Relato erótico

Una “mirada” especial

Charo
5 de agosto del 2020

Son amigas desde hace muchos años, incluso trabaja en el negocio que tiene su marido. Un día fueron a comprar ropa interior y cuando se la probaba, se dio cuenta que la miraba de una manera especial.

Lupe – MADRID
Me llamo Lupe, 31 años, rubia, con buenas tetas y con un culo respingón de nalgas carnosas. Estoy felizmente casada con David, rubio natural, ojos azules, buen cuerpo y actualmente tiene 33 años. Nuestros amigos dicen que somos la parejita ideal. Llevamos casados 6 años.
David es ebanista, siguió con el negocio familiar y le va muy bien. Tiene una tienda de muebles a medida y objetos de decoración en la que trabaja una muy buen amiga nuestra que se llama Berta, es la persona ideal para tratar con la clientela exclusiva que tiene la tienda.
Solíamos salir con ella y con otros amigos a cenar y a tomar copas, incluso a veces, cuando David tenía mucho trabajo, venía a mi casa, cenábamos, veíamos una película y nos hacíamos compañía.
Lo que voy a contaros ocurrió un día que fuimos de compras. Necesitaba ropa interior y me acompañó de tiendas. Al terminar nos fuimos a mi casa y le dije que me asesorara. Berta tiene un gusto excelente vistiendo y si algo no me quedaba bien, lo devolvíamos y punto.
Fuimos a la primera planta de la casa, a mi dormitorio, dejé las bosas sobre la cama y empecé el “desfile” de modelitos. Me los probaba y ella me iba diciendo si le gustaban o no. En ningún momento noté que me mirara de forma especial hasta que me puse unos sujetadores con aro que resaltaban mis tetas, un tanga que hacía que mis nalgas sobresalieran más de lo normal. Se quedó mirándome fijamente y dijo:

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– ¡Pero que tetas más bonitas tienes, y que culazo, no me había dado cuenta de lo buena que estás!
Mientras decía esto se había acercado y me acarició las tetas suavemente.
– ¿Cómo dices…?
Se ruborizó, pero sin dejar de mirarme las tetas me respondió:
– Digo que tienes muy hermosos pechos… me gustan…
Enseguida pareció reaccionar recobrando el aplomo habitual, aunque sus mejillas se pusieron muy coloradas, bajó la cabeza y agregó:
– Perdón, Lupe, tal vez te he molestado…estoy confundida…
Realmente no parecía muy feliz, y me dio la impresión de que estaba a punto de ponerse a llorar allí mismo, por lo que la estreché entre mis brazos en un fuerte abrazo, y hacerle ver que no me había molestado.
Después de esto nos sentamos en la cama y nos pusimos a charlar de nuevo. Me contó que siempre le habían gustado los hombres, que estaba iniciando una relación con un chico de su vecindario del cual estaba sinceramente enamorada y que le excitaba muchísimo, pero que en los últimos meses, al intimar más conmigo, también se sentía atraída por otras chicas. Finalmente volvió a pedirme disculpas por lo que iba a decir, y terminó confesándome que también estaba enamorada de mí y que se excitaba ante mi presencia. Personalmente interpreté esto como un curioso cumplido de una amiga que siempre me ha querido mucho y a quien también yo aprecio de un modo especial, pero creo que a mí me estaba sucediendo algo similar con ella.

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Llegó un momento en que nos dimos cuenta que nuestros ojos estaban colorados por la emoción y a punto de reventar de tanto contener las lágrimas. Habíamos terminado de descubrir que éramos bisexuales y nos estábamos confesando mutuo amor, más allá de la amistad. En un momento, Berta me dijo:
– Lupe… ¿y ahora qué va a pasar con tu marido? Sabes que él te ama locamente, y también tú le amas como a nadie, y me muero de pena si se rompe tu matrimonio por culpa mía…
– Berta, ¿sabes una cosa? – le dije yo – Creo que a él le gustan las mujeres bisexuales. En ocasiones le he oído decir o insinuar cosas por el estilo. Tal vez le agrade lo nuestro y ya veré qué podemos hacer al respecto.
En esto oí a mi marido que me llamaba desde la cocina, y es que terminaba de llegar del trabajo, le avisé que bajaba en un minuto, me puse la bata y fui. Así terminó nuestro primer encuentro entre Berta y yo.
Al cabo de un par de días volvió con más tiempo, con más entusiasmo y, por descontado, con más confianza y ganas de hacer otras cosas. Total que, para no alargarme, iré al grano. Subimos hasta la habitación, allí nos desnudamos y comenzamos a hacernos muchos mimitos, masajes, caricias y besitos mutuos en nuestras zonas erógenas, que de sobra conocíamos tan bien.

