Relato erótico
Un inesperado favor
Su jefe la llamo y fue a su despacho. Estaba un poco nervioso y le dijo que quería pedirle un favor, pero que no quería perder su amistad y aprecio para nada.
Raquel – Madrid
Mientras trataba de localizar unos expedientes que mi jefe necesitaba, sonó el teléfono, era su secretaria avisándome que fuera a su despacho. Me dirigí hacia allí, intercambie un rápido saludo mientras me invitaba a tomar asiento frente a su escritorio.
– Sabes que siempre he tenido un especial cariño por ti. Necesito un favor muy especial, que te parecerá una grosería, tanto que no encuentro las palabras para decírtelo- dijo mirándome a los ojos.
– Dígame y yo juzgaré su proposición -dije mientras sonreía un poco tímida para animarlo a hablar.
– Bien, quiero que esto quede entre nosotros y que si te parece un insulto, por favor, lo olvides y hagas un esfuerzo por perdonarme y poder seguir manteniendo nuestra amistad.
Volvió a mirarme fijamente a los ojos y nuevamente asentí con un gesto-
– ¿Recuerdas al señor que té presente hace algunos días? -confirmé con la cabeza y continuó- Pues bien, está tan impresionado como yo con tu belleza y me ha sugerido que te invitemos a una comida, unas copas y después nos acompañes a un hotel para que ambos te hagamos el amor.
Dijo rápidamente y se quedo callado esperando mi reacción. En mi mente se agolpo el recuerdo de las veces que mi jefe había intercedido por mí en el trabajo, como en los problemas personales que me había ayudado a solucionar en su calidad de abogado y por los que nunca aceptó ningún pago. Sabía también que yo le gustaba mucho. En verdad me sentía comprometida y agradecida v con él, sabía que no podía negarme tajantemente a su propuesta y me sentía obligada a complacerle. Pero, la petición que me hacía iba más allá de cualquier límite.
Con voz apenas audible le pregunté porque me pedía esto tratando de no sonar molesta o alterada. Me explicó que aquel hombre era un importante empresario con el que estaban apunto de cerrar un buen trato, habían quedado para ir a cenar y como sabedor de que tenía ese extraño gusto por realizar tríos, había pensado en darle una sorpresa y se había atrevido a proponérmelo, considerando que él mismo estaba ansioso por tener relaciones conmigo, aunque jamás había participado en un trío.
Yo permanecía silenciosa por lo que él se esmeraba en explicar de mil maneras lo importante y beneficioso que le resultaría y cuando consideró que no tenía más argumentos que exponerme, un poco apenado y hasta exasperado por mi mutismo, me propuso como alternativa que en todo caso aceptara la cita tan solo con su jefe y se quedó callado observándome un tanto angustiado.
– Usted sabe que no tengo con que pagar todos los favores que me ha hecho y si mi cuerpo sirve para compensar en algo todo lo que le debo, estoy a su disposición.
Alzando el tono de su voz un poco, tratando de demostrar seguridad, me expresó su profunda gratitud por el sacrificio que iba a realizar y se lamentó agriamente por tener que compartir la oportunidad que se le presentaba para hacerme el amor, pero su expresión no me convenció para nada y noté un brillo libidinoso en sus ojos, o al menos así me lo pareció. Quizás para no sentirse peor rápidamente dio por terminada nuestra entrevista y quedó de avisarme de la fecha y aseguró que entendería si prefería no hacerlo, sobre todo repitiendo que mi amistad era lo más importante. Vuelta al trabajo y con el paso de los días dejé de pensar en el asunto, aunque en el fondo de mí mantenía una ligera excitación que se acrecentaba cuando me sorprendía imaginando como se daría un encuentro de esa naturaleza, sobre todo porque haciendo un esfuerzo pude recordar el aspecto de aquel hombre y aparecía en mi mente alto y apuesto.
