Relato erótico
Una novia muy golfa
Le montó una encerrona a su novio, para poder meterle los cuernos con toda tranquilidad. Picó como un condenado.
Ana L. – MADRID
Hola, soy Ana una mujer muy caliente con ansias de polla todo el día, y si bien he conseguido algunas, siempre me asalta la culpa porque a Alberto, mi novio, lo quiero mucho, y no se merece que le adorne la frente. Estuve un tiempo medio deprimida, porque quería contárselo todo pero sabía que eso era sinónimo de una fuerte pelea.
Pero un día se me ocurrió una idea. La única manera de mostrarle a Alberto que yo era una golfa, era encontrarlo in fraganti con una mujer y como castigo mostrarme ante él tal y como soy en realidad. Pero ni siquiera de esa manera tenía la seguridad de que no me iba a dejar. Me puse a tramar el siguiente plan: contrataría una prostituta, la convencería de que sedujera a mi novio, que se encamasen, y yo encontrarlos con las manos en la masa.
Cogí el diario y empecé me puse a llamar a las chicas del ambiente, y al fin contacté con Encarna, una morena imponente, según comprobé más tarde, le conté qué era lo que necesitaba y quedamos en encontrarnos al día siguiente para contarle a fondo mi idea, pero ella dijo que le tenía que pagar el triple. Esa noche, con la idea de llevar a cabo mi plan, me la pasé follando con Alberto por horas.
Al otro día, puntualmente a las 10, me encontré con Encarna y le dije que tenía que ir a las 5 a casa de Alberto a llevarle unos papeles míos del trabajo, que no se preocupase, que yo le iba a telefonear antes para avisarle, y que al entrar le dijera de ir al lavabo, y que tenían que terminar follando. Puestas de acuerdo, le pagué y esperé que pasase el tiempo lo más rápido posible.
A las 16:30 llamé a Alberto diciéndole que iba a pasar una clienta a llevarme unos contratos, y que como yo estaba en otro cliente y no volvería a la empresa, los recibiera él, que los necesitaba para el otro día. A las 5 en punto tocó el timbre Encarna, mientras yo miraba desde un bar de enfrente, y entró en la casa.
A los 15 minutos, al ver que no bajaba, supuse que el plan funcionaba de 10, así que subí, abrí muy despacito la puerta y entré. Se oían unos gemidos impresionantes, lo cual me calentó de sobremanera. Antes de entrar en la habitación me toqué el coño y la tenía empapado e hinchado de la calentura. Tomé aire y entré en la habitación, donde Encarna le estaba haciendo una cabalgada frenética a Alberto. Entré gritando:
– ¡Que pasa aquí… eres un canalla! ¿Y tú qué haces aquí…? ¡Ahora llamo a tu marido!
Al primer grito, Encarna saltó y se tapó con una sábana. Que actriz. Luego empezó a llorar y a pedir disculpas, al igual que Alberto, que se quedó como estaba, con la polla apuntando al techo. Yo seguía gritando y calentándome, mientras Alberto se levantaba, tratando de tranquilizarme, diciendo, junto con Encarna, que me calmase, que harían lo que yo quisiera, que no nos peleásemos, decía Alberto, y Encarna me decía:
– Tranquilízate, no le puedes contar esto a mi marido, ni en mi empresa.
Allí fue el único momento en que me aparté del plan y presa de una calentura incontrolable, le dije a Alberto:
– ¡Desnúdame, venga, que quiero ver como esta golfa chupa coños!
Alberto se quedó con los ojos como platos, pero inmediatamente le di un cachetazo que lo hice entrar en razón. Una vez en bolas, y con el coño encendido de calentura, me eché boca arriba, y le dije a Encarna:
– ¡Venga, golfa… chúpame el coño antes de que llame a tu marido!
Al mismo tiempo y le agarré la polla a Alberto y mientras se la devoraba con la boca, le decía:
– ¡Así que te gusta follarte a golfas!
A todo esto, la lengua de Encarna me hizo disfrutar del primer orgasmo con una mujer al tiempo que Alberto me llenaba la boca de leche en la corrida más impresionante que le recuerde. Cuando terminamos, le tiré la ropa a Encarna en la cara y le dije:
– ¡Anda, vete si no quieres que llame a tu marido!
Cuando se fue, Alberto vino a abrazarme, pero me lo saqué de encima de un empujón diciéndole:
– ¿Quien te crees que eres, te has follado a una clienta mía y ahora quieres abrazarme? ¡Sal de aquí!
