Relato erótico

Una buena entrada de año

Charo
15 de junio del 2017

Forman una pareja muy compenetrada, son liberales y amantes del intercambio de pareja, montarse un trío o a él le gusta ver como se follan a su mujer. Les invitaron a celebrar el fin de año en casa de uno de sus jefes. Fue una entrada al año nuevo “completa”.

Matías – León
Somos una pareja casada de León y queremos contar alguna de nuestras aventuras sexuales ya que mi mujer, Gloria, es exhibicionista y a mí, Matías, me gusta verla haciendo de todo con otros hombres y follármela después de zorrear con un tío o con varios.
En una ocasión alrededor de las siete de la tarde, salimos con destino a una fiesta de fin de año de las que montan las empresas a sus empleados Se había puesto un traje color rojo que dibujaba la parte superior de su cuerpo y la parte de la falda, a pesar de ser corta, tenía suficiente vuelo como para que le diera una completa libertad de movimiento, llevaba unos zapatos rojos y por única prenda adicional un tanga de encaje del mismo color. Ese día se perfumó a tope y olía como una diosa, pero para ir directo al grano, camino a la fiesta comenzamos a hablar de algunas de nuestras aventuras pasadas y de folladas memorables que hasta el momento habíamos vivido.
Como es de suponer la calentura comenzó a subir y le empecé a meter mano entre sus suaves piernas mientras conducía. Ella comenzó a jadear y a ponerse muy caliente. Debo aclarar que cuando Gloria está caliente jadea y gime profundamente y no es nada discreta, la expresión de su cara pone caliente a cualquiera además de que le encanta decir palabras
de lo más sucias, porque eso la pone muy cachonda.
Como iba diciendo, la seguía acariciando y a nuestro paso alcanzamos una camioneta con unos doce tíos que se veía de inmediato que eran trabajadores de campo o albañiles por su aspecto sudoroso y ropa muy sucia y estropeada, y en cuanto ella se dio cuenta de que esos hombres tenían la posibilidad de merecer un espectáculo, me dijo que me pegara lo más posible a la camioneta. Bajé las luces y así lo hice. La camioneta no iría ni a 40 Km p/h y para mi sorpresa la muy golfa de mi mujer subió las piernas al tablero, abiertas todo lo posible quedando todo su hermoso coño expuesto, exhibiendo su tanga prácticamente tragado por su coño
y el nacimiento de sus nalgas. De pronto, echó el asiento hacia atrás y encendió la luz interior del coche.
Cuando los tíos cayeron en la cuenta de lo que estaba haciendo mi mujer comenzaron a codearse y sin ningún recato, por supuesto, se dedicaron a mirar como mi hembra se masturbaba para ellos. Yo me puse muy caliente y como ella iba jadeando y prácticamente gritando de placer, bajé las ventanillas para que todos pudieran oírla como jadeaba como una golfa descarada. A los dos o tres minutos de estarse masturbando, se bajo los tirantes del vestido dejando salir sus preciosas tetas al aire, ya con los pezones completamente erectos por la excitación. Debieron quedar absortos cuando ella después de sobar un par de veces sus tetas se llevó de nuevo la mano izquierda al coño, se metió los dedos y acto seguido se chupó de una forma obscena los jugos de su raja una y otra vez.
Cuando noté que estaba a punto de correrse, adelanté el coche para que pudiera quedar más cerca. Como yo esperaba, esa maniobra dio gran resultado, y ella explotó en un orgasmo mientras yo les decía que ella era una zorra y que quería muchas pollas para que la inundaran de leche.

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Dicho esto comenzó a convulsionarse de placer entre alaridos y gemidos, pero cuando ellos quisieron contestarle algo o decirle cualquier cosa, yo aceleré el coche para no darles oportunidad a nada. Ella seguía caliente, riéndose muy cínica y diciéndome que se había corrido como nunca. Pronto llegamos a la dirección de la fiesta y ella seguía sacando jugos de lo cachonda que estaba así que sin más, me dijo:
– ¡Sin bragas, amor!
En la mitad del estacionamiento y creo que en presencia de uno de los aparca coches, se quitó a lo descarado el tanga y lo tiró en el jardín, se acercó a abrazarme y no pude resistir la tentación de agarrarle las nalgas mientras nos dirigimos a la fiesta. Saludamos al anfitrión y me di cuenta que cuando la abrazó, para darle un par de besos, sus manos se “escaparon” hacia el culo de mi mujer.
La fiesta era divertida, comenzó a correr el alcohol bailábamos todos con todos Vi que Alfonso, que así se llamaba el jefe, le tocaba lo que podía a mi mujer.
De pronto empezó a sonar una balada romántica y la golfa de mi mujer
estaba muy acaramelada con Alfonso, pero al terminar la canción regresó a la mesa, ocupó un lugar frente a mí y no a mi lado como al principio, sus ojos no podían ocultar la lujuria que sentía y me hizo una mueca descarada de que iba a salir a disfrutar con él, se levantó de la mesa y se encaminó a la zona de los lavabos, y ya no supe de ella hasta que salió, casi una hora después. Ahora le cedo al putón de mi mujer la palabra para que ella relate lo sucedido cuando se fue a follar con Alfonso.
“Hola chicos y chicas, espero que a esta altura del relato ya estéis mojados como yo que he ido leyendo como mi marido ha relatado esta morbosa experiencia.
De camino al baño oí un siseo que me llamaba insistente y cuando miré vi a Alfonso en la sombra de un cuarto oscuro con la puerta entreabierta. Noté que me recorría un escalofrió de excitación por todo el cuerpo, como mis rodillas comenzaron a aflojarse y mi chocho chorreaba. Me acerqué lo más rápido que pude y él, prácticamente de un tirón, me metió allí cerrando la puerta. Al instante encendió la luz y caí en la cuenta que estábamos en el cuarto donde guardaban los regalos de los sorteos que posteriormente se harían en la fiesta. Alfonso me abrazó, cogiéndome por las nalgas, mientras me daba el primero de muchos largos y obscenos lengüetazos por el cuello, boca, orejas y hombros. Entonces comencé a sentir como se me agolpaba la sangre en la cabeza y como mi respiración se transformaba en sonidos profundos.
Me estaba volviendo loca de placer y en un momento mágico, me bajó la cremallera del vestido dejándolo caer al suelo. Me quedé completamente desnuda, solo con los zapatos. En ese momento me sentí de lo más puta y se lo hice saber para excitarlo. Recuerdo que le dije textualmente:
– Cariño, me tienes calentísima y me siento como una zorra contigo, dime que quieres de mí…
No terminé de decir eso cuando me cogió del pelo y empujándome hacia abajo, suave pero con firmeza, me hizo arrodillar frente a su bragueta, sin protestar le cogí la cremallera y la bajé y de inmediato vi el bulto que, aunque no muy grande, resaltaba.
La saqué como pude y saltó como si estuviera hambrienta de que le hicieran una gran mamada. Cuando tiré hacia atrás la piel que la cubría vi con gran deleite como se iba descubriendo su cipote, que también estaba chorreando.

