Relato erótico

Una buena vida, pero…

Charo
17 de noviembre del 2019

Estaban muy enamorados y se casaron. Con mucho esfuerzo alquilaron un piso pequeño y les costó mucho tenerlo acondicionado. Al poco tiempo su tío, que tenía varias empresas, los invitó a comer. Le hizo una oferta de trabajo y su vida cambio radicalmente en todos los sentidos.

Martín – CANTABRIA
Voy a explicar mi relato sin nombres propios para ocultar la identidad de los personajes. Ya han pasado unos meses desde que todo acabó y me ha llevado un tiempo recopilar los datos y aclarar mis ideas para que pueda explicar la historia fríamente, sin caer en las infidelidades del clásico cornudo sumiso o esposa puta. Somos una pareja de treinta y pocos años, nos casamos hace 5 años. Mi mujer es una morenita de 1’50m, pelo rizado, rellenita con curvas, generoso escote y con morbo para muchos hombres de mi edad, puesto que tiene una sonrisa picarona realmente excitante, pero nunca ha causado impacto a primera vista, aunque provoca adicción sexual (lo confirman antiguos amantes y parejas anteriores a mí). Yo mido 1’83m, deportista, y nunca me he tenido por celoso ni ligón. Nos enamoramos desde el primer día y nos queremos mucho. El día de nuestra boda fue muy especial, como lo es para tanta gente. Yo trabajaba en una empresa de logística como mozo de almacén y ella estaba acabando los estudios. No teníamos dinero, pero si muchas ganas de vivir juntos. Alquilamos un pisito antes de la boda e íbamos a empezar a amueblarlo, pero los precios limitaban mucho las ilusiones.
Mi hermana es aficionada al sexo oral, lo confirman mis amigos que han sido agraciados con su arte “mamatorio”. Mi tío es un tipo importante, dirige un grupo de empresas y siempre anda liado con negocios millonarios. Es un gigante de casi 2 metros. Mi tía estaba cerca pero no parecía preocuparle lo que pasaba con mi tío y mi hermana. Aquello me dejo turbado. Nunca antes había visto algo parecido entre familiares. Me dirigí de nuevo a la mesa con mi mujer con una leve erección y al cabo de unos instantes se acercó mi tío y puso sus grandes manos sobre los bonitos hombros de mi mujer como hacia un momento lo había hecho con mi hermana, lo único que variaba era la posición de la cabeza, ya que mi mujer apenas pudo ver quien la tocaba. Me comentó que se alegraba de que una sobrinita tan guapa hubiese entrado a formar parte de la familia, pero desapareció al cabo de poco. Al cabo de unas semanas me llamó mi tía para que fuésemos a cenar a su caserío en las afueras, una hermosa mansión con grandes extensiones de terreno. Así que nos preparamos para tan especial evento.

Corrían rumores que mi tío quería proponerme un trabajo en una de sus empresas, así que fuimos con el afán de dar la mejor impresión. Mi esposa se puso un hermoso traje plateado con un espectacular escote.
La cena fue formidable, al acabar mi tío me llamó a su despacho y me propuso para jefe de producción de una empresa de plásticos de su propiedad, y quería ayudarme a salir del bache económico que había supuesto nuestra boda. Acepté, no había letra pequeña ni gato encerrado, era una ayuda familiar. Luego mi tía me llamó para enseñarme las caballerizas ya que soy gran entusiasta de la hípica y me ofreció un caballo para ir a montar los fines de semana. Al volver además mi tío nos ofreció un bonito chalet en una urbanización donde vivían la mayoría de directivos de las empresas de su propiedad, sin costo alguno para habitarlo sin pagar alquiler. La cosa no podía pintar mejor. La vida nos cambió de la noche a la mañana, teníamos un buen sueldo y una casa impresionante.
Empecé a trabajar en su empresa y eran frecuentes los viajes de negocios a ciudades cercanas, para negocios, conferencias, etc. 3 ó 4 días en hoteles de lujo, cenas, prostitutas, fiestas… Las conferencias parecían una excusa para irse de fiesta por ahí. Yo rehusaba ir de putas y muchas noches me quedaba en el hotel añorando a mi mujer, haciéndome soberbias pajas pensando en ella. Una noche nos mandaron a una ciudad a 400km de casa, pero los hoteles de la zona estaban llenos.
Pensé que con mi coche sería apenas un par de horas de casa, podía ir a dormir y follar con mi mujer y por la mañana, madrugar e ir al hotel. Así lo organicé y al acabar la conferencia me dirigí a la autopista y puse rumbo a casa. Al llegar me llevé una sorpresa, ya que ella no estaba. La chica del servicio me dijo que hacia una hora que mis tíos la habían venido a buscar para llevarla a cenar, que se había llevado el traje de baño y los utensilios de playa. Pensé unos instantes y llegué a la conclusión que se habían ido a navegar, decidí no ir para que no me viese mi tío abandonar mi trabajo, pero las ganas de echar un polvo con mi mujer eran más fuertes, había pensado ir a verla y sacarla de ese compromiso para llevarla a casa y follar como locos sin que me viesen mis tíos. Al llegar al puerto vi los coches en el muelle y planeé como acceder sin ser visto.

