Relato erótico

Una canita al aire

Charo
28 de agosto del 2019

Es joven, está casada con un hombre mayor que ella y ha querido contarnos lo que le pasó hace unos años. Fue en un Congreso de Publicidad al que asistió. Era en Canarias y le dijo a su marido si quería acompañarla.

Rocío – MADRID
Querida Charo, quiero contar a todos los lectores de la revista una experiencia que me ocurrió hace unos años. Tenía 24 años, había terminado mis estudios de Publicidad y Marketing y encontré trabajo en una empresa importante del sector. Mido casi 1,70, buenas tetas, culo respingón y según decían mis amigos, soy guapa
Cuando estudiaba, empecé a salir con un hombre que tenía, 40 años, con la intención de comprobar como eran los maduros y fue tanto el apego que tuve con él, que terminamos casándonos ahora hace ya tres años.
Ante todo debo reconocer que he tenido más de una aventura cuando éramos novios, pero el tema de esta experiencia, y creo que de los futuros si los hay, comienza dos años atrás, cuando celebramos nuestro primer año como marido y mujer y empecé a ver todo lo que estaba perdiendo por el amor que sentía por él.
Sabía bien que un hombre de 42 años en la cama no se puede comportar como un chico de 25, pero lo que ocurrió en ese año de casados me hizo cambiar totalmente.
Mientras que en los dos primeros meses tuvimos mucho sexo, en los siguientes esa llama se fue apagando. No me entendáis mal, no se fue el amor, solo se fue la pasión y eso me tenía atormentada. Tras pensarlo mucho, decidí que para volver a encender la llama, debía hablar con él, proponerle cosas nuevas, pero encontré una pared fría en él.
Yo había probado el sexo oral con algunos novios, incluso cosas como la leche en mi cara y pechos, también una gran cantidad de poses en diversos lugares poco usuales y las caricias con la lengua y los dedos en el ano, pero con mi marido nada de todo eso era normal. ¿Entonces por qué te casaste con él? os preguntaréis.
La razón es sencilla, yo pensé que era cuestión de conocernos más en la cama, cosa que daría pie hacer cosas más y más morbosas, pensé que inventando o descubriendo cosas para hacer en la cama haría que la llama quedara encendida por años y años, pero jamás llegué a pensar que en solo unos meses él no tuviera ganas ni de tocarme. Y pensé ¿es que tendrá una amante? Me dediqué a seguirlo, pero nada, tenía una vida totalmente.
En nuestro primer aniversario, yo llevaba dos meses trabajando y me salió un viaje a Canarias para asistir a un Congreso de Publicidad. Como era de lunes a viernes, le propuse a mi marido que fuéramos allí los dos el viernes por la noche y pasar un fin de semana relajado en la isla.
Al principio me dijo que sí, pero cuando ya lo tenía todo preparado, billetes y alojamiento para los dos, me dijo que sería una semana agotadora y que mejor se quedaba en Madrid. Juan Carlos, que así se llama mi marido es abogado, tiene un bufete propio y podía permitirse hacer fiesta una semana, pero no quiso venir.

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Eso me enfureció, no iba a perder el viaje de trabajo, el dinero del alojamiento y el cambio de billete, así que decidí que me iría yo sola y el lunes por la mañana me fui sin despedirme de él.
Cuando llegué a Canarias, me registré en el hotel y me cambié de ropa poniéndome un vestido azul de tirantes que me llega a medio muslo y unas sandalias y me fui hacia el lugar donde se celebraba el congreso.
En total había unos setenta participantes. Me encontré con algunos colegas de Barcelona, y uno de ellos me presentó a unos asistentes de la República Dominicana, unos hombres negros de más de 1,80 de estatura, no sé cuantos kilos y muy atractivos. Nos sentamos para escuchar las primeras conferencias, luego el almuerzo para hablar sobre nuestros trabajos y en la tarde más conferencias.
Ya por la noche y como es habitual, se programaron actividades recreativas. Esa noche era un paseo en taxi para conocer más la ciudad, y luego ir a tomar unas copas y escuchar música. A la puerta del hotel, Santiago y Eduardo, los dominicanos, me esperaban junto a un carro, o no sé como se llaman estos vehículos para turistas tirado por un caballo. Yo, me había cambiado y me puse un vestido blanco, igual de corto que el anterior. Pero la verdad no tuve en cuenta al subirme al carro que la falda se me subiría. Seguro que les ofrecí una buena perspectiva de mi tanga y de mis nalgas desnudas.
Traían unos botellines del mini bar del hotel y me di cuenta que querían que bebiese para poder meterme mano. Les dejé que me tocaran el culo y las tetas.
Cuando el paseo terminó insistieron en salir a cenar y a tomar unas copas, mientras me lo decían, sonó mi móvil, era mi marido. Subí a mi habitación para hablar más tranquilamente con él. Me dijo que haría lo posible para poder venir a verme. Cuando colgué, me desnudé y noté que tenía el tanga mojado y el chocho caliente.
¿Qué había pasado, es que mi marido me había calentado? No, para nada, con él solo discutimos y ni siquiera me mando un beso por el móvil. Fueron mis amigos dominicanos. No sé que pasó, pero ellos me calentaron y yo no me di cuenta tal vez por el calor, el alcohol o la música. Pero tenía claro que ellos dos me habían puesto cachonda.
Me acosté totalmente desnuda, tome un cubito de hielo y me lo pasé por todo el cuerpo, y aunque empecé a pensar en mi marido y en algún amor platónico que siempre existe en uno, terminé masturbándome imaginándome estar con mis dos amiguitos negros.

