Relato erótico

Una invitada en casa

Charo
16 de abril del 2020

Llevaban una vida ideal, se quieren, se desean y el sexo les funciona muy bien. La llegada de una amiga de su mujer que iba a vivir un par de meses con ellos cambió las cosas

Gorka – VITORIA
Amiga Charo, somos un matrimonio de Vitoria que queremos hacer una pequeña aportación a esta revista tan maravillosa y que tantas alegrías nos ha dado en el pasado y que esperamos nos siga dando en el futuro.
Somos Ainoa y Gorka, ambos tenemos 33 años y no es por presumir pero los dos somos bastante guapos. Además cuidamos mucho nuestro aspecto y forma física, de hecho los dos vamos al gimnasio con regularidad. Como pareja nos va bien. Llevamos casados cinco años ya, pero fuimos novios otros seis años más. Con esto queremos que sepáis que nos conocemos muy bien y que hemos tenido también momentos más difíciles pero los hemos superado. En la cama nos compenetramos estupendamente, a los dos nos gusta el sexo a rabiar y de hecho follamos a diario y nuestras sesiones de folleteo son largas, intensas y muy placenteras para los dos. Pero no es de eso de lo que queremos hablar.
Nosotros compramos habitualmente vuestra revista que nos sirve de estímulo para dar morbo y fantasía a nuestra relación pero creo que los dos somos un poco celosos y no llevaríamos nada bien que la otra parte fuese infiel y de hecho alguna vez que leemos experiencias en tríos, hablando del tema Ainoa siempre había dicho que no estaría nada cómoda con otro hombre, que ya conocía demasiado bien sus necesidades y que por ahora no quería problemas. Yo también decía que satisfacer a dos mujeres sería una labor hercúlea y si eran de la mismo fogosidad que ella, sería casi imposible.
Así pensábamos antes pero no ahora y todo cambió un fin de semana que una compañera de trabajo de Ainoa se tuvo que quedar en nuestra casa. Se llama Laura y es la mejor de sus amigas en la oficina, siempre están juntas y allí dicen que parecen hermanas, pues Laura también está muy buena y físicamente se parecen bastante.
Laura se compró un pequeño apartamento, dejando el que compartía con otras dos compañeras. Tuvo que empaquetar todas sus cosas, dejarlas en un guardamuebles y buscarse un hotel donde vivir esos meses. Al principio pensaba que de los gastos se haría cargo a constructora pero el contrato de venta está redactado a su favor y era ella quien debía sumir esos gastos.
Mi mujer, un día que estaban comentando el problema, sin pensarlo y sin consultarlo conmigo le dijo que para un par de meses podía venir a quedarse en nuestra casa ya que no tenemos hijos y hay sitio suficiente. Laura se lo agradeció y aceptó encantada, por eso cuando a la tarde me lo contó, discutimos. Yo le dije a Ainoa que serán buenas compañeras y todo lo que ella quiera, pero que nuestra casa era para nosotros y que nuestro día a día se iba a resentir , que una cosa es que se quedase un fin de semana y otra casi tres meses.

La discusión fue seria pues ella insistió en que era una de sus mejores amigas y que si necesitaba ayuda tenía que dársela. Hay que reconocer que es una mujer preciosa, como lo es Ainoa, y además de simpática y de saber estar, tiene algo que la hace especial.
Un día Ainoa me dijo que Laura, en el trabajo, le comentó que lo pasábamos muy bien pues todas las noches nos oía “trajinar” pasando mucha envidia y que noche sí y noche también acababa con el dedo acariciando su coño hasta correrse. Ainoa, entrando en confidencias, le confirmó que era cierto que lo pasábamos muy bien y que practicábamos sexo cada noche y muy a gusto.
Ainoa me lo contó por la noche y esa misma noche echamos un polvo glorioso sin cortarnos un pelo y eso que mi mujer es muy escandalosa al correrse. Cuando acabamos le dije que su pobre amiga se iba a tener que masturbarse por lo menos dos veces. Ainoa preguntó el por qué y yo me puse de nuevo encima de ella y follamos de nuevo con todo el jaleo que suele dar mi chica. Acabamos rotos y al día siguiente Laura le debió de comentar a mi mujer que vaya nochecita y que tenía que estar orgullosa de mi.
El tiempo fue pasando y nosotros seguíamos a nuestro ritmo, pero los fines de semana Laura volvía tarde e incluso algún viernes y sábados no dormía en casa. Yo le vacilaba a Ainoa diciéndole que pobre el que pillara por banda esa noche, pues después de lo que se calentaba con nuestros polvos, al que pilla lo destroza seguro.
Un fin de semana, que hacía un tiempo de perros, medio nevando, medio granizando, con muchísimo frío, nosotros no salimos y Laura también dijo que lo sentía pero con la noche que hacía no le apetecía salir de marcha. También nos dijo que si nos queríamos quedar solos lo dijésemos y cambiaba de planes. Por supuesto le dijimos que no. Como esa tarde teníamos tiempo, preparamos la cena entre los tres, ayudando cada uno en una cosa, luego saqué una de mis buenas botellas de vino y luego otra que también acabamos, aunque se lo bebieron casi todo ellas. Ya en la sobremesa empezamos con las confidencias y las conversaciones un poco subidas de tono. Yo aprovechaba que las dos estaban desinhibidas y les di bastante pacharán después del café y llegó un momento en que las dos estaban un poco pasadas. En el sofá, viendo la tele, mi mujer estaba súper revoltosa, venga hacerme cosquillas y meterme mano. Yo me dejaba hacer mientras Laura en su sillón medio adormilada, no se perdía detalle. Cuando Ainoa empezó a besarme yo pasé de todo y me dediqué a besarla, morderla y a tocarla por todas partes como sé que a ella le gusta. Ainoa ya estaba absolutamente fuera de sí y creo que debido al alcohol no era consciente de la situación pues ella ya estaba medio desnuda mientras le metía mano y su amiga no se perdía nada.
Llegó un momento en que me desabrochó el pantalón, sacó mi polla del calzoncillo y sin ningún pudor empezó a mamármela. Cuando me la había puesto al cien por cien se quitó el pantalón del chandal y subiéndose encima de mi, se la clavó y ella misma se iba follando.

