Relato erótico

Una buena negociación

Charo
8 de octubre del 2019

Fueron a una feria a Madrid. Estarian una semana y lo de trabajar juntos les gustaba. Vieron una máquina para la empresa y tenían que negociar con el comercial. Fue una negociación perfecta.

Toni – Valladolid
Mi nombre es Toni y el de mi mujer Ruth. Vivimos en un pueblo donde yo trabajo como diseñador de ropa y ella de oficinista en la misma empresa. Ella tiene 27 años y yo 32. Con motivo de una feria que se celebra en Madrid todos los años, nuestro director comercial nos envió allí durante una semana con la finalidad de tantear el mercado para renovar equipamiento industrial en la empresa textil. La situación nos vino de maravilla, y aunque no eran precisamente unas vacaciones, nos alegramos de poder trabajar juntos unos días. Así que allá nos fuimos los dos con todos los gastos pagados y en el coche de la empresa.
Hacía mucho calor en la capital. El primer día, nada más llegar al hotel nos instalamos y decidimos ir a tantear la feria sin prisas por que aún nos quedaba una larga semana por delante. Nos duchamos, deshicimos las maletas, nos vestimos con ropa cómoda y nos fuimos a la feria. Ruth estaba realmente radiante, el moreno que había cogido en verano le sentaba de maravilla. Llevaba el pelo suelto, con su media melena lisa y rubia, y un vestido corto muy fino azul de tirantes, con el cual no podía poner sujetador. Complementando eso llevaba unas sandalias blancas de tacón a juego con el tanga blanco que se acababa de poner.
Una vez allí, empezamos a recorrer los stands hasta que dimos con uno que nos había servido maquinaria el año pasado. El jefe comercial había salido y le dije a Ruth que esperara hasta que llegase, que yo me iba a ver otro stand que me interesaba. Estuve una hora en el otro stand y cuando llegué no vi a Ruth por ningún lado. Entonces me dijo una azafata que Ruth estaba en la oficina con el jefe de ventas, que pasase.
Entré y Ramón me saludó efusivamente. Yo lo conocía de conversaciones telefónicas pero nada más. Era un tipo gordo, de unos 60 años, bastante fondón y con una barriga muy prominente, estaba casi calvo y no era muy atractivo precisamente. Estaban sentados uno enfrente del otro en una mesa de cristal transparente. Ruth tenía las piernas cruzadas y el vestido más arriba de lo normal. Ramón debía de estar alucinando con la vista. Por si fuese poco el aire acondicionado estaba a todo rendimiento y los pezones de mi mujer estaban que se salían del vestido.
Me senté con ellos y estuvimos negociando una nueva máquina para la fábrica. El caso es que yo tenía libertad para comprar, pero aquella máquina se salía del presupuesto de la empresa. Ramón no podía bajar más le precio, pero aun así quedamos para que pasase por nuestra fábrica a hacer una demostración.
– Esta noche os invito a cenar, y no valen excusas -dijo Ramón.
– De acuerdo, así conocemos Madrid -contestó Ruth.
Quedamos a las 22h, le di la tarjeta del hotel y nos fuimos. Estuvimos un rato más por la feria y luego nos fuimos a descansar.

