Relato erótico

Un día nada aburrido

Charo
2 de octubre del 2019

Como era habitual, cuando su marido viajaba solía acompañarlo. Pensaba que iba a ser aburrido como tantos otros pero, su marido e presentó a un colaborador suyo de aquel país para que le enseñara la ciudad. Fue un viaje apasionante.

Virginia – Madrid
Siempre que suelo acompañar a mi marido en sus viajes me aburro como una ostra y él lo sabe perfectamente. Aquel nuevo viaje no iba a ser menos, así que decidí que, aunque no conociese a nadie, me daría una vuelta por la ciudad costera y me distraería un poco. Sin embargo, mi marido no me permitió ir sola bajo ningún concepto, así que pidió ayuda a uno de sus colaboradores que resultó ser un atractivo y joven ejecutivo argentino que le acompañaba en muchos viajes. Aceptó gustoso ser mi guía y protector.
– Mira cariño, este es uno de mis más fieles colaboradores y además nuevo socio de la compañía en América, del que tanto te he hablado…
– Así que ¿tú eres…? -extendí mi mano y le saludé.
– Mateo, para servirte en lo que necesites -contestó estrechando mi mano y al hacerlo sentí un calor que recorrió todo mi cuerpo.
Su acento argentino me cautivó. Me pareció un hombre muy atento y guapísimo, su tez morena resaltaba sobre unos hermosos ojos color café, pelo negro bien peinado y sus labios remarcados le hacían enormemente atractivo, para colmo llevaba una camiseta ajustada, lo que hacía remarcar sus músculos, en fin, que todo aquello me gustó y tuve una atracción sexual hacia él fuera de lo común, por qué negarlo… Tampoco parecí ser la única en tener esa atracción, ya que la mirada que me dirigió de arriba a abajo con unos ojitos llenos de deseo, era todo un poema… Así que allí me encontraba, dispuesta a conocer aquella hermosa ciudad y muy bien acompañada. Paseamos por varias de las tiendas junto al puerto y allí Mateo me invitó a un helado y tras buscar varios sombreros, me regaló una pamela muy bonita para protegerme del sol. Muy caballerosamente se ofreció a cumplir todos mis deseos y yo, naturalmente, me dejé llevar (a una siempre le gustan esas galanterías). Compramos algo de fruta y unas botellas de un vino blanco riquísimo. Nos dirigimos al puerto en busca de que algún amable nativo nos enseñase la costa y nos dejáramos acariciar por aquel sol caribeño.
Camino del puerto me di cuenta de que era objeto de muchas miradas, a pesar de ir acompañada, me sentía observada y al mismo tiempo admirada. Mi juventud, unido a mi larga melena rubia, era algo que hacía atraer automáticamente la vista de muchos hombres; si a todo aquello le sumamos unas seductoras gafas de sol, un vestido blanco corto con mucho vuelo, mostrando mis morenas piernas y realzadas con unas sandalias de tacón fino, convertían todo el conjunto en un complemento perfecto para que fuera el objeto de algún comentario de admiración, algo que debo reconocer, me gusta y me excita mucho.
Nada más llegar al lugar donde los veleros estaban atracados, se nos acercaron varios de aquellos lugareños dispuestos a ofrecernos sus servicios turísticos. Mateo discutió las tarifas con algunos de ellos, pero las ofertas no parecieron ser de su interés. Yo le dejaba organizar, porque le veía muy dispuesto y seguro de lo que hacía. Notaba como las miradas de todos aquellos hombres se hacían lascivas a mi paso o eso me parecía, quizás el sol, quizás el sentirme atraída por Mateo, el estar en un lugar diferente, desconocido… o por todo a la vez, no lo sé, pero el caso es que estaba muy cachonda.
Mateo hacía a veces de mi esposo, me cogía por la cintura con toda la naturalidad del mundo y a mí me encantaba sentirme atrapada por sus musculosos brazos, me presentaba como su mujer, algo que no me incomodaba, al contrario, me hacía sentirme bien.

