Relato erótico
Un libro que dejara huella
Fue con su amiga a buscar un libro de economía a la biblioteca. Se encontraron con un chico que estaba muy bueno y poco a poco se fue acercando a ellas. Al final encontraron lo que buscaban y además dejaron un “recuerdo” en un libro.
Sara – Córdoba
No sé cómo me convenció, pero el caso es que la acompañe a la biblioteca pública a ver si encontraba un libro sobre el desarrollo económico del país en estos últimos años.
Por dentro ya me estaba imaginando que pasarían horas hasta dar con el puto libro, ya que en la biblioteca lo máximo que te decían era si estaba prestado el libro o no, pero corría de tu cuenta el buscarlo y con los cientos de libros que había en la sección de economía, nos podían dar las uvas hasta dar con el.
Era viernes por la tarde. Eligió ese día y esa hora porque no habría mucha gente en la biblioteca y seria más cómodo buscar el libro. Desde luego la biblioteca estaba casi desierta. Rosa empezó a buscar por una estantería y yo por la otra.
Al rato se nos unió un chico que buscaba otro libro. Yo le pregunté si por casualidad buscaba el mismo que nosotras pero me dijo que no.
El caso es que el chico se acercaba cada vez más a mí y cuando sentí el roce de su brazo con el mío ya me empecé a poner nerviosita. Es que no veáis el cuerpo que se gastaba el chico. Seguro que jugaba en algún equipo de fútbol.
Yo me hacia la distraída y me rozaba también con él. Al rato decidí pasar a la acción ya que tenia curiosidad por ver cual sería la reacción de aquel tío. Me agaché como si fuera a buscar en la estantería de abajo y alargando el brazo le rocé el “paquete”. El notó mi brazo y se apartó hacia atrás instintivamente. Yo me levanté y seguí mirando libros. Al rato tuve la respuesta a mi provocación, noté como restregaba la polla por mi culo.
Los dos nos hacíamos los locos, como si esos roces fueran fortuitos pero se ve que el chico me seguía el juego y yo estaba deseando continuar.
Me di la vuelta, le mire a los ojos y le sonreí. Le pregunte como se llamaba. Me dijo que se llamaba Luis y yo le dije que me llamaba Sara y añadí:
– Yo me llamo Sara y la verdad, no me importaría que me dieras un beso, Luis.
Él, ni se lo pensó dos veces. Me cogió por la cintura y comenzó a besarme. Se ve que el chaval estaba cachondo y yo también lo estaba, para que voy a decir lo contrario.
Sus manos bajaron a mi culo y lo sobó a conciencia. Yo pensaba que las bragas se me iban a romper con la fuerza con que me tocaba las nalgas. Yo, mientras, me mojaba fruto de la excitación y por la rapidez con que todo estaba ocurriendo entonces le dije:
– Espera, vamos a jugar a mi juego: pon las manos arriba y déjame hacer a mí.
Luis seguía de pie y apoyó sus manos en la estantería de los libros. Y yo llamé a Rosa. Ella, con una sonrisa en la cara ya que había visto todo lo que había ocurrido, se puso a mi lado. Le presente a mi amiga, la cual, sin cortarse un pelo, le dio un beso en la boca.
Pusimos dos sillas de la biblioteca al lado del chico y nos sentamos dispuestas a explorar el bulto que había detrás de su pantalón. Bajé la cremallera y como pude, le baje también un poco el calzoncillo hasta que su polla, ya tiesa, salió disparada.
Las dos nos quedamos mirando aquella polla para seguidamente darnos un morreo mientras Luis ponía cara de asombrado al ver cómo nos besábamos. Después decidimos bajarle los pantalones y el calzoncillo para apreciar mejor su rabo.
Tenía un capullo precioso. Hinchado y el tronco era venoso. Rosa y yo sin pensarlo un momento, dirigimos nuestras bocas a la polla del chico y empezamos a pasar nuestras lenguas, totalmente mojadas de saliva, por el capullo.
Rosa la agarró con la mano izquierda y yo, con lo aficionada que soy a tocar huevos, le cogí las pelotas con mi mano derecha. Las dos confiábamos en que el chico no hiciese mucho ruido con sus gemidos porque estando la biblioteca casi vacía, cualquier ruido se oiría mucho.
Los labios de Rosa tocaron el tronco de aquella maravillosa polla y detrás fueron los míos. Seguro que a aquel chico nunca se la habían mamado dos tías a la vez. Notamos lo caliente que la tenia. Sus pulsaciones se transmitían desde el corazón al rabo. Fui yo la que se la metió primero en la boca. Rosa aprovecho para estrujarme una teta y meterme una mano por debajo de la minifalda hasta llegar a mis bragas y tocarme el chocho.
¡Joder! aquella polla sabia realmente bien y el chico olía a gel de niño pequeño.
Rosa me dijo que la dejara chupar. Ahora fue ella la que se la metió en la boca. Así sentadas como estábamos las dos, poco podía meter la mano, así que decidí separar un poco al chico de la estantería y morderle el culito. Miré a Luis y su rostro reflejaba que no tardaría en correrse.
Cogí un libro de los que tenia más a mano (era de la Producción de trigo en España) y lo abrí por la mitad. Rosa seguía chupándosela y al verme con el libro abierto debió imaginar lo que me proponía hacer.
Espere a que ella me lo indicara y cuando noto que Luis se iba a correr, dejo de chupársela. Yo me senté de nuevo en la silla y deje el libro abierto sujetándolo con mis manos. Rosa dirigió la polla del chico hacia las páginas del libro y lo masturbó para que se corriera y llenara las páginas del libro. El chico expulso el semen directamente a las hojas intentando retener los gritos de placer que estaba deseando soltar. Rosa le “estrujo” el rabo para que saliese hasta la última gota de leche y cuando hubo terminado, yo cerré el libro y lo guarde en la estantería mientras le decía a Luis:
– Tu recuerdo permanecerá aquí, ja, ja, ja
¡Vale! Sé que lo que hice no estaba bien, pero no lo pude evitar, fue una gamberrada.
Al final, Rosa encontró el libro que buscaba y nos fuimos, dejando a Luis sin fuerzas, sentado en el suelo y con cara de agradecimiento por la mamada que le habíamos regalado.
Yo salí de la biblioteca con las bragas mojadas y excitada y alegrándome de haber acompañado a Rosa. Ella por su parte, me dijo que también estaba como una moto, así que algo había que hacer…
Y es que los libros dan para mucho juego (ja, ja, ja).
Un beso muy guarra de las dos.