El se apartó y me imploraba que lo perdonase, que no lo iba a hacer más, que haría cualquier cosa para demostrarme su amor, en fin, todo lo que dice alguien cuando la ha pifiado. Pero no le hice caso y me fui a casa.
El me estuvo llamando toda la semana, yo me hacía la dura, pero al final aflojé el viernes y quedamos en encontrarnos a la noche. Salimos, me pidió todo tipo de disculpas, me volvió a decir que haría cualquier cosa para que lo perdonase, a lo que yo le dije que bueno, que ya íbamos a ver qué sucedía, pero que fuéramos a su apartamento porque yo me moría de calentura. Cuando llegamos me arrancó la poca ropa que llevaba, y me empezó a chupar mi coño depiladita hasta hacerme correr a los gritos. Luego le chupé la polla y le dije:
– ¡Fóllate a tu golfa… reviéntale el coño!
Me folló durante 10 minutos y me llenó el coño de leche, luego me di vuelta, le agarré la polla todavía dura y se la mamé con desesperación, pero cuando noté que estaba bien dura, me di la vuelta y le dije:
– ¿No le vas a romper el culito a tu novia?
Sin responderme, me la clavó de golpe en el ano y me serruchó como media hora hasta de que caímos rendidos. A la mañana siguiente me preparó el desayuno y me preguntó si salíamos por la noche y si estaba perdonado, a lo que le respondí:
– Todavía no estás perdonado, y no vamos a salir, voy a venir a las 10 de la noche y te voy a dar una sorpresa
Al rato me fui para casa y por la tarde llamé a un amigo con el que había follado un par de veces, pero que hacía como 20 días que no lo veía. Se sorprendió cuando le pregunté que hacía aquella la noche, y al decirme que nada, le pregunté si quería divertirse conmigo, obviamente me dijo que sí, entonces le dije que sería en casa de mi novio, al que le iba a dar una sorpresa, pero que tenía que venir con los dos amigos más bien dotados, a las 23 horas.
A las 22 llegué a casa de Alberto, que estaba hecho un bombón, y le dije con voz misteriosa que se preparase. Tomamos unos vinos y lo invité a ir a la habitación. Nos echamos en la cama, y le dije que tenía una fantasía y que quería atarlo, a lo que accedió sin problemas. Le até las manos atrás y lo empecé a lengüetear por todo el cuerpo, menos por la polla, que parecía que iba a explotar. Así estuve como 20 minutos hasta que le dije:
– Ven, te quiero atar a la silla.
Le até las manos, atadas como estaban, al respaldo, y los pies a cada pata de la silla. Me eché en la cama y me empecé a pajear, diciéndole
.- ¿Te gusta el coño de golfa que tiene tu novia? ¿Así te gustan las golfas? – y todas las cosas que se puedan imaginar.
En eso sonó el timbre para sorpresa de Alberto. Fui a ver, abrí el portero, volví a la habitación y le dije:
– Ahora empieza la sorpresa.
Fui a abrir la puerta y entró Ernesto, el amigo con quien ya había follado, y sus dos amigos, a los cuales yo no conocía, que no podían creer entrar en un apartamento y encontrarse con una chavala en bolas. Me los presentó, eran Felipe y Paco. Los invité a pasar a la habitación, y cuando entramos los cuatro, Alberto se quedó pálido. Me acerqué a él y le susurré al oído, mientras le acariciaba la polla que seguía durísima:
– ¿Así que te gustan las golfas? Pues ahora te voy a mostrar lo que es ser golfa, vas a estar orgulloso de la golfa que tienes al lado.
Acto seguido empecé a besar, uno a uno, mis tres machos mientras los iba desnudando. Les saqué las chaquetas y camisas, les bajé los pantalones y me llevé una sorpresa cuando se los bajé a Paco, ¡Su pija sobresalía como 10 centímetros del calzoncillo y era gruesa como dos pollas normales!. Se la solté y no podía creer lo que veía, pues medía como 25 centímetros. Se la empecé a chupar como si mi vida dependiese de esa verga, y miraba a Alberto, que estaba rojo de calentura, diciéndole:
– ¿Has visto la polla que se va a comer la golfa de tu novia? ¡No voy a sentir la tuya de cómo me va a dejar este monstruo de abierto mi coño!
