Relato erótico

Una vida nueva

Charo
11 de febrero del 2020

Fue con un grupo de amigas y amigos a cenar y a tomar unas copas en un local que se acababa de inaugurar. Había una pista de baile en el centro iluminada en exceso y la gente bailaba a tope. Fue a la barra a pedir las copas y un hombre, maduro y atractivo le anotó el teléfono y le dijo que lo llamara si quería experimentar “cosas nuevas”.

Susana – A Coruña
Amiga Charo, me llamo Susana, vivo en A Coruña y trabajo en una oficina. Mi vida ha transcurrido de forma rutinaria hasta que conocí a Ramón. Todo fue muy confuso, nos conocimos una noche en que yo había salido a cenar con mis compañeros de trabajo. A mis 33 años cumplidos, he tenido un par de relaciones estables que terminaron y ahora no tengo pareja, estaba algo aburrida de mi vida y quería cambiar muchas cosas, pero eso era muy complicado.
Aquella noche me había vestido de forma bastante normal, llevaba unos vaqueros ajustados y una camiseta negra muy escotada con unos botines de cordones de color negro. La cena fue muy típica, todo muy convencional, un grupo de nueve personas, mayoría de seis chicas, de edad parecida a la mía. Después de cenar fuimos a tomar unas copas y bailar. Yo llevaba el dinero de todos y era quien pedía en los bares. A las 5 de la mañana alguien comentó que había oído hablar de un local nuevo, de ambiente siniestro, no sabía muy bien como era, pero podíamos ir a conocerlo. ¿Por qué no?
Entramos todos juntos, era un sitio extraño, un bar de copas muy iluminado, había mucha luz, tenía una gran pista central donde había una gran multitud bailando desenfrenadamente. Me dirigí a la barra y pedí las consumiciones para todos. Y allí estaba Ramón, sentado en un rincón, Vestía un traje negro con una camisa blanca y llevaba el pelo echado hacia atrás, engominado, brillante. Noté que me miraba por detrás, sobre todo mi culo, ceñido por el pantalón y entonces se me acercó y cuando yo me daba la vuelta, me dijo:
– Quiero hablar contigo, ¿por qué no vienes después de llevar las bebidas a tus amigos?
Me lo dijo de una forma fría y misteriosa que me llamó la atención. Yo había bebido un poco de más y no me acababa de enterar. Fui al grupo y permanecí unos instantes confusa, sin saber qué hacer pero al darme la vuelta, allí estaba él. Me pareció un hombre atractivo, sobre todo muy elegante, con mucha clase, no era joven, por lo menos 40 años, pero se conservaba bien, delgado y fibroso, se notaba en sus manos, surcadas de venas, con dedos largos, acabados en uñas grandes, bien formadas y bien recortadas, perfectamente limpias. Fue lo primero que le atrajo de él, sus manos. Sostenía en la derecha un cigarrillo que chupaba calmadamente, aspirando el humo de forma profunda y larga. El me sonrió y me dijo de forma amable:
– Me alegro de que hayas venido, soy Ramón y quiero hablarte sin rodeos, de forma clara de lo que quiero decirte.

