Relato erótico

Una mala idea

Charo
9 de julio del 2019

Vive con su pareja desde hace un tiempo y son felices. A él se le metió en la cabeza que sería buena idea montar un trío con otro hombre o una mujer. Insistió mucho y la convenció que lo hacía por ella, para que disfrutara a tope. Su idea no fue tan genial.

Martín – Valencia

Mi nombre es Martín, tengo 28 años y vivo con una chica, a la que llamaré Nieves, también de 28 años. A continuación os relataré la experiencia que, propiciada por mí mismo, ha cambiado por completo nuestra relación, y todavía está por ocasionar consecuencias que quien sabe que giro darán a nuestra vida en pareja.
Empezaré describiéndome. Me reconozco adicto al cuidado del cuerpo y me mantengo en muy buena forma física, lo mismo que Nieves. Salvo por una cierta alopecia, me considero atractivo y ejerzo bastante atracción entre las mujeres, si está bien que yo lo diga.
Así seduje a Nieves, que cualquiera calificaría como una tía buenísima si se la cruzara por la calle; no solo es preciosa, morena, de pelo rizado y ojos de ensueño, sino que además tiene unos pechos y un culo perfectos. Hay chicas que tienen buen aspecto vestidas, pero decepcionan en cuanto se desvisten; os aseguro que Nieves no, sus tetas son de anuncio, gordas, duras y bien puestas, con una aureola hinchada que corona sus pezones, que se marcan se ponga la ropa que se ponga.
En otro orden de cosas, conseguí un puesto muy bien remunerado nada más acabar la universidad, y actualmente llevamos un nivel de vida muy alto. No puede decirse de Nieves que sea una reprimida en materia sexual, experimentaría conmigo cualquier perversión, sin embargo, la idea de incluir a otras personas en nuestras relaciones, nunca le había hecho gracia. Decía que se sentiría celosa de verme follando con otra mujer y desde luego, nunca se le ocurrió hablar de otros hombres, me quiere y respeta mucho y nunca daría a entender que no la satisfago.
La idea de verla disfrutando con otro hombre la tuve en la cabeza desde varios años atrás. Cuando nuestros momentos de sexo se hicieron algo monótonos y yo empecé a verla como compañera más que como amante, ese tipo de fantasías se me fueron metiendo en la cabeza. Poco a poco, con tacto, intenté llevarla a ese terreno, empecé a alquilar porno en el que dos hombres se follaban a una mujer, le proporcioné historias eróticas en la misma línea.
Reconozco que me avergonzaba confesarle mi deseo, y fui tanteándola sutilmente. Cierto día conseguí llevar la conversación por esos derroteros. Bajo el pretexto de meter a otra mujer en nuestra cama, fingí acceder a experimentar primero con un hombre. Ella no quería saber del tema al principio, pero al final cedió, algo dolida por mi desconfianza en nuestra autosuficiencia como pareja. A partir de entonces empecé a buscar al hombre adecuado.
Reflexioné sobre los gustos de Nieves y quise encontrar a alguno que pudiera ser de su agrado, al menos en lo físico.

Supuse que un chico delgado y musculoso, joven y con buen culo sería la elección que ella tomaría para sí misma. Por mi parte, me calentaba la idea de verla con un tío superdotado, verla manosear una verga enorme, estrujar unos huevos redondos y rotundos, pelar un plátano voluminoso y duro…
Después de revisar infinidad de anuncios en periódicos y no estar nunca seguro de mi elección, incluso llamar a los candidatos por teléfono y después ser incapaz de encontrármelos cara a cara para visualizar el “material”, al final un día me decidí a acudir a una agencia de modelos de despedidas de soltera. Con un falso pretexto ante la dueña que me enseñó el libro, elegí al tipo que más me sorprendió. Descarté a hombres de color, porque yo sabía de la preferencia de Nieves por los blancos. Escogí a un chico de cuerpo estilizado, muy musculoso, rubio y bien parecido, con un paquete sorprendentemente grueso (en la foto vestía unos slips y solo se apreciaba el bulto). Me permitieron contactar con él personalmente, habiendo pagado una buena cantidad en la agencia. Superé mi corte y por teléfono le conté al tipo mi deseo. Él aceptó, tomándolo con mucha naturalidad (posiblemente ya había participado en situaciones parecidas). Más por iniciativa suya que mía, concretamos la cita para el siguiente sábado.
Me pareció tan precipitado, tan próximo, que al principio pensé en echarme atrás, pero al final, cerramos el acuerdo. Preparé a Nieves durante la semana, siempre le di a entender que esta experiencia sería un tributo a ella, que lo pasaría bien y que yo transigiría. Imagino que a estas alturas, ella ya se habría dado cuenta de que era mi deseo el que iba a satisfacerse. El sábado Nieves dedicó parte de la tarde a prepararse. Aún sin excederse en la indumentaria, se puso muy guapa y sensual. Cenamos poco y yo procuré emborracharla en cierta medida, a pesar de que ella nunca ha sido muy partidaria del alcohol. Al llegar la hora, el timbre sonó con mucha puntualidad. Dejé a Nieves en la sala de estar y yo mismo recorrí el pasillo a abrir la puerta. El modelo me resultó un tipo muy atractivo, más corpulento de lo que parecía en la foto. Aunque parezca una estupidez a estas alturas, sentí celos por si era más del gusto de Nieves que yo mismo, lo que me pareció muy probable. Yo soy atlético y de buen ver, pero sin duda él me superaba.
Además, por supuesto yo no me podía comparar con el generoso bulto que le había adivinado en la foto. Vino con unos tejanos ajustados y una camisa, elegante a pesar de un vestuario tan cotidiano. Le saludé y pareció simpático, muy seguro de sí mismo. Le hice pasar y se lo presenté a Nieves, a quien vi totalmente avergonzada. Roberto la miró fijamente sonriendo, posiblemente pocas veces en su trabajo se había encontrado con tal belleza.
Le invité a tomar un trago, que aceptó. Hablamos de si le había resultado fácil encontrar la casa. Él se volcó en atender a Nieves, acercándose a ella e incluso rozándola como por casualidad. Mantuvimos el televisor encendido para relajar la tensión de la situación, Roberto parecía ser el que se encontraba más tranquilo y a gusto. Charlamos de ligerezas y bebimos durante unos veinte minutos; el chico aprovechaba para insinuarse a Nieves con sus maneras de experimentado seductor. No lo calificaría de demasiado brillante, pero era pícaro y tenía labia.