El barco estaba con todas las puertas cerradas y cortinas corridas, me acordé de cuando había trabajado de mozo un verano en ese yate, que desde el cuarto de máquinas hay diversas tomas de ventilación para el interior del barco, me sentía travieso y emocionado como un chaval, todo por un polvo con mi esposa; a ella le gustaban las sorpresas y me iba a ganar muchos puntos.
Me deslicé por entre los motores hasta llegar a los respiraderos situados en la parte baja de los asientos que rodeaban el camarote principal y desmonté algunos conductos de aire para escurrir la cabeza y localizarla, todo esto en el más absoluto sigilo. Mi primera visión del interior fue ver a mi mujer, mi hermana, mi tía y a la mujer de otro nuevo jefe de ventas, que también estaba de conferencias por ahí. Me sorprendió ver a mi mujer con el vestido plateado de la noche de la cena en casa de mis tíos. Esperé a que se acercara o se fuera la gente para llamarla, pero al instante entró mi tío con otros tres tíos extranjeros (hablaban en inglés). A mi mujer no se la veía muy alegre y eso me afligió. Luego oí unas palabras que no olvidaré en mi vida:
– Los maridos de estas señoras están follando con putas, pasándoselo bien, creo que necesitan un consuelo.
También me pareció entender:
– Follar con putas es de poca categoría, yo prefiero follarme las esposas de mis subordinados.
¡Qué hijo de puta! Iba a salir de allí escopeteado para respirar aire cuando uno de los extranjeros se puso delante de mi hermana. La muy zorra no dudó en bajarle la bragueta al tipo y masajearle el miembro hasta que se lo puso en la boca y se la empezó a mamar. Mi tía se levantó y se fue de mi vista, oí que preparaba bebida. Mi mujer y la otra estaban heladas en el sofá. Mi tío las agarró de la mano y las puso de pie. ¿Qué iban a hacer? Uno de ellos se puso delante de mi esposa y la beso en el cuello, agarrándola fuerte por las tetas. Yo estaba paralizado, indignado, furioso.
Le puso sus manazas en la cabeza y la hizo agachar. Mi esposa tenía la mirada perdida, arrodillada frente a ese desgraciado, con su miembro fláccido delante de ella. Mi orgullo masculino si iría al garete en cuanto empezase la felación. Empezó a darle pequeños besos en la parte del troco que colgaba, hasta que aquello empezó a levantarse y a recorrer toda la cara de mi mujer, hasta quedar apuntando a su boca. El tipo hizo un gesto obligándola a tragársela, pero ella retrocedió y se limpió los labios del líquido pre seminal, luego cerró los ojos y se la tragó.
– Toma ejemplo.
Le dijo mi tío a la otra chica. El que gozaba de mi mujer se sentó, arrastrándola hacia el sofá, mientras el otro tipo que esperaba la mamada de la otra chica se había impacientado y se había girado hacia mi esposa, levantándole el vestido, se puso un condón y empezó a cabalgarla sin ningún reparo en donde la metía, embistiéndola como una perra.

Aquello fue demasiado para mí y salí de allí como pude, con mi orgullo destrozado. Sin follar y sin ver qué más sucedía. Regresé a casa al finalizar las conferencias con un mal cuerpo como hacía años. Durante días no dije nada de lo sucedido, pero cuando se anunciaron otras jornadas de conferencias en la capital, fingí una enfermedad y me quedé en casa. Una tarde en casa durante mi supuesta convalecencia, estábamos acostados en el sofá y mi mujer se puso cariñosa acariciándome y susurrándome para echar un polvo. Me agarró el cipote y lo besó. Armándome de valor le expliqué que había visto en el yate, se quedó helada y me pregunto cómo me lo había tomado.
– Mal, pero sigo enamorado de ti y quiero arreglar las cosas.
– Pues di adiós a nuestro tren de vida, cariño, ya que cada vez que te vas de conferencia, viene tu tío a follarme, ¿o te creías que todo esto salía gratis? -me dijo masturbándome.
Incomprensiblemente mi polla seguía tiesa. No eran amantes, mi tío pagaba por un tipo de puta diferente, una puta señora.
– La noche de la primera cena ya me lo dejó claro que dependía de mí. Yo lo hubiese mandado a la mierda, pero te veía tan ilusionado con la casa, el coche y los viajes, que acepté.
La paja seguía a buen ritmo, mezclándose con una especie de ira con la incomprensible excitación de descubrir que mi esposa era más puta de lo que me imaginaba. Violentamente la agarré por los cabellos, le introduje la polla en su boquita y empezó a mamarla, más aun cuando le dije que ahora sí que era la primera vez que follaba con una puta. Dicho esto, me corrí salvajemente. Ella, limpiándose los labios se incorporó con una sonrisa.
– ¿Qué podemos hacer? -le dije titubeante- Te quiero y no quiero perderte, pero no quiero que sigamos así.
– Yo me he acostumbrado a ello, simplemente haz ver que no sabes nada y todo irá como hasta ahora.
Significaba, acepta tu cornamenta.
En ese momento sonó el timbre y mi esposa me dijo que era mi tío, que la venia a ver.
– ¿Quieres que te demuestre que hay de real? Escóndete detrás del sofá.
Ahí, bajo una manta plegada podía ver casi todo el comedor. Cuando ella volvió con mi tío de la mano, venían charlando desde el recibidor, comentándole que había ido al médico a visitarme. Se sirvió una copa de coñac y se apoyó en una columna mirando a mi esposa, que se acercó y lo abrazó, poniendo su carita en su barriga (la diferencia de estatura era evidente).

