Relato erótico
Una tarde con mi “follamigo”
Son lo que ahora llaman “follamigos”. Se gustaban, les gustaban las mismas cosas y cuando estaban juntos follaban como locos. Es una relación esporádica y cargada de vicio.
Isabel – San Sebastián
Ese día habíamos quedado en vernos cuando yo saliera de trabajar. Desde aquel primer encuentro en su casa había pasado bastante tiempo. Por motivos de incompatibilidad horaria no habíamos podido volver a quedar, aunque los dos nos moríamos de ganas de hacerlo. Yo aún recordaba ese encanto de polla que me había hecho estremecerme de placer. De vez en cuando me llamaba por teléfono y teníamos conversaciones bastante subidas de tono. Nos fuimos conociendo más por teléfono, hasta llegar al punto de saber lo que esperábamos el uno del otro. Nos contamos nuestras fantasías y nuestras experiencias. David aseguró no haberlo hecho nunca con una chica como yo, a la que le gustaran las mismas cosas que a él.
Llegó la hora y volvimos a encontrarnos en la misma parada de autobús donde nos habíamos conocido tiempo atrás. Fue bajar y dirigirnos automáticamente hacia su casa. Sabíamos claramente para lo que habíamos quedado y teníamos unas incontrolables ganas de llegar a nuestro destino. Ya en el ascensor me besó y empezó a rozarme para que notara lo cachondo que estaba. Yo ya estaba mojada desde antes de verle, imaginando lo que me esperaba esa tarde. Me había prometido superar lo del día que nos conocimos, hacerme el amor a lo bestia desde el primer momento. Esa tarde había accedido a ser suya y a hacer todo lo que él me dijera, sin replicarle.
Lo que más me excitaba era no saber que iba a pedirme o a hacerme. Entramos en su casa y me hizo poner con las manos en la pared. Procedió a cachearme, como si de un registro policial se tratara, pero sobándome más de lo habitual en estos casos. Yo iba vestida como él me había pedido, camiseta escotada sin sujetador, falda, tanga, medias sujetadas con ligero y zapatos de tacón. En su registro metió las manos debajo de la falda para comprobar lo del liguero. Pasó brevemente dos dedos por entre mis labios vaginales y una sonrisa se dibujó en su cara. Se desabrochó el cinturón y los pantalones dejándolos caer y me echó el culo hacia atrás. Se pegó a mi espalda y desde allí me penetró tras ponerse un preservativo que llevaba en el bolsillo y apartar mi tanga. Entró sin dificultades ya que estaba bastante lubricada y él ayudó con un poco de saliva en su mano. Me hizo el amor salvajemente en la misma puerta hasta que nos corrimos de placer.
Pasamos al salón mientras él se subía los pantalones y esta vez me puso con la espalda en la pared. Se pegó a mí y pegó sus labios a los míos. Nuestros labios y nuestras lenguas se fundieron en una sola. Nuestras manos recorrían nuestros cuerpos. Esta vez se puso él con la espalda en la pared y me mandó que me pusiera de rodillas delante de él.
Eso hice y le desabroché el pantalón. Iba a coger la polla con mi mano cuando me sujetó por la muñeca indicándome que lo hiciera solo con la boca. Puse mis manos en mi espada y acerqué mi boca a su polla. Saqué la lengua y la pasé por la cabeza. Le escuché soltar un gemido. Seguí lamiéndole todo el tronco hasta llegar a metérmela en la boca por completo. Para entonces ya estaba bien dura y recuperada. Estuve unos diez minutos mamándosela y escuchando los gemidos que daba a la vez que me sujetaba la cabeza y el pelo. Cuando veía que iba a correrse bajaba el ritmo, porque quería hacerle llegar hasta el extremo del placer. Estaba llegando a ese punto cuando me cogió los hombros y me levantó.
Me llevó hasta el sofá más próximo e hizo que me apoyara por la parte de atrás. Mis pechos quedaban sobre el sofá. Mis piernas rectas, se abrieron al sentir como me levantaba la falda y movía el tanga de posición. Unos deditos se metieron por mi húmedo sexo mientras su lengua se puso a lamerme el ano. Cuando ya tenía dos dedos en mi sexo y otros dos en el ano, me agarré fuertemente al sofá sintiendo como mis líquidos llenaban sus dedos. Me tenia totalmente excitada y a su merced. Sacó los dedos, se levantó y dio la vuelta al sofá. Se subió a él poniéndome la polla a la altura de la boca. Apenas le di cuatro lametones cuando me la quitó de la boca y volvió a ponerse detrás de mí. Se echó saliva en una mano y me la restregó por mis dos agujeros, y después metió un dedo por cada uno de ellos. Con la otra mano oía que se masturbaba. Cuando vio que tenía el ano suficientemente lubricado y abierto, me metió la polla poco a poco. Yo no paraba de gemir, notando su polla inundarme el culo. Una vez la tuvo toda dentro empezó a meterla y sacarla lo más rápido que pudo. No paramos de gemir hasta que me llenó todo el trasero de su leche caliente.
