Relato erótico
Un trabajo duro
Trabaja de conserje en un hotel de cinco estrellas y su misión es controlar que todos los clientes estén bien atendidos.
Alberto – Tenerife
Mi nombre es Alberto, soy un joven no muy atlético pero con algo en mí que según varias personas, no paso desapercibido. Trabajo de conserje en un hotel de 5 estrellas, en una ciudad de clima cálido al que frecuentan muchas familias de dinero, en todas las épocas del año, y cuando la temporada es baja, se realizan congresos y seminarios.
Casi siempre se ven las mismas personas, ya que este lugar es muy exclusivo. Nuestro atuendo en general para los hombres es una camisa hawaiana y unas bermudas bastante amplias y para las mujeres algo similar, pero con una falda muy corta. Mi trabajo consiste en vigilar el trabajo de las limpiadoras, botones y demás empleados del hotel y estar frecuentemente en contacto con los clientes para que no les falte nunca nada y estén lo más cómodos posible.
Un fin de semana llegó una pareja, un hombre de unos 35 años, gerente de su propia empresa, asiduo cliente del hotel, con su esposa, una espectacular mujer de un poco menos de 30 años, con un cuerpo hermoso y piel bronceada, cabello liso, ojos color miel, en resumidas cuentas, un bombón.
Ella iba con un vestido blanco en algodón, con unas tiritas y escote que se notaba no usaba sujetador, luciendo unos senos bien formados, además bastante corto que dejaba ver sus piernas y por el calor del lugar, el sudor pegaba el traje a su cuerpo y se notaba que no traía ropa interior o algo muy pequeño. Al verlos fui a saludarlos. Se quedaban 10 días, pero estaba pendiente de unas llamadas y tendría que ausentarse, pero su mujer se quedaba y pidió por favor no le faltara nada y sería bien compensado; siempre dejaban buenas propinas, pero esta vez sería distinto. Los acompañé a la suite con el botones y cuando este se marchó, Carlos me pidió le consiguiera el decodificador especial sonriéndome (el de películas X), por supuesto respondí viendo sin querer a su esposa que se sonrojó. A las dos horas los vi salir hacia la piscina, él iba con su móvil y un portátil que no lo dejaba para nada, ella llevaba un bikini azul bastante pequeño, que no dejaba nada a la imaginación, cubierto con un pareo blanco casi transparente.
Me quedé detrás del mostrador de toallas viendo cómo se acomodaban en una mesa frente a la piscina. Él abrió su portátil y se puso en seguida a hablar por teléfono y ella se quitó el pareo dejando al descubierto su cuerpo, en especial su culo, el cual quedaba al aire, esta se agachó en una pose muy sugestiva, levantando el pie sobre una silla para quitarse sus sandalias. Me dirigí a su mesa llevándoles las toallas.
– Gracias Alberto, ¿me ayudas con la silla playera?
– Alberto, hoy mismo tengo que volver a la ciudad, no te olvides de mi esposa, lo que ella necesite lo pasas a mi cuenta -dijo Carlos.
– Voy a instalarle el decodificador, en un rato estará listo.
Me retiré buscando al electricista, en 10 minutos me buscó indicándome que su trabajo estaba hecho. Subí a la suite a revisar el trabajo y sobre la cama encontré las ropas de los dos impecablemente ordenadas, y pude observar el tanga que llevaba puesto bajo el vestido con el que llegó, era diminuto, en realidad un triángulo pequeño casi transparente, no pude evitar cogerlo para sentir su olor, un olor suave revuelto con un perfume. Me imaginé como sería su sexo, depilado y bien cuidado, paso por toda mi polla una descarga que la comenzó a levantar, la cogí con mis manos y empecé a hacerme una paja tocándome con el tanga, pero enseguida paré al escuchar voces fuera. Limpié rápidamente mi verga con la prenda y la coloqué en su sitio. Metí mi polla como pude dentro de la bermuda y me dirigí a la puerta, esta se abrió, eran ellos. Le comenté a Marta que cuando se fuera su marido, si se sentía un poco aburrida, le podían ofrecer un masaje en el spa, estar un rato en el baño de vapor…
– Ya estoy acostumbrada, prepárame una cita con la masajista, pero antes iré un rato al turco.
Me despedí y salí sin más, esperando que ella no notara lo de su tanga. A la tarde salió Carlos del hotel y unos minutos más tarde había una llamada de la suite a la recepción, contesté yo
– Alberto hay mucha gente en el turco.
– No, creo que solo una pareja.
Me dirigí al spa y en efecto, en el baño de vapor se encontraba una pareja, los cuales venían cada uno por su lado, pero hablaban entretenidamente. Llegó Marta con su traje de baño, se veía como una diosa. Me quedé como tonto mirándola a lo cual ella me dijo:
– Cuando no esté mi marido, puedes ser más “abierto” conmigo.
