como no me moví, se decidió. Se la polla de mi jefe lentamente en su boca y comenzó a hacerle una mamada como solo ella sabe hacerla.
Como pude, fui desnudando a mi mujer y les dije que fueran hacia el sofá, él se sentó y Juana siguió mamándosela de rodillas. De pronto, mi mujer se giró y me dijo:
– ¿A qué estás esperando?
La entendí rápidamente, quería que me la follara mientras ella la chupaba, por lo tanto, saqué mi polla que estaba a punto de explotar y se la metí por detrás. Mies fuertes embestidas hacían que la polla de mi jefe se le clavara en la garganta y que la mamada fuera rápida.
Imaginé que él no aguantaría mucho más la situación y que estaba a punto de descargar su semen en mi mujer, lo cual, tan solo imaginarlo, me excitaba aún más y me animaba a empujar con más ganas a mi mujer, la cual parecía disfrutar como nunca.
Tal y como pensaba, Ángel empezó a gemir con más frecuencia de lo habitual diciéndole a mi mujer que no aguantaba más, que se corría, a lo que ella respondió aumentando el ritmo de la mamada y sorbiendo con más fuerza, mientras, yo me sentía también cada vez más cerca de la eyaculación. De repente mi jefe soltó un alarido y pude ver como la cara de Juana cambió por un momento. Estaba recibiendo la blanca, caliente y espesa carga que con tanta ansia intentó sacar durante tanto tiempo, y por fin, allí estaba. Ella intentaba tragar todo el semen que le era posible, pero su boca rebosaba leche a chorro.
Ninguno esperábamos que Ángel descargara tal cantidad de semen el cual ya había llegado incluso al sofá, pero su mayor parte estaba siendo tragado por mi mujer, la cual hacía todo lo que podía intentando retenerlo incluso con las manos. Cuando mi jefe paró de emanar semen, ella siguió mamando su miembro, como si todo aquello le hubiera sabido a poco, sorbiendo con más fuerza aún dejando limpio su prepucio y con suaves lametones, retiraba los restos que chorrearon a lo largo de su verga y que había ido a parar a sus huevos.
Aquella imagen fue el colmo para mí, notaba que estaba a punto de correrme, pero mi sorprendente mujer, que se dio cuenta de ello, apresuradamente se apartó, dándose la vuelta y dejando que le descargara mi leche en su boca. No quería que su marido fuera menos. Pero debido a la rapidez y a lo poco controlable de la situación, le descargué la gran mayoría del semen en la cara, lo cual me excitó aún más. Cuando me repuse, ella, todavía sentada en el sofá, me limpió a mí también, con el mismo esmero que a mi jefe
La escena final, os la podéis imaginar. Los tres medio tirados en el sofá, exhaustos, algo bebidos y envueltos en un ambiente con mezcla de aromas genitales, vino y mucha relajación. Los momentos siguientes los recuerdo llenos de nerviosismo e incertidumbre, nos vestimos todos y tomamos un café, para “espabilarnos” un poco y la verdad es que apenas hablamos más del tema.
Me encantaría deciros que todo fue muy bien, que mi jefe se marchó de casa muy satisfecho, cosa que no dudo, y que me subió el sueldo, que Juana y yo tuvimos más encuentros de este tipo y que todos fuimos felices y comimos perdices, pero… la vida real no es así, como os podéis imaginar.
Posteriormente a este evento y al poco tiempo, dejé mi trabajo, y Juana y yo actualmente estamos divorciados, no por este suceso en concreto, pero si por diferencias personales, que tal vez afloraron tras el mismo o a causa de él, pero… así es la vida real. Y la verdad es que fue bonito mientras duró y por lo menos me queda el recuerdo de una fantasía vivida.
Saludos y felicidades por la revista.