Relato erótico
Un dia inolvidable
Lo que le ocurrió no es muy frecuente. Fue a la playa y una atractiva mujer se le apareció. La ayudo a poner la sombrilla, le puso crema solar y… fue un día inolvidable.
Javier – Castellón
Lo que voy a contar ocurrió en una cálida tarde de verano en la que, cogiendo el coche, me fui a la playa a pasarme unas horitas tostándome y bañándome en las cálidas y cristalinas aguas de la costa valenciana. Nada más llegar, todo el espacio estaba a reventar de gente pero intentando hacerme un sitio en la abrasadora arena, logré colocar las cosas mientras me quedaba en bañador. Echado en la toalla, estaba casi en trance, noté que una sombra me tapaba el sol. Abrí los ojos y a escasos metros de mí había una mujer, alta, esbelta.
Llevaba el pelo largo, color castaño, ojos verdes muy profundos, facciones muy pronunciadas y unos pómulos muy sensuales, su nariz era pequeña y puntiaguda, su boca perfecta, de labios pequeños pero muy carnosos, su sonrisa magnífica y sus dientes blancos como la nieve virgen, un bikini de color blanco que definía bien su cuerpo, el pecho firme y bien proporcionado, su cintura delicada y con un ombligo muy atractivo, sus caderas redondas y sus largas piernas.
Después de esta rápida visión de tan perfecta obra de la naturaleza, ella me preguntó si podía poner sus cosas al lado de las mía porque no había sitio. Yo, encantado, le dije que sí, levantándome de la toalla y quedándome a la altura de sus ojos.
La ayudé a colocar la sombrilla y una vez instalado todo, se tumbó en la toalla y cuando estaba poniendo mi toalla para tumbarme yo también, ella sacó la loción solar y con una mirada insinuante, me indicó que se la echara por la espalda. Accedí gustosamente, ella se tumbó de espaldas al sol y empecé a masajearla por la cintura y por los hombros. A ella parecía que le gustaba pues, con los ojos cerrados, gemía muy bajito. De pronto me dijo que le desabrochara la parte superior del bikini y que siguiera por toda la espalda. Mi nerviosismo era tal que el cierre se me resistió por momentos hasta que al final lo conseguí sacar. Ella se reía mientras me indicaba que la masajeara más fuerte.
Aquella espalda me parecía aún más bella con el reflejo de la crema. Recorría toda su espina dorsal con dos dedos y también la cogía con mis manos por la cintura, rodeaba sus costillas y tocaba de vez en cuando sus pechos por ambos laterales. Lentamente subía hasta sus axilas para terminar en los hombros y el cuello. Su relajamiento era cada vez mayor pidiéndome incluso, que le echara loción por las piernas. Me coloqué detrás de ella, rodeando sus pies con mis piernas, y comencé a friccionárselas de arriba a abajo. Su piel era tersa y suave como la de un niño y sus glúteos eran magníficos, muy bien formados y duros. Lo pude comprobar porque mi masaje llegaba hasta donde se empiezan a marcar sus nalgas. Ella seguía disfrutando tanto o más que yo, y una vez que acabamos, me preguntó.
– ¿Quieres que ahora te ponga yo?
No dudé por un solo momento, le abroché la parte superior del bikini y me tumbé en la toalla mientras ella se arrodillaba a un lateral. Cogió el bote y se puso un poco en sus pequeñas y delgadas manos, se las frotó y empezó a moverlas muy suavemente encima de mi espalda. Noté como sus manos movían mi piel. Nunca me había sentido tan bien. Era una experiencia maravillosa pero, de pronto en un gesto inesperado, ella me bajó un poco el bañador. Pegué un salto pero ella, riéndose, me dijo:
– Tranquilo, solo te voy a poner un poco en la cintura y no quiero mancharme el bañador.
Volví a tumbarme y una vez que acabo de untarme bien, la crema que tenía en las manos, se la puso por encima de sus pechos mientras me miraba. Estuvimos hablando un buen rato hasta que decidimos ir a darnos un baño. Me cogió de la mano y me llevó hacia el agua. Nos sumergimos en ella y empezamos a jugar como críos con las olas y a mojarnos. En una ola de las fuertes, ella se me agarró al cuello mientras que yo la cogía por la cintura. Pasada la ola, ambos nos miramos fijamente y nos quedamos parados durante unos segundos, entonces ella acercó sus labios a los míos y me dio un beso a la vez que cerraba sus ojos y yo me quedaba con cara de tonto. Cuando acabó de besarme, yo seguía con la cara de tonto de antes.
– ¿Te ha gustado? – me preguntó con una sonrisa.
Sin contestar, la rematé con otro beso, más profundo y lleno de sentimiento, mientras apretaba su cuerpo contra el mío. Una vez que paramos para respirar, nos fuimos a las toallas para secarnos. Después de aquella maravillosa tarde, decidimos quedar por la noche para conocernos mejor, la acerqué hasta su casa y quedé con ella en el mismo lugar una hora después. Me fui a duchar y a cambiar y de camino para su casa, me paré en una floristería y le compré tres rosas, una blanca, una roja y una rosada.
