Relato erótico

Un encuentro muy peculiar

Charo
14 de abril del 2020

Ha publicado varios anuncios en nuestra Revista Clima pero hacía tiempo que no contactaba con nadie. Siempre ha recibido muchas respuestas y hoy nos cuenta un encuentro que tuvo con un chico que conoció. Fue un encuentro muy peculiar.

Natalia – Castellón
Hola Charo, hacía muchísimo que no te mandaba ninguna experiencia pero esta que te remito sucedió hace un tiempo. Bueno, te recuerdo que soy una chica joven, actualmente tengo 27 años, de formas delicadas, y con un cuerpo bonito.
Como ya te había dicho, desde pequeña he practicado atletismo, por lo que mis piernas son muy firmes, y mi culito es respingón.
Mis tetas son medianas, soy alta y siempre he tenido suerte con los tíos. Desde que publiqué mis primeros anuncios en tus revistas, siempre recibí muchas cartas. Algunas son muy bonitas, verdaderamente interesantes y otras son sexualmente explícitas, pero también las agradezco y las aprecio por igual. Comúnmente al correo de hombres le presto menos atención que a los de chicas, sin embargo hubo una carta de un chico llamado Andrés que me gustó particularmente y con el que seguimos carteándonos hasta formar una amistad normal, muy lejana a lo sexual.
Pasaron dos meses y comenzamos a hablar por teléfono, hasta que un día decidimos salir a comer para conocernos, claro, todo en plan de amigos. Llegué al lugar donde quedamos, diez minutos antes de lo acordado y no me dio una buena impresión que él llegara veinte minutos tarde aunque, según él, por un problema con su coche. Una excusa que yo conozco a la perfección.
Era muy apuesto, alto, con rasgos finos, barba de dos días y mirada tierna y a veces perdida. No era precisamente un galán de cuerpo espectacular. Mejor dicho, era flaquito, pero tenía buen gusto para vestirse. Pasamos un buen rato, hablando de mil cosas hasta que me dijo que yo le parecía una persona interesante, e incluso se aventuro a decir que:
– Al masturbarme pensando en ti, te imaginaba menos bonita.
No sonaba mal. Era sincero el niño. Nos retiramos, cada cual a su casa, y en el camino no dejé de pensar en el compromiso nuevo que había hecho con él, de ir a un karaoke el próximo sábado, es decir, en 7 días. Llegué a mi casa, estacioné el coche como siempre y al entrar a mi casa me dijo mi madre que un tal Andrés me había llamado, que le urgía hablar conmigo. Lo primero que pensé fue que había llamado cuando tuvo problemas con su coche, supuestamente, así que no le di importancia y me fui a dormir. Después, a las 2:00 de la madrugada sonó mi teléfono móvil.
– ¿Sí, quién es? – pregunté.
– Soy yo.
– ¿Yo quién? – insistí,
– Andrés, el del café.

– Ah… ¿qué hora es?
– Son las dos… ¿ya estabas dormida? – dijo – Bueno, la verdad es urgente, ¿puedes venir?
– Claro, hombre, si yo todas las noches salgo a las dos – le dije en tono de burla.
– Es en serio, te necesito.