Cuando se hizo un silencio demasiado largo, le pregunté a Roberto si le gustaría tomar una ducha, lo que supongo que sonó tan estúpido a ellos como me sonó a mí. Él accedió y se alzó de la silla, tocando el hombro de Nieves. En el cuarto de baño tenemos una bañera circular muy amplia, un jacuzzi. La iluminación es pastel y la estancia está decorada con varios espejos que la hacen parecer mayor de lo que ya es. Invité a entrar a Nieves con Roberto en el baño, mientras yo me situé junto a la puerta, observando. Cuando Nieves estuvo cerca de mí le susurré:
– Esto parece que va a suceder de todos modos, así que siéntete libre y disfruta cuanto puedas.
Apenas reaccionó a mi comentario, pero su comportamiento posterior me confirmó que había aceptado mi consejo. Roberto se fue despojando de la ropa despacio y provocando a Nieves, con la mirada y aproximándose a ella. Desde luego era atlético y bastante bronceado. Nieves lo miraba con timidez. Él le hizo gestos de que desabrochara los botones de su bragueta y ella le siguió el juego. Palpó su vientre musculado y procedió a desabrochar aquellos botones, con parsimonia y picardía.
Mi sensación ante aquello fue confusa, me sorprendió el arrojo de Nieves, yo mismo comenzaba a estar muy excitado, a la vez que tenso y extrañamente celoso. Nieves iba acariciando su paquete con el revés de la mano a la vez que iba abriendo los pantalones. El bulto que se adivinaba era muy contundente. Cuando hubo concluido con los botones, descendió ligeramente los pantalones y miró acalorada el paquete que tenía junto a su mano, acercó la mano lentamente y empezó a palparlo, primero el bulto de las pelotas y después recorriendo la silueta de la verga, que seguía hinchándose en sus manos.
Roberto se despojó del calzado y los pantalones con los slips aún puestos, casi incapaces de retener aquel gordo instrumento. Luego la invitó a desnudarlo del todo, ella metió sus dedos bajo la goma del calzoncillo y lo fue bajando. Yo miraba expectante y cachondo como pocas veces en mi vida. Apareció el pubis rasurado y luego, poco a poco el tronco de su verga, que parecía interminable; tanto que Nieves optó por meter la mano y sacar la verga ella misma. El pollón era gordo y muy largo. Roberto se encontraba a más de un palmo de Nieves y aún así el glande se aplastaba contra el vientre de ella. Nieves lo pajeó ligeramente y el miembro aún se le puso más duro y venoso. El tacto parecía suave, sin embargo. Roberto gimió y empezó a sobar las tetas de Nieves, se que eso la encendió, porque está muy orgullosa de sus pechos y encuentra placer en calentar a quien se los toca. Ella agarró con fuerza el tronco de la verga de Roberto, meneándosela y él estrujó las tetas hasta hacerlas rebosar el escote del vestido.
Vi que Nieves sujetaba con cuidado los huevos de Roberto con su otra mano, justo antes de tomarle a él su mano libre y ponérsela entre las piernas. Roberto le refregó la mano por la entrepierna y ella se abrió un poco para ofrecérsele. Después Nieves se colocó la verga en la entrepierna y lo aprisionó con los muslos, para entonces balancearse adelante y atrás como pajeando a Roberto con sus piernas. En poco rato, Nieves se desvistió y ambos se metieron en la bañera. El brazo del grifo es extensible y dejaron el chorro de agua templada fluir encima de ellos mientras se entregaban a sus manoseos. Yo consideré la posibilidad de masturbarme en la distancia, pero finalmente decidí desvestirme y unirme a ellos.
Entré en la ducha y me coloqué a la espalda de Nieves, acariciando su cintura y trasero. A ella pareció calentarle mucho tener a dos machos a su disposición, pegó su cuerpo al de Roberto cara a cara y me atrajo hacia ella para hacer un sándwich. Los dos nos dedicamos a palpar y estrujar a Nieves durante largo rato, que se arqueaba y suspiraba como loca.

