Relato erótico
Una buena celebración
Celebraban sus diez años de casados y pensaron que podrían hacer algo especial. Hablaron, y se pusieron de acuerdo en realizar una de sus fantasías.
Vicente – NAVARRA
Amigos de CLIMA, tengo 42 años y por casi 18 años he dirigido mi propio negocio de publicidad. Mi mujer es un año mayor que yo y trabaja como ejecutiva en una prestigiosa firma financiera. Para ser honesto, no soy bien parecido y estoy excedido de peso, aunque en opinión de mi mujer y de las novias que tuve, tengo un encanto especial. Irene, mi mujer se mantiene en muy buena forma y aunque no es una mujer espectacular, es bastante guapa y en mi opinión está bastante buena.
Hasta hace un año, nuestra vida sexual era muy normal. Las únicas variaciones interesantes que empezamos a experimentar los últimos dos años fue el sexo anal, cosa que, tras los primeros momentos de dolor, a ella le encantó, y amenizar nuestras folladas con relatos de fantasías, tanto de ella como mías.
El tema de este relato se inicia hace un año, cuando celebrábamos nuestros diez años de casados. Después de una muy buena follada hablamos sobre el regalo que cada uno quería por nuestro aniversario. De manera un tanto inocente y la verdad diciéndolo sin reflexionar, le propuse que como regalo de aniversario sería muy buena idea cumplir nuestras fantasías sexuales y cual no sería mi sorpresa cuando ella me respondió con un sugestivo tono de voz:
– Encuentro muy interesante tu idea, pero… ¿estás seguro?
El primer paso fue definir las fantasías y las reglas del juego. Mi fantasía, como la de muchísimos hombres, fue la de estar con dos mujeres al mismo tiempo y la de ella fue ser follada por tres hombres. Una vez definida la fantasía, nos dedicamos a definir las reglas del juego con el objetivo de evitarnos dificultades y cosas desagradables. Las dos reglas más importantes fueron que esto iba a ser por una única vez y que no íbamos a hablar nada al respecto después de que hubiera pasado.
En este primer relato contare como me fue a mí y más adelante contaré sobre la realización de la fantasía de mi mujer. El primer problema fue encontrar una amiga que estuviera dispuesta a intervenir en el trío y que además fuera del agrado de mi mujer. Mi primera opción fue Rosa, una estupenda mujer de 30 años que trabajó para mí por varios años y con la que ya había tenido relaciones muy sabrosas y que dicho sea de paso, es muy puta. Le encantan las vergas y está abierta a experimentar, pero desgraciadamente para mí, no aceptó y tuve que recurrir a otra antigua empleada. Sofía, una rubia de 27 años, flaquita pero con unas tetas grandísimas y bastante liberal y a pesar de que yo no había tenido sexo con ella, aceptó inmediatamente, pero su condición fue que no me iba a mamar la verga ni se la iba a meter por detrás. Fijamos el encuentro para un viernes, pues eso me daría tiempo de colocar a nuestros hijos en casa de mi madre y preparar el encuentro.
Pues bien por fin llego el viernes y unos minutos después de las nueve de la noche, sonó el timbre. Era Sofía. Para romper el hielo y desinhibirnos, nos sentamos los tres en la sala degustando un fresquito cava. El ambiente era tenso y pese a que los tres sentíamos la electricidad sexual recorriendo nuestros cuerpos, nadie se atrevía a dar el primer paso y después de casi una hora y ya un poquito mareados por la bebida, Sofía rompió el hielo con sus palabras diciendo:
– Y bien, ¿donde está mi ropa?
Inmediatamente mi mujer se puso de pie, diciéndome:
– Nos vamos a vestir, no te vayas a poner pedo, porque esta noche vas a tener la follada de tu vida.
Lejos de incomodarse con el comentario, Sofía se incorporó al tiempo que agarraba mi verga sobre el pantalón. Las vi subir las escaleras imaginándomelas ya vestidas como unas putitas, con sus medias negras y tacones altos, abriendo sus nalgas para ver sus coños y culitos. La pura imaginación hacía que mi verga lubricara, dispuesta ya a entrar en sus deliciosos orificios.
Me serví otra copa de cava dispuesto a esperar a mis dos amantes y atento a oír el sonido de los tacones en la escalera o escuchar su llamada indicándome que subiera. Así pasaron diez minutos. Otra copa. Otros diez minutos y nada. Ya había pasado casi media hora y no me habían llamado, así que decidí subir a ver que pasaba. No quiero pecar de ingenuo pero la verdad no estaba preparado para lo que vi al abrir la puerta del cuarto. Ataviadas ya con su cachondo atuendo estaban mi mujer y Sofía enfrascadas en un cachondísimo beso. Apoyada sobre la cómoda, mi mujer aplastaba sus nalgas mientras Sofía sobaba su húmedo coño. El contraste de los tonos de la piel blanca de mi mujer y morena de la otra y la visión de sus bocas unidas era sencillamente espectacular.
