Relato erótico
Un domingo magnífico
Parecí que iba a ser un domingo como cualquier otro. Se levanto, tomó café con su mujer y decidieron ir a la playa. Les llamo su cuñada invitándolos a comer una paella en el chiringuito de la playa. El plan le pareció bien pero, fue mejor como acabó el día.
Miguel – Málaga
Cuando tu vida se vuelve algo monótona, suceden hechos inesperados que te pueden cambiar la vida, o por lo menos la manera de verla y enfocarla. Imaginad un día de verano cualquiera, muy caluroso. Te levantas un domingo, son las 11’30 de la mañana y estás completamente empapado en sudor, giras tu cabeza y te encuentras a tu mujer dormida. Te levantas, estiras, bostezas y te diriges al W.C. Vas a la cocina, tomas lo primero que pillas y te haces un café. ¿Te suena esta situación? Para mí es la misma todas las mañanas de domingo, pero por fortuna, aquel día… Mi mujer Julia se levantó después que yo, llegó a tiempo para tomar café y nos sentamos en el sofá para planear el día. Las opciones eran pocas, nos íbamos a la playa a tomar el sol, o aprovechábamos para poner al día la casa. Como no estábamos por la labor de trabajar, decidimos ir un ratito a la playa, pero justo en el preciso instante que preparábamos la bolsa de playa, sonó el teléfono. Era mi cuñada Ari, la cual nos invitaba a comer en un chiringuito de playa y así vernos. Como de todas formas pensábamos ir a la playa, aceptamos de buen grado, sobre todo yo, ya que ver a mi cuñada ligerita de ropa, es algo que me encanta, ¿a quién le amarga un dulce? Dicho y hecho.
Pasamos a recoger a la parejita y decidimos ir más lejos, a unas playas más tranquilas. Por el camino íbamos conversando de distintos temas, yo no paraba de mirar por el retrovisor a mi cuñada, sentada junto a mi mujer, aunque lo que realmente miraba era su inmenso escote, el cual dejaba ver gran parte de su precioso tetamen. Llegamos a la playa, descargamos los bártulos de playa y nos encaminamos a buscar un sitio donde ubicarnos. Elegimos un sitio cercano a la orilla. Ari preguntó a mi mujer si le importaba que hiciera top les, a lo cual respondió que por supuesto que no, y que si mi cuñada lo hacía, ella también. Puesto que todo quedaba en familia, las dos se quitaron las camisetas y dejaron ver sus ansiados “tesoros”. Si tuviera que describiros a mi mujer, os diría que es una mujer atractiva, morena, pelo largo y rizado, ojos verdes, delgada, con pechos bonitos y firmes, aunque si tuviera que resaltar alguna zona de su cuerpo, sería su hermoso culo. Un culo perfecto y duro. Si tuviera que describir a mi cuñada, os diría que es una chica de aspecto juvenil, pelo largo y castaño, ojos verdes claros, cara pecosa, delgada, con tetas impresionantes, sin desmerecer todo lo demás.
Como podréis imaginar, verlas a ambas juntas sin bikini, nos alegró el día. Para colmo, cuando Ari se quitó el pantalón, creía que mi verga iba a reventar. Venía con un tanga que dejaba volar mi imaginación y algo más… Nos tumbamos en las toallas y nos dispusimos a tomar el sol. Conversando con mi cuñado, soltó algún comentario sobre el culo de mi mujer, a lo cual le respondí:
– Veo que te has fijado bien, ¿no?
Él se puso nervioso y me dijo que no era lo que parecía, que no me equivocara, a lo que yo me apresuré en responderle:
– No me importa que te fijes en ella, es más, me enorgullece que otro hombre adule a mi mujer.
Él se quedó bastante sorprendido y después de reírnos levemente, me confesó que él pensaba igual, y que si era así, yo tenía que saber que mi mujer le parecía bastante atractiva y que muchos hombres matarían por tener un culo así para su disfrute. Le di las gracias y como no podía ser menos, le pregunté si le apetecía que le diera mi opinión sobre Ari, a lo cual asintió. Mi respuesta fue algo más concreta que la suya.
– Ari tiene unas tetas de infarto, y yo mataría por tenerlas, por lo menos, entre mis manos.
Él sonrió y solo se le ocurrió decir:
– ¿Hace un cambio?