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Por la mañana siguiente la misma rutina hasta la tarde y no hablé con ellos para nada de lo ocurrido la noche anterior. Al acabar la reunión de la tarde Santiago dijo que se encontraba mal, que le dolía mucho la cabeza y que para eso tenía que quedarse a dormir, que al siguiente día se desquitaría. Entonces quedamos Eduardo y yo para cenar. Los dos, con los demás publicistas, pero apartados en una mesa, pedimos una botella de vino y empezamos a charlar de todo un poco, hasta que pasamos al plano personal Los dos casados, según él ninguna infidelidad. Y yo tampoco. Hasta que me hizo la pregunta:
– ¿Nunca has fantaseado con un hombre de color?
Tal vez por las copas, le respondí rápidamente que sí y, él de inmediato me dijo:
– Pues aquí tienes uno y a tus a la órdenes – e intentó besarme.
Yo lo detuve y le dije que muchas personas de las que estaban allí me conocían y no querían que me vieran haciendo nada de lo que luego tuviera que arrepentirme. Entonces me propuso que me fuera al hotel nos encontraríamos allí. Aún no sé porque le dije que sí. Ya en el hotel, subí a mi habitación y a los cinco minutos llegó el aunque dio la impresión de que no iba a ser el caballero de esos dos días anteriores.
– ¡Ahora sí que te voy a comer entera! – fue lo primero que me dijo.
Pero no me molesto, me calentó aún más porque me dije que a estos tipos tal vez no los voy a volver a ver en la vida y tengo muchas ganas de tener sexo. ¿Qué importa si dejo salir por un par de días lo puta que soy si nadie se va a enterar?
En el acto me desnudó completamente y yo le ordené que se desnudara también, a continuación me arrodillé ante él y le cogí la verga que aunque yo no tenía un metro para medirla, era la más grande que me había comido hasta entonces. Y vaya que si he comido.
Lentamente se la empecé a mamar y también las bolas. Lo bueno es que iba totalmente depilado, así que era comodísimo mamársela con bolas y todo.
¿Os podéis imaginar cómo se come una polla una mujer que después de casi dos años no ha mamado una? Era como si de mi mamada dependiera mi vida y tanto era así que cinco minutos más tarde él me estaba pidiendo que parara porque se iba a correr, y yo le dije:
– De acuerdo pero ahora tendrás que comérmelo a mí.
Vaya lengua tan larga que tenía el hombre, como la sentía dentro de mi coño mientras sus dedos me perforaban el agujero del culo. Entonces le empecé a decir muchas vulgaridades:

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– ¿Te gusta mi coño cerdo?
Ese tipo de cosas, todas las cosas que por mucho tiempo no había podido decir, hasta que me dijo:
– ¡Ya te la quiero clavar!
Sin más preámbulos, me abrió de piernas y me la metió entera en el coño. Que delicia, pero mejor cuando me la sacó, me hizo poner a cuatro patas y volvió a metérmela toda en el chocho y al mismo tiempo metió el dedo gordo de una de sus manos dentro de mi culo.
No sé que tiempo pasó, pero fue un polvo interminable, hasta que me dijo que se iba a correrse y le dije:
– Sí, pero solo te corres en mi cara y en mis tetas.
Entonces me giré y le hice una cubana hasta que me mojó toda la cara. Después se la limpie con la boca y quedó satisfecho A continuación y mientras nos tomábamos una copa de cava, me empezó a decir que me deseaba desde que me vio el culo en el carro, que hace tiempo no había gozado de un polvo tan cachondo y que jamás había follado con una blanca,
Yo le dije que me encantaba su verga y que me gustaría seguírsela chupando. Así lo hice y cuando la tuvo de nuevo dura me subí encima de él e hicimos un 69 hasta que, echamos un nuevo polvo que, para ser sincera, aunque que estuvo bien, el primero fue mejor. Eran ya las 5 de la mañana y le pedí que se fuera a su habitación, que no quería que nadie se enterara.
Al siguiente día me encontré con Santiago, quien ya estaba bien y no sabía nada de lo ocurrido entre Eduardo y yo. Cuando le pregunté por Eduardo me dijo que no se había levantado aún y pensé que estaría cansado por la follada, así que Santiago me invitó a comer
No sé que pasa con muchos hombres, pero al rato yo ya sabía que era lo que quería de mí y me dije, que más da, ¿por qué no estar con este tío también?
Entonces le dije que los hombres de color eran mi debilidad y de inmediato fuimos al hotel. Allí supe que Santiago era más morboso que Eduardo pues ya desnudos, me hizo lamerle el culo, cosa que me encantó, aunque no tenía la verga de Eduardo, que me tratase como una zorra e Incluso, al terminar, me hizo dormir con su polla en mi boca.

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Otra cosa que me encantó. También logró meterme dos dedos en el culo, algo que me dolió pero que casi me corro con ello.
Fue una experiencia inolvidable.
Muchos besos y hasta pronto.

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