Casi una semana después de nuestra reunión, su secretaria vino hasta mi escritorio para entregarme un sobre, lo abrí y encontré un cheque al portador por una gran cantidad de dinero y una nota hecha a mano por el jefe donde me decía que sin que lo considerara una ofensa, era una bonificación por el asunto que habíamos acordado y que además una pequeña parte del mismo podría usarla para adquirir ropa sexy para el esperado encuentro. Además me indicaba la fecha, hora y lugar de la cita, poniendo a mi disposición un vehículo para que no tuviera problema con el transporte. El pago me hizo sentirme humillada pues significaba que era tratada como una prostituta, pero casi de inmediato me tranquilicé pensando que si iba a ofrecer mi cuerpo a unos degenerados, esa cantidad de dinero apenas compensaba lo que pudiera pasar. El día de la cita llegó, seleccioné un hermoso conjunto de lencería color dorado, todo de finísimo encaje semi transparente. Un elegante vestido negro de licra ajustable con pronunciado escote y zapatos de tacón alto.
El lugar de la cita era un lujoso restaurante de un céntrico y elegante hotel.
En la sala de recepción nervioso me esperaba el jefe, mientras besaba su mejilla para saludarlo sonrió aliviado y susurró en mi oído que me encontraba arrebatadora, cosa que pude constatar pues la mayoría de los hombres que había en el lugar no dejaban de mirarme. Nos dirigimos al fondo del restaurante donde nos esperaba su cliente, quien caballerosamente se puso de pie para saludarme y recorrer la silla para que pudiera sentarme. Era tal y como lo recordaba, alto, delgado y muy apuesto. Durante un buen rato se dedicó a lanzarme piropos, haciendo hincapié en que mi atuendo hacia resaltar más mi belleza, luego comenzó a hablar de diferentes asuntos triviales con una gran familiaridad, logrando para mi sorpresa que lo ameno de sus frases hiciera desaparecer mi nerviosismo por completo. La comida fue increíble por la variedad de platillos que él, a quien desde ahora llamare Iván, pidió expresamente para mí.
Terminada la comida pasamos al bar del hotel, que tenia un ambiente muy agradable, con música en vivo a un volumen que permitía charlar a gusto. La sobremesa fue deliciosa, al punto que por momentos olvidaba la razón por la que me encontraba en ese lugar. Al jefe le costaba más trabajo que a Iván mantener la naturalidad y constantemente lo descubría mirando lascivamente mis piernas o el escote de mi vestido; Iván seguía explicando graciosos acontecimientos de su trabajo con el jefe. Yo nunca bebo alcohol, pero Iván me convenció para que probara algunos cócteles, argumentando a su favor que el mismo gusto para la comida lo tenía para la bebida, cosa que resulto cierta. Así que, al calor de un par de copas, empecé a desinhibirme por completo y a participar activamente en la conversación, como si lo conociera de toda la vida. Media hora después Iván de pronto me tomó suave pero firmemente por el brazo mientras me rogaba que lo acompañara, yo giré a mirar al jefe como pidiendo su consejo y asintió con un gesto.
Me dejé llevar hasta el vestíbulo del hotel donde Iván dijo al encargado un número y este a cambio le entregó una llave, subimos por el ascensor y recorriendo un pasillo llegamos a la habitación. Era muy amplia y lujosa, como todo en aquel lugar. Nos sentamos en el enorme y sillón. Pensé que era hora de que se cumpliera el propósito de la cita y que Iván sería el primero en hacerme el amor, que este no tardaría en echárseme encima, pero muy por el contrario, se levantó para servirme una copa. Bebimos mientras él seguía hablando agradablemente y volví a sentirme a gusto y divertida con su charla. Alguien tocó la puerta de la habitación e Iván se apresuró para abrir, era mi jefe.
Se puso a mi lado mientras Iván le servía una copa para después sentarse también y quedándome en medio de los dos. Estaba algo mareada por el efecto del alcohol. La conversación continuó y el jefe participaba casi tan entusiasta como él, mientras charlaban comenzaron a tocarme los brazos las manos y las piernas, tan delicada y despreocupadamente que no tenía reparo alguno en que lo hicieran.
Iván de pronto me miró fijamente y con mucha seriedad me dijo que mi boca le parecía muy sensual y que quería besarme. Como respuesta acerque mi cara, su beso fue largo y muy suave, cuando separó sus labios, el jefe tomando mi mejilla con su mano me acercó para poder besarme también, aunque un poco más apasionadamente que Iván, que mientras tanto acariciaba uno de mis muslos, metiendo su mano por debajo del vestido a la altura donde terminaba el encaje de la media. Cuando mi jefe liberó mi boca, Iván ocupó su lugar, pero esta vez su beso fue más intenso y comenzó a hurgar con su lengua mi garganta, mientras seguía acariciándome las piernas. El jefe aprovechó para meter una de sus manos por debajo de mis nalgas, que comenzó a pellizcar y acariciar mientras con la otra sobaba mis senos por encima del vestido.
