Una buena “compañía”

Recién llegada de un maravilloso viaje, tropezó y se rompió una pierna. Como le aconsejaron que tenía que reposar fue a vivir por unos días a casa de una amiga que compartía vivienda con dos chicas más. Era viernes por la noche y sus amigas se fueron al cine, pero al final, Sara dijo que se quedaría para hacerle compañía y… ¡Vaya si le hizo “compañía”!

Susana – Málaga
¡Tengo mala pata! Me lo decía mi madre y yo me obstinaba en negarlo pero es verdad. Tras haber disfrutado de un viaje que no se me olvidaría en la vida, vino el desastre. La verdad es fue un viaje fantástico con alguien más fantástico aún. Con él viví muchas situaciones pero supe cuando decir basta para evitar encariñarme con él, algo que en realidad no deseaba.
Como decía, llegamos al aeropuerto hace dos días. Yo estaba cansadísima del ajetreo de los dos últimos días y bajando del avión me tropecé y me rompí una pierna. Bravo por mí. No fue nada grave pero me dolió bastante en aquél momento.
Como vivía sola y los médicos me habían mandado reposo, me fui a casa de mi amiga Nuria, una amiga desde hace tiempos inmemoriales. La verdad es que me hacía ilusión verla después de tanto tiempo. Y su casa era una maravilla de dos pisos, victoriana y con un porche delicioso para el verano. Yo me hospedé en la planta baja.
Nuria vivía con otras dos amigas que estudiaban en la ciudad pero que eran de fuera. Nuria no permitió que tuviesen que pagar un piso. El recibimiento fue bastante caluroso y en poco tiempo ya estábamos, Nuria, Sara y Cristina y yo, riendo como locas.
Una noche Nuria y Cristina decidieron ir al cine para librarse del aburrimiento de ese viernes. Sara dijo que no quería ir y que así podría quedarse en casa conmigo. Pese a que le dije que no se molestase, se molestó y ahora me alegro de ello.
Después de cenar, yo me quedé navegando por Internet mientras que Sara se fue a ver la televisión. Cuando me aburrí de Internet, que fue muy pronto, decidí ir a ver la televisión con Sara, mi nueva amiga morena. Cuál fue mi sorpresa al encontrarme a Sara viendo una película X por la televisión. Aún más curioso era que esa había sido la primera película X que yo había visto. Aparecía un actor llamado Max lamiendo el clítoris a una chica. Ésta gemía mientras se acariciaba los pechos con voluptuosa lujuria.
De repente giró la cabeza y me vio. Se llevó un buen susto y quiso cambiarlo corriendo. Advertí que una de sus manos se había deslizado por dentro de su pantalón. La sacó a toda velocidad. Me dio morbo verla mojada con sus flujos de excitación. Le dije que si quería lo dejara ya que a mí no me importaba. Ella se restregó la mano contra el pantalón y yo me senté a su lado. Me miró aún con un poco de rubor en sus mejillas.

