Relato erótico
Un capricho de mi amiga
Son amigas desde la infancia, están casadas y han seguido viéndose junto a sus maridos. Estaban en el gimnasio y en la tranquilidad de la sauna se contaron sus fantasías.
Julia – Barcelona
Soy Julia y casi me atrevo a decir Maribel, ya que está al corriente de que voy a publicar nuestra historia. Somos íntimas amigas desde la infancia, físicamente somos distintas, yo morena y ella rubia, yo llevo siempre media melena y ella le encanta el pelo corto, yo tengo piel morena, ella de tez y piel blanquecina, ella es muy delgada con senos pequeños, alta, piernas fuertes duras; yo estoy muy bien, con mis tetas tamaño ideal, mi culo respingó, mi piel firme y mis piernas duras trabajadas aunque no con abundancia en el gimnasio.
Ambas estamos casadas y nuestros maridos son grandes amigos. Actualmente tenemos entre 25 hasta los 33 años. Como os iba contando, nos une a Maribel y a mí una amistad enorme la cual nos ha servido para sincerarnos y confesarnos absolutamente todos nuestros problemas, secretos, costumbres, vicios, fantasías… Yo se que siempre le he gustado a su marido, Carlos, cuando nos vemos siempre sus besos se arriman en exceso a mi boca y sus manos bajan demasiado hacia mis caderas.
Yo ya se lo hice saber a Maribel y además le reconocí que no me importaba en exceso y es más, me llegaba a calentar. Una de las muchas veces que hablábamos en nuestra particular intimidad de la sauna del gimnasio, ambas desnudas y tapadas solo por unas toallas, ya que la sauna era mixta, Maribel empezó a contarme que le excitaba mucho que la vieran otras personas desnuda, cosa que había detectado en los vestuarios en los que solía tardar en exceso en ponerse las braguitas y sujetador; hablando y riendo comentó que lo que más le gustaba era ser vista, y después humillada y dominada. Yo le reconocí que también había tenido fantasías de ese tipo, pero que no me obsesionaban y le conté que con mi marido solíamos jugar a que él era el amo y yo la sumisa obediente, y que él simulaba ser otro y eso me ponía a cien. No le dimos mucha importancia y nos fuimos riendo a ducharnos y cada una a nuestra casa, pero Maribel volvió a la carga otro día y otra vez en la sauna. Me encantaría que Carlos me obligara a hacer ciertas cosas…
Ya llevaba varios días así, insistía en ser mostrada, en ser humillada… La verdad que cada vez se ponía como más trascendente. Le pregunté de repente y no se ni porque lo hice:
– Maribel, si quieres ser humillada, lo serás. ¡Libérate!
Se levantó sin decir nada, solo mirándome, estaba encharcada de sudor, no había nadie en la sauna. Le ordené que se quitara la toalla, se la quitó y me la tiró. Evidentemente no era la primera vez que la veía desnuda, pero si era la primera vez que la observaba y que se desnudaba tras pedírselo yo.
Su precioso y esbelto cuerpo quedó desnudo. Le dije que se acercara, se quedó a escasamente un metro de mí. Yo estaba sentada, en cualquier momento podía entrar alguien. Le pedí se girara, lo hizo, observé sus desnudas y blancas nalgas, la cogí por las caderas obligándola a girarse de nuevo. Tenía frente a mis ojos su coño, acerqué mi mano al interior de su muslo y la fui subiendo hasta llegar a rozar sus labios vaginales, dio un pequeño saltito al notar el roce en su clítoris, retiré mi mano y le dije:
– Aléjate, tócate y espera a que entre alguien.
Dio un par de pasos hacia atrás y se quedó en medio de la sauna. Miró hacia la puerta, estaba nerviosísima. Como no se decidía, me levanté y me acerqué a ella. Abrí sus piernas, coloqué la palma de la mano bien abierta y empecé a recorrer de bajo arriba toda su mojada raja, notando como mis dedos se perdían entre sus dos labios gruesos y llegaban a su clítoris. Ella se encogió echando ligeramente el culo hacia atrás y gimiendo, noté como se le encharcaba el coño.
– Muy bien, es hora que muestres este coño a algún chico, toma la toalla y vamos al vestuario- le dije.
La obligué a ducharse con agua fría. Cuando salió de la ducha yo ya me había duchado y me había puesto ropa para volver al interior del gimnasio. Cogí su body que usaba para aerobic y la obligue a que se lo pusiera sin nada, totalmente desnuda y sin apenas secarse, por lo que la tela quedó empapada como si hubiese sudado. La tela fina del body marcaba sus empitonados pezones y abajo le costó tapar su mata de pelo y por supuesto se le metía la tela entre sus labios marcados a la perfección y su culo de igual manera se le perdía la tela entre sus nalgas.
– Vamos a hacer calentamientos, en la zona mixta.
– Julia no me jodas, que voy en pelotas.
– Oye ¿tú no eras la que querías juerga? ¡Pues juerga tendrás!
– Un momento, yo salgo solo si tú después cumples con otro antojo.
– ¿Otro antojo? Pero el antojo tiene que ser mío, yo aquí lo único que hago es cumplir un antojo tuyo.
– Si, y sin preguntas… El antojo será tuyo.
