Relato erótico

Una reunión espectacular

Charo
13 de marzo del 2019

Dicen que tienen una jefa muy eficiente y que esta para comérsela, de hecho todos los tíos de la empresa la desean. Aquel día les cito a las siete de la tarde en la sala de reuniones para terminar una campaña publicitaria de ropa interior que no acababa de solucionarse.

Ramón – Barcelona
Llevaba trabajando en la misma agencia de publicidad cinco años. Mi compañero Javi y yo formábamos un gran equipo y estábamos contentos con el trabajo que realizábamos, y no podíamos estar mejor con la jefa que teníamos, era increíblemente atractiva.
Silvia es alta, con caderas voluptuosas, una larga melena rubia, más bien ceniza, labios carnosos de los que deseas besar y unos ojos verdes que cuando te miran parece que te desnudan. Sus pechos son grandes pero proporcionados con el resto del cuerpo, erguidos firmes y duros. Cuando lleva vestidos escotados tu vista se escapa por el canalillo que forman al estar apretados por su sujetador. Su voz cálida y aniñada suena como si estuviera a punto de correrse y eso te deja completamente excitado.
Un día estábamos Javi y yo discutiendo en nuestra mesa sobre diferentes proyectos de publicidad cuando ella entró en la oficina y se dirigió hacia donde nos encontrábamos. Llevaba una blusa blanca que dejaba ver su sujetador, una minifalda negra estrecha que casi no la dejaba andar por el peligro de que se le subiera, unas medias negras y zapatos de tacón alto.
– Hola chicos, ¿cómo va con la campaña de publicidad sobre ropa interior femenina?
– Estamos en ello, aunque estamos faltos de ideas. – dije.
– Bien, intentaré echaros una mano. Os espero hoy a las siete en la sala de juntas. Traed todo el papeleo, vamos a intentar solucionarlo entre todos y no hay excusas, quiero verlos allí.
Dijo esto mientras se alejaba contoneándose y moviendo su trasero al tiempo que su melena se levantaba al girar su cabeza.
No era la primera vez que nos reuníamos todos los de la oficina para trabajar sobre algún tema. Normalmente cada uno exponía sus ideas y entre todos se sacaba la solución a cualquier problema. Pero lo extraño de esta cita era que solo nos lo había dicho a nosotros y además a las siete de la tarde, era una hora poco habitual para una reunión.
A las siete en punto Javi y yo estábamos en la sala de juntas. Era una habitación pequeña con dos ventanas y una gran mesa rectangular rodeada de sillones en el centro. En uno de los extremos de la habitación había una pequeña pizarra llena de garabatos y palabras que sacadas fuera de contexto no decían nada. Poco después entró Silvia, la jefa. Iba vestida igual que por la mañana, excepto que llevaba un chaquetón negro que se quitó al entrar. Se sentó en un extremo de la mesa de espaldas a la pizarra, mientras que nosotros lo hicimos a izquierda y derecha de ella, en las esquinas de la mesa.
– Empecemos. Vamos a intentar salir de aquí con la campaña publicitaria de esa ropa terminada – dijo ella.
Estuvimos trabajando durante tres horas sin parar, ella hablaba y hablaba, mientras que se levantaba y escribía en la pizarra, borraba, se sentaba y volvía a levantarse para escribir algún esquema o idea. Cuando ya casi habíamos establecido la idea inicial sobre la que versaría la campaña paramos para descansar.
– Ufff, ¡qué calor! – dijo Silvia mientras se sentaba sobre la esquina de la mesa por el lado en que estaba sentado.
– Si, la calefacción debe estar muy alta – respondió Javi.
– Cierto. No os importa si me quito las medias, ¿verdad?- dijo mientras me miraba.

Ninguno de los dos dijimos nada, tan solo nos miramos, aunque creo que eso fue como decir que por supuesto que no nos importaba porque ella levantó sus largas piernas y comenzó a bajar sus medias. Para ello primero subió un poco la minifalda, soltó su liguero, lo que me permitió ver un poco más de sus muslos y parte de lo que me parecieron sus bragas, pero que luego pude ver que era un tanga.
Nosotros no podíamos dejar de mirarla mientras deslizaba sensualmente sus medias negras a lo largo de sus piernas. Todo el mundo estará de acuerdo en que ver a una mujer quitarse las medias es excitante y si además ella lo hace bien y con un poco de teatro, mejor. Nuestra jefa en esto era insuperable.
Una vez que estuvo lista, se giró y colocó sus pies sobre el brazo de mi sillón.
– Estoy agotada, estos zapatos me han destrozado los pies. ¿Te importaría darme un masaje?
– No, por supuesto – dije yo al tiempo que tomaba sus pies y les daba un masaje.
Ella me miraba con sus ojos verdes, medio tapados con su melena rubia, que le caía por delante mientras humedecía sus labios con la punta de su lengua.
– Se que es mucho pedir, pero ya puestos y habiendo confianza, Javi podrías darme otro masaje en los hombros, si no te importa claro.
Antes de que hubiera terminado su frase, Javi ya estaba a su lado dando masaje a sus hombros.
– Súbete a la mesa y así alcanzarás mejor. Prometo no reñirte por subirte en una mesa de la oficina.- dijo sonriendo con picardía.
Javi le hizo caso y se subió en la mesa detrás de ella.
– Es fantástico. Pero todavía hace demasiado calor, estoy ardiendo.
Cuando acabó de decir esto desabrochó los botones de su blusa y la abrió ante nuestro asombro dejando a la vista un sujetador de color blanco, y sus pechos redondos aprisionados y seguramente con ganas de salir libres.
Me extrañó ver que su ropa interior era de distinto color, supongo que el sujetador era blanco para evitar que se trasparentara en su blusa, aunque también podía ser un capricho o una manía.
Inmerso en mis pensamientos no me di cuenta que ella había separado las piernas y las había colocado sobre mis hombros, de manera que sus muslos quedaban pegados a mi cara y podía ver su diminuto tanga de color negro que apenas cubría su sexo rasurado. Javi seguía dándole un masaje, aunque sus manos comenzaron a deslizarse bajando por delante de su cuello en dirección a sus pechos.
En mi situación, no pude evitar besar sus muslos ligeramente, mientras subía cada vez más arriba donde podía oler su delicioso perfume que emanaba de su entrepierna. La oí gemir levemente y cuando levanté la vista hacia ella pensando que yo había provocado esa sonora señal de gusto, pude ver como su cabeza estaba inclinada hacia atrás y Javi había levantado su sujetador acariciando sus pechos al tiempo que besaba su cuello.