Ambos nos pusimos a reír, lo cual llamó la atención de las dos hermanas. Como no nos atrevimos a contárselo, ellas propusieron ir a comer, lo cual fue del agrado de todos, y así lo hicimos. Comimos una paella y bebimos vino, que con la ayuda del sol, subieron más rápido. Comenzábamos a reír de cualquier cosa y a tontear unos con otros. Como la comida se extendió más de lo que pensábamos, decidimos marchar a casa y tomar la penúltima copa. Por el camino de vuelta, no paraba de pensar en la conversación con mi cuñado, y sobre todo en la contestación que le di. Una vez en casa, tomamos alguna copa y como era algo tarde, decidimos que se quedaran a cenar. Aceptaron con gusto, ya que todo estaba transcurriendo en un ambiente bastante agradable. Julia comentó que si nos apetecía ducharnos, podíamos hacerlo antes de que ella preparara la cena, y ya que tenemos dos cuartos de baño, casi no haría falta que nos turnáramos. Mi mujer me dijo que miráramos en el armario para coger algo de ropa. Medio en broma, Ari me preguntó que ella suele utilizar tanga, así que le tenía que buscar algo para ella. Aquello fue el principio de una velada que no olvidaré en mi vida. Como si estuvieran poseídas, las dos comenzaron a discutir medio en broma y empezaron a sacar varios tangas y distintas piezas de lencería. De repente la situación tomó un giro inesperado.
Preguntaron si queríamos hacer de jueces, nos miramos a la par y todo fue como si estuviera pactado de antemano, afirmamos. Cogieron varias prendas y entraron en el baño. Antonio y yo estábamos algo pasados debido a las copas, pero decidimos que seguirles el rollo no haría daño a nadie, y de todas formas nosotros seríamos los más beneficiados, así que decidimos esperar sentados en el sofá, a ver qué pasaba.
Momentos después se abrió la puerta y aquella visión nos dejó casi sin habla. Julia llevaba un precioso conjunto de tanga y sujetador de encaje de color negro, y se había puesto unos tacones de aguja negro. A su favor diré que verla allí delante y en ropa interior, era algo que me estaba sobreexcitando, y creo que a mi cuñado también, su pantalón no podía disimular la excitación de su miembro. Se dio varias vueltas para que comprobáramos la “mercancía”, y si resultaba excitante su vista delantera, la vista trasera que nos ofreció lo era mucho más.
Entonces mi cuñada preguntó desde el baño si estábamos listos para ver a la campeona, lo cual nos hizo reír a todos. Cuando salió creía que estaba soñando, tan solo llevaba un tanga blanco minúsculo. Cuando mi mujer la vio, empezó a quejarse, diciendo que eso era trampa. Ella se paseó por delante de los dos, dando varias vueltas, dejando ver su precioso cuerpo, casi al completo. Como todos estábamos de acuerdo en que aquello no era justo, opté por imponer una solución y dije:
– Esto debe ser una competición justa, y si aquí estamos buscando elegir a la que esté mejor, ¿qué te parece (me dirigí a mi cuñado) si las participantes se quitan toda la ropa para que podamos verlas en todo su esplendor?
La reacción de este no podía ser otra, estaba de acuerdo. Tal y como estaba la situación, solo había dos salidas posibles, que las chicas cortaran por lo sano y se acabó el concurso, o que siguieran adelante y esperar que más podía pasar… Ellas tardaron un instante en reaccionar, y tras mirarse, Julia se quitó el conjunto de encaje negro, quedándose tan solo con los tacones, y Ari no tuvo que hacer tanto esfuerzo, bastó con un leve gesto para desprenderse de la minúscula prenda que llevaba.
El espectáculo era casi inmejorable, mi mujer se acercó casi a un palmo de ambos, se dio una vuelta y tras ponerse de espalda, se agachó dejándonos una vista de sus dos hermosos agujeros que no se podía pasar por alto. El olor a mar en su pie junto con el olor de su coño perfectamente depilado y con un aspecto muy apetecible, era algo que podíamos casi saborear.
