Relato erótico

Un pequeño detalle

Charo
20 de abril del 2019

Su mejor amiga le llamó y le dijo si podían verse aquella tarde y tomar un café. Hacía tiempo que no hablaban y se pusieron al día. Ella se había casado hacia unos años y le contó que todo iba bien, excepto un pequeño detalle.

Mario – Bilbao
Todo comenzó, amiga Charo, tres años atrás cuando una amiga me llamó por teléfono pidiéndome vernos para hablar y decidimos citarnos al día siguiente en un café. Nos encontramos como a eso de las cinco de la tarde para tener una charla sobre cosas que nos habían pasado.
Llevábamos cerca de ocho meses sin vernos y por lo tanto había mucho que charlar. Lo hicimos de cosas del pasado, del presente y del futuro, hasta que pasamos a un plano más personal, me preguntó sobre mi vida y como siempre contesté que todavía no me dejaba atrapar.
Le pregunté por su nueva vida, ya que llevaba tres años de casada, y me contestó que estaba contenta, que no podía pedir mas, buena vida, respeto y comunicación, solo que había algunas cosas que todavía no se superaban en lo relacionado a tabúes. Hablábamos claramente ya que hemos sido amigos desde hacía muchos años, vivimos juntos como compañeros de cuarto durante unos años y tuvimos algunos juegos íntimos.
Ella fue la primera mujer que me masturbó y una noche practicamos sexo oral. En aquellos tiempos no teníamos ningún compromiso y lo hacíamos por la confianza mutua y preferíamos probarlo entre los dos antes de hacerlo con otra persona.
Volviendo al tema, me comentó que se
sentía muy bien y que solo había algo que quería probar pero que su marido no sabía como y se le hacia un poco difícil hacerlo. En ese momento se sonrojo y me dijo:
– Es que le he pedido a Javier que me dé por el culo pero me dice que no sabe, que no quiere lastimarme y que nunca lo ha probado. Pero es que yo lo quiero probar y lo único que hemos logrado hacer es que me meta un dedo a medias, eso es todo y yo quiero más, quiero una polla.
– Calma mujer con el tiempo se atreverá – le dije yo.
– Yo sé que tú lo has hecho en tus relaciones ya que un día te pregunté y me contestaste que sí – añadió.
– Sí, es verdad – afirmé.
– Hemos charlado los dos, mi marido y yo, y queremos que vengas a casa para que nos digas como hacerlo.
– No es necesario que vaya, yo te puedo decir como lo has de hacer y todo saldrá bien.