En este momento su amiga, discretamente, se levantó para irse diciendo bajito “buenas noches”. Yo, muy cachondo, le dije que por mi podía seguir mirando, que a mi no me molestaba en absoluto. Ainoa estaba en otra onda y ni hablaba, solo se movía arriba y debajo de mi verga gimiendo y boqueando. Laura volvió a sentarse y metiendo su mano dentro del pantalón del pijama se empezó a masturbar. Tenía la cara roja y los ojos brillantes del placer. Primero se corrió Ainoa, luego se corrió Laura pero ninguna se paró, mi mujer siguió con mi polla dentro de su chocho y Laura siguió dándole al dedo. Al rato me corrí yo dando unos golpes de cadera muy fuertes que hicieron que Ainoa se corriese de nuevo y al poco también Laura.
Nos quedamos los tres como muertos, yo con mi mujer sentada encima de mi suspirando del esfuerzo y la otra toda abierta de piernas, con el pantalón medio bajado y la mano todavía entre los muslos. Así estuvimos un rato, medio dormidos y con el sonido de la tele de fondo. En eso Laura se levantó, mi mujer también y se fueron al servicio. Cuando volvieron se sentaron las dos en el sofá, una a cada lado de mi cuerpo y sin halar Ainoa me besó mientras Laura me metía mano directamente a mi aparato. Solo de lo imprevisto se puso tieso de nuevo. Por lo que me contaron luego, en el baño y mientras se recomponían un poco, habían hablado de lo ocurrido, las dos aún estaban muy aceleradas, Y Laura le dijo a mi mujer que tenía envidia de ella por disponer de un hombre como yo que le daba placer todos los días. Ainoa estaba orgullosa de mi y de ella y debido a la tontera le dijo a Laura que si quería probarme le dejaba hacerlo siempre que yo no pusiese pegas.
Por eso, cuando volvieron, en el sofá las dos se dedicaron a meterme mano y acariciándome consiguieron que me pusiese de nuevo en forma. La dos estaban bastante vestidas mientras que yo estaba con el pantalón en los tobillos y el rabo apuntando al techo, pero como no paraban de besarme yo aproveché para meterles mano y como pude ir quitándoles la ropa Con mi mujer no fue nada difícil, pues ella me ayudó quedándose desnuda en un momento. Laura seguía a lo suyo sin dejar en ningún momento de tocarme la polla mientras nos besábamos así que, dándole un pequeño empellón, la hice levantar y al tenerla de pie delante de nosotros, entre Ainoa y yo la ayudamos a quedarse también desnuda. Luego yo me incorporé un poco y me quité del todo el pantalón. Ya estábamos los tres iguales, desnudos.
En la sala se respiraba un ambiente denso, de sexo y nosotros no paramos en ningún momento de besarnos, de acariciarnos, de tocarnos en un pequeño crescendo que iba a acabar con los tres corriéndonos de placer y agotados. Ainoa seguía muy atontada pero con voz ronca me dijo que me follase a su mejor amiga para que supiera lo que era disfrutar de verdad. Ella misma la hizo inclinarse en el sofá y sujetándole una pierna me empujó encima de Laura. Yo tenía el rabo muy tieso y como Laura estaba mojadísima nada más ponerla en la entrada de su coño, casi sin empujar, entró hasta el fondo.

Ainoa nos ayudó poniendo las piernas de Laura en mi culo y yo empecé a bombear como si me fuese la vida en ello. Mi mujer, delante de mi, me besaba como podía, animándome a follarme duro a su amiga que gritaba, lloraba, reía, no sabía ni lo que hacía, pero lo que sigue lo contaré en una próxima carta
Saludos a todos los lectores y hasta muy pronto.

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