Íbamos camino de su cuarto cuando yo hice una breve parada en el baño para limpiarme un poco con una toalla que me dio, ya que su semen había escapado de mi culo y se escurría por entre mis piernas.
Cuando llegué a su cuarto estaba metido en la cama, todo tapado y su ropa esparcida por el suelo. Con una mano metida bajo las sábanas se masturbaba. Me quedé con el tanga, las medias, el liguero y los zapatos. Iba a quitarme el liguero cuando él me dijo: “quédate así, no quiero que te quites nada más, ni los zapatos. Y ahora vente a la cama”. Se quitó la sábana de en medio y vi la enorme erección que tenía. Estaba tumbado con la polla apuntando al techo. Instintivamente fui a la cama y me puse sobre él. Apartamos el tanga a un lado y empecé a rozar su miembro contra el mío. Me sentó en su vientre y empezó a lamerme los pezones mientras yo le masturbaba con la mano. La tenía bastante dura.
En la excitación me dijo:
-Como me pone verte con las medias y el liguero, y más aún con esos zapatos de tacón. Estás irresistible y me tienes muy cachondo.
Se levantó y se tumbó en la cama, llamándome para que fuera a su lado. Hicimos un 69, yo sobre él. Su lengua me recorría por todos lados lubricándome. Empezó a meter dos dedos, luego otro y otro. Yo no dejaba de comerle la polla, con ella en mi boca gemía sin parar. Me temblaba todo el cuerpo de cómo me estaba masturbando. Cuatro dedos en el chocho y dos en el culo; todos entrando y saliendo a la vez. Me corrí tantas veces que no sabría contarlas. Mis líquidos no paraban de salir por entre los dedos de él.
Se levantó y me puso boca arriba en la cama. Se levantó de la cama y cogiéndome por las piernas me llevó hasta el borde de ella. Una vez allí me levantó las piernas rectas, agarrándome por los tobillos. Con la mano llena de saliva me recorrió toda la vagina. Me soltó las piernas, cogió un preservativo, se lo puso y volvió a cogerme las piernas de la misma manera. Segundos después tenía su polla nuevamente ensartada en la vagina y sus embestidas eran cada vez más salvajes, hasta el punto de llegarme a hacer un poco de daño. Pero a mí me gustaba, me moría porque me lo hiciera de aquella manera. No aguantó mucho aquel ritmo y salió de mí, se quitó el preservativo y subiéndose a la cama me metió la polla en la boca mientras me decía:
-¿No querías leche? Pues bébetela toda. Yo como una niña buena lo hice.
Después de aquello que no sabía cuánto tiempo había durado estaba exhausta, y él parecía estarlo también. Antes de llegar a quedarnos dormidos me levanté y me fui a la ducha con la toalla que me había dado antes. En el cuarto de baño me quité los zapatos, el liguero y las medias. Estaba a mitad de la ducha cuando llegó él. Venía completamente desnudo y se puso a mi lado. Me abrazó desde atrás y me dijo al oído:
-Mejor nos duchamos juntos, así ahorramos agua.
Muy buena excusa la del agua, pero no había quien se la tragara. Cogió una esponja y empezó a enjabonarme la espalda, siguiendo por los pechos, el vientre… Todo esto a la vez que el agua caliente recorría nuestros cuerpos. Me lavó entera y después yo hice lo mismo con él. Para cuando terminé de enjuagarle, tenía una erección bastante considerable. Después de la tarde que llevábamos no sé de donde había sacado las fuerzas; pero allí estaba su polla casi erecta. Me agarró de la cabeza invitándome a bajar a la altura de su polla. Me puse a lamerla de nuevo. No estuve mucho jugando con ella cuando me levantó e hizo que apoyara mis manos en la pared.
Se puso detrás y abrió de nuevo el agua caliente, haciendo que esta recorriera toda mi espalda. Echándose jabón en la mano empezó a explorar la entrada de mi ano. Minutos después su polla entró en mi culo y empezó a entrarla y sacarla. Estaba cansado y ya sus embestidas no eran tan fuertes como al principio, pero aún así me gustaba. Tardó un poco más en correrse, mientras yo tuve un par de orgasmos. La sensación del agua recorriendo mi espalda hasta chocar con su polla entrando en mi culo hizo que me corriera. Él antes de terminar la sacó de mi culo y poniéndome de rodillas me la metió en la boca diciendo:
-Toma más leche, zorrita.
La cantidad no fue muy abundante pero aún así a mí se me resbaló un poco por la comisura de los labios.
Tras salir de la ducha y secarnos el uno al otro me dispuse a vestirme y me despedí de él con un profundo beso en la puerta de su casa y la promesa de que volveríamos a quedar otro día.
Es una relación sin compromiso, pero muy viciosa.