Relato erótico
Una buena amante
Era una clienta de la tienda donde trabajaba y estaba muy buena. Fue a buscar unas lámparas y la señora le dijo si podía llevárselas a su casa y ver como quedaban.
Raúl – BARCELONA
Querida Charo, lo que voy a contarte es lo que me ocurrió con una cliente de la tienda de lámparas donde trabajo. Esa mujer, Sandra, un día me pidió que le mostrara un par de lámparas de mesa para su cuarto, saqué las lámparas de la vitrina y las conecté, me agaché para encenderlas y Sandra se agachó delante de mí, las encendí y levanté la mirada a ver que le parecían. Lo que vi casi me hace caer de espaldas, Sandra estaba frente a mí con su falda bien subida y las piernas separadas de forma que podía ver el triángulo que formaba su tanga sobre su abultado sexo. Traté de parecer calmado y le pregunté:
– ¿Te gustan?
– Déjame verlas con calma, las cosas hay que detallarlas bien, ¿no te parece?
– Estoy totalmente de acuerdo, hay que verlas con calma – le dije ya más tranquilo y fijando mi mirada en su tan ofrecida entrepierna.
Ella separó un poco más sus muslos y me preguntó como en un susurro:
– Dime algo Raúl… ¿a ti te gustan…?.
– Son muy bonitas tanto que si por mí fuera, las tendría en mi cama siempre – repliqué.
– Ahora que lo mencionas, me gustaría ver como lucen en mi cuarto, ¿por qué no las llevas a mi casa y así me decido de una vez?
Llegamos a su casa y ella me ofreció un refresco, y no pude sacarle los ojos de encima. Ella coqueteaba descaradamente.
– Vamos a mi habitación que quiero que me enchufes eso de una buena vez a ver si en realidad resultan tal y como me lo imagino -dijo en un juego de palabras muy insinuante.
Llegamos a su habitación, yo coloqué las lámparas a ambos lados de su cama y las encendí.
– ¿Te gustan más ahora? – pregunté.
– Sí, ya comienzan a gustarme más cada vez –contestó- Apaga la luz principal a ver que tal.
Fui hasta el interruptor y cuando me volví, Sandra estaba tendida en su cama, la falda se le había subido bastante y su tanga quedaba a la vista.
– Quédate ahí y dime como lucen.
– Se ven preciosas, justo en donde deben estar – dije.
– Déjame atenuarlas un poco a ver si te gustan más.
Rodó sobre el colchón y bajó la intensidad de la luz, cuando volvió a su sitio, su falda estaba totalmente subida y su sexo se veía desafiante bajo la blanca tela de la diminuta prenda íntima. Comencé a soltar los botones de mi camisa muy despacio sin dejar de mirarla, ella fue soltando los botones de su vestido hasta abajo, separó las piezas de tela hacia los costados y sin dejar de mirarme fijamente separó sus hermosos muslos muy levemente, su dorado cuerpo quedó apenas cubierto por la diminuta combinación blanca que llevaba debajo. Terminé de quitarme la ropa y quedé en calzoncillos, ella no quitaba sus ojos del prominente bulto que se marcaba en ellos. Pasó su lengua por los labios y se frotó el coño con una mano.
Me recibió con la boca entreabierta esperando mi lengua que se hundió en ella y se enfrascó en furiosa batalla con la suya. Amasé sus grandes y duras tetas y froté mi erección contra su monte de Venus. Luego rodamos quedando ella sobre mí y entonces Sandra sacó mi verga del calzoncillo, apartó la tela de su tanga y se fue clavando lentamente mis diecinueve centímetros hasta que lo hizo desaparece en aquella tibia y estrecha cueva que estaba empapada en sus jugos producto de la excitación.
– ¡Es enorme, mi vida, déjame disfrutarte así, luego habrá tiempo para más escarceos, ahora lo que quiero es sentir como me follas macho mío!
Cuando comencé a darle con mucha fuerza, ella se irguió sobre mi abdomen y comenzó a amasar sus tetas mamándoselas de vez en cuando ella misma mientras yo la agarraba por las nalgas y comenzaba a darle aún más duro hasta que noté que estaba próxima a lograr un orgasmo. Entonces le acaricié el agujero del culo con un dedo y enseguida ella explotó en un orgasmo que la sacudió toda hasta dejarla exhausta sobre mi pecho, con sus ojos llenos de lágrimas. Clavó sus uñas en mi carne y yo le metí el dedo en el culo mientras duró aquel festival de fuegos artificiales.
