Relato erótico

Una boda con sorpresa

Charo
22 de octubre del 2018

Una amiga de su mujer se casaba y aunque no les gustaba ir de boda fue un acierto. Conocieron a un cincuentón que les brindó un cambio total en su vida sexual.

Roberto – Gerona
Amiga Charo, somos un matrimonio corriente y moliente, ambos de estatura mediterránea, Belén acaba de cumplir los 38 y yo friso los 40 y mido 1,70. Ella no debe sobrepasar mucho el 1,60 y pesa 50 kg más o menos, según temporadas pues siempre anda con dietas para bajar los turrones de la Navidad, que dice se le acumulan en el trasero, no es guapa pero tiene “algo”.
Ahora quiero contar lo que nos ocurrió hace cosa de tres años en la boda de una amiga de Belén. He pensado muchas veces en ello y todo es real salvo los nombres.
Lo que dejó a Belén fuera de combate, y perdonar la expresión, fue el bailar media tarde con aquel empresario, al que llamaremos Antonio, que pesa más de cien kilos, pero eso sí, bien puestos, ya que mide 1,95. El tal Antonio, al finalizar la sesión de boleros y música trasnochada, se acarició el mentón con aire pensativo al tiempo que me traía a la mesa una Belén desconocida para mi por su comportamiento, diríamos tan liberal. Había bebido más cava de la cuenta y el ambiente era muy propicio con la oscuridad cómplice de la pista de baile. Antonio miró con fijeza a Belén y luego a mí y nos preguntó:
– ¿Tenéis hijos?
– No, todavía no – le contestó Belén.
– Entonces el problema está resuelto, el próximo fin de semana lo iremos a pasar en mi finca de…
– Pero – le interrumpió Belén – yo imagino que mi marido no estará de acuerdo…
– No seas tontina, Belén, tú vendrás con él, naturalmente, de ese modo todo quedará en orden. Os iré a buscar en mi coche, así iremos los tres juntos a mi cabaña, ¡que desde ahora es vuestra!
– Perfectamente Antonio, – dije yo.
– Otra cosita, para halagar a tu señora no estaría de más que yo pudiese dirigirme a ella desde el primer momento con toda familiaridad también – me dijo Antonio – ¿Puedo despedirme besándola a discreción?
– Pero si es una mujer sin casi relieve, como hay muchas, una de tantas, no sé que le has visto – contesté.
Después de un beso de diez minutos con lengua y tornillo, el muy caradura aún me dijo:
– Espera, ¿tienes alguna foto de tu esposa?

– Sí, claro – le contesté.
– Entonces dámela.
Me apresuré a sacar la cartera y de ella unas cuantas fotos de Belén, Antonio las miró con detenimiento y lujuria pues las fotos, aunque hechas por mi, probaban hasta la saciedad que mi mujer, a pesar de no ser un monumento tenía un cuerpecito digno de servir a un tiarrón como él.
– Te felicito, tienes una mujer muy buena – me dijo.
– Gracias, Antonio, Belén se siente también muy orgullosa de tu opinión, ¿verdad, cariño?
Antonio volvió a mirar las fotos, recreándose en la contemplación de aquel cuerpo del que la polaroid hacía resaltar aún más sus encantos en completa desnudez. Aguardé en actitud respetuosa a que Antonio me devolviese las fotos y cuando este lo hizo volví a guardármelas en la cartera, salvo la del desnudo que se la quedó él.
– Iré a por vosotros a las cuatro, tened lista la maleta y que Belén se traiga un traje de noche, una mujer que se precie necesita al menos un vestido de noche si ha de pasar dos días en cualquier sitio.
Esa noche, en la cama, Belén estuvo fabulosa conmigo y empezó a babear cuando le comenté el fin de semana que iba a pasar con Antonio en su cabaña. Imaginé que debía estar haciendo cálculos sobre lo que se iba a poner para lucirse ante él.
– A Antonio le causaste muy buena impresión en la foto que se quedó – continué diciéndole.
– ¿De veras? – me repuso algo sarcástica.
– Te lo aseguro, Belén y también estoy convencido de que si te mostrases más amable aún con él, me encantaría.
En los ojos de ella brilló una lucecilla burlona al decirme:
– ¿Quieres que sea muy, muy amable con él?
No dejé de remarcar en mi cerebro el retintín con que ella me lo dijo. Me sonrojé sobre manera pero le contesté:
– Sí, querida, has de ser muy, pero que muy amable con él. ¿Comprendes? Si le demuestras a Antonio que sabes alternar en su ambiente y follar con él como una auténtica hembra en celo, quedará convencido de que cuando llegue el momento de volver a querer estar con él, no quedarás en mal lugar y tu placer y el mío quedarán bien correspondidos.
– Está bien, no te molestes, de acuerdo, lo haré lo mejor que sepa y pueda – contestó al fin.

– Esto ya está mejor, Belén de mis entretelas – repliqué abrazándola cuando se acurrucó mimosa abrazándose contra mi pecho con un solo brazo y con el otro moviendo su muñequita sobre mi ya encendida polla – Ahora mismo me correría, si así lo deseas.
– Pues, para luego es tarde – exclamó ella separándose de mí y corriendo hacia el armario para coger la toalla – El viernes a la tarde me sentiré como una colegiala que estrena medias, y lo más divertido es que será gracias a Antonio.
– Así es, cariño mío. ¡El te dará toda la felicidad en forma de un buen pollón! ¡Verás que bien te folla! – exclamé.
Los dos nos echamos a reír y volvimos a abrazarnos. Pero esta vez de diferente forma, una oreja mía en cada uno de sus muslos y mi lengua donde quiso plantarse reiteradamente. Ambos estábamos convencidos de que en aquellos momentos que, ninguno de los dos podíamos hablar, porque los esposos bien educados nunca hablan con la boca llena, estábamos dando un paso hacia adelante en el intento por alcanzar una felicidad conyugal importante.
Belén quedó extasiada al contemplar lo que Antonio llama “su cabaña”. La mansión data de hace más de doscientos años y está reformada al día. Todo en ella denota el poderío de su propietario.
– ¡Que maravilla! – exclamó Belén poniendo los ojos en blanco – ¡Jamás imaginé que existiese nada semejante, creí que estos decorados solo existían en las películas! ¡Que dicha follar en un sitio así y nada menos que con Antonio!
La miré con mal disimulada envidia y con unos celos de campeonato, a pesar de todo.
– ¡Que suerte tienes, Belén! – le dije.
– ¿Yo? ¿Por qué?
– Ahí es nada. Un amante tan amable, seductor y bien dotado, ocupándose con tanto interés de tu rico cuerpecito de bombón y además te permite venir conmigo. ¡Debe apreciarte mucho para tener tantas atenciones!

En el fondo a mi también me halagaba que mi mujer creyese más importante la polla de Antonio que la posición que él disfruta. Desde el primer momento el anfitrión se ganó la simpatía y favores de Belén. Luego yo confié a mi propia esposa toda la tarea de atención a Antonio, dejando que yo sirviese de escolta y como se dice en los barrios bajos, también de puto palanganero mientras ella le prodigaba a él todas sus atenciones.
Saludos.

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