Mi entrada no las incomodó en lo absoluto. Solo Sofía se dignó a dirigirme una mirada al tiempo que mordía picarescamente los pezones de mi mujer. Los gemidos de Irene indicaban que estaba gozando de los lindo con su experiencia lésbica y ver los delgados dedos de Sofía entrar rítmicamente en el coño de Irene, sacándolos de vez en cuando para dar pequeños golpecitos a su clítoris, hizo que mi polla se levantara al máximo. Yo ya estaba dispuesto a follarme a cualquiera de las dos putas, pero estaba disfrutando de lo lindo del espectáculo, así que decidí sentarme en la cama y seguir gozando de lo que antes solo había visto en videos porno.
Las dos cabronas supieron que me estaban calentando por lo que prosiguieron su viciosa exhibición y Irene empujó a Sofía sobre la cama abriendo y levantando sus piernas, con los tacones apuntando al techo, para arremeter con su lengua el coño de Sofía y yo, aprovechando la situación, coloqué mi polla sobre la boca de Sofía, esperando en vano la caricia de su lengua al devorar mi polla, pues en ese momento olvidé que una condición de Sofía es que no le gusta mamar verga. Entonces fue el momento para deleitarme con sus tetas, un par de deliciosas montañas coronadas con pezones rosados.
Al sentirse atacada por coño y tetas, Sofía empezó a temblar en un violento orgasmo, al tiempo que mordía mi oreja.
Aproveché el momento y la posición para colocarme en posición y meter la polla en el coño de Sofía que, al sentir la embestida, cerró las piernas sobre mi espalda presionándome y manejando el ritmo con el que mi verga entraba en su húmeda cueva mientras Irene se deleitaba mamando sus tetas y dándole unos besos con lengüetazos sabrosísimos, pero al sentir que estaba cerca de correrme la saqué. No quería acabar tan pronto y desperdiciar las dos deliciosas mujeres con las que festejaba mis años de casado. Entonces me recosté y dejé que Sofía se montara sobre mi polla, controlando ahora yo con mis manos el sube y baja de su coño sobre mi polla. Verla clavada con sus medias negras y sentirla en una posición inmejorable por los tacones altos, era una experiencia paradisíaca.
En un momento dado, mi vista se tapó cuando Irene se sentó con su coño sobre mi boca dispuesta a gozar con mi lengua, y a la vez aproveché para empezar a dilatar su estrecho culito, estimulándolo con mis dedos en el borde y dándole pequeños empujoncitos. Ahí estábamos los tres, experimentando sexo por todos lados. Sofía bien ensartada con mi polla y recibiendo los besos y mamadas de tetas por parte de mi mujer, ya que habían quedado frente a frente. Irene disfrutando de las tetas y boca de Sofía con mi lengua en su clítoris y mis dedos en su culo. Y por supuesto yo, mamando coño, metiéndola en el culo a mi mujer y sintiendo el sube y baja del chocho de Sofía sobre mi verga. Después de unos minutos en los que estuve gozando viendo la cachonda escena en el espejo de la habitación, Sofía se volvió a correr con sus ahora conocidos temblores, gritos y escalofríos.
Ahora era el turno de Irene. Me senté sobre el borde de la cama para que ella colocara una pierna sobre la mesita de noche, sentándose sobre mi verga que amenazaba con explotar. Moviendo sus caderas hacia delante y atrás y después hacia los lados, para después hacer repentinas paradas intermitentes, Irene me estaba haciendo gozar al máximo y por si eso no fuera poco, Sofía me acercaba sus tetas a la boca para que chupara y mordiera sus deliciosos pezones.
De pronto, Irene se sacó mi polla de su coño para situarse sobre la cama, a cuatro patas, diciéndome:
– Acaba ya lo que empezaste.
Rápidamente Sofía se recostó de modo que Irene pudiera mamar nuevamente su coño mientras era follada por mí. Su culo se mostraba ya dispuesto a recibir la embestida de mi verga por lo que saqué un poco de lubricante y lo coloqué en las paredes de su pequeño túnel del amor para después proceder a meterla suavemente. Después de 10 años de matrimonio allí estaba yo, follándome a mi mujer por el culo mientras ella le mamaba el coño a una precosa mujer, que resultó sorprendentemente lesbiana. Ya era demasiado para mí y después de unos minutos, no pude contenerme más e inundé con mi corrida el culo de mi mujer, apenas un poquito dilatado y chorreando con la corrida.
Cansado y todavía medio acalambrado por la deliciosa corrida, me acosté disfrutando de otro copa, pensando que ya todo había acabado, pero sin darme cuenta que, acostadas, descansando, Irene y Sofía ya se estaban metiendo mano mutuamente. Con mi verga flácida después de las soberbias folladas que les di a las dos, me dispuse a ver nuevamente el espectáculo de mi mujer y mi ex empleada gozando de lo lindo y después de ver por largo tiempo el cachondo show y tal vez por las copas, mi verga no respondió por lo que la noche entera fue de Sofía y mi mujer, que aprovecharon la capacidad multiorgásmica de la mujeres, las muy cabronas, para deleitarse por horas y horas una con otra.
No sabía todavía en ese momento, lo que esa noche iba a significar para mi vida sexual pero bueno, eso es material de otro relato.
Saludos y hasta pronto.