– Yo me llamo Susana y no sé muy bien ni qué quieres ni porqué estoy aquí hablando contigo – contesté.
– Yo sí lo sé Susana, estás hablando conmigo porque te ha intrigado mi propuesta y yo me he dirigido hacia ti porque me has resultado muy atractiva.
– ¿Qué te ha llamado la atención para que me abordaras? – pregunté.
– La verdad es que ha sido tu culo, contarte otra cosa sería mentirte y no tendría sentido, pero en realidad lo que quiero es que alcancemos mucho placer juntos. Tú estás ahora acompañada y no es el mejor momento ni la mejor situación para que te lo explique todo con detalle, así que piensa una cosa, si quieres probar a buscar placer, sentirte invadida de sensaciones carnales maravillosas, llámame mañana – dijo mientras escribía un número y me lo tendía en un trozo de papel.
Yo estaba sorprendida, no sabía qué hacer e iba a hablar cuando él levantándose me dijo:
– Ya sé que todo esto es muy extraño, pero mañana o el día que quieras, cuando lo hayas pensado, si quieres conocer algo nuevo me llamas. No tienes nada que perder y puedes pasarlo muy bien.
Entonces se marchó dejándome allí, con el número apuntado.
Cuando a la mañana siguiente desperté, estaba confusa, no sabía si todo lo había soñado o había ocurrido realmente. Pero allí estaba el número de teléfono en mi cartera. No pude dejar de pensar en ello y por la tarde decidí llamar al teléfono. Ramón descolgó el auricular y tras presentarme, me dijo:
– Me darás tu dirección de correo electrónico y recibirás un mensaje con las instrucciones.
Así ocurrió. Me encontraba camino de la dirección que me había dado entre las instrucciones. Iba vestida según el mensaje me indicaba. Botas de tacón alto, de cuero, altas y negras. Un vestido rojo, ajustado, no debía llevar ropa interior y el sexo y todo mi cuerpo perfectamente depilado. Como maquillaje, únicamente una ligera base, los ojos una sombra marrón y los labios y las uñas pintadas de rojo.
Llegué a la dirección, una bonita casa independiente a las afueras de la ciudad. Crucé la verja y llamé al timbre. Un chico joven, con el pelo muy corto y vestido con un albornoz, salió a recibirme:

– Soy Susana – dije.
– Yo Jorge, pasa.
Entramos en la casa y él me hizo sentar en un banco mientras me colocaba un antifaz y me decía:
– Tranquila, no tengas miedo, ya has dado el paso más importante.
No podía ver nada y noté como unas manos, que me parecían femeninas, me agarraban del brazo y una voz me decía con calidez, con dulzura:
– Soy Vanesa, relájate y déjate llevar por el placer, no te preocupes.
Me encontré tumbada en lo que parecía una mesa y noté como algo suave se asía a mis tobillos y a mis muñecas, suave, pero firmemente. Estaba nerviosa, pero a la vez excitada, podía notar que mi entrepierna se humedecía y los pezones comenzaban a marcar el ajustado vestido.
Entonces sentí como me retiraban el antifaz y la mesa giraba hasta ponerse vertical, conmigo atada y bien sujeta. En frente vi a Ramón que solo llevaba una bata de raso brillante negra. A los lados estaban Vanesa, una chica muy sexy y dulce, con facciones muy suaves, alta y delgada con los pechos pequeños y muy firmes, los pezones puntiagudos. Parecía excitada y debía estarlo, su entrepierna, depilada brillaba, sin duda por el flujo de su sexo. Tenía el pelo rizado, de color rubio, muy claro.
Al otro lado se encontraba Jorge, también completamente desnudo. Tenía unos labios carnosos y sensuales y un pecho fuerte, brazos largos y fibrosos, igual que las piernas y también estaba perfectamente depilado, sin un solo pelo. Entre la desnudez de su pubis, Susana se fijó en su polla. Estaba totalmente erecta, era gorda, venosa, una magnífica polla y sobre todo llamaba la atención por su dureza aparente, la erección tan impresionante que presentaba.
Ramón se sentó en un sillón y dijo:
– Podéis empezar.
Entonces Vanesa se me acercó con un consolador que dejó a mis pies, se agachó y comenzó a besar mis pies. Pasaba la lengua por ellos, todavía envueltos en las botas. Yo no podía sentir su lengua de forma directa, pero me parecía tener la sensación de ser lamida. Vanesa bajó la cremallera de una de mis botas y me la sacó, entonces quedó mi pie desnudo, con las uñas perfectamente cuidadas y pintadas según las instrucciones.