Sin mediar palabra, le sacó la polla y empezó a besarla como suele hacerlo conmigo, en el frenillo y lamiendo los alrededores del glande. La visión de los labios de mi mujer abiertos acogiendo ese capullo enorme se supuso una descarga de adrenalina y busqué mi cipote para pajearme. Yo sabía lo que se sentía de estar dentro de esa boquita, de hecho, aun había restos de mi semen en sus labios. La felación era magistral, lo que más me excitaba era oír el ruidito de sus sorbidas provocadas por otro pene que no era el mío. No estaba de rodillas, sino ligeramente inclinada puesto que el paquete de mi tío le caía a la altura de su cuello. La agarraba por los pelos como una ramera hasta que empezó a eyacular. Yo ya me había corrido un par de veces mirando como sus ojitos se levantaban hacia mi tío que gozaba de tan puta esposa.
– Arréglate que hoy vienen unos ingenieros a hacer negocios.
Al cabo de un rato salió de nuestra habitación con una minifalda de cuero negra y un top semitransparente. Esa no era mi mujer. ¿Dónde guardaba esa ropa? Se fueron dejándome con un dolor en los huevos tremendo. Llegó a altas horas de la noche encontrándome sudado en medio de las sábanas, tembloroso y agotado de tanta masturbación.
– He tenido mucho trabajo en acabar con esos dos ingenieros, venían cargados y me he tragado un par de veces su esperma.
Se acercó y me besó en la boca.
– Toma querido, semen de tu estimado tío y sus amigos.
Y me enrosco su lengua pastosa con todo el interés de destruir cualquier rastro de mi orgullo como esposo.
¿Qué vamos a hacer ahora? Yo había perdido a mi mujer, la tierna, dulce y modosita mujer, en su lugar había una especie de puta de lujo y esposa abnegada, capaz de mamar pollas para el bien de nuestro nivel de vida. Pero yo seguí viéndola tan pequeñita y sensual que no alcanzaba a comprender como ella accedía a ser follada por el mero interés de ser una mujer de clase alta, a pesar de que ella lo intentaba haciéndome participe de su prostitución encubierta, a base de esconderme en un armario destinado a ese fin.
Lo más difícil fue convencer a mi tío que me dejase de enviar al quinto carajo a conferencias estúpidas y me ofrecí para llevar a cabo tareas en la misma ciudad. Accedí a pasar desapercibido durante las visitas de los amantes de mi mujer e intenté hacer un poco de vida independiente, pero a pesar de tener juventud, dinero y atractivo, era incapaz de seducir a ninguna mujer. Se lo comente a mi mujer y me soltó un tortazo increíble.

– ¿Acaso te crees que me abro de piernas por puro placer? En tu caso sería follar por follar, sin sacar ningún provecho. Piensa que me follan para que podamos vivir aquí. Colabora un poco.
Con el tiempo mi tío supo que yo sabía lo que ocurría y no sé si porque encontró otra esposa más dulce o porque perdió el interés, pero dejó de visitar a mi mujer. Nuestra vida sexual sufrió un cambio radical y perdió la intensidad que tenía, a pesar de la condición de concubina de mi esposa, ya que antes no dejábamos de follar para repasar la actividad de su folleteo con los otros hombres, mientras me explicaba los detalles (solo en estado de excitación yo podía imaginarme a mi mujer como excelente feladora requerida por sus “clientes”). Le propuse entonces ofrecerla a cambio de dinero a otros hombres, para que no perdiese la práctica, ya que era su promiscuidad la que le daba esa aureola seductora y ese arte en la cama.
Besos para todos de mi caliente y zorra mujer.

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