Relato erótico

Un poco de sado

Charo
25 de marzo del 2019

Cuando conoció a la que ahora es su novia descubrió que era una caja de sorpresas. Es apasionada, caliente y además últimamente parece que le gusta el sado.

Eduardo – Madrid

Desde que conocí hace tres años a mi novia Silvia, mi vida sexual ha sido de experimentación constante. Ella es morena, no es una modelo de revista, es delgada no tiene muchas tetas ni mucho culo pero solo verla te apetece clavársela, tiene una sensualidad innegable, y lo mejor una libido inagotable. Prácticamente no hay noche que se vaya a dormir sin antes tragar un poquito de mi leche, lo que me pone a dormir muy feliz.
Hemos hecho prácticamente de todo, hasta me ha convencido de tener sexo en lugares públicos unas cuantas veces. Yo he querido que hagamos un trío con una prima de ella que está buenísima pero todavía estoy en negociaciones.
Silvia gusta del sado suave de vez en cuando, le encanta que le dé por el culo atada a la cama y que le dé azotes con una correa de cuero, uno de sus juguetes favoritos.
Hace unos seis meses decidimos estrenar nuestro nuevo ordenador buscando las prácticas de sexo y sado más extrañas. Tras un rato encontramos uno que le pareció interesante; una página completa dedicada a mujeres crucificadas. Al principio nos reímos, la mayoría de las fotos eran montajes malísimos pero otras eran reales, chicas colgando desnudas en cruces en total sumisión. Me miró curiosa y me preguntó:
– ¿Qué se sentirá ser una esclava expuesta así, humillada, desnuda ante una multitud?
Encontró varias fotos que le gustaron y las guardó. Yo me di cuenta de inmediato que ella quería satisfacer su curiosidad. Con su sonrisa pícara y sus ojos negros hechizándome me dijo:
– ¿Me ayudarías? ¿Me crucificarías?
Yo titubeé por un momento, pero de solo imaginármela le dije que sí. Pensaba que esto era para después, pero al día siguiente por la mañana me había dejado una nota pegada en el refrigerador. Cosas a comprar para mi “crucifixión”: Soga gruesa (5 metros), sábana blanca, tela para mi taparrabo, anclajes de metal, conseguir videocámara digital y disfraz soldado romano.
Creo que ahí fue que me di cuenta que la cosa iba en serio, no solo quería hacerlo sino también grabarlo para ponerlo subirlo en la web. Yo fui a comprar todo al salir del trabajo.

No había necesidad de comprar madera, nuestra cama es de estilo rústico, hecha de postes gruesos, está agarrada con tornillos muy largos y anchos, se podía desarmar fácilmente para hacer una cruz. Recuerdo que cuando compramos ese piso y vi la cama pensé que era de los Picapiedra, pero mejor para nosotros, ha resultado muy útil y resistente… Ya los vecinos de abajo saben que cuando oyen gritos arriba no están matando a nadie, somos Silvia y yo en nuestros juegos.
Ella ya tenía todo planificado como directora de película de Hollywood, empezaríamos con su “captura” en la sala del apartamento, luego seguirían los azotes y finalmente la llevaría a la alcoba para crucificarla. Quería colgar al menos unas dos horas. Lo que me dio más trabajo de conseguir fue la cámara, que al final pedí prestada a un vecino. Me probé el disfraz de romano, no usaría ropa interior. Por fin ya con todo listo, filmaríamos esa noche. Yo esperaba uniformado en la sala, Silvia saldría del baño, yo debía perseguirla y atraparla.
Silvia salió vestida con la sábana a modo de túnica, le hizo un hueco a la mitad para sacar la cabeza y se la ató a la cintura con una cinta. Yo de inmediato me tiré sobre ella y traté de inmovilizarla pero se me escapó y comenzamos una persecución alrededor de la sala, tratando de no darle un golpe a la cámara sobre el televisor. Tras varios intentos pude cogerla y con un pedazo de soga le até las manos a la espalda. Ella en su papel me rogaba:
– ¡Por favor no me hagas daño soy inocente!
– ¡Pues a las inocentes como tú les damos un trato especial!
La puse de frente a la cámara le bajé la sábana hacia abajo mostrando sus tetas al lente, las agarré con fuerza manipulando los delicados pezones. Con ese acto ella bajó la cabeza entregándose, de ese momento en adelante era mi prisionera, podía hacerle lo que deseara. Había colocado uno de los largueros de la cama a modo de poste asegurado al suelo y el techo con anclajes de acero, lo usaría para atarla y azotarla. La llevé a él y amarré sus manos sobre su cabeza mirando hacia el poste. Comencé a mordisquear levemente sus hombros desnudos y tiré de la tela lentamente desnudándola.
Al final solo vestía un pedazo de tela blanca entre las piernas que apenas le cubría el sexo; era sostenido por un cordón.