Llegamos al hotel y después de comer dormimos una buena siesta. A las nueve nos fuimos preparando; Ruth se puso un vestido rojo con un poco de vuelo y unos zapatos rojos. El vestido era de tirantes y el sujetador brillaba por su ausencia, debajo llevaba un tanga rojo de encaje. Estaba de miedo. A las 22h fuimos para la cafetería y vimos llegar a Ramón. Cenamos de maravilla, con un poco más de vino de la cuenta. Entonces Ramón nos propuso ir a tomar una copa a un pub que conocía cerca de allí, aceptamos.
Al llegar nos sentamos en una mesa, Ramón pidió cava y nos sirvió una copa. Al poco Ruth se empeñó en ir a bailar porque “no sabíamos nada más que hablar de trabajo” textualmente. Decidimos cambiar de tema. Ramón me confesó que estaba soltero, que tenía 62 años y que vivía solo en Madrid. No es que fuese de víctima, sino más bien que asumía su soledad y soltería. Pero a mí me dio mucha pena, porque era un gran tipo.
Ramón, que llevaba él solito una botella de cava, continuó sincerándose conmigo. Me comentó que no tenía novia, que su físico era un lastre para él, me dijo que se aliviaba de otras formas.
Con botella y media de cava nos fuimos animando y las risas eran ya de infarto. Ramón era un tipo cojonudo. Seguía contándome cosas que yo no contaría a nadie. Me dijo que se hacía mogollón de pajas, que le gustaban mucho las jovencitas. Me animé y le dije que lo que más me ponía era que Ruth saliera sin ropa interior, que lo hacía a menudo y que eso me ponía a cien.
– ¿Hoy lleva ropa interior?
Le contesté afirmativamente y entonces se me ocurrió una idea. Fui a la pista y le dije a Ruth que me acompañase. Cuando llegamos a la puerta le dije al oído mientras le tocaba el culo:
– Anda, cariño, quítate el tanga por favor, ponme algo cachondo.
Me miró con una sonrisa, entró al baño y los poco minutos salió.
– Toma anda, así voy más cómoda.
Y me dio el tanga enroscado en su mano. Llegué a la mesa donde estaba Ramón pensando en lo que iba a hacer. Así que me armé de valor y estirando la mano metí el tanga de Ruth en el bolsillo de su chaqueta, que estaba estirada a su lado.
– Anda, Ramón, mira tu chaqueta que tienes un regalo por lo buen anfitrión que has sido con nosotros.
– No tienes que darme nada, hombre -dijo mientras estiraba la mano y buscaba en la chaqueta.
De repente le cambió la cara al sacar el tanga de Ruth y lo empezó a mirar como si no se lo creyera. Se me quedó mirando como babeando y le dije:
– Lo siento, me había equivocado, hoy no lleva bragas.
Empezamos a descojonarnos víctimas del alcohol y el nerviosismo de la situación. Ramón me dio las gracias y se las guardó de nuevo. Al poco decidimos irnos. Ramón se fue a avisar a Ruth y ella lo cogió por el cuello y por la mano y le obligó a bailar una salsa.

Salimos del pub por una escalera, Ruth iba delante y Ramón y yo detrás. No le quitaba el ojo al culo de mi mujer queriendo ver más de lo que ofrecía.
– Tienes razón, me dice Ramón, saber que va sin bragas pone a uno a cien.
Y estallamos en una carcajada los dos. Al llegar al coche le pedí las llaves ya que no estaba para conducir. Él se sentó detrás y Ruth delante. Me guiaba mientras Ruth dormía. Por el rabillo del ojo veía que Ramón no hacía más que mirar a Ruth. Al llegar a su casa me dijo que lo metiera en el garaje y que nos quedáramos a dormir esa noche y a la mañana iríamos los tres a la feria de nuevo, o nos dejaría en el hotel para cambiarnos. Ruth estaba dormida así que decidí por los dos y le dije que de acuerdo. Aparcamos y Ruth no despertaba. Salimos y abrimos su puerta. El vestido se le había subido más de medio muslo, tenía las piernas ligeramente separadas y estaba recostada contra el centro del coche con la cabeza ladeada. Ramón se acercó y me dijo:
– ¿Subo esa faldita un poco y renegociamos la máquina?
– ¡Adelante! -le dije, casi sin pensarlo.
Me retiré y él se acercó a Ruth, le cogió el borde del vestido y se lo subió. Ante nosotros apareció ese delicioso chochito que se veía en todo su esplendor debido a la ligera abertura de piernas, afeitadito por los labios y con un hilillo de pelo en el pubis. Nunca me imaginé que esa situación me pusiera tan caliente. Tenía la polla a reventar mirando como Ramón babeaba. Él retornó la faldita a su sitio y yo desperté lentamente a Ruth, que tras desperezarse salió del coche. Nos dirigimos al piso de Ramón en el ascensor. Una vez allí nuestro anfitrión nos mostró la habitación y Ruth se disculpó diciendo que tenía sueño y fue para la cama. Ramón me llamó desde el salón para tomar la última copa.
– Mira, Toni, voy a hablar contigo serio y sin tapujos. Tengo una máquina que negociar contigo y tú tienes algo que yo desearía más que nada en este mundo. Creo que si los dos actuamos en confianza, sabiendo los límites de cada uno, podremos llegar a un acuerdo que nos beneficiará a los dos.
Yo, que aún estaba bajo los efectos del alcohol, ni me inmuté mientras me lo contaba. Podría decir que más bien la proposición volvía a ponerme caliente. Ramón prosiguió.
– No se trata de follarme a Ruth, sino más bien de que ella sea un poquito condescendiente conmigo y con mis necesidades como hombre. Ya sabes que por mi físico y edad tengo realmente difícil el tema de las mujeres.
– Te entiendo perfectamente. Entiendo tu propuesta y estoy de acuerdo en ella, pero me temo que Ruth no entrará en este trato. La conozco lo suficiente como para casi asegurarte que ella no haría nada de eso ni a mis espaldas ni con mi consentimiento.
– Toni, yo creo que sinceramente toda mujer en la situación adecuada puede llegar a ser muy puta. Te propongo lo siguiente, tú no le digas nada, yo le intentaré tirar los tejos a ver cómo reacciona.