Nos estuvimos besando un buen rato hasta que comenzaron a besar y morder mi cuello y nuca sin dejar de acariciar mis piernas, nalgas y pechos a placer, me habían levantado el vestido que ahora lo tenía por la cintura, además de que metían sus manos por mi escote y bajo el sujetador para tocar directamente mis tetas. Estuvimos así un buen rato hasta que Iván me pidió que me sacara el vestido, automáticamente me puse de pie dándole la espalda para que bajara el cierre mientras el jefe seguía acariciándome. Me saqué el vestido y volví para sentarme, pero ambos me lo impidieron pues teniéndome de pie podían tocarme mejor. Estaban realmente extasiados acariciando, pellizcando y mordiendo mis piernas, nalgas, senos y restregando mis partes más íntimas sin cesar. Sobra decir que me encontraba completamente mojada, que mis pezones erectos y salidos de la pequeña copa del sujetador apuntaban hacia el techo de la habitación.
Aquellos dos hombres recorrían mi cuerpo a placer con sus manos, mientras de pie mantenía abiertas las piernas aceptando sus caricias mientras respiraba excitada y emitía gemidos de placer; esto los excitó sobremanera y ambos uno frente a mí y el otro a mi espalda comenzaron a besar, morder y chupar mi entrepierna, primero sobre la diminuta tanga y luego haciéndola a un lado para repetir interminablemente sus caricias directamente sobre mi clítoris, vagina y ano, provocando que me remolineara entre ellos mientras tomaba sus cabezas apretándolas fuertemente contra mí sexo y nalgas. Además sus manos no dejaban de ocuparse de mis pechos, caderas y piernas. Así, seducida por los dos, tuve un primer e intenso orgasmo que me inundó de placer y casi desfallecida me recosté en el sillón. Ellos aprovecharon para desnudarse.
La diferencia entre el físico de ambos era notable; mi jefe regordete, con su polla un tanto flácida, que parecía diminuta, contrastaba con el musculoso y bronceado cuerpo de Iván, que además presentaba una erección impresionante. Sin embargo en mi cuerpo y mente perduraban aun las tremendas sensaciones que entre ambos me habían provocado. Nuevamente se sentaron a cada lado, Iván volvió a besarme en la boca apasionadamente mientras volvía a acariciarme y susurrándome al oído me dijo:
– Me encantaría sentir tu boca en mi pene…
Y con toda la sutileza de que era capaz bajó mi cabeza hacia él. Yo lo besé primero con bastante timidez para después comenzar a chupar su cabeza suavemente y luego mientras lo sostenía firmemente con una mano aumentaba más la velocidad, dejaba de chuparlo para volver a besarlo e incluso darle pequeñas mordidas. Iván suspiraba y gemía complacido; me acordé del jefe y me volví para poder mirarlo. Había dejado de tocarme y solo miraba la escena, automáticamente me separé de Iván pero sin soltarle la polla, continuando masajeándolo rítmicamente con mi mano y acerqué mi boca a la polla de mi jefe, me dediqué a prodigarle el mismo tratamiento que a Iván y breves instantes después estaba completamente erecto, llenándome la boca. Iván apartó mi mano para que pudiera aplicarle la mamada más eficazmente a mi jefe, sé recostó colocando su cara bajo mi entrepierna y comenzó a hacerme el mejor cunnilingus de mí vida; su lengua recorría suavemente mi clítoris, mientras sus manos habrían al máximo los labios de mi vagina para poder introducir también allí su lengua, turnando clítoris y vagina.
Disfrutaba inmensamente mientras seguía mamando el pene del jefe, aunque con menos eficacia. Iván comenzó a picar con sus dedos mi vagina, que ya estaba lubricada, empezó a moverlos expertamente a modo de simular una follada, no sé cuantos dedos tenía dentro, pero la sensación era tal que parecía como si fuera su pene, y todo esto sin dejar de lengüetear, chupar y morder mi clítoris. Dejando de mamar un momento la polla del jefe, miré a Iván y pude apreciar como con la otra mano se masturbada desesperadamente, señal de que disfrutaba tanto como yo la mamada que me prodigaba y que me tenía a cien, volví a ocuparme del jefe, pero esta vez usé mis brazos y manos para apoyarme mejor en el sillón y comencé a mamar su pene con la pura boca, acompasando con movimientos de mi pelvis el ritmo que la lengua y los dedos de Iván me imponían, lo hice de tal forma que el jefe se vino a chorros en mi garganta mientras sostenía mi cabeza con fuerza para evitar que mi boca lo soltara, por lo que me tragué todo su semen.