Un instante después estaba allí, delante de su casa. Llamé al telefonillo y salió ella diciéndome que subiera, que aún no estaba lista. Subí hasta su puerta, que encontré abierta. Al entrar, ella me dijo desde la cocina que pasara, me acerqué y allí estaba ella, magnífica, con un vestido de noche largo y negro de tirantes que caía hasta sus tobillos, resaltando sus hombros y sus pechos. Llevaba el pelo recogido y la cara con un ligero maquillaje. Nos saludamos con un beso mientras le daba las rosas y ella me lo agradeció con un beso aún más apasionado. Al preguntarle qué estaba haciendo, me respondió que me preparaba una cena maravillosa. Me quedé perplejo. Nos conocíamos desde hacía muy poco y ya estaba tan enamorado de ella como si la conociera durante toda mi vida.
– ¿Puedo ayudarte en algo? – le pregunté.
– Puedes encender las velas y poner las rosas en el florero de la mesa.
Me acerqué al comedor, encendí las velas y puse las rosas en el florero. Todo era perfecto, ella, yo, una cena con velas, las rosas, una noche magnífica. ¿Qué más podía pedir?
Al llegar ella con la cena, le ayudé a sentarse acercándole la silla, abrí la botella de vino y nos servimos. La cena era maravillosa y no paramos en todo momento de mirarnos y susurrarnos cosas. Acabada la cena, ella fue a la nevera donde tenía preparada la botella de cava, la descorché y le dimos un buen trago.
Entonces ella se levantó y poniendo música lenta, me dijo que quería bailar. Suavemente rodeé su cintura con mis brazos a la vez que ella ponía sus manos sobre mis hombros. Estuvimos muchísimo tiempo bailando. No me acuerdo cuanto porque el tiempo no corría cuando estaba con ella. Me encontraba como en una nube.
Eran las tantas de la mañana cuando, extasiados de tanto bailar, nos sentamos en el sillón y empezamos a besarnos muy apasionadamente, hasta que ella se sentó en mis piernas mirándome a la cara mientras yo la cogía por las caderas y la apretaba contra mí. Ella empezó a desabrocharme los botones de la camisa hasta que una vez sacado el último, se deshizo de ella dejándome con el pecho al aire. Con sus manos recorrió todo mi pecho mientras yo, en un momento, cogía su vestido y se lo sacaba por la cabeza, quedándose con las braguitas y el sujetador. Mientras le besaba el cuello, le saqué el sujetador y ahí estaban esos maravillosos pechos, perfectos. Cogí uno de ellos y con mi lengua empecé a jugar con el pezón a la vez que notaba que se iba poniendo duro. Ella se movía apretando sus pechos contra mi cara.
Luego, con su lengua empezó a bajar por mi pecho hasta ponerse de rodillas entre mis piernas, empezando a desabrocharme el pantalón, tiró de la prenda hacia abajo dejándome en calzoncillos. Mi polla estaba tan grande que parecía que iba a reventar la tela. Ella empezó a acariciármela por encima hasta que me desnudo, agarró mi verga y empezó a masajearla de arriba a abajo, friccionándola muy fuerte, hasta que se la metió en la boca. Con la lengua y labios jugaba con el glande y de vez en cuando se la tragaba mientras yo, con mis manos, la cogía por la cabeza y la acompañaba en sus movimientos. Estuvo así un rato hasta que la cogí por la cintura y la tumbé en el sillón, me puse encima de ella entre sus piernas y empecé a besarla por el cuello, luego seguí por sus pechos y bajando por su cintura, me detuve en el ombligo jugando con él. A ella eso la ponía muy caliente y empezó a gemir y a cerrar los ojos. Llegué hasta sus braguitas y subiendo mis manos desde sus rodillas, enganché las gomas de las bragas y las hice descender lentamente quedando al aire un maravilloso coño, muy húmedo.
Empecé a lamerle la cara interna del muslo y en trayectorias circulares, en forma de espiral, rozaba su pubis con mis labios hasta que ella, con sus manos, me obligó a que empezara a lamerle el clítoris. Una vez que lo alcancé, después de ayudarme con dos dedos abriendo sus labios, ella se estremeció tanto que soltó un grito de placer. Notando que ella se ponía cada vez más y más caliente, decidí ayudarme con un dedo. Se lo metí en el chocho a la vez que seguía lamiendo aquel botoncito, luego le metí los dos y los movía delicadamente. Ella no paraba de moverse y así llegó a un orgasmo tremendo.
Después me levanté y me senté en el sillón, ella se colocó frente a mí y cogiendo mi polla, se la metió de golpe en la vagina. Otro grito de placer llenó la habitación y en el acto empezó a moverse rítmicamente mientras yo, agarrando su cintura y a su culo, la ayudaba a subir y bajar, comiéndome sus pechos dulcemente. Ella acabó tirada en el sillón, con las piernas abiertas, y se la volví a meter, acariciándome mi cuerpo y mi culo, que agarraba fuertemente mientras que mis impulsos eran cada vez mayores. Acabó sobre mis rodillas y agarrando sus piernas, sentía como mi pene estaba muy húmedo y que entraba y salía de ese maravilloso coño rozando sus labios a la vez que nos movíamos pausadamente.
Tras una nueva corrida, ella se levantó y se puso a cuatro patas indicándome que se la introdujera otra vez por la vagina. Así hice, busqué la entrada y de un golpe se la metí toda. Ella disfrutaba locamente mientras que la cogía por la cintura y la envestía más fuerte.
Gritaba que no parase, que se iba a correr. Cuando al mismo momento, nos corrimos los dos, la sensación de placer fue indescriptible. Aquella escena se repitió muchas veces a lo largo de toda la noche hasta el amanecer…
Un abrazo para todos.