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Finalmente, nuestros coños estaban mojadísimos. Nunca había sentido tal cosa antes. Mis tetas estaban hinchadísimas y los pezones durísimos.
Notaba que mi chocho estaba excitado como nunca lo había estado.
Nos morreábamos con pasión, hasta que ella bajó un poco y comenzó a succionarme los pezones. Mientras me besaba tocaba mis tetas, acariciaba mi chocho, siempre con una dulzura tremenda, que no puedo explicar y que nadie puede imaginarse si no lo ha vivido. Con mis manos solo atinaba a acariciarle la cabeza y la espalda. Gemíamos como gatitas en celo.
A continuación se bajó un poco más, jugó un segundo con su lengua en mi ombligo, y luego prosiguió con mi pobre rajita, ya casi a punto de reventar de tanta excitación y tan prolongada espera. Renuncio a relatar lo que en esa situación sentí. Solo puedo decir que debí sentarme al borde de la cama, abriendo al máximo las piernas, que ya no me sostenían por sí mismas. Era una sensación ardiente y que hacía que me moviera sin parar, instintivamente le follaba la lengua a golpe de cadera. De pronto llegó el orgasmo. Bestial, inenarrable largo e intenso. Me hizo gritar como una loca. Dejó mi chocho y fue subiendo para darme un suave beso en la boca. Yo estaba fuera de combate, pero tenía ganas de devolverle el placer que me había hecho sentir.
La tumbé en la cama, le abrí las piernas con suavidad y empecé a lamerle los muslos y de vez en cuando le pasaba la lengua por la rajita. A cada lengüetazo, se movía como si tuviera una descarga eléctrica. Entonces me dediqué a fondo. Pasé la lengua por todos los rincones de su coño hasta que encontré el hinchado y provocativo clítoris. Lo lamí lentamente, pero cuando empecé a mamárselo fue una locura. Agarró mi cabeza y me dejaba mover de allí. Gritaba, susurraba y de pronto dijo que se corría. Quiso apartarse, pero no se lo permití, la agarré por las piernas y seguí chupando hasta que me inundo la boca de un dulce líquido.
Iba a soltarla cuando decidí que la haría correr otra vez. Fue una locura, yo seguía chupando y mamando hasta que conseguí que se corriera al menos dos veces más. No paré hasta que pidió por favor que lo hiciera.
Se quedó completamente agotada y sonriendo me dijo:
-Ven vamos a terminar la tarde en “empate”.
Se quedó acostada y no entendía que quería. Con las manos me indicó que subiera hasta que coloqué mi chocho en su boca. Se cogió de mi cintura y me hizo “sentar” sobre sus labios. Si la comida de chocho anterior fue buena, esto era una locura. Su lengua llego hasta el fondo, pero cuando se dedico a mamarle la pepitilla, me derrumbé y me corrí, tuve tres orgasmos seguidos. Aquel día descubrí que era multiorgásmica, pero eso sí, solo con Berta.
Nos relajamos un rato y cuando vimos la hora que era, nos vestimos a toda prisa y bajamos al salón. A los diez minutos, llegó mi marido. Nos dio un beso a cada una, dijo que iba a darse una ducha y que si nos parecía bien, podíamos ir a cenar los tres. Quería celebrar el encargo de un buen cliente que dijo que nos arreglaba la economía por unos meses.
De momento, termino aquí, próximamente os contaré como se lo tomo mi marido un día que llego antes de hora y nos pillo en plena faena.
Besitos de Berta y míos.

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