Relato erótico
Una verdadera locura
Hacía un tiempo y, como la que no quiere la cosa, había descubierto que el sexo con chicos jóvenes era una maravilla. Nos cuenta lo que vivió aquel sábado por la noche.
Aurora – ASTURIAS
Me llamo Aurora y quiero contaros que desde que descubrí el sexo con chicos jóvenes, mi vida ha cambiado.
Era sábado a la noche y tenía ganas de divertirme, de estar con algún hombre. Mi hija había ido a casa de una de sus amigas y se quedaría allí, así es que decidí salir a bailar. Me vestí lo más sensual que pude. Un tanga rojo y una mini bien mini que apenas sobrepasaba los cachetes de mi culo. Una blusa blanca bien ajustada, con algunos botones desabrochados y no llevaba sujetador. A medida que me vestía me iba calentando más y más.
Pedí un taxi y me llevó hasta una discoteca.
Me senté en una mesa y me puse a observar cómo poco a poco se llenaba de gente joven. Nadie de mi edad. Me tomé varias copas y se fue haciendo tarde. Sentía que estaba desperdiciando la noche y ya tenía ganas de irme. En ese momento se vio un movimiento extraño en la pista. Todos empezaban a apartarse. Cuando miré, un grupo de cinco chicos estaba con las copas en las manos y saltando y gritando. Al rato se tranquilizaron un poco y todo volvió a la normalidad, aunque después empezaron a manosear a cada chica que pasaba por ahí.
Me abrí paso entre ellos y me puse en el medio. El que estaba bailando con el torso desnudo al verme se quedó con los ojos bien abiertos. Yo comencé a bailar tratando de imitarlo y acercándome a él hasta que me cogió de las manos y empezamos a bailar. Yo me pegué a su cuerpo y lo provoqué lo más que pude. Teniéndome tan cerca su vista se perdió en mis tetas y yo cogí sus manos y las llevé a mi culo, una en cada cachete. Me miró a los ojos y le sonreí. Sus amigos gritaban cada vez más. Al rato me aparté de él y empecé mi propio mini-show. Me abrí de piernas y me incliné hacia abajo. Todo mi culo quedó al aire. Me fui a cercando a cada uno de los chicos que me rodeaban y los tocaba invitándolos a imitarme. Poco a poco se fueron acercando todos hacia mí, cerrando el círculo.
En el acto empecé a sentir manos en mi culo y en mis piernas. ¡Que bien se estaba con todas esas manos sobre mí! El del torso desnudo se acercó por adelante estirando sus manos y me agarró una teta, se acercó más aún y nos besamos con lengua y toda la saliva posible. Su aliento a alcohol era mortal y empecé a sentir como mi tanga iba bajando por mis piernas. Me lo estaban sacando. Increíble. Estos muchachitos estaban tomando las riendas.
Estiré mis manos y traté de agarrar la prenda, pero comencé a sentir metidas de mano tremendas en mi culo. Golpes cada vez más fuertes que me calentaban a más no poder. Manos y más manos sentía en mis tetas, pellizcos y todo. Mi falda había dejado de cubrir lo poco que cubría, estaba encima de mi culo, mi culo al aire manoseado por estos chicos.
De pronto noté unos dedos hurgando en mi coño y esa fue la gota que rebasó el vaso. Me acerqué al del torso desnudo y le pregunté al oído si no había un lugar donde pudiéramos ir.
Cuando salimos de la discoteca se oían todos los gritos. Al llegar al parking se dividieron en un coche y una camioneta. Yo seguí con los tres mismos con los que salí del local, en el coche y todos los demás se subieron a una camioneta.
El del torso desnudo conducía, con un acompañante, y yo me senté atrás, con el otro. Hablamos un rato, bromeamos y pregunté a donde íbamos sin tener respuesta. El que estaba atrás conmigo se bajó el cierre del pantalón y se sacó la verga, se la pajeó un poco y después me agarró de la nuca y me tiró hacia abajo mientras me decía:
– ¡Chúpamela!
El sostenía su polla, yo abría la boca y me la metí toda. Con mi lengua pegada a ella, la recorría de arriba abajo mientras él no sacaba la mano de mi nuca. Aceleraba más y más el ritmo, pero cuando sentí algo de líquido preseminal empecé a succionar con fuerza. El pedía más y me decía:
– ¡Así me gusta!
Unos instantes después sentí que él se echaba hacia atrás y lanzó toda su leche, sosteniéndome con fuerza de la nuca para que no me apartara, así que toda su leche, espesa y caliente, llenó mi boca. Cuando levanté la cabeza y vi junto a nuestro coche la camioneta que llevaba a los otros chicos. Al verme levantarme del regazo de su amigo empezaron a gritar. Yo abrí, la boca y les mostré el semen de su amigo y ellos empezaron a insultarme, a decirme cosas y a desnudarse. Me mostraban sus vergas, tiraban la ropa, se tocaban, se pajeaban. Era una locura total.
Al cabo de un rato llegamos a un lugar que parecía abandonado. Después me di cuenta que era una vieja residencia universitaria que nunca se terminó. Empezaron a bajarse de la camioneta y a correr hacia adentro. No dejaban de gritar. Algunos se vinieron a donde estaba yo y me empezaron a decir cosas y a besar y a tocar. Me fueron llevando hacia adentro.
Mientras pasábamos yo podía ver habitaciones no muy grandes con colchones en el suelo. Sobre el final de ese primer piso uno de ellos empezó a gritar moviendo los brazos:
– ¡Acá, acá!