Yo le agradecí sonriéndole. Entró ella al turco y enseguida se escucharon voces, la mujer que estaba adentro era una antigua huésped y se conocían hacía un par de años, el hombre en cambio era la primera vez que visitaba el hotel, me alejé a cumplir con mi ronda. Por ahí a las 7, le recordé a la masajista la cita a las 8 y me dijo que estaría lista. Fui hacia el turco para avisar a Marta, cuando llegué al spa estaba con las luces atenuadas, me acerqué sigilosamente y la puerta del turco estaba un poco abierta, para mi sorpresa la otra huésped se había marchado y Marta estaba de rodillas mamándole la verga al tipo con que la había dejado. Ella con la parte superior del bikini suelta, con sus pechos al aire y su tanga por las rodillas. El tipo se estaba divirtiendo de lo lindo, acariciando la bien depilada vagina de Marta, intentando meter los dedos dentro, pero ella no se dejaba parándolo en seguida. Así que el tipo solo se dedicó a su clítoris, haciéndola retorcer de placer. Ella recostó al tipo y siguió con su mamada, abría bien la boca casi sin tocar la verga hasta tocar el abdomen de él para luego apretar sus labios y succionar y subir sin soltarlo, quedándose solo con la punta de la verga jugando con su lengua.
El tipo se contorsionaba por el placer que le daba, siguió con el sube y baja un rato rápido, un rato despacio.
Cuando él estaba a punto de correrse, lo soltaba y le acariciaba las bolas, un poco la ingle para que él disfrutara al máximo, y en este trajín lo tuvo por lo menos 30 minutos. Ella cogió la punta de la verga con la boca y con su mano le hizo una paja impresionantemente rápido, que en menos de un minuto el tipo se descargó por completo en su boca. Ella no dejaba salir nada de su boca pero él no daba síntomas de dejar de correrse por lo cual un poco de su semen fue a parar a la cara y pecho de Marta, ella se levantó del suelo y se recostó en uno de los peldaños del baño de vapor a descansar y se limpiaba con una de las toallas que se le dan a los clientes para no quemarse con el calor del asiento.
– Eres una estupenda mamadora, sin ánimo de ofenderte claro, quiero hacerte lo mismo para pagarte lo que hiciste conmigo.
Le fue abriendo las piernas y cuando su cabeza estaba por tocar su monte de venus, ella lo paró y le dijo:
– No te preocupes, me gusta que sientan gusto y placer cuando están conmigo aunque yo no sienta lo mismo y para colmo ya se hizo tarde y la masajista está por llegar.
Él se levantó y le dio un beso de despedida, se enrollo la toalla en la cintura y se fue. Yo me escondí para que no me vieran. Marta miró para ver si había alguien y salió desnuda rumbo a la ducha. Por el vidrio traslucido se notaba su figura, con sus manos recorriendo todo su cuerpo. Salí de mi escondite como si acabara de llegar, ella abrió la puerta y salió solo con una toalla amarrada por encima de su pecho, me miró sorprendida, yo hablé primero para evitar cualquier molestia.
– La muchacha de los masajes ya está por llegar, si quieres espérala en el cuarto del spa.
Ella asintió con la cabeza y me siguió hasta el cuarto en el que había una camilla con una sábana blanca.
– Si quiere acuéstate y te traigo algo.
Se sentó en la camilla sin quitarme la mirada de encima y se fue recostando boca abajo, pero por más que lo intentó, la toalla no era lo suficientemente larga y parte de su culo y de su raja quedaron al descubierto. La miré por un instante y luego me di la vuelta para salir.
– y Alberto, deja de mirarme así.
– Lo siento, pero sin ánimo de ofenderte, estás muy bien y personalmente no me agrada que tu esposo no se ocupe todo el tiempo de ti.
– Gracias por el cumplido y respecto a mi esposo, ya estoy acostumbrada. Tráeme agua bien helada y por favor, sube a mi habitación y encima de la mesa de noche hay una receta médica para unas pastillas para dormir, me las consigues.
Salí y a los 20 minutos regresé, abriendo la puerta con cuidado vi que ya le estaban haciendo el masaje. Estaba desnuda solo cubierta con una toalla en el culo. Le di el agua y las pastillas, se levantó un poco para beber, dejando ver parte de sus senos. Me quedé viendo como le hacían el masaje, mis piernas no me respondían para salir.
– Si te quieres quedar, no hay problema por mi parte, pero por favor tráeme algo para después salir.
Volví a sonrojarme y le pedí perdón. Del armario saqué un albornoz para que estuviera más cómoda. Terminado el masaje, la muchacha salió del cuarto y Marta me pidió que le ayudara a colocarse el albornoz. Se levantó de la camilla dándome la espalda con su cuerpo totalmente desnudo y brillante a causa de los aceites del masaje. Me coloqué detrás de ella poniéndole el albornoz, tocándole levemente los hombros con mis manos. Ella terminó de vestirse y se dio vuelta.
– Por favor, alcánzame mi bikini que lo dejé en la ducha.
De regreso se lo entregué y lo guardó.