– No me has entendido, queremos que vengas para que tú me lo hagas mientras él mira, una especie de trío pero en el que él solo mirará.
Yo me quede paralizado. Nunca pensé que después de estar casada me pidiera eso y le respondí:
– Recuerda que hicimos un pacto en el cual el primero en casarse no volvería a preguntar por relaciones entre nosotros. ¿Sabe lo que tú y yo hicimos hace años?..
– Sí, lo sabe -dijo muy seria.
– Eso sí que es una sorpresa -contesté.
Continuamos nuestra charla hasta la hora de despedirnos insistiendo en que la llamara con una respuesta y que procurara que mi respuesta fuera positiva por la amistad que tenemos.
Pasaron dos días en los cuales yo no podía dejar de pensar en lo que me había pedido hasta que decidí llamarla y al contestar le dije:
– Por la amistad que hemos tenido durante tantos años, alegrías, tristezas, etc. acepto tu propuesta, siempre has tenido un culo hermoso y sí, me gustaría hacértelo.
Teniendo en cuenta que es una mujer de 35 años, con medidas 85, 93, 100, siempre me había gustado su cuerpo.
Empezó la semana, hablamos y acordamos que sería el siguiente viernes a las siete de la tarde y yo llevaría lo necesario. Ya sabía la dirección, pues en una ocasión asistí a una fiesta que ellos dieron con razón del cumpleaños de Javier. Llegué a las siete a la cita, Laura abrió la puerta y me dio un caluroso beso, invitándome a pasar.
– Javier, ¿donde está? -pregunté al momento de cerrar la puerta.
En ese instante sonó el teléfono, era Javier que se había demorado en el trabajo y llegaría en media hora. Entonces oí que Laura le dijo:
– Sí, ya está aquí – y colgó el teléfono comentándome que Javier le sugirió que no empezáramos sin él.
Entonces yo le dije que tenía que hablar con Javier y decirle que solo sería esa vez y que no pensara que haríamos cosas a sus espaldas, a lo cual me respondió:
– No hay por qué dar explicaciones, Mario, él sabe como soy.
Sin pensarlo más y sabiendo que su marido tardaría treinta minutos me dispuse a sobarle las nalgas, mientras ella acariciaba mi polla, la sacó fuera del pantalón, hasta le dio unas chupadas pero cuando quiso seguir le dije que no lo hiciera ya que si lo hacia no estaría listo para cuando Javier llegara. Al llegar este, saludó a Laura y seguido me saludó a mi y me dirigí hacia él diciéndole que solo sería esta vez, a lo cual respondió:
– Lo sé, no necesitas dar explicaciones.
Los tres fuimos a un cuarto de televisión donde se encontraba un sofá amplio y un sillón en el cual Javier tomó lugar. Yo me senté en el sofá mientras Laura se quitaba su ropa. Los dos admiramos su cuerpo, el cual nos excitaba a los dos, y ambos comenzamos a sobarnos cada uno su polla. Cuando Laura estaba completamente desnuda, me preguntó:

– Ahora que hay que hacer.
– Ponte frente a mí y dóblate hacia adelante – le contesté.
Como dije, sus nalgas quedaban frente a mi cara así que lo único que hice fue abrirle las nalgas, meter mi cara en ese hermoso culo y comencé a lamerle el ano. Lo tenía bien cerrado y apretado, era un ano perfecto, tenía los pliegues limpios. Cada que le pasaba la lengua por ese ano dulce y tibio, oía como gemía de placer y entonces decidí dar un paso más. Le inserté un poco la lengua y al hacer eso dio un gritito.
– ¿Qué pasa? – preguntó Javier.
– Nada metió un poco su legua en mi ano- respondió ella.
Cada que le metía la lengua en su dulce ano, sentía como apretaba el esfínter y después de esto le dije a Javier:
– Acércame el lubricante que esta en esa pequeña maleta que esta en la mesa por favor, y tu Laura recuéstate boca abajo colocando tus nalgas en mis piernas. Te voy a lubricar muy bien.
Se recostó como le dije, Javier me acercó la maleta y saqué el lubricante, le abrí las nalgas todavía ensalivadas y le puse una buena cantidad de lubricante anal. Ella exclamó:
– Está un poco frío.
Me llené el dedo índice de la mano derecha de lubricante y le dije:
– Laura relájate que te meteré un dedo lentamente – y a Javier le comenté – Es para dilatarle el ano.
Comencé a meterle el dedo, diciéndome ella que le gustaba la sensación, luego se lo metí entero y comencé a moverlo un poco circularmente. Se volvió loca de placer y comenzó a apretar el ano por lo que le dije:
– Relájate y no aprietes porque te puede doler.
Yo le hacía movimientos circulares hasta que le dije que levantara un poco las nalgas y me hizo caso. Para mi sorpresa, el sillón en el que estábamos era un sofá cama y Javier se dispuso a armarlo mientras yo limpiaba mi polla de líquido preseminal y me disponía a sacar un condón del maletín que yo traía. Laura vio que como lo sacaba y me dijo:
– Condón no, así sin condón.
Le pedí que se pusiera a cuatro patas en la cama y que abriera bien las piernas como si fuera a ser follada vaginalmente. Cuando estaba en posición le pregunte:
– ¿Quieres que me corra dentro de tu culo o fuera, en las nalgas?
– Lo quiero todo, hazlo dentro de mí – me respondió.
Entonces me dirigí a Javier y le pregunté lo mismo, a lo cual respondió:
-Lo que ella quiera.
Después de esto la fui penetrando lentamente hasta que entró la cabeza de mi polla y tanto ella como yo sentimos el xop en su culo al cual le siguió un gemido fuerte que yo nunca había escuchado en ella.
– ¿Estás bien, te duele? – preguntó Javier.
– ¡No, me gusta mucho! – respondió ella, añadiendo – ¡Mario mete más, no pares, mete más!

