Relato erótico
Unos alumnos diferentes
Es profesora de inglés y da clases particulares en su casa. Le llamó un posible alumno. Le dijo que a él solo le iba bien por la mañana, pero nuestra amiga le comentó que para un solo alumno no le salía a cuenta. Él le aclaro que eran tres amigos los que querían estudiar. Acepto y eso fue lo que paso
Silvia – BARCELONA
Es la primera vez que cuento esto que me pasó, hace poco que leo Clima, soy nueva en esto de escribir mis experiencias pero me encanta leer historias de otras personas y pensé que sería bueno compartirlas con la mía.
Voy a empezar por describirme. Soy una mujer casada con dos hijas, profesora y doy clases particulares, me llamo Silvia, tengo 41 años y vivo en una población cercana a Barcelona. Digamos que me conservo bastante bien para la edad que tengo, me siento atractiva y más de una vez me han hecho sentir por la calle que no me equivocaba pues siempre hay alguien que me lanza algún que otro piropo.
Todo comenzó una mañana hace mas o menos un año. Estaba en mi casa sola, ya que mi marido estaba de viaje por trabajo y mis hijas estudiando, cuando sonó el teléfono y oi una voz masculina preguntando por mí. Me identifiqué y entonces me comentó que alguien conocido mío me había recomendado como profesora para darle clases de inglés y que estaba muy interesado en comenzar un curso, junto con un compañero de su trabajo.
Yo le dije que no había ningún problema, aunque el suyo sí lo era ya que solamente podían venir a mi casa por la mañana, horario en el que precisamente yo no doy clases, y por tan solo dos personas no me convenía hacerlo. Tras hablarlo un buen rato, mi comunicante optó por animar a otro compañero suyo y así, con tres alumnos, ya era otra cosa. Lo arreglamos todo para empezar al día siguiente pero yo, por la noche, estaba muy nerviosa. Me asustaba el hecho de estar en mi casa sola con tres hombres sin conocer quienes eran, pero ya no podía echarme atrás.
A la hora prevista llamaron el timbre de la puerta, eran mis alumnos, tres hombres de aproximadamente 30 años. Nos presentamos y sus nombres eran, Nelson, Alberto y David, los tres tenían algo en común y es que eran bastante musculosos y atractivos.
Nelson era de piel oscura, digamos que casi negro, en cambio Alberto y David eran rubios y ambos llevaban el pelo largo. Comenzamos la clase, notando ya desde el primer momento que tenían bastantes conocimientos del idioma, motivo por el cual avanzamos muy rápido con los temas hasta que, en un momento interrumpieron la explicación que yo les estaba dando para pedirme si no podía explicar los temas algo más relacionados con su trabajo. Entonces les pregunté de qué trabajaban y me respondieron como si fuera lo más normal del mundo:
– En un local para señoras.
Sinceramente yo no entendí lo que me quisieron decir y entonces, en mi ignorancia, les pregunté si era una peluquería, motivo por el cual comenzaron a reírse, cosa que me hizo poner bastante mal y nerviosa.
Me senté y vi que Nelson se acercaba a mí como para consolarme y pedirme disculpas. Se colocó a mi lado y yo sentada, al levantar la cabeza, vi que tenía su bulto a la altura de mi cara.
Le miré a los ojos y sentí una sensación rara hasta ese momento. Jamás había estado con otro hombre que no fuera mi marido, aunque siempre tuve fantasía con un hombre negro y todas esas ideas recorrían ahora mi cabeza.
Noté, de pronto, como Nelson comenzaba a acariciarme el cabello, como consolándome y yo, sin quererlo ni imaginarlo, comencé a calentarme e inconscientemente empecé a levantarle la camiseta. Tenía curiosidad de como tenía los abdominales. Empecé por tocarlo para ver que duros estaban y así ya empecé a sentir que mi coño se me estaba mojando. Tenía muchas ganas que ese hombre me hiciera suya. Era mi oportunidad de cumplir mi fantasía, pero por adentro sentía miedo. Entonces cerré los ojos y seguí acariciándolo, bajando poco a poco hasta acariciar su bulto por encima del pantalón. En este momento él me agarró de la cintura levantándome como si yo fuera una muñeca de papel, me acostó boca arriba en la mesa y comenzó a jugar con mi cuerpo, acariciándome por todos lados.
Yo ya estaba fuera de mí, así que me incorporé un poco y le dije, avergonzada, que sus compañeros nos estaban mirando, a lo que él me respondió que no me preocupase, que estaban acostumbrados. En silencio me desabrochó la blusa y sacándome las tetas fuera del sujetador, que ya estaban que explotaban, comenzó a chupármelas. Realmente yo me sentía en el cielo.
Luego comenzó a bajar con sus besos, me subió la falda y sin que yo pudiera protestar, me sacó la braga que, en esos momentos, estaba más que mojada.
Me chupó el coño como nunca mi marido lo había hecho pues las pocas veces que lo hizo siempre fue con cara con asco. El hombre ahora, mientras me lamía toda la raja, me metía un dedo en el coño regalándome así, y al poco rato, dos hermosos y potentes orgasmos.