Salimos a la zona mixta del gimnasio, tuvo suerte había poca gente. Tres tíos corriendo en las cintas, un par de chicas en las bicis, un tío cuadrado haciendo estiramientos tumbado en las alfombrillas. Nos colocamos las dos prácticamente enfrente de aquel tío, le sonreí de manera a que se fijara en nosotras y vaya si lo hizo, clavó los ojos en Maribel y la miró de arriba a abajo. Esta se sonrojó y sonrió.
Nos colocamos de espaldas al hombre que para entonces se había incorporado y con la mano demostrando su flexibilidad se tocaba la punta de los pies, eso si sin dejar de mirar, en este caso el culo de Maribel. Levantamos y doblamos la pierna, después para tensar la molla tiramos la pierna hacia atrás mientras tensábamos la otra. Todas estas posturas permitían al “cachas” ver en detalle los movimientos de nalgas de Maribel. Nos giramos y tras estirar los cuellos, nos tumbamos en nuestra correspondiente alfombra.
La hice que levantáramos ambas piernas bien pegadas hacia arriba y sacando el culo para fuera llevando las piernas hacia el pecho, quedando unos segundos expuestos nuestros bultos que incluían culo y claro, parte del coño. Yo sabía que era una postura “delicada” pero claro más aun cuando se te marcaba absolutamente todo en la fina tela del body.
Me atreví con unas aperturas exageradas de piernas, hasta a mí me dio cosa hacerlo frente a la mirada directa a nuestras partes del cachas. Maribel dudó. Lo más normal es que no aguantara la tela y se le viera su coño entreabierto. La miré y entendió que debía hacerlo.
Yo, ya incorporada, miré como al cachas no se le escapaba ni un detalle y a los de la cinta tampoco, que para entonces habían dejado de correr para ir andando y poder ver lo inevitable. Maribel lo hizo, separó las piernas y lo que podía ocurrir, ocurrió, la tela se deslizó hacia un lado, dejando entrever uno de los labios vaginales de mi amiga. No abrió la boca, solo se levantó y se fue hacia el vestuario. Llegué cuando se estaba duchando y ya vistiéndonos solo me dijo:
– Espero que no hayas hecho planes esta tarde, porque te vienes a casa.
Le di el ok sonriendo. Cuando llegábamos a su casa me obligó a ponerme un pañuelo en los ojos antes de entrar. Entramos al salón y me colocó en medio de la sala y me pidió que me desnudara. Me había desnudado infinidad de veces estando Maribel delante, pero tenía una sensación extraña, ya que me iba a desnudar para ella, ¿y si llegaba su marido? En fin, me quite toda la ropa, me plantó la palma de su mano en mi coño, me separó las piernas y sin ningún miramiento, aunque estaba algo lubrificada, me introdujo dos dedos en la vagina.
– Bueno, creo que te has pasado un montón obligándome a enseñar el coño a esos tíos, ¡túmbate!
Obedecí, total no era más que un juego. Me tumbé en el parquet del salón. Me pidió que levantara las piernas, lo hice y cogiéndome de los tobillos, me abrió las piernas y me pidió que me abriera el coño con las manos.
Me estaba empezando a asustar, pero obedecí.
– Más, que te veamos bien.
Me incorporé e iba a retirarme el pañuelo y pregunté:
– ¿Cómo que veamos?
Cuando de repente escuché a mi marido:
– ¡Cállate!
– No hagas peguntas y recuerda lo que hemos acordado- me dijo Maribel.
– No, un momento.
Me fui a retirar el pañuelo cuando sentí dos fuertes manos agarrarme por detrás y decir:
– La vamos a tener que atar.
Me quedé helada, esa voz era la de Carlos. Me llevaron a volandas a la cama, me ataron separándome brazos y piernas, exponiendo y ofreciendo mi sexo abierto. Por fin me quitaron el pañuelo. Lo que vi fue asombroso y en ese momento terrorífico, estaban los tres enfrente mirándome, Maribel vestida y ellos desnudos, bueno Carlos completamente desnudo, con su grueso pene totalmente erecto y mi marido tan solo desnudo de cintura para abajo y por supuesto, con la polla tiesa.
– Oye tíos, no me jodáis, ¿qué estáis haciendo?- dije asustada.
Mi marido se puso a hablarme dulcemente, cosa que no podía entender:
– Mira cariño, todos tenemos antojos, Maribel ya lo ha cumplido, yo lo voy a cumplir, Carlos también, y tú por lo que cuentas también, ya que te pone que Carlos te toque. Mi fantasía es verte follada con otro hombre a la vez que me la chupan, la de Carlos es follarte y a ti seguro que te encanta.
Dicho eso miré a Maribel que cogía entre sus dedos el paquete de mi marido y se lo arrimaba a la boca.
Mientras Carlos se tumbaba encima de mí morreándome sin dejarme ni rechistar, sobándome las tetas con una mano y el culo con la otra, de repente noté como su empalmada polla buscaba entrada en mi ardiente coño. No le costó mucho deslizarse hasta el fondo. Noté sus huevos chocar contra mí, miré a mi marido, empezó a moverse Carlos y miré para otro lado. No se las veces que me había corrido y Carlos seguía cabalgando, yo para entonces no paraba de jadear y gritar.
Ni me fijé que Maribel se había desnudado y mi marido estaba lamiéndola entera. Nos cruzamos las miradas Maribel y yo y nos reímos, pensando en lo bien que lo íbamos a pasar a partir de ahora…
Besos