Relato erótico
Una noche para no olvidar
Lo que nos cuenta ocurrió hace unos ocho años, trabajaba en una discoteca. A la salida del concierto vio a una chica que estaba un poco pasada de alcohol y se ofreció a acompañarla a su casa.
José – MADRID
Esta historia que os cuento ocurrió hace aproximadamente ocho años, cuando yo trabajaba en una conocida discoteca heavy de Madrid donde, de vez en cuando, daban conciertos.
Estaba acabando uno de estos conciertos, se abrieron todas las puertas para que saliera el público pero antes nos dábamos una vuelta por la sala para ver el panorama y por si caía algo con que acabar la noche.
Pues bien, como decía, estaba saliendo la gente cuando, por la puerta de salida de emergencia una chica intentaba entrar para ir al servicio pero uno de mis compañeros no la dejó entrar porque estaba prohibido. Entonces ella dijo que orinaría en la puerta, cosa que no creímos pero ella, de pie, se levantó la corta falda, apartó la braga y así lo hizo, como un hombre.
Yo se lo recriminé diciéndole que podía haberlo hecho en cualquier rincón, alrededor de la disco para no dar la nota pero entonces me di cuenta de que estaba algo bebida, aunque no ebria, y le propuse que me esperara unos minutos y que si quería la acompañaría a su casa.
Cerramos la puerta y al salir allí estaba sentada. Le pregunté su nombre y me dijo que se llamaba Teresa. Nos dimos dos besos en las mejillas y le pregunté que donde íbamos.
Entonces me dijo que le gustaría tomar una copa pero como ya estaba todo cerrado la invité a ponernos en camino hacia su casa. Aceptó y durante el trayecto nos íbamos agarrando, ella para no caerse y yo para… bueno, para que no se cayera.
De vez en cuando nos sentábamos y allí se lanzaba un poco más, preguntándome qué íbamos a hacer y yo le contestaba que nada que ella no quisiera.
Continuábamos andando y sentándonos hasta que ella empezó a saltar y así nos dimos cuenta de que ya no estaba tan mareada y entre risas y juegos nos dábamos algún que otro beso y algún toqueteo.
Una de las veces se tumbó en un banco y al acercarme a ella me tocó la polla por encima del pantalón y yo como ya estaba a tono, me la saqué con la excusa de que quería orinar y entonces ella me la sobó bien hasta que me la puso dura. Entonces, agarrándomela fuerte con una mano me la acercó a su boca y le dio un morreo en la punta.
Seguimos andando, agarrándome ella de la cintura y yo con la mano en un bolsillo trasero de su falda entreteniéndome con el elástico de su braguita. Entonces me volvió a preguntar qué iba a pasar, yo le contesté lo mismo que antes y en esto llegamos a mi casa.
Yo iba a cien aunque con algunas dudas por si no me dejaba subir. Abrió el portal y allí mismo nos dimos otro morreo con lengua y sobeo de pechos, culo, etc.
Cuando entramos en su casa me hizo sentar en el sofá mientras ella iba al lavabo a refrescarse. Cuando volvió se sentó a mi lado y colocó la cabeza entre mis piernas. En esta postura y tras acariciarle la espalda y las nalgas, le saqué la camiseta y le acaricié las tetas por encima del sujetador, unas tetas que no eran muy grandes pero sí duras como la piedra.
Mientras se las tocaba ella gemía y me decía que le encantaba lo que le estaba haciendo sobre todo cuando, sacándole el sujetador, jugué con los garbancitos de sus pezones sonrosados y endurecidos.
A continuación y mientras le besaba y chupaba las tetas, le abrí el pantalón para meter la mano entre sus braguitas buscándole el pubis, cosa que no me costó ningún trabajo ya que ella se movía para facilitarme la labor, así que le fui bajando los pantalones hasta quedarse solo con las bragas dejándome ver un monte de Venus muy arregladito.
Entonces me levanté para ponerme más cómodo y me quité toda la ropa menos los calzoncillos. Así preparado, le bajé lentamente las bragas al tiempo que ella se retorcía de gusto, pues yo no dejaba de besarla y acariciarla hasta donde podía.
Al poco rato y ella ya completamente desnuda, yo me tendí encima de su precioso y juvenil cuerpo pero al revés, dispuesto para hacer un 69. Yo empecé a besarla desde los pies hasta los arreglados pelos de su coño pero sin detenerme mucho en la raja de su sexo hasta que ella, al pasar por ese lugar, me agarró la cabeza apretándomela fuertemente contra su almeja, en una indicación muy clara de lo que deseaba de mi lengua y boca.
Con mis lamidas en ese lugar tan estratégico y placentero, se corrió dos veces y yo, sacándome rápidamente los calzoncillos, le metí mi polla en la boca para que, mientras orgasmaba me la chupara. Lo hizo de maravilla y al tenerla yo ya dura como una piedra, me di la vuelta y separándole las piernas, se la clavé de un solo golpe en todo el coño.
Así me la estuve follando hasta que nos corrimos los dos pero yo, sin sacársela, seguí moviéndome haciendo que ella se corriera de nuevo.
Satisfechos, nos tumbamos un rato para recuperar fuerzas, hasta que yo ya no pude más y me dediqué a acariciarla con ganas de ponerla de nuevo excitada. Acaricié sus depìladas axilas, sus duras tetas, el pubis y la raja del coño hasta ponerla, y ponerme otra vez en acción.
Estuvimos follando hasta las diez de la mañana, corriéndose ella innumerables veces y luego, ya descansada, me dijo que tenía que irme porque su hombre llegaría de su trabajo nocturno y si me encontraba en su casa habría follón.
Me vestí y la dejé en la cama, donde dándole un beso, la arropé y me fui. Es una lástima pero ya no la he vuelto a ver. Por aquel entonces ella tendría unos 28 años y yo unos 42. Ahora tengo 49.
Un beso a todas.