Si lo toma por el lado bueno, la negociación estará cerrada al precio que tu querías, y si no acepta, tú lo arreglarás para que ella no se lleve una mala imagen mía excusándome en el caso que ella te lo contara. ¿Qué te parece?
Nos dimos la mano para zanjar el trato y nos fuimos cada uno a nuestra habitación. Por la mañana me levanté temprano, Ruth se despertó y yo le dije que se quedase durmiendo un poco más, que luego Ramón la llevaría a la feria.
– Ah, y se amable, con él, ya sabes… -le dije
– ¿A qué te refieres?
– Bueno mujer, ya sabes que el tema de la máquina está aún pendiente y… Solo es un pobre hombre, con que le alegres un poco la vista y seas algo melosa con él pues listo.
– Tú estás loco -me dijo, dándose la vuelta para el otro lado y pasando del tema como si yo estuviese desvariando.
Lo que sigue, lo cuenta mi mujer:
“Me dormí dos horas más y cuando sentí ruido me dispuse a levantarme. Tenía que avisar a Ramón para que me llevara al hotel a darme una ducha y cambiarme, así que me vestí rápidamente y me di cuenta de que Toni se había quedado con mi tanga. Salí de la habitación, entré en el baño y fui hasta la cocina donde estaba Ramón. Le comenté lo de pasar por el hotel, me di cuenta que me miraba de forma extraña, pero en fin, iba a hacer caso a mi marido y a hacerme la despistada, a ver si conseguíamos el contrato que tanto ansiaba Toni.
Ya de camino al hotel, al sentarme junto a Ramón la falda del vestido me quedó algo subida, pero la dejé allí para alegrarle la vista. La verdad es que me hacía gracia jugar con él, pese a que era un tipo gordo, medio calvo y con barba; sería la última persona en el mundo con quien me acostaría. Llegamos al hotel y le dije que me esperara tomando algo en el bar, que terminaba en 15 minutos. Asintió y subí a la habitación. No llevaba ni un minuto cuando picaron a la puerta, era Ramón.
– Perdona Ruth, pero me dejé le móvil en casa y tengo que hacer una llamada importante, ¿podría llamar desde aquí?
-Si, ningún problema -le dije señalándole donde estaba el teléfono.
– Por cierto, creo que ayer olvidaste una cosa en mi casa -me dijo sonriendo y llevándose la mano a la chaqueta.
Yo creí morir cuando sacó el tanga y me lo ofreció, me acerqué a recogerlo y él retiró la mano quedándose con el tanga y sonriendo.
– ¿Sabes? Me encantan las chicas que no llevan braguitas, y ya que las encontré, que menos que ponerlas en su sitio, ¿no crees? Todos los negocios pendientes se solucionarían con ese detalle -me dijo.
Por un momento pensé en todas las consecuencias de dejarle ponerme el tanga y al final llegué a la conclusión que era una tontería, que podría solucionar un negocio muy serio.