Ahora yo lo único que quería era sentir a ese hombre de otra manera. Me bajé de la mesa como pude y me arrodillé delante de Nelson, que permanecía en pie, desabroché su pantalón y saqué su verga que me dejo impresionada. Era muy grande y oscura, muy distinta a la de mi marido.
Comencé a chupársela con muchas ganas, sintiendo que me llenaba la boca pues era realmente grande y su gusto y olor a hombre me calentaban más todavía. Se la chupé un buen rato, poniendo lo mejor de mí hasta que, en un momento determinado, me levantó cogiéndome por los sobacos, poniéndome de pie y apoyándome de espalda contra la pared. Yo, con las manos arriba sobre mi cabeza, me sentía a su merced.
Entonces me apoyó la punta de su enorme verga en la entrada de mi coño diciéndome:
– Si la quieres tienes que hacer todo lo que yo te diga.
Le dije que lo haría, que ya no podía más y entonces, de un solo empujón, me partió el coño por la mitad. Me sentía la más puta pero me encantaba. Me estuvo follando por más de veinte minutos pero sin correrse, regalándome tres impresionantes orgasmos.
Yo estaba en las nubes cuando él me acercó una silla y me hizo sentar mientras sus compañeros ponían música en el equipo que tengo en casa y empezaron a bailar los tres, con una profesionalidad impresionante. Muy pronto terminaron los tres desnudos, después de bailar más de 15 minutos y pude comprobar que los tres tenían unas vergas increíbles.
Entonces se me acercaron y rodeándome comencé a chuparles las pollas como podía y mientras chupaba una pajeaba otra. Estuve así un rato largo hasta que, agarrándome con fuerza, me pusieron sobre la mesa nuevamente y mientras Marcos me la metía por el coño, Nelson trabajaba sobre mis tetas y Alberto, poniéndose a mi lado, me daba su verga para que se la chupase. Así iban rotando a ratos y yo lo pasaba como nunca.
Realmente perdí la cuenta de cuantos orgasmos sentí y me llamaba la atención que ellos no acabaran. Realmente eran profesionales.
Al rato me levantaron y me pusieron a cuatro patas en el suelo. Nelson me la metió por el coño, reventándome con la fuerza con que empujaba, mientras los otros dos jugaban con sus vergas sobre mi cara. Yo parecía una perra en celo, hacían cola para metérmela y ya estaba más que caliente cuando les dije a gritos que quería mi leche, a lo que me respondieron:
– ¡Si quieres leche, vas a tener leche!
Nelson me la sacó del coño y la apuntó a mi culo. Yo nunca había tenido sexo anal y me asusté pero Alberto fue a su mochila y trajo una crema con la que empezaron a untarme el agujero. Yo estaba nerviosa, pero después de que me metieron un dedo un rato, me relajé y mi negrito empezó a metérmela poco a poco.
Cuando entró la cabeza paró y esperó un rato. Yo sentía que me partía el culo por la mitad, pero me gustaba. Empezó a empujar hasta que sentí sus huevos haciendo tope. Aunque yo gritaba como una loca, me encantaba. Entonces Alberto me la metió en la boca empujado más que antes, casi al borde de vomitar, descargando así toda su leche caliente en mi garganta y obligándome a tragarla.
Mientras, el negro me seguía partiendo el culo y la imagen que me venía era dos tipos que no conocía haciéndome al mismo tiempo lo que nunca dejé a mi marido. Y ahora era el turno de David que también me la metió en la boca y al rato descargó su leche al tiempo que mi negro seguía empujando hasta que me llenó el culo de leche. Cuando me la sacó, sentí que me desvanecía, quedándome tirada en el suelo mientras mis tres “alumnos” fumaban un cigarrillo y se reían haciendo comentarios.
Cuando miré la hora en la pared me asusté pues en una hora llegaría mi hija y no quería que se encontrara con mis “alumnos”. Entonces los miré y les pedí que se fueran, aunque en mi fuero interno realmente no quería que lo hicieran.
Uno de ellos, acercándose a mí, me dijo:
– Espera, que aún falta lo mejor.
Alberto se acostó en el suelo y entre mi negro y David, me ayudaron a subirme sobre él, ensartándome de golpe toda su polla e increíblemente, tuve otro orgasmo. Nelson me la puso en la boca y yo se la chupé con todas las ganas pues era mi preferido. Entonces David me apuntó por detrás y me la clavó hasta el fondo de mi culo. No me lo podía creer. Estaban mis tres agujeros ocupados.
Estuvimos un rato largo así hasta que los tres se corrieron. Primero fue mi negro, llenándome la boca, luego siguieron casi al mismo tiempo los otros dos. Yo chorreaba leche por todos lados y era súper feliz. Entonces los tres se sentaron en fila y me obligaron a chuparles las vergas hasta dejárselas limpias.
Al acabar se vistieron y me mostraron un sobre que dejaron sobre la mesa. Me di un baño y me vestí como pude. Entonces miré qué contenía el sobre y era una tarjeta que decía:
– Felicidades por los 20 años en la docencia, firmado tu amiga.
Entonces me acordé que, efectivamente, ese día se cumplían veinte años que me había doctorado. Sonreí, pues enseguida me di cuenta de quien era la del regalo. Mi amiga del alma que sabia de los problemas de erección que tiene mi cornudo marido.
Beso y gracias por publicar mi primera experiencia.