Mientras tanto los otros dos no perdían el tiempo, me chupaban y me metían dedos en el coño y en el culo, me estrujaban las tetas y yo estaba como loca, hasta que Ernesto se puso debajo de mí y me clavó su polla en el coño mientras Felipe me empezaba a puntear el culo con la suya. Yo aullaba de placer diciéndole a Alberto lo golfa que era. A todo esto Paco se empezó a agitar y su verga le latía fuertísimo hasta que me llenó la boca de leche, al momento que Ernesto y Felipe me follaban el coño y el culo a la vez y se corrían como locos. En eso noté una eyaculación en las tetas. ¡Era Alberto que no aguantó el espectáculo y me llenó de leche a 40 centímetros de distancia!
Entonces me separé de mis machos y fui a darle un beso a Alberto con la boca llena de leche de Paco. El se intentó separar, pero logré besarle durante 5 minutos hasta que no le quedó otra solución que tragarse la leche. Cuando me separé un poco, acariciándole la polla, que ya la tenía dura otra vez, le dije:
– Te tienes que acostumbrar al gusto de la leche, si te gustan las golfas te tienes que acostumbrar.
El me imploraba que lo soltara, que me quería follar, pero yo le dije que todavía no, que una polla como la de Paco no se encontraba todos los días, que me iba a follar mientras que chuparía las otras dos vergas.
Rápidamente, Paco me puso en cuatro patas, apuntó su miembro a mi coño, que pedía más y más, y me empezó a follar mientras Felipe y Ernesto me pasaban las pollas por la cara y las tetas.
Tuve no menos de 5 orgasmos con la polla de Paco, hasta que de pronto, me la sacó y, al yo protestar, me respondió:
– Quiero follarme ese culito.
– Pues dale… – le dije.
– ¿Dale qué? – me preguntó él.
– ¡Rómpeme el culo, reviéntame, destrózame! – le contesté desesperada.
Paco enfiló su polla y me la ensartó de golpe en el ano. Juro que me dolió más que cuando me desvirgaron el coño y el culo. Pero por suerte duró 1 ó 2 minutos, ya que después el placer fue descomunal. No sabía ni dónde estaba ni que decía, les quería chupar las pollas a Felipe y a Ernesto, pero no podía, ya que no paraba de gemir, estaba en trance. Pasó como media hora hasta que Paco descargó un torrente de leche en mi culo. Se salió enseguida y me acercó su polla a la boca, junto con las otras dos. Se las chupé, y para que no se ablandases las empecé a pajear y terminamos en que todos eyaculasen en la boca y en la cara. Entonces les dije que me disculparan, pero que quería un poco de intimidad, que se fueran pero repetiríamos otro día. Como buenos caballeros se vistieron rápido y se fueron.
Cuando les cerré la puerta volví con Alberto y lo empecé a besar con la boca toda llena de leche, mientras lo desataba y le preguntaba:
– ¿Así te gustan las golfas… te gustó así?
Al desatarlo me tiré en la cama y él se abalanzó sobre mí y me dijo:
– ¡Ahora me toca a mi!
– Límpiame un poco que estoy muerta – le dije yo, ya que tenía la cara y mis agujeros llenos de leche, pero al ver que iba al baño a buscar papel, añadí – ¡No, límpiame con tu lengua si quieres follarme, si te gustan las golfas, siénteles el gusto!
Empezó a limpiarme la cara, y empujándole la cabeza se la bajé hasta mi coño y al ver que quería rechazarme, le dije:
– ¡Si no me chupas el coño no me follarás nunca más!
Cuando creí que ya era suficiente, y después de dos orgasmos, me puse a cuatro patas, y separándome las nalgas le dije:
– Mira como le dejaron el culito a la golfa de tu novia con semejante polla, alíviame el ardor con tu lengua.
Lo hizo hasta que se levantó y me clavó la verga en el coño y me folló como si no hubiese follado en un año, teniendo un orgasmo de novela juntos. Así nos dormimos.
Al otro día nos levantamos y lo vi medio triste, le pregunté qué le pasaba y me dijo que era lo de anoche, que no le gustaba que follara con otros. Entonces yo le abracé y le dije:
– ¿Como qué no te gusta, si ayer te corriste sin tocarte y me follaste como un loco? – y al comprobar que tenia la polla como un garrote, se la cogí y añadí – ¿Ves que te gusta ser un cornudo… ves como te gusta tu golfa… ves que te gustan que me maten a pollazos? – y al decir esto se corrió en mi mano como un chiquillo.
Os mando un beso muy fuerte a todos.