Al final del puerto quedaban dos veleros y tras discutir el precio con el primero nos dirigimos al último. Un joven nativo, que nada más verme me desnudó con la mirada y se enjuagó los labios con su lengua. Se le veía fuerte y guapo, con una tez curtida y morena, un pelo moreno rizado, ojos marrones y labios muy gruesos. Ambos se saludaron como dos viejos y buenos amigos y se dieron un abrazo muy efusivo. No pude adivinar, aunque si intuir algo que se dijeron al oído en susurros, que sin duda era referente a mí.
– Bienvenida a bordo, espero que disfrutes del paseo… Mi nombre es Tom.
Me saludó al tiempo que me daba dos besos y me agarraba por la cintura.
Aquel hombre me parecía algo atrevido, pero lejos de incomodarme, me agradó su descaro. Sus miradas hacia mí no cesaban y Mateo parecía disfrutar con la situación. Yo me sentía en la gloria, pues estaba a punto de embarcar en un pequeño velero, acompañada de dos hombres guapísimos, desconocidos y que desbordaban erotismo, sensualidad, deseo, lascivia, pecado…, o sea, una mezcla explosiva para una mujer solitaria y caliente como yo. El viaje comenzó lentamente y la suave brisa nos acompañó a medida que nos alejábamos del puerto. Mateo y yo nos sentamos en la borda del velero mientras nuestros pies se mojaban. Tom llevaba el timón y de vez en cuando nos sonreía amablemente, sobre todo a mí, incluso guiñándome un ojo. El calor se iba haciendo asfixiante y yo estaba caliente por dentro y por fuera. Sentía como aquellos chicos también se calentaban, lo sentía cuando sus ojos brillantes lo delataban y cuando yo mostraba mi lado más sexy posible, utilizando poses más que seductoras, cruzando las piernas, estirando mi espalda, hinchando el pecho o acariciando mi largo cabello rubio.
– Vaya calor… – le dije a Mateo abanicando mi cara con mi mano.
– Ya lo creo, a medida que nos metemos mar adentro la temperatura va en aumento -contestó él.
– Si tuviera un bikini… – dije con cierta doble intención.
– Es verdad, no hemos caído en la cuenta, podíamos haber comprado unos bañadores antes de partir… – contestó Mateo.
El hecho de tener mis pies metidos en el agua no bajaba mi acaloramiento.
– Si quieres puedes quitarte el vestido, al fin y al cabo, tu ropa interior haría de bikini ¿no te parece? – me propuso Mateo.
– No creo que sea lo correcto… – contesté
– Mujer, no te preocupes, aquí solo estamos nosotros tres, nadie más te va a ver.
Me hice de rogar, no me parecía la propuesta más correcta en tal situación y menos tratándose de dos hombres que no conocía de nada y que no dejaban de observarme con descaro y deseo.
– Si quieres yo también me puedo quitar la ropa – me dijo.
Sin dudarlo, Mateo se levantó y me ofreció una bonita actuación, quitándose la camisa, mostrándome su torso desnudo, muy bien depilado, para después bajarse los pantalones y quedarse con unos bóxer bien ajustaditos, marcando paquete. Cuando volví la mirada hacia atrás, pude ver como Tom ya se había despojado de sus pantalones y estaba también en calzoncillos, el cachondeo invadía aquel barco y a todos nosotros. Con la calentura que tenía encima y aunque me daba cierta vergüenza, me animé y como un autómata, me puse en pie al tiempo que fui soltando la cremallera lentamente como para ofrecer a una buena sesión de striptease. Después lo dejé caer lentamente hasta que la prenda acabó en el suelo.

Me quedé de pie frente a Mateo con mi reducida ropa interior, un conjunto blanco de sostén y braguitas con encajes. Aquel conjuntito era semitransparente y podía adivinarse tanto mis rosados pezones a través de la tela, como los pelos recortados de mi pubis. La braguita era muy reducida por detrás y sin ser tanga, se metía en la rajita de mi culo. Con toda la naturalidad volví a mi posición y me coloqué a su lado sentada en la borda.
De reojo miré hacia la popa del barco y veía como Tom estiraba el cuello intentando observarme bien, aquello era lo más excitante que me podía pasar. Estaba como sola en el mundo y deseada por dos hombres a la vez, algo que siempre había soñado. Cuanto más notaba sus miradas sobre mí, más seductores eran mis movimientos, rozaba mis muslos con las manos, acariciaba mi cabellera, hinchaba el pecho para realzarlo… Tom se acercaba de vez en cuando con el disimulo de colocar alguna vela del barco o alguna cuerda, pero sin duda lo que deseaba era verme de cerca. Yo también miraba su amplia y musculosa espalda, y me hacía temblar, además a mi lado estaba Mateo, era todo un sueño… Una vez que nos alejamos de la costa, Tom detuvo la embarcación, echó el ancla en aguas tranquilas y nos dejamos mecer en aquella dulce y caliente brisa. Allí reinaba un silencio que solo se interrumpía por las pequeñas olas que golpeaban contra la embarcación.
– Parece que estamos solos en el mundo – le dije a Mateo mientras le ofrecía mi mano tumbada junto a él.
Él la tomó dulcemente y los dos cerramos los ojos. Así permanecimos unos minutos. Cuando los abrí Tom se acercó y nos ofreció dos copas de vino blanco fresquito, al tiempo que se sentaba a mi lado y se servía otra copa para él. Allí estaba yo entre dos chicos y los tres con una evidente calentura. Así permanecimos sé cuánto tiempo, sin decir nada, tan solo disfrutando el momento y el maravilloso sol.
– Con este sol tan fuerte nos pondremos morenos- dije.
– Y tanto… aunque lo mejor sería quitarse toda la ropa para que no nos quede la marca, ¿por qué no nos desnudamos? – preguntó Mateo.
– No me atrevo, no me desnudo nunca delante de nadie…. – dije con rubor.
– Mira, es tan sencillo como esto -dijo Tom poniéndose de pie y bajando sus calzoncillos hasta los tobillos.
Todo su cuerpo desnudo apareció ante mí sin darme tiempo a reaccionar. Instintivamente dirigí mi vista hacia su miembro, que me pareció muy grande. Cuando volví la cabeza hacia Mateo, ya estaba poniéndose de pie y despojándose de su calzoncillo.