La verdad verla ahí indefensa esperando ser castigada me excitaba enormemente y mi pequeño amigo ya se veía levantando mi falda. Tomé la correa de cuero y le di unos azotes, ella chilló y para calmarla le pasé la lengua por donde la piel empezaba a enrojecerse. Le di otros azotes más… Con cada uno venía un dulce gemido y una lengua ensalivada a enfriar cada herida. Ya Silvia lucía suficientemente castigada, había marcas en sus hombros, espalda, nalgas y muslos. La piel tomó un color rojo que contrastaba con el blanco del taparrabo. Era momento de saborearla profundamente, le quité el trapo y separando sus piernas la cogí por las caderas hasta poner la punta de mi polla pulsante en su culo.
– ¡No por favor! ¡No me hagas esto, soy virgen!
– ¡Con más razón te la voy a clavar!
Empujé con fuerza hasta hacer desaparecer mi miembro dentro de ella, que lanzó un alarido muy convincente (el anal con ella es cosa de todos los días), bombeé con vigor, no estaba muy dilatada, pero lo disfrutaba. Ella suspiraba lujuriosamente con cada penetración, sus manos atadas al poste se abrían y cerraban, los dedos de sus pies se encrespaban contra la alfombra. Estaba ahora cubierta de un oloroso sudor que hacía sus azotes arder más.
Tras unos minutos su culo estaba completamente dilatado y yo entraba y salía como una estrella porno. Entonces saqué mi mástil del culo, me arrodillé tras ella y comencé a lamer los labios de su sexo depilado (son gruesos y carnosos, constantemente hinchados por nuestras continuas noches de placer). Ella gemía de verdadero placer y sus jugos ya goteaban mezclándose con mi saliva. Cuando estuvo bien lubricada la clavé; para mí no hay coño como el de Silvia, ninguna otra chica me ordeña como ella. Yo le di hasta sentir que reventaba y me vacié dentro de ella. Me retiré y me acosté en el sofá mientras ella echaba su cabeza hacia atrás rendida, se dejó colgar por sus ataduras mi semen chorreando por sus muslos.
Después de tomar un poco de aire la desaté, ella se puso el taparrabo y arrastrándose hasta mí me imploró piedad.

Por alguna razón me sentí todopoderoso, fui hasta el armario y saqué el madero que usaría, se lo coloqué en los brazos y la obligué a pararse. La madera, una de las vigas de la cama era bastante pesada y ella tambaleó. Yo cogí la correa y le di tres azotes en la espalda, ella temerosa de más castigo se puso de pie y caminó hasta la habitación.
En medio del cuarto había colocado otro de los largueros a modo de poste como el de la sala. Barrené unos huecos para poder agarrarlo bien al transversal, usaría los tornillos que saqué de la cama. Luego amarraría soga entrecruzándolos para un toque estético. Silvia me esperó en la entrada del cuarto en lo que buscaba la cámara que seguía en la sala. La localicé frente al poste, en un ángulo que cubría todo el cuarto. Ella entró lentamente, yo la ayudé a acostarse en el suelo para “clavarla”. Había conseguido unos anclajes grandes de acero en forma de U mayúscula que se usaban para hacer verjas. Eran perfectos para asegurar las manos de Silvia a la madera.
Con cuidado los clavé asegurándome de que no fueran a cortarle la circulación, todo esto mientras la cámara grababa, tomé la cámara y le hice todo tipo de tomas a Silvia que tendida en el suelo, sus brazos tensados por los anclajes, casi desnuda y brillosa de sudor parecía una imagen de sacrificio virginal. Respiraba agitadamente temerosa de lo que estaba por venir. Aunque todo fue su idea no dejaba de preocuparle si de verdad soportaría las dos horas que propuso.
Tras volver a poner la cámara en su estante, levanté a Silvia usando una soga pasada por uno de los huecos en el poste vertical, ese hueco era uno de los puntos de ensamblaje de la cama (otra vez muy útil) con bastante esfuerzo logré levantarla y provisionalmente até el extremo al otro hueco de la pieza casi en el suelo. Silvia gemía adolorida colgando por sus muñecas, sin soporte para los pies sentía que se le desgarraban los brazos. Yo rápidamente atornillé el transversal al poste vertical y luego lo até con soga.
Tenía una sorpresa para Silvia, la dejaría allí acompañada de un amigo, un dildo enorme de acero que le encantaba usar. Corté la base en un ángulo de 45 grados y con 2 tornillos cortos lo aseguré al poste vertical detrás de ella, luego la levanté por los muslos y cuidadosamente la obligué a metérselo por el culo.

Ella al principio se quejó resentida por la clavada poco antes pero luego se acostumbró al poder descansar su peso un poco apoyándose en el dildo. Para terminar até sus piernas un poco dobladas a los lados del poste, la estrecha tela de su taparrabo colgaba solitaria entre sus muslos.
Silvia colgaba crucificada como había deseado, yo grababa cada segundo con esmero. Obligada a arquear su espalda por el dildo, sus tetas quedaban apuntando hacia arriba completamente erectas, los finos chorritos de sudor la bañaban. Para respirar se apoyaba en sus piernas y esto sacaba y metía el dildo en su culo convirtiendo cada respiración en un acto sexual. Colgaba humillada y usada por mí. Yo no pude resistir la visión de su cuerpo castigado, le arranqué el taparrabo y comencé a chuparle el coño que aún goteaba de mi leche. Ella se incorporó inundada de placer, gimiendo y chillando con cada movimiento de mi lengua. Le metí dos dedos y con ellos acaricié su clítoris que esperaba ser despertado. Sus movimientos fueron más bruscos hasta llegar sin remedio a un increíble orgasmo. Cansada y satisfecha se dejó colgar mientras yo continuaba filmando.
Ya han pasado unos cuantos meses y ahora Silvia me propone que el crucificado sea yo. No se, tengo que pensarlo, a lo mejor accedo siempre y cuando ella quiera introducir en algún encuentro amoroso a su prima, pero está difícil por ahora.
Ya os contaré si hay alguna novedad. Saludos.

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