Relato erótico
Una vecina excitante
Desde que se había casado, hacia 18 años, siempre había querido follarse a su vecina. No podía desaprovechar aquella ocasión, y, lo hizo.
Juan – TOLEDO
Era verano, mi mujer estaba en Londres por trabajo, por lo que me quedé solo en casa, ya que mi hija se había ido de vacaciones con una amiga. Debo aclarar que tengo 47 años y vivo en la planta alta de una hermosa casa construida por mi difunto suegro. En la planta baja vive, Raquel, que es viuda desde hace diez años y la verdad que en los 18 años que llevaba de casado siempre tuve la intención de follarme a mi vecina, máxime después de la muerte de su marido, pero nunca había tenido una oportunidad como la que se me presentaba ahora, así que debía planear la estrategia a seguir, ya que si bien nuestra relación era buena, ella que a los 62 años se conservaba muy bien, con unas tetas muy gordas y un hermoso culo que siempre trataba de disimular usando ropa amplia, era muy recatada y pensaba que cualquier acto sexual fuera del matrimonio era pecaminoso. Recuerdo una oportunidad en que, con unas copas de más, mi vecino, años antes de morir, me contó que nunca le permitió metérsela por el culo, por lo que todavía lo conservaba virgen y eso me excitaba más aún.
Ese sábado hacía un calor terrible. A Raquel le encantaba la cerveza pero bebía poco porque la mareaba y comenzaba a reír. Entonces bajé a verla y ya que los dos estábamos solos, la invité a pasar la velada juntos diciéndole:
– Raquel ¿por qué esta noche no haces una de esas pizzas que te salen tan buenas y con unas cervezas miramos una película, ya que vamos a estar los dos solos? – le dije.
– Encantada – contestó – con este calor no tengo ganas de meterme en la cocina, pero todo sea por un vaso de cerveza.
Por la noche, y cuando Raquel trajo las pizzas saqué la cerveza bien helada y nos dispusimos a cenar. Mi vecina no sospechaba nada de lo que iba a vivir esa noche.
– Listo, ¿que te parece Juan si vemos la película que trajiste, ¿de qué se trata? – preguntó ella.
– De suspenso, como a ti te gustan – repliqué.
Yo me había asegurado que tuviera alguna escena de sexo, pero no demasiadas para no incomodarla de antemano.
– Pero terminemos de cenar y luego la vemos tranquilos en el sofá – le dije.
Cuando terminamos de cenar, nos dirigimos al salón y mientras ella ponía la película yo traje otra botella bien fría de cerveza.
– Toma antes que se caliente – le dije.
– No Juan, ya bebí demasiado.
– Hace mucho calor, está exquisita, además no me vas a dejar bebiendo solo.
– Está bien, la última copa.
Esa copa fue suficiente para que comenzara a perder la compostura, tanto que entre sus movimientos, risas y jadeos acabó dejando parte de sus grandes tetas al descubierto.
– Esta noche te voy a follar, vecinita – le dije mientras la cogía del cabello y con la otra mano le sacaba una teta al aire y le apretaba el largo pezón.
– ¡Nooooo… estás loco, estás casado, suéltame o grito! – me decía intentado zafarse.
– Vas a gritar pero de placer vecinita – le dije mientras metía mi mano por debajo de su falda al tiempo que comenzaba a morderle suavemente un pezón y ella se retorcía como una víbora.
– ¡Aaaah… no por favor, para, aaah…! – y comenzó a llorar.
Yo me incorporé para sacarme el pantalón y ella intentó escapar, pero la cogí de un brazo, la tiré sobre el sofá, le arranqué la falda y la braga por lo que se quedó totalmente desnuda tratando de cubrirse, mientras lloraba, su peludo coño.
– Que peludo lo tienes vecinita, un día de estos te voy a afeitar, pero por hoy te lo voy a chupar así.
Me arrodillé, metí la cabeza en su entrepierna y comencé a chuparle esa almeja gorda y peluda.
– ¡Noooo… noooo… por favor, aaah… aaah… Juan estás loco… aaah…!
Ya no oponía más resistencia y mientras yo le chupaba con fuerza el coño, ella gemía y se iba deslizando del sofá al suelo. Entonces le levanté las piernas, se las separé y comencé a lamerle todo el culo y la almeja con delicadeza. Yo tenía la polla a reventar, pero quería que ella me lo pidiera. Sus gemidos cada vez eran más fuertes y al final me la pidió diciéndome:
– ¡Aaaah… fóllame de una vez, métemela ya Juan, por favor!
Cuando se la metí de un solo golpe, pegó un pequeño grito, me abrazó y comenzamos a besarnos como dos adolescentes. Estuvimos follando hasta que quedó rendida, completamente agotada. Entonces saqué mi polla todavía dura de su coño, me arrodillé sobre su cara y le dije:
– Bueno querida vecinita, ahora una buena mamada…
– Nooo… no eso no por favor, eso no, es asqueroso.
Comenzó a resistirse nuevamente mientras yo acercaba mi polla a su boca que ella cerraba con fuerza. Con mis piernas aprisioné sus brazos y no tuve más remedio que taparle la nariz para que abriese la boca para respirar y ella se retorcía más que nunca, lo cual me excitaba más aún. Cuando por fin abrió la boca se la metí hasta la garganta y comenzó a tener arcadas hasta que la cogí del pelo y le ordené que me la chupara. Abrió los ojos, se tranquilizó y me pegó una mamada increíble que me hizo correr nuevamente, pero esta vez dentro de su boca.
– Trágate toda la leche – le dije mientras le chorreaba por la comisura de los labios – y desde ahora, vecinita, vas a ser mi putita sin chistar, ¿de acuerdo?
– Si Juan, lo que tú digas.
– Ahora métete en la cama – la cogí en brazos y le dije – Yo te llevo pero de ahora en adelante vas a dormir completamente desnuda, ¿entiendes?
La acosté en la cama y al verla tendida inmóvil, con las piernas abiertas, la polla se me endureció nuevamente, así que le dije:
– Antes de irme te voy a echar una última follada.
– No por favor, me arde mucho el coño y estoy agotada, vete por favor.
No había terminado de decir esto cuando ya tenía toda mi polla dentro y comenzó a gemir nuevamente, pero esta vez, cuando estaba a punto de correrme, se la saqué y acabé sobre sus tetas e hice que con sus propias manos de desparramara mi leche por su cuerpo y que se chupara las palmas. Luego di un apasionado beso de lengua y la dejé descansar.
Lo que ocurrió desde es día ya os lo contaré en una próxima carta.
Saludos y hasta muy ponto.