Os podéis imaginar que los dos teníamos una erección de las que te piden a gritos sacarla del pantalón o correr las nefastas consecuencias. Como Ari no quiso ser menos, adoptó la misma posición que mi mujer y allí estábamos los cuatro, hasta arriba de alcohol, con un calentón de espanto con dos preciosas mujeres desnudas pidiendo guerra. Como nadie reaccionaba, fue mi cuñada quién rompió el hielo, se volvió hacia nosotros, se acercó a mi cuñado y abriendo sus piernas, se sentó sobre sus piernas, comenzaron a besarse apasionadamente y ya no pude ver más porque Julia hizo lo propio conmigo.
Ella notó que el estado de mi miembro no podía quedar así, me bajó el bañador dejando mi polla al descubierto y comenzó a pajearme suave y lentamente. En otras circunstancias me habría dado mucho corte esta situación y no la hubiera permitido, pero aquella tarde era especia, y las copas de más ayudaron bastante. Cuando me quise dar cuenta, mi mujer estaba arrodillada delante de mi polla, haciéndome una mamada. Giré la cabeza para ver cuál era la reacción de mis cuñados, pero cual fue mi sorpresa cuando vi que ellos estaban en la misma situación. Aquello hizo que mi verga se endureciera aún más, el ver a mi cuñada con una polla en la boca a escasos centímetros de mí es algo que no podía haber imaginado. Cuando todo hacía indicar que en breves instantes soltaría mi semen, Antonio soltó la siguiente frase:
– Me encantaría tocar el culo de Julia.
– Solo si ella quiere, y si es así, yo quiero tocar las tetas de mi cuñadita.
La situación quedó congelada por un instante y mi mujer contestó:
– ¿Y no sería mejor que directamente cambiáramos de pareja?
No me podía creer lo que estaba pasando, y mucho menos lo que venía a continuación. Mi cuñada se levantó y le cedió el turno a mi mujer, la cual me miró buscando un leve consentimiento, yo tan solo asentí con un gesto y acto seguido se arrodilló frente a mi cuñado, que estaba aún más atónito que yo, con una de sus manos cogió sus genitales y seguidamente se inclinó sobre su pene. Cuando parecía que se la iba a introducir en la boca, dejó caer algo de saliva sobre la misma y comenzó a frotársela muy suavemente, dejando sus labios a escasos centímetros. Esto ocasionó que mi cuñado soltara un gemido de placer, pero no fue nada en comparación con el que soltó cuando Julia se introdujo su polla en la boca y comenzó a succionar con fuerza, como si quisiera sacar todo lo que él llevaba dentro. Aquella situación estaba a punto de causarme un ataque al corazón; contemplaba como mi mujer estaba haciéndole una mamada a otro hombre delante de mis narices, claro que por otro lado aquello me hacía sentir extrañamente excitado. De repente mi cuñada me hizo volver a la realidad. Se acercó a mí y me dijo:
– No creas que me he olvidado de ti, te voy a hacer una mamada mejor que cualquiera de las que te haya podido hacer mi hermana.
Y al contrario que mi mujer hiciera con Antonio, se arrodilló de repente y se introdujo mi miembro en la boca. Aquello hizo que yo soltara un pequeño grito, al principio de sorpresa y seguidamente de placer. Os podréis imaginar el estado de excitación por el que estaba pasando, mi cuñada, con la cual he tenido miles de fantasías, succionando mi miembro como una posesa, y a escasos centímetros nuestros, mi mujer haciendo lo propio con mi cuñado.
Aquella situación era más bien propia de una película surrealista de Almodóvar, y como en las películas del famoso manchego, todo tendía a complicarse y enredarse aún más. Giré mi cabeza para mirar a mi mujer justo en el preciso instante en que Antonio la estaba apartando de su verga. Yo creía que estaba a punto de eyacular, pero nada más lejos de la realidad. Sin mediar palabra alguna con los demás, levantó a mi mujer y la giró, quedando totalmente de espaldas a él, la inclinó levemente por la cintura y sujetando con una de sus manos el culo de Julia, introdujo su miembro de un golpe en su coño, sujetándose la base de la misma con la otra mano. Aquello pareció no disgustar a mi mujer, más bien todo lo contrario, ya que incluso flexionó un poquito las piernas para hacer que Antonio la penetrara mucho más cómodamente. Y pensar que tan solo instantes antes yo estaba temiendo por él “¿qué dirá mi mujer de esto?”.
