Una buena comida

Viven en el mismo barrio desde hace muchos años, pero hasta hace dos meses no salen juntos y son novios. Suele ir a su casa muy a menudo. Aquel día su novia había encontrado trabajo y le dijo que fuera a comer a su casa. Su “suegra” le hizo la “comida”, en todos los sentidos.

Roberto – Valencia
Querida Charo, eran las diez de la mañana de un sábado, en un pueblo cercano a Valencia. Sonó el teléfono. Era mi novia Cristina que me llamaba, eufórica, diciéndome que había conseguido un trabajo como secretaria en una gestoría cerca de casa. Además de decirme una y otra vez lo contenta que estaba, me comentó que fuera ese mismo día a comer a su casa para celebrarlo. Yo dije que iría con mucho gusto y le recordé lo bien que me lo había pasado dos noches antes con ella y precisamente en su casa.
Conocía a Cristina desde hace mucho tiempo, ya que vivíamos cerca uno del otro, pero solo llevábamos saliendo dos meses. Ella es espectacular, rubia, ojos marrones, con unas tetas de tamaño normal pero con los pezones bastante grandes y mirando hacia arriba, caderas algo anchas con un culete redondeado. Es algo mayor que yo, pues tiene 26 años y yo 23. Tardé casi un mes en convencerla de que follásemos, pero desde que la convencí lo hemos estado haciendo casi todos los días. Al principio pensé que era un poco tímida, pero en este poco tiempo me ha demostrado que es una verdadera golfa. Le encanta comerme la polla mientras ella se pajea con sus dedos y un día, mientras yo conducía, se subió la faldita que llevaba, se untó el agujero del culo con una crema que llevaba y empezó a meterse una zanahoria de las que habíamos comprado en el súper.
Llegué a su casa a las dos de la tarde. Me abrió la puerta María, su madre. Tiene unos 47 años y también está buenísima. De hecho, cuando era más joven, no dejaba de hacerme pajas pensando en ella. Me cruzaba con ella por la calle, nos saludábamos y cuando llegaba a casa se masturbaba como un bestia. Desde que salgo con su hija se me ha pasado un poco esa fiebre, aunque no del todo. María es más morena que su hija, siempre está perfectamente bronceada y tiene un cuerpo increíble, tetas más grandes que las de Cristina, curvas de escándalo y una boca enorme con labios muy sensuales que parecen pedir una polla para chupar. Está divorciada y en el barrio siempre ha tenido fama de puta. Me dio dos besos y me mandó pasar. Llevaba un vestido de verano con gran escote y tirantes.
Pasé al comedor donde estaba Cristina. Ella se levantó del sofá y me besó en los labios. Nos pusimos a comer y siempre que iba a su casa me sorprendía la naturalidad con que hablaban de cualquier tema, cosa que no pasa en mi casa. Si salía algún tipo bueno en la tele, María comentaba sin reparos que “yo le podía hacer a ese un buen trabajito” y después se reía.