No me lo podía creer, ahí estaba yo sentada y a cada lado de mí, dos tíos buenos desnudos.
– Es tu turno – dijo Mateo extendiendo su mano para ayudar a levantarme.
– Pero… – dije algo apurada.
– No hay peros, no sería justo que no te pusieras como nosotros ¿no? – me rebatió.
Miré a uno, al otro, luego sus hermosos aparatos, y seguí resistiéndome.
– Chicos, es que me da mucha vergüenza…
– ¿Por qué? – preguntó Tom – ¿prefieres que te desnudemos nosotros?
Aquello sin duda que era una encerrona y un plan bien trazado… No tenía salida y aunque dudé, ellos me insistieron, me armé de valor, me puse en pie y desabroché los corchetes del sujetador en mi espalda, saltando como un resorte. Mis tetas botaron como dos flanes ante la atenta mirada de aquellos hombres. Después bajé lentamente mis braguitas y en apenas un minuto me quedé desnuda frente a ellos. Ni yo misma creía lo que estaba haciendo, pero allí estábamos los tres en pelotas, admirando nuestros cuerpos. Aquellas dos pollas que parecían rodearme estaban ahora en pleno rendimiento y no deseaba otra cosa más que sentirme ensartada por ellas. Tom se lanzó de cabeza al agua y nos invitó desde allí a imitarle, así lo hicimos, nos bañamos un buen rato y jugamos en el agua como tres críos, disfrutando del placer de nadar sin ropa. El primero en salir fue Tom que fue el que me ayudó a subir extendiendo su mano. Su polla se veía grandiosa y todavía más cuando se quedó a pocos milímetros de mi cara. Después Tom ayudó a subir a Mateo. Nos ofreció unas toallas y Mateo se ofreció voluntario para secarme rápidamente. A continuación, Tom se puso tras de mí y sin preguntar, comenzó a aplicarme crema por la espalda, primero por los hombros, luego fue bajando hasta mi cintura y la esparció sin miramientos por mi culo con toda la naturalidad del mundo. Al sentir sus manos en mi culo, un escalofrío recorrió todo mi cuerpo.
– Vamos, ayúdame… -le pidió Tom a Mateo para que se animara a broncearme también.
Cuando sentí sus manos sobre mis hombros cerré los ojos para percibir sus caricias a la vez. Tom me extendía crema por la espalda con suavidad, sus manos dibujaban mis curvas, rozando mi cintura, pero cuando quise darme cuenta, en un instante me estaba sobando el culo con fuerza aprovechando su disimulo para meter su mano de vez en cuando entre mis muslos y rozar mi ano, mientras Mateo empezaba por mis brazos y ombligo. Cuando llegó a mis tetas empezó a embadurnarlas por los costados y en un momento estaba sobándolas con todo su afán, la sensación era deliciosa. Yo no pude hacer otra cosa que cerrar los ojos y sentir como aquellas cuatro habilidosas manos me acariciaban por todos lados. Mateo metió su mano entre mis piernas y cuando sus dedos llegaron a mis ingles, creí desfallecer, luego comenzó a sobar mi sexo cuando no pude reprimir un profundo gemido. Notaba como aquellas manos no solo estaban esparciendo bronceador, sino que se metían entre mis piernas, mi culo, mis tetas… Aquellos chicos eran unos expertos proporcionando placer.