Vanesa se concentró en ese pie, lo recorría de arriba abajo, lo besaba, chupaba y lamía, metiéndose en la boca algunos de mis dedos. Mientras Jorge había empezado con la otra pierna y hacía lo mismo con la bota que restaba puesta. Yo me estaba volviendo loca. Dos hermosos amantes lamiendo mis pies y piernas, no creía que pudiera ser tan placentero. Mi sexo estaba chorreante, manaba un flujo que imaginaba se me escurría por mi entrepierna.
Al unísono, conjuntados, Vanesa y Jorge fuero subiendo por mis piernas, hasta que sus dos lenguas se encontraron en mi rajita. Era maravilloso, notaba las dos lenguas que la lamían a la vez, mientras Vanesa y Jorge se besaban, saboreando mis flujos. Me chupaban todo el coño y sentir una lengua en mi clítoris y otra que bajaba por la raja de mi sexo y llegaba hasta el agujero anal, era algo sensacional. Jorge siguió subiendo y ahora sacó mis tetas del vestido y las besó, lamió, pellizcó, subió aún más y empezó a besarme. No podía más. Mientras, Vanesa seguía comiéndose mi sexo, besándolo y a la vez penetrando mi coño y culo alternativamente con los dedos. Pronto noté que me corría, mis espasmos lo anunciaban y empecé a jadear a la vez que Jorge me besaba y amasaba las tetas.
Me corrí, me corrí de gusto en un orgasmo largo y profundo, prolongado como creí no haberlo tenido jamás, tras lo que Jorge y Susana se apartaron.
Ramón hizo un gesto a la pareja y les dijo:
– Continuad según lo previsto.
Ramón había contemplado la escena impasible, sin moverse apenas. Seguía vestido con la bata. Entonces noté el consolador en mi coño. Me hizo daño al ser penetrada. Estaba muy mojada, pero mi coño se había relajado en exceso tras el orgasmo y además no me lo esperaba, me había quedado como traspuesta tras aquella sensación tan maravillosa. Era Vanesa quien me lo había metido, de un solo golpe, sin contemplaciones y hasta dentro, para luego conectarlo a la máxima vibración. Después se colocó a gatas, frente a mi, dando la espalda a Ramón.

Jorge se acercó por detrás penetrándola con su polla hasta los huevos y comenzaron a cabalgar. Eran una pareja muy experimentada, muy bien conjuntados, los dos se movían en una balanceo que los acolaba perfectamente. La polla de Jorge entraba y salía de aquel excitado coño armónicamente y ambos movían sus caderas en perfecta compenetración. Era excitante verlos. La cara de Jorge reflejaba placer. Agarraba la cintura de Vanesa y se podía oír el sonido de su polla entrando y saliendo en aquel sexo empapado. Las tetas de Vanesa se balanceaban suavemente de un lado a otro.
Yo estaba totalmente excitada, me estaba poniendo enferma de placer, y supliqué:
– Por favor, Ramón, ven a follarme, méteme tu polla.
– Siente el vibrador, siéntelo como si fuera mi polla, nota como vibra y te posee – contestó.
De nuevo era demasiado, más de lo que podía pedir, me volví a correr, no podía más y me corrí como una perra en celo.
Jorge y Vanesa se acercaron más a mi para que Vanesa, tras retirarme el vibrador, pudiera alcanzar mis ligaduras y cortarlas con una afilada navaja de afeitar, mientras seguían jodiendo con maestría, con la intención de seguir excitándome. Entonces, Ramón me dijo:
– Acércate a mí.
Mientras yo me iba acercando a él, se despojó de la bata señalándome su polla, increíblemente fláccida.
– Ahora gozaréis los tres de mí, tú debes prepararme – dijo agarrando mi nuca y dirigiéndola a su entrepierna.
Yo estaba fuera de mí, aunque parezca imposible, deseaba más. Me metí aquella polla en la boca arrodillándome frente a Ramón. Por fin aquel hombre parecía reaccionar, la notaba crecer, la chupaba en toda su extensión. Con una mano la recorría en toda su longitud y con la otra apretaba la bolsa de sus huevos. Era indudable que lo estaba haciendo estupendamente pero aquello había crecido demasiado y pasé de tragarla entera a solo poder introducirme el enorme capullo de Ramón. Éste había empezado a jadear y gemir notando que estaba a punto por lo que retiró mi cabeza, fue directo hacia Jorge y sorprendiéndome, mientras Jorge y Vanesa seguían follando, penetró a Jorge mientras le decía a Vanesa:
– Prepara a Jorge para su final.
Vanesa sabía dominar su coño, era capaz de contraerlo a voluntad, apretando el pollón de Jorge. Era un coño maravilloso que sabía usar a la perfección. Jorge se había parado, hipnotizado, notaba una polla perforarle el culo y un coño succionando su polla, en un movimiento maravilloso por detrás y por delante. De pronto dio un cachete en el culo de Vanesa. Era la señal.