– ¿Me acompañas a la habitación? Dejé las llaves dentro…
Nos dirigimos al ascensor y dentro trataba de no mirarla, pero fue peor, mi imaginación (y mi polla), comenzaron a subir y ella se dio cuenta mirando mi entrepierna. Salimos del ascensor y ya con la puerta abierta me pidió que le colocara la TV en las películas x. Así lo hice, ella entró al baño y yo salí despidiéndome y avisándole que mi turno sería más largo por que había un cóctel y al día siguiente tenía el día libre, que si quería algo me avisara.
Por ahí las 12 de la noche mi mente no dejaba de pensar en ella y en la mamada que le había hecho al tipo en el turco. Me dirigí a su habitación, abrí la puerta, las luces estaban bajas y el TV encendido. Entré despacio y allí estaba desnuda sobre las sabanas y el albornoz enrollado junto a sus pies, con su cuerpo boca abajo, las piernas un poco abiertas, dejando ver claramente su raja y su ano. Era un espectáculo y para remate en la TV una escena de una mujer mamándole la verga a un tipo con una voracidad increíble. Mi verga se empalmó enseguida buscando salida por donde fuera, bajé la cremallera y me la saqué un poco, la acaricié sin dejar de ver la película, en eso Marta se despertó y me cogió in fraganti.
– Alberto, ¿qué diablos haces aquí?
No pude moverme, mi mano en la verga, la bermuda casi por las rodillas. Ella se incorporó y se acercó a mí.
– ¿Estás empalmado por la película o por mí?
Se sentó en la cama, quitó mi mano de la verga, la cogió y se la metió en su boca. Retiró sus manos de mi verga, me terminó de bajar la bermuda sin soltármela. Me quite rápidamente la ropa quedando desnudo y ella sin soltarme la verga, succionando un poco, me cogió por la cintura y me sentó en la cama, con sus manos me masturbaba.
– ¿Quieres cumplir tus sueños?
Abrió su boca al máximo y sin tocar mi verga, la metió toda en su boca, y cuando su nariz toco mi abdomen, la cerró y chupó con fuerza. Me hizo estremecer, seguía chupando y volvió a bajar jugando con su lengua alrededor de mi aparato sin soltarlo. Estuvo así unos minutos, me soltó y unos hilos de su saliva junto con líquido pre seminal unían la cabeza de mi verga con su boca. La cogió con sus manos y empezó el sube y baja rápido, como lo había hecho con el tipo del turco. Yo sentía corrientazos por todo el cuerpo.
– Por tu bien, no puedes contarle nada a mi marido.
Y sin más se la volvió a tragar chupando desde la punta hasta la base lentamente, subiendo y bajando su mano con un movimiento circular delicioso.
– Quiero terminar encima de ti.
– No te preocupes, me gusta tragármelo.
Y me hizo una paja rapidísimo. Cuando ya estaba corriéndome, ella trago un poco de mi semen y yo me aparté empujándola suavemente sobre la cama apuntando las siguientes descargas sobre su pecho. Cerró los ojos con pasión, recibiendo mi leche en su cuerpo. Cuando terminé las piernas me temblaban. Caí sobre ella y comencé a besarle el cuello tiernamente, ella se movía suavemente bajo mi cuerpo recibiendo mis caricias. Bajé mi cabeza rápidamente había su cueva, abrió sus piernas de par en par y con deseo miré su chocho totalmente depilado, con mis manos abrí sus labios y con mi lengua cogí su clítoris chupándolo. Ella se retorcía y yo no la soltaba en ningún momento. Intenté meter mis dedos, solo le estaba dando lengua, a veces rápido a veces lento, me enrolló sus piernas en mi cuello como para asfixiarme y que no parara así yo le daba más duro. Sus manos apretaban las sábanas con fuerza, ella gemía y movía su cabeza de lado a lado. Me retiré un poco al sentir que estaba por terminar y continuaba acariciándola con mis manos. Bajaba de nuevo mi cabeza y seguía como antes, y luego paraba de nuevo.
Lo hice como tres veces más hasta que ella me apretó con sus piernas, no me dejó levantar y terminó en un orgasmo bastante sonoro.
Por fin me soltó y me recosté al lado de ella, me abrazó y besó apasionadamente en la boca, dándome gracias por lo que había hecho. Nos quedamos dormidos un rato hasta que un rayo tenue pasó la cortina, ya había amanecido, estaba recostada con su cabeza en mi abdomen y su mano cogiendo mi verga.
– Qué bien me hiciste sentir, fue un orgasmo espectacular, hace tiempo que no sentía eso. Al fin hoy es tu día libre.
Sin quitarse de encima estiró su brazo y cogió el teléfono, llamó a su marido y él le dijo que no podía llegar al hotel hasta el día siguiente, que le dijera a Alberto que estuviera pendiente de ella que le daría una buena propina. Colgó el auricular y me dijo:
– Mi marido te dará una buena propina pero yo te daré más si te quedas todo el día conmigo.
Acepté encantado y de nuevo nuestras bocas empezaron, la mía en su raja y la suya con mi verga, fue todo un día en el que nuestros cuerpos experimentaron diferentes formas de placer, únicamente con nuestras bocas y manos. Fueron interminables e incontables los orgasmos que tuvimos.
Un saludo para todos.