A las cinco de la tarde, Cristina me dijo que había quedado con Marta, una amiga suya inaguantable, para comentarle lo del nuevo trabajo. Yo dije que me iba a casa a echar la siesta, pero en ese momento María intervino diciendo que me quedase allí, que a ella no le molestaba. Miré a Cristina y asintió, así que acepté.
Me tumbé en la cama, con bastante sueño y un poco excitado por quedarme solo con María. Una hora más tarde me desperté. Se oían en el comedor un montón de gemidos. Me levanté con la polla totalmente tiesa, me asomé sigilosamente al comedor y vi que María estaba viendo una película porno en la que un negro con una polla enorme se la metía a una tía negra con unas tetas enormes y unos labios, superiores e inferiores, muy carnosos. María estaba con el vestido levantado hasta la cintura, bragas negras bajadas y con un vibrador metido en el coño. Movía las caderas ligeramente y con una mano se sobaba las tetas por debajo del vestido. Tenía el coño afeitado, dejándose solo unos pelitos en la zona central de su monte de Venus. Gemía algo, aunque mucho menos que los que estaban en pantalla.
Unos segundos más tarde se sacó el vibrador negro de la vagina y se lo metió en la boca, lamiéndolo completamente. Yo me había sacado la polla del chandal que llevaba y me la estaba meneando, a punto de correrme. En ese momento supuse que lo estaba haciendo adrede sabiendo que yo estaba en su casa y estábamos solos. Así que me lancé. Me subí el chandal, pero se notaba un bulto impresionante en mi paquete y entré en el comedor. Nada más entrar, ella me miró sin hacer más.
– ¿Qué tienes ahí escondido? – dijo señalándome el bulto.
– ¿Qué haces tú con el coño al aire y chupando ese consolador? – le respondí.
– Hace mucho que no me echan un buen polvo y hoy que tengo un macho en casa no lo pienso desaprovechar. Cristina llega siempre muy contenta a casa después de estar contigo, así que también deberías contentar a tu futura suegra.
Yo le dije que lo haría con mucho gusto. Me bajé el chandal y le mostré mi polla, no muy larga pero bastante gruesa. Ella sonrió y me dijo que me acercara al sofá. Agarró mi polla por la base y le dio un lengüetazo. Estaba a mil. Se la metió en su gran boca y me la succionaba, moviendo continuamente la lengua y exprimiéndome los huevos con la otra mano.

Yo bajé las manos y empecé a sobarle las tetas, le bajé los tirantes y ella, moviéndose un poco en el sofá, se quitó el vestido por abajo y yo saqué mi polla de su boca, contra su voluntad, para contemplar el espectáculo. Estaba ahí tumbada en el sofá completamente desnuda, con el coño y las tetas al aire. Tenía unos pezones enormes, bastante más grandes que los de Cristina, al igual que las tetas, muy bronceadas y algo caídas, pero totalmente excitantes. Me acerqué otra vez a ella y volví a meter mi polla en su boca. Su excitante boca con gruesos labios la volvió a chupar, masajeándome constantemente los cojones con su mano izquierda y cuando estaba a punto de correrme se la sacó de la boca, me la acarició con la mano y me corrí en su cara, llegándole la leche a la frente y al pelo. Me sonrió y siguió machacándomela hasta que se puso otra vez dura.
– Ahora quiero gozar de verdad – me dijo.
Me pidió que cogiera una loción solar que tenía allí al lado y que se la pusiera en su culo. Le abrí las nalgas lo que pude, dejándome ver su agujerito totalmente, le apliqué la crema en círculos, su agujero se fue dilatando y entonces le metí un dedo. Ella gimió de gusto. Saqué el dedo y le metí mi polla exultante. Me dijo que la dolía un poco y que hacía mucho tiempo que no se la metían por el culo pero yo me excité y empecé a encularla lo más fuerte que pude. Ella gritaba y echaba las manos hacia atrás agarrándome del cuello. Así se corrió rápidamente y poco después lo hice yo, quedándonos en esa situación unos minutos, recuperándonos.
Cuando le saqué el cipote de su culo, ella fue al baño y cuando volvió me propuso un juego que no pude rechazar. Me dijo que le encantaría que la follase mientras tenía yo un vibrador en mi culo. Estaba tan excitado que no me lo pensé ni un segundo. Me puso crema en el ano, me metió los dedos mientras yo gemía, los retiró y metió el consolador. Me sentía como una puta. Ella lo puso a funcionar y empezó a moverse en mi interior. Estaba súper empalmado. Entonces María me puso un condón con la boca, lo que todavía me excitó más.

Se sentó encima de mí y empezó a moverse arriba y abajo. Gemía cada vez más alto y sus tetas se bamboleaban de forma increíble, cogí una con mi mano y me metí el pezón en la boca, lamiéndolo sin cesar. Cuando ella dijo que se corría lanzó un grito enorme y al momento me corrí yo y me saqué el vibrador del culo.
Nos quedamos tumbados en el sofá. Me quité el condón, eché toda la leche que tenía por sus tetas, y ella se la restregó por todo el cuerpo. Nos vestimos. Eran las nueve y media de la noche. La besé en los labios, le metí la lengua y me despedí de ella hasta la próxima contestándome ella que podía repetirlo cuando quisiera.
Saludos y ya te contaré lo que ocurra.