– No te asustes, mujer.- le dije.- No habré visto yo pelis porno. Sin ir más lejos, está ya la he visto varias veces.
– ¿De veras?
Asentí y nos reímos por lo bajinis, como solía decir mi madre a esa risa conejil. En la película, Max veía como una rubia con unos pechos exageradamente grandes le chupaba su miembro. Él hacía los típicos gestos de placer de los actores y actrices del género. La chica comenzó a chupar más fuerte y más rápido. No pude evitarlo: me estaba excitando muchísimo y conociéndome, la cosa podía acabar “muy mal”.
Max cogió a la actriz y la puso a cuatro patas. De un sólo golpe que hizo gemir a la actriz, Max empezó a penetrar a la chica en posición de perro tan rápido y fuerte como podía. Sara me miró creyendo que no me daba cuenta. Exageré la excitación que estaba empezando a dominarme, cosa que, al parecer, la excitó a mil. Por el rabillo del ojo vi como su mano derecha traspasaba la barrera de la cinta de goma de las bragas que llevaba. Yo hice otro tanto, cerrando los ojos para concentrarme en mis “sentimientos”. Los volví a abrir al notar la mano de Sara acariciándome la pierna. No esperaba que la cosa llegase tan lejos pero me dejé hacer. Los dedos de mi mano izquierda jugueteaban con mi coño, introduciéndose en él, metiéndose en un delicioso aceite de placer mientras que me acariciaban la pierna derecha. Al ver Sara que yo la dejaba hacer trasladó su mano a mi pantalón, justo por encima de mi clítoris. Yo la mire, algo que la hizo detenerse un segundo.
– Me gusta que hagas eso.- dijo.
Ella se quedó anonadada y siguió con más fuerza y más confianza en sus caricias. No hacía falta explicarle que desde hacía cinco años era bisexual. Había visto esa verdad reflejada en mis ojos y en mis carnosos labios suspirando de placer.
De repente, y para mi sorpresa, introdujo sus dedos por dentro de las braguitas hasta llegar a tocar mis dedos. Yo los aparté, ansiosa, y ella empezó a acariciar con dulzura pero con lujuria desenfrenada y animal mis vellos púbicos y mis labios.
Yo ya estaba completamente mojada cuando Sara me acarició el chocho. Haciendo malabarismos conseguí quitarme los pantalones y las bragas para que pudiese acceder mejor a mi clítoris. Sabía el problema que podía encontrarme si las otras dos volvían de improviso pero la excitación era tal que no podía detenerme ni lo deseaba.
-Espera.- dijo Sara.- Quiero hacer una cosa. Si tú quieres, claro.- añadió con timidez.
Yo quería seguir, creí inconcebible que parase así que con voz ronca asentí de inmediato, anhelante por volver a recibir sus dedos pero lo que recibí fue algo aún mejor: su lengua. Me echó sobre el sofá y empezó a comerse mi almeja, degustándola como el amplio manjar que era. Y al sentir este placer me dispuse a darle el mismo tratamiento. Me abalancé sobre ella, quitando casi rompiendo sus braguitas y ante mí apareció su coño. Tenía un poco de pelo que aparté con ansias y empecé a pasar mi lengua sobre él lo que provocó que mi amante profiriera agudos gritos de placer que me sorprendieron.
Apenas había empezado mi degustación cuando un delicioso y sensual orgasmo me hizo traspasar la línea del placer normal. Arqueé toda mi espalda y cerré los ojos sin saberlo. Mi lengua quedó sobre su clítoris.

Cuando volví a tomar conciencia de mi misma, seguí con mi tarea. Sara se incorporó y se medió sentó sobre sí facilitándome la tarea. Yo quería que siguiese pero la chica no parecía tener mucha experiencia y, tal vez creía que después de un orgasmo no había más. Daba igual, me concentré en disfrutar del sabor de su almeja y vaya si lo disfruté.
Por fin ella también alcanzó el clímax regalándome con un dulce cóctel que me supo a maravillas. Las dos nos tumbamos en el sofá, suspirando. Yo aún tenía “ganas de guerra” así que la puse debajo de mí y empezamos a besarnos. Ella estaba asombrada. Fue una delicia besar esa boca tan joven, fresca e inocente y casi sin darme cuenta estábamos frotando nuestros chochos y gimiendo de placer. Sentía un placer intenso. Un dedo de la chica se deslizó por mi trasero y me sorprendió metiéndose en mi trasero. Ni ella misma sabía lo que hacía. Tenía mis tres agujeros tapados: en la boca tenía su lengua, saboreándome, devorándome. Mi almeja se había fundido con la suya y mi trasero acogía con deleite su dedo.
Creo que nos corrimos al mismo tiempo pero estaba tan exhausta, cansada y llena de placer que no lo supe. Nos quedamos tumbadas en el sillón hasta que casi una hora después. Nos vestimos rápidamente y arreglamos las cosas como pudimos para que no se notase. Cuando se abrió la puerta, Sara me sonrió pícaramente. Yo la sonreí sin saber todavía los lujuriosos cuatro días que me quedaban. Cuatro días.