Nos fuimos hasta allá y cuando entré pude ver dos colchones y un sillón viejo y algo roto. Dos o tres chicos ya estaban tirados en el suelo durmiendo o inconscientes de lo borrachos que estaban. Los demás se me vinieron encima y me empezaron a meter mano por todas partes y enseguida me sacaron la ropa por completo.
– ¡Que buena está! ¡Mira esas tetas! ¡Quiero chuparle toda la leche de las tetas! – me decían cosas que solo lograban calentarme más.
Uno de ellos me cogió de la mano y nos fuimos hasta el sillón que había. Él se sentó y me dijo:
– Cómetela entera – mientras él agarraba su polla desde la base con ambas manos.
De esa forma se veía más grande. Apoyé mis manos en el sillón a ambos lados de él y me fui acercando hasta que ese pedazo de polla se perdió dentro de mi boca. La estaba tragando toda, sin manos, sin agarrarla. Podía oír al resto de los chicos gritando, alentándome a seguir, diciéndole a su amigo lo afortunado que era y muchas cosas más. Empecé a sentir cómo uno de ellos me agarraba y me manoseaba el culo y el coño. En un momento sentí su verga buscando un lugar donde entrar. Iba de mi coño a mi culo, pero torpemente. Sin duda estaba borracho, era efecto del alcohol que tenía en su cuerpo. Intentaba penetrarme por el coño, pero no podía, entonces iba hasta mi culo y tampoco podía terminar de meterla.
Consciente de todo esto estiré una de mis manos y traté de agarrar su verga, pero no tuve tiempo. De un solo golpe había logrado meterla en mi culo. Ahora empezaba a moverse, a bombear dentro de mi ano. No me había dado cuenta del tamaño de su verga, pero era gorda y me estaba matando. Entre gemidos y gritos de placer y algo de dolor, yo seguía mamando pero no como antes. Estaba concentrada en la tremenda enculada que me estaba dando mi amante trasero. El que estaba sentado en el sofá, algo impaciente ante mi pasividad, me agarró de la cabeza y me la metió en la boca y con un movimiento pélvico leve empezó a follármela y así, de uno en uno fueron llenándome de leche. Primero el que estaba en el sillón me llenó la boca de leche y hasta que no salió la última gota no me la sacó. Tragué todo su semen y enseguida el de atrás vació sus huevos en mi culo. Los gritos eran muchos y las felicitaciones para mi enculador.
– ¡Bien le has dejado bien roto el culo! – decían.
Me di media vuelta y con una sonrisa en mi cara y algo de leche en mi rostro, me arrodillé frente al monumental pedazo que me había enculado, y se lo empecé a chupar hasta que quedó limpio.
– Ya está lista para que la ensucies de nuevo – le dije.
Me tomó de un brazo, me levantó del suelo y tumbó sobre uno de los colchones que había ahí. Podía ver al chico venir hasta mí pajeándose un poco, escupiéndose la otra mano y pasándose esa saliva por su verga. En un segundo el tío estaba abriéndome de piernas y agarrando su verga para meterla. Esta vez no tardó. Otra vez la metió de un solo golpe en mi coño como antes lo había hecho con mi culo, yo puse mis piernas rodeando su cintura y él me empezó a embestir. Era realmente un bestia, un bruto. Con cada movimiento brusco de su polla sentía que rozaba con mi clítoris. Me estaba dando un placer enorme, pero se detuvo de un solo golpe, sacó la polla de mi coño, se levantó, agarró mis dos tetas, colocó su polla entre ellas apretándomelas y me las empezó a follar.
Este muchacho sí sabía lo que hacía y con sus rodillas apoyadas en el colchón se ayudaba para embestirme. Con cada embestida la punta de su polla me pintaba los labios y yo aprovechaba para sacar la lengua y rozarla. Después de un tiempo así sin parar de follarme las tetas, le salió un poco de leche, apenas un chorrito. Lo vi haciendo fuerza para aguantar y en una de las embestidas hacia mi boca lanzó toda su leche. Fue impresionante. Me llenó con su semen. Agarró su verga, la sacó de mis tetas y la puso en mi boca y allí me dejó todo lo que le quedaba. Después me pegó un poco con la polla en las tetas y se levantó.
Yo todavía estaba disfrutando del calor de su leche cuando se acercaron a mi unos cuatro o cinco chicos, que eran los que quedaban, se pusieron de rodillas alrededor de mí y se terminaron de pajear. Me vaciaron sus huevos en toda la cara, otras en las tetas y también sentí el calor de la leche de estos muchachos en mi estómago, pues uno de ellos me agarró de la cabeza y me abrió la boca. Otro empezó a pasar su polla alrededor de mi boca limpiándosela de semen.
– ¡Trágate eso! -me decían y se reían a carcajadas mientras me cerraban la boca y me tapaban la nariz para que me tragara la leche.
Cuando lo hice, ellos me dejaron sola y me di cuenta de que otro me estaba penetrando y casi al mismo tiempo orgasmando dentro de mi coño, luego se levantó tambaleante, se pajeó un poco y se tiró al suelo. Miré a mi alrededor y vi a todos durmiendo, vomitando o en otro mundo. Me levanté, me arreglé un poco y me preparé para irme de allí. Me limpié la cara y me llevé el poco semen que quedaba en ella a la boca. Me encanta tragar leche, aunque es un asco, lo admito, pero me excita mucho. Sobre todo si esta caliente, recién salida de su “envase”.
Salí al pasillo del edificio terminando de ponerme el tanga y con los zapatos en la mano, llamé a un taxi, llegué a casa, me cambié y me di una ducha rápida y esperé a que llegara mi hija comos si nada hubiera pasado.
Besos a todos.