Vacaciones de amigas

Las vacaciones con su pareja no coincidían y decidió ir con una amiga a Madrid y hacer turismo. Aquella noche, como estaban cansadas del viaje, decidieron ir a cenar al restaurante del hotel. Había una convención y estaba lleno de hombres solos.

Sonia – Lérida
En esta ocasión las vacaciones de Enrique y las mías no habían podido coincidir, por lo que tenía que aprovechar esos días de cualquier forma para que realmente parecieran vacaciones. Fue por lo que se me ocurrió ir de turismo a Madrid, que ya hacía tiempo que no iba. Se lo comente a una compañera de trabajo con la que coincidía en los días de vacaciones, y se apunto al tema.
Tenía planeado todo: visita al Prado, al reina Sofía…Tapeo a la hora del almuerzo. Visita obligada a las tiendas de moda, y por la noche unos gin tonics en algún lugar de marcha. Todo fue según el programa. Nos lo estábamos pasando muy bien pues además, Noelia, mi compañera, era muy divertida y extrovertida, siendo una compañera perfecta de viaje.
Llegó la noche y decidimos irnos al hotel, ducharnos y cenar allí mismo para dar fin a un día que había sido muy largo.
Tras la ducha fuimos al restaurante del hotel, donde nos sorprendió el gran número de personas que allí había. El metre, nos dijo que se trataba de una convención que se hacía en el hotel, y se alojaban allí mismo. Tras cenar, propuse a Noelia el tomarnos una copa en la sala de fiestas del hotel, para así no tener que salir ya tan tarde y cansadas como estábamos a ningún lugar. Ella asintió, pareciéndole bien la idea.
Al llegar a la sala de fiestas nos sorprendió, era muy bonita y sobre todo estaba muy animada, gracias a la convención. Buscamos sitio junto a la barra, solo estaba libre solo una esquina del fondo. Pedimos las copas y empezamos a charlar de los planes para el día siguiente.
-Los planes de mañana los tenemos ya claros, pero los planes que tendría con ese moreno que está en la otra esquina de la barra, ni te los quiero contar. -Le dije a mi amiga a la vez que mi mirada permanecía fija en aquel bombón moreno, de ojos verdes, y cuerpazo de deportista.-
-Uno como ese me pido yo para Reyes -contesto Noelia jovialmente-
-Yo no sé si esperar a Reyes…. Esta noche sería mejor
-¡Pero tía! ¿Que haces? -Me increpo mi amiga- mientras veía como iba a la pequeña pista de baile, donde comencé a moverme al ritmo de la música, sin dejar de mirar al moreno de la barra. Llevaba el pantalón del traje, una camisa blanca con dos botones desabrochados, sin corbata. Era el resto de ropa del traje que a buen seguro había llevado.
Por fin reparo en mi insistente mirada. Al principio pareció como que no le importaba. Después cruzaba su mirada con la mía con cierta frecuencia. Hasta que hubo un momento que nos mantuvimos la mirada, la mía desafiante y la de el de curiosidad. Tras esto, se excuso de sus amigos y vino hacia mí.
Mientas avanzaba decidido hacia mi cabeza, un poco nublada por el alcohol, recordaba insistentemente las palabras de Enrique:

-Ve y pásatelo bien todo lo que “puedas”, y no pierdas ninguna “ocasión”. He de decir que Enrique sueña con que sea la más guarra del mundo, que me lo monte con otros tíos y después se lo cuente. O con tías, le da igual. Yo hasta ahora no había complacido sus gustos, pero creo que la cosa iba a cambiar, y yo iba a disfrutar de la vida, y si de camino a él le pone, mejor.
-Hola. He observado que me mirabas. Creo que no nos conocemos.
-Yo estoy segura de que no nos conocemos. No pertenezco a la convención. Soy una turista que visita Madrid para ver sus monumentos y no me quiero perder ni uno…
-Lo tomaré como un cumplido, pues he observado que no parabas de mirarme…
-Lo es, le dije con un tono muy sensual y provocativo. ¿Que te parecería tomar una copa en un sitio más tranquilo? -Le pregunte sugerentemente-
– Seria un placer.
Me dirigí a la barra donde estaba Noelia, que no se perdía detalle. Cogí mi vaso y le di dos besos mientras me despedía hasta el día siguiente. No hizo falta ninguna explicación mas, se entendía perfectamente.
Pasé junto al grupo del moreno donde algunos se me quedaron mirando con deseo. Mientras avanzaba iba sintiendo entre una mezcla de arrepentimiento y excitación. Al llegar al vestíbulo, allí estaba el, sentía la humedad entre mis piernas, y no me lo pensé mas, llegaría hasta el final.
Fuimos paseando tranquilamente hasta una zona de jardines que tenía el hotel y que a buen seguro aprovecharía para las celebraciones estivales. Cuando ya estábamos algo alejados del bullicio del hotel, nos paramos, nos miramos fijamente y como atraídos por un imán nos acercamos el uno al otro. Nos abrazamos mientras nuestras bocas se juntaban, buscándose las lenguas con avidez. Sentí como acariciaba mi espalda, recorriéndola hasta por fin llegar a mi culo. Lo atrapó con ambas manos, acercándome más aun, hasta sentir su erección. Sin pensarlo, baje una de mis manos y comencé a recorrer con ella la longitud de su polla, que me pareció de un tamaño muy, pero que muy aceptable.
Sentí como una de sus manos tocaba una de mis tetas. La suerte estaba echada, no había marcha atrás. Bajé la cremallera de su pantalón. Metí mi mano por ella y, esquivando su calzoncillo, saque al aire su polla. Me puse en cuclillas. Metí su polla en mi boca y comencé a hacerle una mamada con avidez. El atrapaba mi cabeza con sus manos, siguiendo el movimiento de esta.
– Para, para, que me voy a correr en tu boca.
A mí no hubiera importado que lo hiciera, no sería la primera vez que se lo hacía a Enrique, pero me detuve para que no se acabara ya aquello. Necesitaba que me diera gusto a mí. Mi coño pedía a gritos sexo.

Me incorporé y, enseguida, noté una de sus manos desabrochando el botón de mi pantalón y bajando la cremallera, para a continuación introducirse dentro de el, buceo hasta llegar a la raja. Sentí su dedo pasar por encima del clítoris varias veces para, a continuación, seguir bajando un poco mas e introducirse en mi coño. Por como comenzó a entrar ya salir se deducía que estaba muy, muy mojado. Mientras me pajeaba con sus dedos no parábamos de besarnos. Me tocaba las tetas con su otra mano y yo se la meneaba, pues aun la tenia fuera del pantalón.
La tenía tan dura que sin pensarlo, baje mi pantalón, me gire dándole la espalda y apoyándome sobre una barandilla, lleve su polla hasta mi coño, la cual entro sin ninguna dificultad. Sentí como avanzaba caliente dentro de mí, hasta notarla dentro por entero.
Comenzó a follarme despacio, no lo podía aguantar, yo quería que me diera fuerte y así se lo pedí. Al instante sus embestidas fueron bestiales, creí que me partiría en dos. Aquello era lo que yo quería.
Varios minutos después, saco su polla de mi coño tras haberme corrido dos veces casi consecutivas, y la lleve a mi culo. Nunca nadie me la había metido allí, ni incluso Enrique, pero estaba como enloquecida y quería experimentarlo todo. La fui metiendo despacio, ayudada por los jugos lubricantes que llevaba de mi coño, fue penetrando con relativa facilidad. Sentí un poco de daño y me detuve. La saqué un poco para comenzar de nuevo a entrar y esta vez sí, lo hizo hasta el final. Le indiqué que se moviera despacio y así lo hizo. Al instante sentí una sensación diferente pero muy placentera. Comenzó a tocarme el clítoris a la vez que me la metía por el culo. Fue tanto lo que mé gustó que en segundos me corrí en el mejor orgasmo de mi vida. Él, al verme tan excitada, no pudo aguantar más y me aviso de que se corría también
-Si, córrete. Hazlo dentro de mi culo que quiero sentir tu leche dentro de mí.
Enseguida note el calor de su corrida dentro de mí, mientras jadeaba aprisionando con sus manos mis tetas, convulsionándose en un orgasmo como yo nunca le había observado a Enrique.
Una vez se hubo tranquilizado, saco su polla lentamente de mí. Sentí como sus fluidos salian de mi interior chorreando hasta llegar a mi coño. Lleve una de mis manos hasta él y lo unte con ellos. Nunca había sido ni me había sentido más guarra que en aquel momento, y fue maravilloso.

Tras limpiarme un poco me despedí de él, no sin antes hacerle prometer que nos veríamos al día siguiente y le presentaría a mi amiga Noelia.
Mientras subía en el ascensor pensé que había echado el mejor polvo de mi vida con alguien que no sé ni cómo se llama. Olvidé preguntarle su nombre… ¡Y qué más da!
Un beso para todos.