De todas formas, aquello me estaba haciendo las cosas más fáciles, ya que lo que yo tenía en mente desde hacía tiempo era penetrar a mi cuñada, y ahora Julia no podía reprocharme que lo hiciera, y mucho menos después de ver aquello. En mi cabeza solo tenía dos cosas, una que era la imagen de mi mujer siendo envestida por Antonio, y por supuesto, unas ganas tremendas de penetrar a mi cuñada. No me lo pensé más, aparté a Ari, la levanté y le susurré al oído:
– ¿Vamos a dejar que nos lleven la delantera?
A lo que respondió con una sonrisa, se giró quedando toda ella a mi merced. Tampoco yo pedí permiso a nadie y lentamente, para disfrutar cada preciso instante, le fui metiendo mi verga en su húmedo y caliente sexo. A cada centímetro que le estaba introduciendo mi excitación crecía más, y cuando llegué al tope, tan solo se me ocurrió quedarme allí quieto, sintiendo como la estaba llenando por completo. Enseguida comencé a empujar mi polla una y otra vez contra ella. Estaba deseando que aquello no terminara nunca, cuando de repente vi algo que me dejó perplejo, Antonio había colocado a mi mujer en el sofá, apoyada contra el respaldo y con las rodillas apoyadas en la base, se había situado detrás empujando con más ganas que antes, pero con una variedad: ¡Estaba follándose el precioso culo de mi mujer! Una vez más me habían sorprendido yendo más allá de lo que me figuraba que llegarían. Lejos de enojarme, me estaba calentando de tal forma que saqué mi polla del coño de Ari, humedecí dos de mis dedos con los fluidos de mi cuñada y comencé a dilatarle el ano muy despacio. Ella rápidamente comprendió lo que estaba a punto de suceder y después de mirar lo que estaban haciendo su novio con mi mujer, se despejaron todas las dudas que le podían quedar, me miró sonriendo, agachó su cabeza y separó un poco más sus piernas para hacerlo más fácil.
Aquello me daba vía libre. Cuando me pareció que su esfínter estaba lo suficientemente dilatado, saqué mis dedos de su ano, volví a introducir mi polla una vez en su húmedo coño para lubricar mi verga, y seguidamente se la fui introduciendo en el culo lentamente. Al principio me costó un poco de trabajo ya que tenía un culo muy apretado, pero cuando la saqué y la volví a meter varias veces, se adaptó perfectamente al tamaño. Con cada empuje la notaba temblar entera y podía ver como se balanceaban sus enormes pechos.
Aquello era superior a mis fuerzas, dejé de sujetarla por la cintura y llevé mis manos a sus pechos, sujetándolos con mucha fuerza. Esto hizo que la penetración fuera aún más profunda y placentera para mí. Aquella postura estaba haciendo que mi eyaculación fuera casi inminente, y mi cuñada lo sabía, así que ella misma comenzó a moverse con más rapidez, hasta que le confesé que me correría de un momento a otro, entonces ella, se apartó de golpe, se sentó en el suelo y arqueó su cuerpo hacia atrás, dejando su cabeza a la altura de mi polla, giró su cabeza hacia atrás y se metió mi polla en la boca, mamándola una y otra vez, lo cual hizo que explotara. Notaba como mi semen salía de mi pene y bajaba por su garganta, sin que dejara escapar ni una gota.
Cuando no pudo tragar más, se la sacó de la boca y siguió pajeándome con una mano, dejando que mi semen le corriera por su cuello y llegara a salpicar sus pechos.
No me quedaban a penas fuerzas para mantenerme en pie y mi cuñada insistía en exprimir hasta la última gota que quedaba en mí. No nos habíamos dado cuenta de que la pareja formada por mi mujer y mi cuñado ya habían terminado su faena, no sé si de la misma forma que nosotros, pero a juzgar por sus caras de asombro, creo que no.
Ayudé a Ari a levantarse y le di un beso cariñoso en la boca. Mi mujer se acercó a nosotros, me abrazó y comenzó a besarme, diciéndome lo mucho que había disfrutado con aquella experiencia. El mismo hecho se produjo en la otra pareja, con gestos de ternura y pasión.
Nos despedimos los cuatro prometiendo volver a quedar otro día para poder cenar y quien sabe si algo más… Al final todo quedaría en familia…
Un beso de parte de mi mujer y mía.