Iván seguía comiéndome con maestría y minutos más tarde provocó en mí un tremendo orgasmo. Iván me hizo levantar y montarme sobre su erección. Mi vagina se abrió poco a poco mientras su pene se deslizaba dentro de ella. Cuando sintió que me llenaba por completo sujetó mi cintura para hacerme subir y bajar sobre él, comencé a cabalgarlo disfrutando cada caricia de su miembro en mis entrañas, él mantenía el control de nuestros movimientos llevando el ritmo que más placer le provocaba y mientras aprovechaba para chupar mis tetas.
Me mantuvo así un buen rato hasta que al fin se corrió, no por eso perdió la erección y dándome más libertad de movimientos, me dejó cabalgarlo a gusto para que consiguiera el orgasmo, que logre moviéndome en círculos sobre su pene, subiendo y bajando sobre él hasta terminar con un grito de placer. Me quedé abrazada sobre Iván hasta que sentí las manos del jefe, haciendo que me levantara del sillón y me separara de Iván. Me llevó a la cama donde me tumbó boca abajo para echarse sobre mí, mientras besaba mi espalda y cuello.
Luego abrió con sus dos manos mis piernas y comenzó a introducir su miembro en mi vagina. Con todo su peso encima, me encontraba totalmente sometida y le dejaba hacer, tratando de ganar un poco de aire. Al fin consiguió penetrarme y comenzó a moverse sobre mí, besándome la nuca y el cuello, luego se fue levantando sin dejar de meter y sacar su pene; cogiendo mi cintura levantó mi culo hasta que su miembro quedó cómodamente instalado dentro. Esto le permitió penetrarme más profundamente y comenzó a acelerar sus movimientos. Yo tenía la cabeza sobre la cama y gemía a cada empujón de su miembro en mis paredes vaginales, él gruñía y gemía constantemente. Entonces pude ver a Iván acercarse a la cama, lucía otra vez una tremenda erección. Subió a la cama para ponerse frente a mí, hacerme levantar la cabeza a la altura de su vientre y poderme meter su polla en la boca y comenzar a follarme por ella. Ante el espectáculo de verme doblemente empalada, el jefe acometió contra mi vagina con todas sus fuerzas; era la primera vez en la vida que era penetrada por dos hombres a la vez.
Me sorprendí no solo de permitir a los dos hombres hacer de mí lo que querían sino de estarlo disfrutando tanto, parecía que mientras más me follaban, más lo necesitaba, y solo trataba de mantenerme firme en esa posición, apoyada con piernas y manos sobre la cama. Cada empujón del jefe, provocaba que la polla de Iván se introdujera hasta el fondo de mi garganta. Y así, con la vagina y la boca llenas de pene, tuve un increíble orgasmo. Deseosa de más placer, comencé a moverme entre ellos tratando de coordinar los movimientos de mi cabeza y pelvis, chupando el pene y apretando con mi vagina el de Iván, acelerando el mete y saca y de cuando en cuando moviendo en círculos mis caderas a su alrededor, provocando una mayor penetración y mucho más placer en mí, hasta que logré que se corrieran con poca diferencia de tiempo entre cada uno, para llenarme la boca y vagina de abundante y tibio esperma.
Nos tumbamos en la cama a descansar abrazados y al poco rato el jefe salió del baño completamente vestido y recién bañado, se acercó y dijo que era tarde y tenía que retirarse. Me preguntó si deseaba quedarme mientras miraba interrogante a Iván, iba a decir algo pero Iván se apretó a mí y de reojo alcancé a observar como indicaba al jefe con un gesto de su cabeza que se retirara, fiel a su palabra, me miró fijamente esperando mi respuesta. Moví mi cabeza indicando que me quedaba. Me besó en la frente, se despidió y se retiró.
Pasamos varias horas follando y ya agotados, terminamos bañándonos. Salimos y un apasionado beso casi a las puertas del hotel, fue nuestra despedida.
Besos para todos