Relato erótico
Valía la pena
Desde que se casó le ha sido infiel a su mujer alguna vez, pero más o menos “controlado”. Siempre ha tenido la fantasía de follar con una mujer gorda, de grandes tetas y un gran culo. Puso un contacto en Clima y consiguió hacerla realidad.
Ximo – VALENCIA
Siempre he tenido mucha suerte con las mujeres, por lo que me inicié muy joven en el tema sexual y desde ahí no he parado, bueno, solo un poco, cuando contraje matrimonio el año pasado.
Mi vida sexual al estar casado, se frenó un poco, ya que mis salidas eran mucho más controladas, no podía llegar a mi casa, con olor a mujer, o muy limpio después de haberme ido con alguna de mis amantes a algún hotel, esas pocas amantes, que me permitieron seguir disfrutando ahora que estaba casado. Sin embargo, lo que yo quería, era probar carne nueva, conocer una mujer diferente, y ya mis gustos estaban bien definidos.
Lo que yo quería, era cumplir una fantasía que nunca había podido hacer realidad, que era estar con una mujer mayor, digamos de unos cincuenta años, pero que su principal característica es que fuera gorda, bien gorda, de esas mujeres con anchas caderas, pechos grandes, para ello envié un anuncio para publicar en la revista Clima. El texto, decía más o menos lo siguiente: “Hombre de 30 años, delgado y buen mozo, de Valencia, busca mujer sobre cuarenta años, soltera o casada, me da lo mismo, para eventual encuentro amoroso. Requisito fundamental, que sea gordita y muy apasionada, ya que son las mejores“.
Pasaron dos días, me llegaron algunas cartas y llamadas, comencé a contestarlas y al final me decidí por Adela, una mujer casada, aburrida de su matrimonio, con ganas de tener una aventura. Justamente lo que andaba buscando.
Ella, en una de las conversaciones, me confesó que no estaba segura de que a mi me gustaría ella, ya que era una mujer obesa, sin embargo eso era lo que yo exactamente estaba buscando y cuando me dijo su peso, 110 kg, me imagine su cuerpo desnudo y me excitó de sobremanera.
También me comentó que al ser una mujer casada, no podía salir de noche, dando como solución vernos a la hora de almuerzo. Mucho mejor para mí, ya que como trabajaba en el centro, no iba a casa a comer.
Después de un par de conversaciones más, nos citamos a las doce y media en una conocida plaza del centro de la ciudad.
A la hora convenida, me dirigí al lugar señalado. Me pareció que una mujer que estaba en otro banco, podía ser ella.
Me levanté, comencé a caminar en dirección a donde estaba sentada, pero cuando me acerqué, ella miró hacia otro lado así que, ya convencido que no era ella, seguí caminando, cuando oí que ella me llamaba por mi nombre. Me di la vuelta y vi a la mujer sentada, sonriéndome, un poco nerviosa. Me acerqué y me senté a su lado.
Como mencioné anteriormente, era una mujer de unos 45 años, pelo negro, con unos pechos tremendos, una cintura gruesa y un trasero también de notables dimensiones, con unas piernas gruesas que terminaban en unos tobillos gordos, que apenas entraban en sus zapatos. Me confesó que hacía rato estaba tratando de tomar fuerzas para acercarse a conversar conmigo, pero que no se había atrevido hasta que vio que me alejaba. Después de una corta charla, le pregunté que tal le parecía.
Ella me dijo que me encontraba muy atractivo y que no sabía que estaba haciendo yo con una gorda como ella, teniendo la opción de estar con cualquiera mujer más bonita, más joven y con un físico mucho más atractivo.
Le comenté que mi sueño siempre había sido estar con alguien como ella, con una mujer mayor que yo, y que como yo era delgado, siempre me habían atraído las mujeres gordas.
– Entonces… ¿podremos hacer realidad lo que escribimos?
– No estoy segura…
– Venga, ya que estás aquí…
– ¿Y a donde iríamos?
– Yo conozco un hotel, por aquí cerca
– No sé.
– Mira, vamos y si no estás segura solo conversamos y punto. Nada más, sin ningún rollo
– Bueno – aceptó al fin.