– Hazte la paja tú solo y déjame en paz, es de madrugada, estás loco.
– No es eso… bueno, cuando estés aquí te lo cuento.
-¿Donde?
– Apúntate la dirección y no tardes.
– Claro, estoy allí en 30 minutos, me voy a vestir y estoy allá.
– Gracias.
La verdad es que yo sabía de qué se trataba, pero tampoco estaba como para negarme a un buen rato de pasión.
Llegué 20 minutos tarde, para hacerlo sufrir un poco, ese sentimiento de incomodidad cuando te citas con alguien y no sabes si vendrá o no. Se lo merecía. Llegué al lugar acordado y di algunas vueltas buscando su coche, después de verlo, decidí estacionarme lejos para que pareciera que llegaba andando. Me acerqué caminando con los brazos cruzados. Él estaba fumando, me preguntó:
– ¿Vienes a pie? – al contestarle yo que sí, me dijo – Mejor, sube.
Así que subí. Curiosamente la canción que sonaba en la radio era “Mujer vs. Mujer” de Mecano. Comenzó a conducir y llegamos a una gasolinera, le puso gasolina a su coche e hizo una llamada por teléfono. Me pareció muy raro que llamara a alguien a las tres de la madrugada. Arrancamos y le pregunté que qué es lo que quería, que no era muy lógico que hiciera esto por un amigo, y menos si apenas lo acababa de conocer. No contestó nada y confieso que comencé a ponerme nerviosa.
Siguió conduciendo hacia el sur de la ciudad, hasta que paramos en una casa. No sabía si era la de él, o la de otra persona, pero me pidió que entrara, así que entré. Por cuestión de seguridad encendí mi móvil y tenía el número de un amigo listo para llamarle en caso de algún problema. Entré solo hasta el portal mientras él abría con llave. Tardó mucho en encontrar la luz interna así que definitivamente no era su casa, me sentí de alguna manera aliviada y le pregunté:
– ¿Qué hacemos aquí?
– No te preocupes – me contestó – Tú solo sígueme.
Llegamos a una sala con aspecto de que nadie había estado allí desde hacía mucho tiempo y me pidió que lo esperará allí por un momento, mientras él arreglaba algunas cosas, así que me puse a echarle un ojo a los detalles de la sala pero no pasó mucho tiempo cuando oí su voz en la habitación siguiente, pidiendo que entrara.

Estaba todo oscuro, pero cuando entré, se encendió una llamita y vi su figura sosteniendo una vela. Una cena romántica, pensé, nada malo si no fuera porque eran las cuatro de la madrugada y yo iba vestida con un abrigo que escondía un pijama de Bugs Bunny.
Encendió las velas y en la mesa había dos platos metálicos con tapa que no dejaban ver qué había dentro. Me tendió una silla y por reflejo me senté en ella. Después se sentó él y descubrió uno de los platos: Pollo al horno. Olía bien. Después destapó el otro: Ensalada Caesar. ¿Para beber? Champagne. No se podía pedir mucho. Cenamos, él comió normal, yo apenas y toqué el pollo, pero me sentía cómoda porque nunca me habían hecho algo así aunque sabía donde acabaría todo y no me parecía mal. Había sido un muy bonito detalle que valía la pena devolver con algo todavía más bonito.

Se levantó de la mesa y volvió en un segundo. Era un collar lo que traía, muy bonito en realidad, era demasiado bueno todo como para ser para una persona como yo. Me levanté de la mesa y le devolví el favor con un fuerte abrazo y un beso en la mejilla. Él me tomó de la mano y me llevó a un segundo piso. El ambiente era muy cálido y yo estaba medianamente excitada, así que me dejé llevar sin oponer resistencia. Llegamos al segundo piso y me abrazó en el pasillo.
Yo solo sonreí complaciente con los ojos cerrados esperando lo siguiente. Me sentó en una silla usando un poco de fuerza y me pidió que cerrara los ojos. Yo obedecí cerrando los ojos mientras mordía mi labio inferior coquetamente. Esperaba todo, menos que me vendara los ojos, pero así lo hizo, me vendó los ojos. Yo no paraba de reír pero como me gustaba el juego le ayudé a ajustarme la venda. Después me pidió que lo esperara y tardó un poco en volver, a continuación me tomó las manos, me las colocó detrás de la silla y comenzó a atarlas a ella. No me asusté en ningún momento porque después de hablar con él por el MSN por tanto tiempo, sabía que era “inofensivo”. Terminó de atarme a la silla y aunque el nudo era algo molesto, no dolía. Después por primera vez me puso las manos en los muslos frontales y me dijo que me pusiera “flojita” porque no había acabado. Separó mis piernas y me ató la rodilla derecha a la base derecha de la silla y lo mismo hizo con la izquierda, de modo que no podía cerrar mis piernas por la atadura.
Me pareció un detalle muy sexy que me hubiera atado de esa manera, así que sonreí una vez más mientras le preguntaba que qué era lo que pensaba hacer. El no contestó, aunque sabía que estaba ahí porque respiraba agitadamente. Después, sentí pasos, pero no en la misma habitación, era en el pasillo de la planta baja. Sentí mucho miedo y le pregunté a Andrés que qué era lo que pasaba, y me dijo:
– No te preocupes, es para ti.