Ella parecía sentir predilección por Roberto, circunstancia que no le reprocho, y cuando agarraba nuestras dos vergas con las manos yo podía ver que se concentraba en la de él, que meneaba salvajemente arriba y abajo, apenas sujetando la mía entre los dedos. Entonces nos fuimos a la cama. Yo los dejé actuar solos en principio, Roberto tumbó a Nieves boca arriba y él se sentó sobre su vientre. Los huevos y la verga descansaban pesadamente sobre las costillas de ella. Nieves se dedicaba a cogerle el culo, parte por la que ella tiene predilección, y estrujar sus glúteos duros y respingones. Así manejándolo del culo le hacía frotar sus genitales sobre el pecho de ella. Roberto decidió agarrar con ambas manos los pechos de Nieves. Ella apenas tuvo que inclinar el cuello para meterse en la boca el glande de Roberto, muy grande para entonces. Vi que Nieves dedicó una de sus manos a masturbarse y en tal actitud estuvieron bastante rato.
Yo no había previsto la posibilidad de que este otro hombre penetrara a mi chica, en mis fantasías siempre era yo quien me la culeaba mientras nuestro acompañante era apenas un espectáculo a los ojos o las manos de ella, pero en aquel momento deseé ver aquella verga descomunal abriendo de par en par a Nieves, más de lo que nunca he deseado echar un polvo yo mismo. Busqué rápidamente condones y se los acerqué a Roberto, quien entendió, se lo colocó y aún desenrollándolo completo, le faltaron varios centímetros para cubrir la base de la verga. Giró a Nieves, a quien colocó debajo de él, y mirándola fijamente le arrimó el glande a la vagina. Ella hizo un ruido como de animal en celo y se mordió los labios. Roberto empezó a hincársela centímetro a centímetro, en vaivenes. Al entrar le arrastraba los labios hacia dentro, parecía imposible que aquel grueso cilindro pudiera estar entrando en su húmedo coño, sin duda lo posibilitaba la por entonces abundante lubricación de Nieves. Ella se impacientaba por tener todo aquel aparato dentro, y le atraía con fuerza del culo.
Roberto se agarró a las tetas de Nieves mientras le hincaba dentro cuanto podía, se puso a menearse sobre ella. Así la folló varios minutos, después la alzó encima de él y, sentándose al borde de la cama, la fue ensartando una y otra vez. Ella se agarraba a los prominentes pectorales de él, mientras él alternaba su atención entre los pechos de ella y su culo, que manejaba a fin de controlar las penetraciones.
Aunque Nieves es alta, él era capaz de manejarla con ligereza. Con las manos bajo sus cachetes, que aprovechaba para abrir bien y facilitar la invasión, la manejaba como una muñeca. Follaron bastante rato más, que a mí se me hizo corto sin embargo. Nieves llegó a correrse con mucha intensidad, la vi poner caras de éxtasis que ya no recordaba, le gritó vulgaridades que conmigo apenas si se atreve a susurrar en los orgasmos, se agarraba a él como si le fuera la vida. Al correrse dejó escapar un gemido muy largo y articuló:
– ¡Párteme con esa polla que tienes, hijo de puta. Quiero toda esa cosa bien honda dentro de mí!

En cierto momento, Roberto relajó el ritmo y dijo a Nieves que se corría, que prefería que ella le acabara con la mano. Nieves le sacó el condón y empezó a meneársela con muchísima fuerza y velocidad, casi con rabia. Él tensaba los músculos y la besaba agarrándola del pelo. Cuando la corrida era inminente, se tumbó hacia atrás sobre la cama, alzó las caderas, con lo cual su impresionante verga quedó en alto como un mástil, y dejó que Nieves le diera las últimas salvajes sacudidas hasta correrse.
Vi la cara de puta de Nieves estrujando aquella gruesa verga, orgullosa de arrancar toda la leche de aquellos grandes huevos, sacando uno tras otros inacabables chorros de esperma, exprimiendo el tronco como poseída. Cuando acabó, pasó un rato sobándole de arriba abajo la polla, e incluso besando el abdomen de Roberto. En todo este tiempo ambos me mantuvieron ignorado, sin echar cuentas de mí.
Hablar de aquella experiencia con Nieves es todavía difícil para mí. Después de aquello solo hemos follado un par de veces y esto ocurrió hace más de dos meses, y para colmo estos dos polvos me han resultado tan míseros ahora como supongo le han parecido a ella.
Creo que como pareja estamos acabados, aunque aún nos queramos y ninguno se atreva a decirlo. Me planteo si repetir de nuevo la experiencia o si incluir a otra mujer en nuestros juegos esta vez. Creo que estas perversiones son la única salida a nuestra monotonía.
Saludos para todos.

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