Decidí tomar un taxi, aunque el hotel no quedaba tan lejos. Al llegar, nos bajamos del taxi, quedando a pocos metros de la entrada del hotel. Nadie hubiese pensado que éramos una pareja, incluso podrían habernos tomado como madre e hijo. Después de un poco de vacilaciones, entre que entramos y que no, entramos, cogimos una habitación. Ella roja de vergüenza me hizo cerrar la puerta inmediatamente y al fin dentro de la habitación, comenzó a relajarse un poco. Le dije que yo tomaría una ducha rápida, para sacarme el calor. Ahora si ella quería ducharse conmigo, no habría problema.
Ella se rió y me dijo que no, que la tomara yo solo. Entré y me di una ducha de agua fría muy rápida, para no perder mucho tiempo. Al salir, solo con mis pantalones, le dije lo buena que estaba la ducha y la animé a tomar una. Ella también entró y se duchó, claro que con la puerta cerrada con llave y demorándose un poco más que yo.
Al salir, se había puesto su mismo ancho vestido, pero descalza. Se sentó a mi lado. Yo estaba recostado en la cama. Le pasé una de las cervezas y mientras las bebíamos me comentó que su marido trabajaba todo el día y que sus hijos estaban estudiando fuera de la ciudad. Entonces me senté en la cama y traté de dar un beso pero ella, sonriendo, me apartó la cara y me lo dio en la mejilla. Nuevamente hice el intento y esta vez di en el blanco. Un suave beso en sus labios.
Mis manos la cogieron por su gruesa cintura, sintiendo el volumen de su cuerpo. Ella no me tocaba, solo apoyaba sus manos en la cama y comencé a besarla más apasionadamente, hasta que mi boca logró alcanzar su cuello, dejándome actuar. Entonces comencé a acariciar suavemente uno de sus grandes pechos, sintiendo como su pezón ya estaba duro.
Cogí su mano y la puse sobre mi polla, para que sintiera como me había puesto. Ella solo me la acariciaba suavemente, sobre el pantalón. En este punto, bajé en cierre de su vestido pero al momento en que quise sacarlo, ella me detuvo diciéndome que se lo sacaría ella, pero que le daba vergüenza que yo mirara.
Acostado sobre la cama, me di la vuelta, dándole la espalda y noté como ella comenzaba a sacarse el vestido y después, abriendo la ropa de la cama, se metió dentro. Al darme la vuelta solo pude ver sus brazos desnudos y el vestido a lo pies de la cama. Entonces me saqué los pantalones y me coloqué a su lado. Mis manos se encontraron con su cuerpo semidesnudo y mis manos empezaron a acariciar sus anchas y espaldas, bajando lentamente hasta encontrarme con sus prominentes nalgas, aun cubiertas por su braga.
Sin dejar de besarla, comencé a buscar su entrepierna y bajo un considerable volumen de su estómago, me encontré con las dos piernas, muy juntas, que impedían el contacto de mis dedos con su coño. Intenté abrírsela pero ella solo las movía un poco, sin embargo, lo suficiente para que mis dedos encontrasen la humedad de sus bragas y empecé a acariciar esa humedad, provocándole un notable placer.
Mientras mi dedos daban placer a su coño, mis labios chupaban por encima de su gran sujetador, dos grandes y duros pezones que mostraban claramente el placer que estaba sintiendo. Entonces empecé a tratar de bajarle las bragas, pero la tarea era difícil. Ella me detuvo un momento, y levantando su espalda un poco, se las quitó. Ahora mis dedos se dirigieron nuevamente a ese lugar, encontrándose ahora con una gran raja, cubierta de una abundante mata de pelos y un coño completamente lubricado.
Le pedí que se desabrochara el sujetador y un impresionante par de pechos quedaron allí, listos para servírmelos. Sin esperar un segundo su pezón entró en mi boca, mientras mis dedos jugaban con su mojada vagina. Ella disfrutaba y me decía el placer que estaba sintiendo.