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Debo decir la verdad ya que esto es real y que no es muy fácil encontrar hombres muy generosos de polla y este no era uno de ellos, pues yo calculó que su verga no medía más de 13 ó 14 cm, ya que cuando me la metí en la boca, pude acariciar con facilidad sus huevos con mi lengua sin tener que atragantarme o hacer un gran esfuerzo. Empecé a mamarle la polla mientras con la mano lo pajeaba bien fuerte. Su verga tenía una vena que atravesaba todo el tronco, cosa que lo hacía parecer muy potente. Yo le chupaba las bolas y metía mi lengua lo más profundo hasta el final de sus huevos, tratando de llegarle lo más lejos, pero quedé bastante sorprendida cuando él se bajó los pantalones y los calzoncillos, se dio media vuelta dándome la espalda, con las piernas semi abiertas y sin flexionar las rodillas, apoyó sus brazos y cabeza en la mesa que tenía los regalos y muy rápido comprendí que era lo que quería Alfonso y sin pensarlo dos veces metí mi mano entre sus piernas afianzando su garrote mientras que con la otra separaba una de sus nalgas para clavarle mi lengua en el culo.
Mientras le comía el culo, le sobaba la polla desde la base hasta la punta y a los pocos segundos diría yo, porque se me hizo cortísimo el tiempo de mi mamada de culo, comenzó a jadear diciéndome que se correría.
Muy hábilmente, se colocó detrás de mí en un instante, me cogió por la rodilla obligándome a subir la pierna a la mesa que estaba detrás de nosotros, acto seguido me subió la otra y quedé a cuatro patas con las piernas abiertas ofreciéndole mis intimidades a plenitud. Sin previo aviso me dio un par de azotes en las nalgas que se pusieron rojas y se “metió” prácticamente dentro de mi chocho, chupándomelo y lamiéndomelo. Después de esa fenomenal mamada me giró en la mesa poniéndome las piernas en sus hombros y comenzó a acariciarme el coño con la cabeza de la polla. Yo ya no podía más, necesitaba que me follara urgentemente, así que le comencé a rogar:
– ¡Métemela, fóllate a esta golfa sucia, fóllame bien follada… fóllame…!
Cuando se acercó y empujó la cabeza de su polla, me hizo lanzar un alarido de placer, pero comenzó con un juego que nadie había jugado nunca conmigo. Al sacarme la verga no la metía otra vez sino que la frotaba por el chocho hasta llegar al clítoris, así una y otra vez mientras yo gemía como una zorra. Muy rápido me llegó un orgasmo impresionante seguido por 3 ó 4 más simultáneos y cada vez más buenos. No podía más, estaba extasiada y de lo más lujuriosa y golfa que se puedan imaginar.
De pronto, comenzó a jadear y me anunció su inminente corrida. Sin pedirle permiso me salí de sus hombros y me arrodillé frente a su polla, tiesa y enrojecida por la follada y en menos de lo que cuento, me estaba echando unos chorros de semen caliente en mi boca, que yo retuve sin dejar escapar nada, jugando con ellos de un lado a otro de mi boca, procurando dejarla bien impregnada de tan deliciosa leche, aunque después de unos segundos me la tragué con sumo gusto y le limpié la cabeza de su verga de los últimos residuos. Le sonreí con mucha malicia y le dije que cuando quisiera me llamara a mi móvil, y después de darle él numero le pedí que me ayudara a vestirme. Así lo hizo y seguidamente se vistió él también, salimos del pequeño cuarto, él con rumbo al baño y yo, con rumbo a la mesa con mi marido.
Cuando llegué, lo invité a bailar y aceptó al instante, se me pegó mucho al abrazarme y lo primero que me pregunto fue:

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– ¿Qué tal… follaste bien?
Yo lo miré muy lujuriosamente y me estiré para darle un beso de lengua largo, húmedo y lleno de semen de Alfonso, y cuando terminamos de besarnos mi marido me comentó que le había encantado el sabor a leche de mi boca, que la convertía en un elixir de placer.
Creedme o no pero allí mismo, con esas palabras tuve otro orgasmo que aunque no fue tan explosivo me hizo aferrar a mi marido para no comenzar a dar gritos en medio de la pista de baile.
Cuando regresamos a casa follamos como locos, incluyendo una penetración anal bestial.
Besos y saludos de los dos.

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