– Bien, pero solo ponérmelo y luego te vas, ¿de acuerdo?
Afirmando con la cabeza se arrodilló ante mí, cogió mi pie y las metió por él, luego hizo lo mismo con el otro pie sin descalzarme, luego empezó a subirme el tanga muy despacio mientras la falda del vestido también subía. El cerdo me estaba viendo el chochito y no acababa de ponerme el tanga del todo. Me lo subió bien arriba tocándome las nalgas a gusto, y cuando le tocó subírmelo por delante, hizo una cosa que me dejó petrificada. Metió su mano por debajo de mi tanga con la palma hacia arriba y me empezó a masajear el chocho sin contemplaciones y sin darme tiempo a reaccionar. Yo intenté retirarme hacia atrás, pero me tenía cogida por el culo con su otra mano.
– ¿Qué hace? -grité.
– Prepararte este coñito que tienes, ¿es que no lo ves?
Yo no daba crédito a lo que oía, aquel amable y gordito hombre que había conocido solo horas antes se había transformado en un gordo y seboso viejo verde que me estaba sobando el coño sin ningún reparo.
– Desde que te vi por primera vez supe que eras muy zorrita y pensé que estabas falta de una buena polla.
Me empecé a poner muy nerviosa porque veía que el tipo estaba hablando muy en serio. Si no cambiaba la cosa, y no tenía pinta de cambiar, el cerdo de Ramón me iba a follar en la habitación del hotel. Yo, que solo había estado en toda mi vida con Toni, me encontraba en una situación muy delicada, por un lado, si rechazaba sus planes Toni perdía una buena compra y por otro lado si aceptaba sumisamente sus intenciones podía quedar como una buena zorra delante de él. Las variantes eran muchas y Ramón seguía a lo suyo, su cara babeante estaba a pocos centímetros de mi chochito y sus dedos se introducían cada vez más en mi intimidad. Entonces tomé la decisión de fingir que lo pasaba bien para que terminase cuanto antes. El caso es que ya me estaba empezando a mojar cuando de repente se levantó y tocándose el paquete por encima del pantalón me dijo:
– A ver zorrita, ahora vas a ponerte de rodillas delante de mí y me vas a mamar la polla hasta que me corra, ¿vale?

Decir esto y sacarse la polla del pantalón fue todo uno. Llevaba uno de esos slips de hace 20 años y su amplia barriga apenas dejaba ver un miembro pequeño pero muy grueso, decidí que aquella era una buena oportunidad para terminar con aquel tema pronto. Le haría una buena mamada como las que le gustan a Toni y cuando se corriese, todo acabaría, así que me arrodillé delante de él, le acaricié la polla con mis manos y mirándole a la cara sonriéndole como una chica mala le dije:
– Prepárese señor, porque nunca le van a volver a hacer una mamada como ésta.
Así que me metí su polla en la boca. Mis labios estaban pintados y poco a poco le iba dejando manchas de carmín en su aparato. Movía la cabeza arriba y abajo y jugaba con mi lengua como le gustaba a Toni. Mientras hacía todo esto le miraba a la cara y le sonreía. El tipo estaba que no aguantaba más.
– ¡Cógeme la polla con la mano derecha, Ruth, que quiero ver como tu anillo de casada me roza la polla!
Al poco tiempo empezó a jadear como una bestia mientras me insultaba y de repente se sacó la polla de mi boca y empezó a eyacular por toda mi cara. Parecía una fuente imparable de semen, yo cerraba los ojos y esperaba que todo terminase, pero aquello no se acababa nunca.
Me llenó la cara, el pelo, el vestido, mi cuello, mis manos… El torrente de semen era alucinante, aquel tipo debía llevar esperando este momento toda su vida. Cuando todo acabó me sentí una verdadera zorrona, pero el caso es que tenía el coño chorreando.
Luego, pensándolo fríamente, no lo habia pasado mal y además chuparsela a aquel tío me dio mucho morbo.
Besos de parte de Toni y mios.

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