– ¡Me corro, Raúl, me estoy corriendo sobre tu polla, macho… aaaah… así mi vida… que corrida tan bárbara, que follada tan estupenda mi cielo, nota como te aprieto la polla con mi coño, sí, sí… oooh…!.
La dejé cabalgarme otra vez cuando hubo descansado y estuvo sobre mí por espacio de media hora. Sandra se corría una y otra vez hasta que la coloqué debajo, levanté sus piernas sobre mis hombros y empecé a darle con todo el peso de mi cuerpo y bien profundo.
– Dime algo mi cielo, ¿tú no te corres nunca?, porque quiero sentir como inundas mis entrañas con tu leche, además tenemos todo el tiempo que quieras para gozarnos mutuamente.
– Me gusta esperar hasta que la hembra que está conmigo me lo pide, así que ya te voy a llenar ese chochito con mi leche -le contesté
Arremetí contra ella con todas mis fuerzas y justo cuando le venía otro orgasmo, le inundé el coño con largos y potentes chorros de semen y ambos nos quedamos sin aliento.
Descansamos un buen rato y de pronto comenzó a acariciar mi polla dormida, entonces la despojé de toda su ropa, me saqué el calzoncillo y nos dedicamos a disfrutar de nuestros cuerpos hasta quedar unidos en un sesenta y nueve que nos llevó a un nuevo orgasmo simultaneo, ella tragó todo mi semen y yo saboreé sus jugos que salían abundantemente de su sexo.
Nos fumamos un cigarrillo y nos quedamos dormidos abrazados, ella colocó su cara sobre mi pecho y montó una pierna sobre la mía, yo la rodeé con un brazo y apresé una de sus tetas. En esa posición nos venció el sueño.
A las dos horas me desperté con una erección tremenda. Sandra me daba la espalda, su espalda desnuda y aquel par de hermosas nalgas eran todo un espectáculo, me acerqué a ella y pasé mi brazo sobre su costado, abarqué una de aquellas deliciosas esferas de carne y le recosté mi erección contra las nalgas. Ella empujó su trasero contra mí y apretó mi mano contra su teta, diciéndome:
– ¡Que agradable es despertarse así, fóllame mi vida, hazme sentir tu polla bien duro y bien adentro, Raúl!
La monté sobre mí de forma que me daba la espalda, separé sus muslos y la ensarté desde abajo, luego la aferré por las tetas y comencé a bombear en su interior a una velocidad y con una fuerza impresionante. Sandra se corrió casi enseguida en medio de gritos y exclamaciones de placer, después de dos orgasmos la puse debajo y juntando sus piernas, me senté sobre sus muslos y le di con furia hasta que le arranqué seis orgasmos más y volví a descargarme en ella.
– ¡No te salgas mi vida, quiero sentirte dentro por siempre! – me suplicó.
Me quedé sobre su cuerpo sin moverme para evitar salirme de aquel tibio refugio y pude sentir como ella apretaba sus músculos vaginales hasta que volvió a correrse en silencio.
– No te bajes vida mía y ahora dime, mi cielo, ¿si tuvieras la oportunidad de obtener una virginidad, serías lo suficientemente delicado como para no lastimar mucho a la mujer que te la ofrece? – me preguntó.
Aquella forma tan sutil de ofrecerse, me puso a millón en cuestión de segundos, mi verga reaccionó entre sus nalgas como accionada por un botón.
-Te suplico que recuerdes que por detrás soy virgen, así que házmelo con cuidado, mi cielo, esa es la única virginidad que te puedo ofrecer.
Comencé a besar su espalda y fui bajando mi boca hasta que llegué a sus nalgas, las separé al máximo y pegué mi boca a su rosado agujerito. Sandra dio un respingo y su cuerpo se arqueó, le introduje la lengua y comencé a encularla con ella mientras con una mano le acariciaba los labios vaginales.
– ¿Tienes algún lubricante en tu tocador? – le pregunté.