Al rato me monté sobre ella y ahora, con mis dos manos amasando esas generosas tetas, comencé a chupárselas una y otra vez. Sentía que su mojado coño me mojaba las piernas y era increíble sentir lo lubricada que estaba.
Como siempre me ha gustado hacer un buen trabajo de lengua antes de penetrarla, le separé las piernas y bajé mi boca hasta su entrepierna. Ella trató de detenerme, pero ya era tarde. Mi lengua comenzaba a recorrer su sexo, cosa que al parecer no le habían hecho nunca. Aunque ella lo disfrutaba, estaba muy nerviosa por esa nueva sensación y me decía que volviera a subir. Pero yo, sabiendo que lo estaba disfrutando y que lo decía solo por quedar como una dama, continúe chupando su coño, haciéndola estremecer.
Después de hacerle un buen trabajo entre las piernas, nuevamente me subí a sus pechos y mientras se los chupaba le preguntaba si le había gustado. Ella me confesó que nunca se lo habían hecho y que le había encantado y que a lo más ella le había chupado el miembro a su marido. Le dije entonces que era su turno de devolverme el favor y colocándome arrodillado a su lado, le pasé mi polla, para que me la chupara. Ella se la introdujo en la boca y comenzó a mamármela. La verdad no lo hacía muy bien, pero mientras lo hacía, yo me deleitaba tocándole sus grandes senos.
Luego, sacándole la polla de la boca, me monté sobre ella y la coloqué en
el coño, comencé a metérsela. Ella gemía de placer, sin embargo por el volumen de su estómago, no la podía penetrar completamente, así que la puse de lado, separé sus grandes nalgas y volví a penetrarla. En esa posición ella alcanzó su primer orgasmo, mientras mis manos no soltaron por ningún momento sus gordas tetas. Mi polla entraba y salía de ella sin ninguna dificultad, ya que estaba muy mojada, así que colocándola boca abajo, le abrí sus piernas y tomando sus propias bragas le sequé un poco el coño para que hubiese un poco más de fricción. Al verla así, con su generoso trasero, no me aguanté las ganas y comencé a besárselo, chupárselo y mordérselo. Ella me dijo que eso era un poco “degenerado” y me pidió que me detuviera. Yo le hice caso y montándome en su espalda, comencé nuevamente a penetrarla. Al secarle con las bragas su mojado chocho, fue un gran acierto, ya que ambos comenzamos a sentir más el roce de mi polla entrando y saliendo.
Al rato quise que se pusiera a cuatro patas, para poder penetrarla mejor aun, pero no quiso, aunque en una de esas metidas y sacadas, erré su raja y le rocé fuertemente la entrada de su culo, pero también me pidió que no se la fuera a meter por ahí.
Continué follándomela mientras mis dedos empezaron a hurgar en esa entrada que me había sido prohibida. Ella al principio se opuso, pero luego comenzó a disfrutarlo, alcanzando su segundo orgasmo, dejando nuevamente todas las piernas mojadas y mi polla empezó a entrar sin ningún esfuerzo. Sin embargo yo ya estaba lo suficientemente caliente como para terminar y ella estaba ya muy cansada, así que le pedí que me dejara correrme en la entrada de su culo. Al principio me dijo que no, pero después de insistir me dijo que bueno, pero que solo la puntita.
Le separé sus carnes y viendo mi objetivo, mojándolo un poco con mi saliva, le metí la cabeza de la polla. Su estrecho agujero era completamente diferente al de su coño. Ella se quejó un poco cuando mi polla había avanzado solo un par de centímetros y me pidió que la sacara, pero yo le dije que ya me estaba corriendo. La mujer aguantó la entrada de esos escasos centímetros y comenzó a moverse y a dilatar y contraer su ano, para ayudarme a mi eyaculación. Esta no se hizo esperar y como un torrente salió disparada metiéndose por su culo, lubricándolo completamente y dejando que mi polla entrara tan solo un poco más.
No quise enterrársela hasta el fondo, pero sin embargo disfruté mucho de ese estrecho agujerito.
Ya la hora había pasado y yo tenía que volver a trabajar, por lo que nos dimos una ducha juntos, salimos, nos despedimos y cada uno cogió su camino.
Saludos.