¡Que pechos más hermosos tenía! Sus pezones eran sonrosados y no muy grandes, ideales para ser succionados.
Si él hacía eso, me dije, yo debía aprovechar la situación, así que con un poco de miedo empujé su minifalda hacia arriba y deslicé muy despacio su tanga esperando alguna reacción negativa. Pero esto no se produjo, es más, ella levantó su culo para facilitarme el que pudiera quitarle su diminuto tanga.
Cuando se lo quité pude comprobar que estaba empapado por los flujos de su chocho. Por primera vez pude ver su rajita, la más preciosa que nunca había visto, con sus labios turgentes y entreabiertos, brillando por su humedad. Me tiré sobre él como si quisiera zambullirme en una piscina, metí mi cabeza entre sus muslos y lo besé para luego pasar mi lengua a lo largo de él.
Ella cerró sus piernas al sentirme y agarró mi cabeza empujándola con fuerza contra su sexo. Tenía que estar realmente excitada porque de su surco no paraba de salir su caliente jugo.
Entre gemidos nos pidió que nos acostáramos sobre la mesa. Obedecimos al instante y sin darnos tiempo ya estaba bajando nuestras cremalleras y quitándonos los pantalones. Al ver nuestros trozos de carne duros se lanzó a lamerlas ferozmente, recorriéndolas desde la base hasta la punta del capullo con su lengua. Para ayudarse, mientras trabajaba una con la boca, usaba sus manos para menear la otra.
Yo deseaba hacerla mía, así que aprovechando que estaba ocupada con mi compañero, me coloqué detrás de ella y la penetré. Fue genial sentirme dentro de aquella gruta húmeda y caliente. Ella se movía con ritmo, sin dejar de hacerle un espectacular trabajo a Javi. Acaricié sus redondos pechos desde atrás y con una de mis manos me entretuve en acariciar su abultado clítoris.
Después de estar un rato con ese delicioso movimiento de adentro afuera, ella propuso a Javi que se tumbara sobre la mesa. Me besó y me dijo:
– Ahora le toca a él.
Se subió a la mesa y sentándose sobre él se metió su miembro hasta el fondo, moviéndose como si estuviera cabalgando un caballo. Mientras tanto me quede pasmado, observando esa escena, con la boca casi abierta.
– ¡No te quedes ahí como una estatua! ¡Métemela por detrás! ¡Vamos! ¡Quiero a los dos dentro de mí!- dijo en medio de fuertes jadeos de placer.
Me subí a la mesa y me coloqué detrás de ella. Desde esa posición separé sus nalgas y pude ver el sonrosado orificio de su ano.
Primero lo lamí despacio hasta humedecerlo totalmente y cuando estuvo a punto, empecé a meter mi polla en su interior. Lo hice despacio, deleitándome con cada centímetro que iba entrando.
Así estuvimos un rato, acompasando nuestros movimientos, llevándonos hasta la mismísima gloria…
Nuestros jadeos se vieron interrumpidos por su voz pidiéndonos que no nos corriéramos aún, ya que quería todos nuestros jugos en su boca. Se sentó en uno de los sillones mientras que Javi y yo nos poníamos a ambos lados meneando nuestros miembros a punto de estallar.
Ella nos miraba en espera de que el preciado líquido blanco saliera de nuestras mangueras para saciar su sed. Yo fui el primero y me descargué completamente en el interior de su boca. Me dejó perplejo el ver como cerraba su boca y lo tragaba todo sin dejar ni una gota. Javi se corrió al momento disparando un chorro contra su cara y el resto en su boca que también se tragó.
Nos quedamos satisfechos y relajados después de tan “duro trabajo”.
Silvia se puso bien la ropa, se arregló el pelo y se fue hacia la puerta.

– Bueno, por hoy es suficiente, os espero mañana aquí a la misma hora.
No podíamos creer lo que decía, pero sabíamos que significaba: Más de lo mismo.
– Ah, y esto lo he grabado todo en video, el que pienso ver disfrutando de mis dedos, que por supuesto estáis invitados a verlo en mi casa, si os apetece- dijo ella diciendo adiós con la mano.
Y ahí nos quedamos Javi y yo, con cara de idiotas, medio desnudos, sin creernos aun lo que había ocurrido y sin saber qué decir…
Ya os contaremos lo que pasó en su casa y en otras ocasiones.
Un abrazo para todos.

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