Continué metiendo más la polla hasta que llegué a fondo y como es una mujer de grandes nalgas mis testículos quedaron cubiertos por ellas. En unos momentos comenzamos a sentir los dos los espasmos anales los cuales eran muy placenteros y los dos gemíamos de placer. También los dos nos giramos para mirar a Javier, sentado en el sofá, con la polla a todo lo que daba, masturbándose como un loco y por eso yo le dije:
– Acércasela a la boca para que te le mame bien.
Allí estábamos los dos, uno follándola por el culo y el otro por la boca. Ya no aguanté más y le dije a Laura que me iba a correr, le di un empujón y le solté la leche en el culo, mientras ella daba pequeños gemidos y brinquitos todavía con mi polla rígida, le dije:
– Aquí me voy a quedar hasta que salga sola.
Al poco rato mi polla se empezó a poner flácida y el ano de Laura la expulsó. Mi polla salió limpia de ese ano tibio y apretado. Al momento de salirme, Javier se dirigió a mirar el ano y comentó:
– Parece que no ha sido follado este culo.
– Así de apretado lo tiene y aparte era virgen, así que no creas que le quedará abierto -le dije- Ven, acércate para que veas algo que va a pasar.
Mientras Laura estaba a cuatro patas gimiendo diciendo:
-Si esto es encular, que me enculen diariamente, aún siento tu leche.
Ya habíamos terminado la enculada, estábamos relajados y ya más calmados, le pedí a Laura que me metiera un dedo el culo un poco solo por placer para así sentir su dedo en mi y ahora ya poder estar completo, con ella sexualmente hablando. Entonces nos retiramos a darnos un baño cada cual por separado, ya que su casa tenía dos baños y al salir les dije que tenían que esperar unas dos horas para que no le doliera el culo y añadí que me contestaron:
– No, tú te quedas, mañana es sábado y no trabajas.
Acepté, cenamos y durante la cena Javier me dijo:
– He decidido que como vi a Laura gozar en el acto que habéis hecho, quiero de vez en cuando aceptes venir a casa a correrte en su culo.
– ¿Es que tú no me vas a encular, amor? – respondió Laura.
– Sí, lo haré, solo que me gustó verte enculada por él -respondió Javier, añadiendo-Así que perfecto, digamos que una vez al mes tenemos cita aquí en casa y otras en tú casa y como muestra hoy tú dormirás con mi mujer y hazle lo que desees, encularla o penetrarla vaginal u oralmente.
En ese instante me sentí realizado. Buen trabajo, buena vida y aparte una hermosa mujer al mes en la cual podía confiar.
Nos retiramos a las habitaciones, yo al de ellos junto con Laura y él al de huéspedes. Nos dieron la una, acostados en la cama hablando hasta que ella se levantó al lavabo y cuando regresó y me dijo:
– Estoy lista, dame por el culo otra vez.

Repetí la enculada y luego nos dormimos, despertándonos a las nueve de la mañana y desayunamos juntos los tres, sin decirnos nada sobre la noche. Eso era solo para nosotros dos.
Desde ese día han pasado ya dos años en los cuales cada mes hacemos sexo anal los tres, yo primero y él después o viceversa. Y así seguiremos hasta el fin.
Saludos y besos de los tres.

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