Relato erótico
Una noche para relajarse
Su marido llego tarde y agotado del trabajo, pensó que era el día ideal de proporcionarle una “noche especial”. Se vistió como un putón y le dijo que iban a dar una vuelta en coche a ver qué encontraban. Fue una noche completa para todos.
Paula – Madrid
Cada día era una fantasía diferente, nos habíamos prometido no tener límites a nuestros deseos, todo aquello que soñáramos iba a convertirse en realidad.
Ese día Manuel llegó a casa cansado, el trabajo parecía haberlo agobiado, se me ocurrió una idea al verlo llegar así, quería que mi hombre estuviese satisfecho siempre. Me puse un vestido justo, corto y escotado que dejaba a la vista mis pechos, me calcé los zapatos de tacón y cogí las llaves del coche.
– ¿Vamos a salir gata? –Dijo sin entender demasiado mis intenciones-
– Sígueme, daremos una vuelta para tomar el aire fresco de la noche, te va a hacer bien, ya verás.
– Algo te propones perversa, dame, esta noche llevo yo el coche.
Dimos unas vueltas por la ciudad, propuse ir al parque donde se concentraban los “taxiboys” de la ciudad, creo que adivinó mis intenciones.
– ¿Acaso hoy jugaremos con un “nene” gata?
– Acércate, pregúntale si estaría dispuesto, ése, ese me gusta.
Era un chico alto, apuesto, sus músculos se marcaban debajo de una camiseta blanca y llevaba unos vaqueros desgastados y llevaba una melena larga.
Manuel acercó el coche lentamente, decidí darle un poco de ánimo en la tarea, deslicé mis manos sobre el bulto que ya se le insinuaba, bajé la cremallera y mi boca cubrió la pija de mi marido, mientras él hablaba con el chico, yo saboreaba imaginándome lo que pronto sucedería, estaba a mil, llevé mi mano debajo del breve vestido, comencé a pajearme lentamente.
El chico aceptó, creo que después de ver a la animada pareja que lo estaba invitando, no lo dudó un minuto. Se sentó en el asiento trasero.
– Perrita, quiero que te sientes con él – ordenó Manuel, cuando me decía perrita era porque me quería nuevamente como su esclava.
Así lo hice, pasé al asiento trasero y sin mediar palabra lo besé, Manuel nos observaba por el espejo retrovisor mientras conducía camino a casa. Subí mi vestido invitándolo a tocarme, sus manos me recorrían, se apoderó de mis pechos estrujándolos, pellizcando mis pezones. Yo estaba súper mojada, me excitaba la idea de que Manuel me estuviese viendo, arañé la espalda del chico clavándole las uñas – llámame Juan – dijo mientras sus dedos ávidos buscaban bajo mi tanga.
Ya en casa, fuimos directamente a nuestro dormitorio, Manuel y yo, ya habíamos hablado de este encuentro, sabíamos perfectamente lo que queríamos hacer.
– Desvístelo – dijo – lentamente, quiero ver como lo haces perra.
– Si mi amo – dije con cara de vicio
Quité la ropa de Juan lenta y pausadamente, lamiendo a medida que quedaba su piel a mi alcance. Manuel ya se había desvestido y su erección era total, era evidente que le gustaba lo que yo hacía. Una vez que Juan estaba desnudo, Manuel se acercó a nosotros,
– Ahora tú perra, desvístete para nosotros
Así lo hice, primero mi vestido, luego el sostén y por último la tanga. Los ojos lascivos de esos hombres me provocaban sobremanera.
– Ven acá perrita – dijo Manuel – tienes lo que tanto querías, dos vergas solamente para ti, dedícate a ellas.
Era cierto, quería dos vergas para mí, me arrodillé frente a ellos, tomé cada una con una mano y alternadamente chupaba esas vergas formidables, me encantaba ser la puta de esos dos hombres. Mientras chupaba a uno pajeaba al otro con cadencia y sin pausa. Juan acercó su boca a la de Manuel casi tímidamente, tal vez con temor a ser rechazado. Nada de eso sucedió, sus lenguas se entrelazaron, recorrieron sus bocas, mordían sus labios. Yo casi no me lo creía, mi coño chorreaba por mis piernas, el olor de esos hombres me enloquecía.
– Ven perrita, vamos a mostrarle a Juan cuanto podemos hacerlo gozar – ordenó Manuel con tono perverso en su voz. – prepara a Juan para mí
Ya sabía en qué consistía la preparación, sin dejar de chupar la verga de Juan, comencé a acariciar su ano, se estremecía cada vez que mis dedos lo rozaban, dejé su verga y me dirigí a su culo, abrí sus nalgas lamiéndole el ano y penetrándolo lentamente con mi lengua. Manuel nos miraba atentamente. Hice que Juan se doblara sobre su cintura para que dejara a mi amo ver su culo cada vez más dilatado. Llevé dos dedos a mi boca dejándolos empapados de saliva, de allí al culo de Juan, metí dos dedos dentro suyo, los movía en círculo separándolos para abrirlo más. Luego un tercer dedo y un cuarto dejaron a Juan listo para Manuel, éste se acercó tomando con firmeza su verga, y fue penetrando a Juan a pesar de sus quejidos de dolor.
– Alívialo perra – ordenó Manuel
Volví a la verga de Juan, continué chupando, lamiendo, tragando. A cada empujón de Manuel dentro de Juan más entraba su verga en mi boca. Manuel no resistió más, inundó el culo de Juan de leche llenando sus entrañas, éste a su vez, extasiado por el polvo que le estaban dando, acabó dejando mi boca inundada de leche. No la tragué, cogí su cara y lo besé, pasé a su boca su propia leche, la saboreó hasta la última gota, lengua con lengua, bañadas por su semen. Al ver esto, Manuel ya estaba nuevamente erecto.
– Has sido una buena esclava – dijo Manuel – ahora tendrás tu premio
Creo que llegué a babear con la idea, Manuel hizo que Juan se tumbara y yo me sentara sobre su verga, mi chocho tragó aquel tronco impresionante y mi orgasmo no se hizo esperar, en un segundo sentí a Manuel lamiendo mi culo hasta enloquecerme nuevamente, lo dejó empapado de saliva, me forzó a acostarme sobre Juan, dejando así mi culo a la vista y listo para su verga.
Estaba en las nubes, ahora tenía dos hombres dentro de mí, ¡cuántas pajas me había hecho imaginándolo! Bombearon rítmicamente haciéndome sentir placer y dolor mezclados, acabamos los tres en orgasmos que parecían interminables.
Juan se fue dejándonos el número de su móvil, estaba listo para repetir otra noche con nosotros.
Un beso muy guarro para todos.