Esta salió y se giró, agarrándome y las dos comenzamos a chupar la polla de Jorge que no tardó mucho en correrse sobre las dos bocas que tenía delante, notando el falo que le taladraba por detrás. Salió su semen, a borbotones, caliente y abundante, un líquido espeso que las dos mujeres lamimos golosas, se estrellaba en nuestras caras y bajaba por nuestras tetas. Jorge había tenido su ración de placer maravilloso.
Ramón salió de Jorge, era el turno de Vanesa. Jorge se puso de rodillas frente a ella y comenzó a besarla, le ofrecía todo su cuerpo para que ella dispusiera de él como más le apeteciera y Ramón me indicó:
– Túmbate en el suelo, debajo ella y chupa su sexo.
Yo nunca había probado ningún coño y en una situación normal no lo habría hecho, pero la excitación le dominaba completamente y no me lo pensé. Tumbada empecé a lamer el empapado sexo de Vanesa, muy cerca del orgasmo. Ramón ocupó la posición de Jorge y penetró a Vanesa. Así estaba ella, siendo penetrada de nuevo a la vez que notaba una lengua jugosa lamer su clítoris y los labios de vagina abierta por la explosiva polla que tenía en su interior. Ante su cara se encontraban tanto mi coñito como la polla de Jorge, dos estupendo juguetes. Vanesa los tocaba a los dos, chupaba la polla de Jorge golosamente y frotaba la pipa de mi coño muy suavemente, le excitaba mucho todo el conjunto de sensaciones que estaba experimentando, tanto que notó que su orgasmo estaba llegando. Ramón se dio cuenta y sabía que ese era el momento preciso para empujar con más fuerza, asió las nalgas de Vanesa y la penetró salvajemente, sin dejarla moverse apenas. No pudo más y los gemidos de Vanesa se tornaron en gritos que daban muestra del enorme placer que la invadía.
Tras quedarnos satisfechos, Vanesa, Jorge y yo misma, Ramón salió de aquel sexo feliz y volvió a sentarse en la silla con la polla enhiesta, erguida, muy dura. Las dos mujeres nos acercamos junto con Jorge y los tres nos pusimos a lamer aquel rabo cuyo dueño había hecho que tuviéramos tanto placer. Era un conjunto de manos y bocas que hacían perder el sentido a Ramón, localizando su placer en su sexo. Era una sensación única dejarse lamer y tocar por los tres a la vez. Notaba una boca succionando su capullo y otra que lamía sus huevos, no podía distinguirlos. Tres pares de manos le acariciaban todo su cuerpo, las piernas, su pecho, los brazos, la zona accesible de las nalgas…

Notó que se corría, el semen avanzaba por su falo y salió un chorro que dirigió sobre sus tres amantes, cayendo por sus caras y sus torsos, quedando todos sumidos en una placentera sensación.
En el acto supe que había conocido una nueva dimensión del placer.
Besos.

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