Yo todavía no salía de mi asombro. Los pasos se acercaban y subían luego la escalera, eran pasos rítmicos y sonaban como tacones… Después Andrés me levantó con silla y todo, y me llevó como 20 pasos a otra habitación. A través de la venda percibí iluminación más clara y un aroma a incienso. Después, me preguntó que si estaba lista, y le dije que no, que no era divertido. Me quitó la venda, y delante de mí había una televisión dando una película pornográfica de lesbianas. No me asombré mucho y seguía preguntando quién era la persona que estaba con nosotros. El no contestó y me volvió a vendar los ojos. Se fue y después de un rato escuché de nuevo los pasos, hasta que llegaron a estar delante de mí. Solo oí a Andrés decir:
– Toda tuya.
En el acto empecé a sentir roces con mi cuerpo y que me tocaba alguien, que no era Andrés. Después comenzó a tocar una canción electrónica de Moby y en ese momento me quitaron la venda y, casi me mojo al escribirlo, allí delante de mí, había una mujer tremendamente alta, negrísima, no morena, era totalmente negra, hermosa, tremendamente voluptuosa y de un cuerpo impresionante. Me guiñó el ojo y yo no salía de mi asombro. Después, comenzó a bailar y a bajar su cadera hasta casi sentarse en mis piernas. Yo intentaba esconder mi emoción, riéndome nerviosamente, cosa que no funcionó del todo, porque la negra se giró y me plantó un beso tremendo, casi me absorbe las anginas por la manera en que succionó mi lengua. Su boca sabía a azúcar, era un sabor muy dulce y agradable.
Después, siguió bailando pero ahora frente a mí, mientras se despojaba de su falda y su blusa. Era despampanante, me sentía una niña frente a esa mujerona impresionante. Después terminó la canción y yo me reí y volteé para buscar a Andrés, pero no lo encontraba. Y mientras lo seguía buscando de reojo, la chica me comenzó a meter mano por debajo del abrigo. Casi me hace saltar del susto, porque yo pensé que era una simple bailarina, pero me equivoqué, ella me desabrochó el abrigo y me tocaba los pechos por encima de la tela del pijama. Era delicioso, sabía bien lo que hacía. Terminó de desabotonar mi abrigo, que llegaba hasta las rodillas, y me levantó la parte de abajo para dejar mi vientre y mi chochito a la vista.
Después se arrodilló delante de mí y comenzó a oler mi entrepierna muy “cerdamente” mientras me miraba con cara de zorra. Siguió hurgando mientras acariciaba mis muslos con sus manos, de vez en cuando dejaba salir un pequeño gemido que me calentaba aún más y volvía todo en un sueño increíble.

Después de un rato, desabotonó la parte de abajo de mi pijama y la bajó hasta donde las ataduras lo permitían, intentó meter su cabeza entre mis piernas, pero no era muy cómoda la posición así que desamarró una de mis piernas que rápidamente abrí para que ella hiciera su excelentísimo trabajo y comenzó a lamer mi coño de arriba a abajo y succionaba mis labios vaginales hasta estirarlos y soltarlos después, luego tomó mi clítoris con sus labios y comenzó a tocarlo y morderlo, era maravilloso, me corrí 3 veces en 20 minutos, y ya no me importaba gritar y arquearme sobre la silla.
Después, oí llegar a Andrés y comenzó a desatarme y me levanté. Andrés comenzó a quitarme el abrigo mientras la chica sobaba descaradamente mi culo. Andrés ya no llevaba camisa, y su bulto en el pantalón apuntaba hacia delante, así que le sonreí y seguí dejándome llevar. Después de quedarme en pijama, le comencé a meter mano a la chica, acabé de quitarle su pequeño sujetador y besé y lamí sus enormes tetorras, mientras ella separaba mis glúteos y pasaba un dedo por toda la línea de mi culo haciendo círculos alrededor de mi hoyito. Pero como la cosa continuó ya te contaré el resto en una próxima carta.
Besos y gracias por leerme.

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