Tom en mi espalda me sobaba las tetas con ganas, mientras Mateo me acariciaba entre las piernas y me metía dos dedos en mi coño mojado, tuve que agarrarme a Mateo, porque creí perder el equilibrio y en apenas unos minutos tuve un gran orgasmo, mientras y jadeaba de gusto.
– Ahora nosotros – dijo Tom ofreciéndome la crema.
Empecé por él y le esparcí la crema por la espalda, su culo, su pecho, disfrutando de aquel atlético cuerpo, hasta bajar a su enorme tranca que parecía estar mirándome y pidiéndome que la agarrara entre mis dedos. Sin dudarlo le masajeé bien aquella polla y disfrutando de su tacto y de la cara de placer que él ponía. Era un aparato increíblemente grande y apenas me cabía en la mano, yo le sonreía y él agradecía mis caricias cerrando los ojos. Mateo no quería quedarse sin hacer nada y mientras su compañero disfrutaba de mis caricias, él hacía lo propio conmigo y me abrazaba por detrás acariciando mi cintura y pechos… su polla rozaba mi culo hasta tenerlo completamente pegado a mí y colocando su polla entre mis posaderas. Yo seguía masturbando a Tom, hasta que me separó la mano:
– Por favor preciosa, no sigas, que voy a estallar.
Sin duda lo que él pretendía era seguir disfrutando por más tiempo de la situación sin correrse, así que me giré y me dediqué de lleno a Mateo. Le embadurné con aquel bronceador la espalda, culo, pecho… Tom no perdía el tiempo, seguía dándome caricias por todo el cuerpo y yo gemía de gusto. Mateo me abrazó y al tiempo Tom se pegó tras de mí, estaba pegada a dos cuerpos llenos de lujuria, deseosos de sexo. Tomé con mi mano la polla de Mateo y empecé a masturbarle, al tiempo que me besaba en la boca. Nuestras lenguas jugaron un rato y al final acabamos los tres besándonos sin importarnos nada. Mi lengua salía de una boca para entrar en otra y sus manos juguetonas sobaban mi cuerpo. Me arrodillé, me puse frente al tieso miembro de Mateo y sin pensarlo dos veces comencé a besarle desde su base hasta la punta, después me metí la punta en la boca y a continuación me la introduje entera para mamársela con fuerza. Él estaba alucinando cuando su pene desaparecía dentro de mi boca. Tom se arrodilló y se colocó detrás de mí cuando comenzó a sobar mi culo con fuerza, tiró de mi culo hacia atrás y me quedé prácticamente a gatas. En esa posición, Tom aprovechó para meter su lengua en mi culo, hizo que me estremeciera de gusto y apretara más mi boca sobre la verga de Mateo.
La lengua de Tom hacía maravillas en mi culito y sentía un cosquilleo por todo el cuerpo que me hacía tiritar. Después atrajo de nuevo mis caderas hacia él y noté como su enorme polla intentaba hacerse paso en mi coño, colocó su punta sobre los labios mojados de mi sexo y de una embestida me la metió hasta dentro. Creí morirme de gusto, notar como aquella cosa tan grande se abría paso dentro de mí era la sensación más placentera del mundo. Mientras tanto yo seguía comiéndome la polla de Mateo, me tocó la cabeza en señal de la corrida que se le venía encima y sosteniendo fuertemente con mi mano su polla, dejé que múltiples chorros embadurnaran mi cara, pelo y tetas.

Tom seguía follándome con fuerza y cuando apreté mi culo contra él, noté como aquella polla se hinchaba aún más, hasta que de golpe la saco y se corrió. Después fue el turno de Mateo, me invitó a tumbarme y al tiempo que me abría las piernas me decía cuanto le gustaba mi cuerpo. Así se quedó observándome y acariciando suavemente mis tetas. Tom me chupaba el cuello. Mateo pasó su polla lentamente por mi rajita mientras su polla iba creciendo más y más, cuando de repente me la metió entera con todas las ganas.
Yo creía estar en el cielo, aquel placer era intensísimo y muy gratificante, más aún cuando Tom se puso detrás de mi cabeza y pasaba su enorme polla por mi cara, rozando mis párpados, mi nariz, la comisura de mis labios, de vez en cuando yo sacaba la lengua para atraparla y sentirla dentro de mi boca, al final se colocó de lado, la colocó entre mis labios y en un movimiento enérgico la metió hasta mi garganta y empezó a follarme literalmente la boca. Nunca había tenido algo tan grande y tan duro en la boca, la sensación de estar comiéndome algo así me encantaba, era el sueño de mi vida. Aquellos dos toros bravos se corrieron a la vez. Permanecimos tumbados abrazados y en media hora ya se habían recuperado y me follaron de nuevo, en todas las posiciones imaginables. Disfrute como nunca con aquellos tíos.
Después de unas horas llenas de placer, volvimos extenuados. Tom se despidió con dos besos, Mateo me llevó al hotel y mi marido le agradeció el haberme tenido bien atendida. Y lo cierto es que lo estuve, me atendieron de maravilla.
Un beso.

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