– La verdad es que no sé que pueda servirnos, pero busquemos y tú me dirás…
Buscamos entre sus cosméticos y yo tomé un tubo de crema humectante
Volví a besar su delicioso culito y luego de un rato me introduje de nuevo en su vagina y comencé a darle suavemente, entonces apliqué bastante crema alrededor de su esfínter y muy lentamente le fui metiendo un dedo. Fue un proceso lento pero al final logré metérselo todo sin que ella se quejara, acoplé el movimiento de mi dedo con el de mi verga y fui haciendo presión hacia los bordes para dilatarla al máximo posible, apliqué bastante crema en mi miembro y lo coloqué justo a la entrada de su virginal orificio y fui haciendo presión muy despacio ayudándome con una mano. Ella se tensó al principio pero enseguida noté como se relajaba toda, insinué varias veces hasta que de pronto aquella cueva pareció escuchar la palabra mágica, mi gruesa cabeza se abrió paso y estuve dentro de su trasero; el grito de Sandra fue desgarrador:
– ¡Aaaaay… mi vida… como me duele, mi amor!
– Acaríciate Sandra, tócate el clítoris, mastúrbate… – le dije.
Ella empezó a acariciarse en el clítoris con tres dedos y yo comencé a entrar en ella con movimientos muy cortos hasta que ya no quedó nada por fuera, a los pocos minutos pude oír que empezaba a gemir muy quedo, eso era señal de que empezaba a sentir placer. Empezó a mover sus nalgas muy despacio haciendo pequeños círculos mientras lloraba en silencio y de pronto sentí como su esfínter se cerraba muy fuerte alrededor de mi verga y supe que se estaba corriendo, sus contracciones eran tan fuertes y seguidas que llegué a sentir dolor, sobre todo porque su silencioso orgasmo se prolongó por casi un minuto. Entonces la hice tenderse sobre su abdomen y la besé con ternura desde atrás.
– Fue algo maravilloso Raúl, me has hecho tocar el cielo, mi amor, eres un hombre maravilloso, mi vida, un amante sin igual.
– Me alegra que lo hayas disfrutado, pero te advierto que esto es solo el comienzo, cuando te hayas corrido como yo quiero que lo hagas, entonces sabrás que no habías gozado jamás lo que podías gozar.
– ¡Ay sí, ay sí, ay mi vida, sí mi amor, dame así, dame más, quiero tu lengua, mi cielo, aprieta mis tetas y dame tu lengua!
Pegué mi boca a la suya y se apoderó de mi lengua como si quisiera arrancármela, yo por mi parte fui aumentando la fuerza de mis golpes de cadera hasta que de pronto Sandra clavó sus uñas en mi espalda y estalló como una bomba nuclear. Se movía con una fuerza increíble y empujaba con sus labios pegados a los míos mientras sus ojos se llenaban de lágrimas y su esfínter trataba de arrancarme la verga.
Hasta hoy no recuerdo que ninguna mujer con las que he tenido sexo anal, haya logrado un orgasmo tan intenso como lo hizo Sandra. Esa tarde, después de su cuarto orgasmo anal, le advertí que yo me correría en el próximo que ella tuviera.
– ¡Quiero que cuando te corras me dejes sentir toda tu fuerza, toda tu pasión, quiero que me encules bien profundo para no olvidar jamás este momento, que me desgarres el culo si es preciso, pero que me goces al máximo posible!
La coloqué sobre su vientre y le puse dos almohadas debajo para que su trasero quedara empinado sin esfuerzo, entré en ella sin previo aviso y me convertí en un salvaje. Sandra gritaba, pero me instaba a seguir con mayor brío y en el momento que eyaculé en su culo Sandra lo hizo conmigo y empezó a gritar de una manera casi animal.
Parecía que la estaba matando pero sus gritos eran de placer y me animaba a que le diera más duro cada vez. Nos corrimos largo y fuerte, después me tumbé sobre su espalda y nos quedamos varios minutos sintiendo las contracciones de nuestros cuerpos.
Aquella hermosísima mujer estuvo dos años conmigo y me entregó no solo su cuerpo que era delicioso, también me brindó momentos de gran ternura y llegó a demostrarme que me amaba incondicionalmente.
Tuvimos una relación abierta, por lo que ambos podíamos estar con quien quisiéramos, pero ella me decía que no estaría con nadie que no fuera yo aunque yo estuviese con otras. Se entregaba en cuerpo y alma a atenderme y siempre estaba dispuesta a recibirme. Yo podía llegar a cualquier hora o día de la semana pues ella me había dado un juego de llaves para que pudiera entrar cuando lo deseara y ella me estaba esperando ansiosa, jamás me presionó, pero algunas veces Sandra me iba a buscar a mi trabajo porque deseaba verme y entonces yo era la envidia de mis compañeros.
Gracias por tu revista, Charo.