Relato erótico

Un buen polvo

Charo
19 de julio del 2020

Nos cuentan que los testimonios de Clima han “amenizado” muchos de sus polvos, e incluso han puesto en marcha alguna que otra fantasía.

Alejandro – Santiago de Compostela
Hola amigos de Clima, somos de Galicia, concretamente de Santiago. Llevamos más de diez años casados, de clase media, profesionales, con hijos, una vida matrimonial muy satisfactoria, y en la parte íntima, diríamos que excelente. Los testimonios de vuestra revista nos dieron la confianza de contarnos nuestras fantasías y dentro de estas, la posibilidad de ver a nuestro cónyuge teniendo sexo con un tercero fue una fantasía que se hizo habitual en nosotros. Ella deseaba verme follar a otra y por mi parte, yo me moría de ganas de verla con otro, con otros, con otra, o conmigo y otra al mismo tiempo.
La situación es que con los meses la conversación incluyó la posibilidad de que eso se hiciera realidad. La idea de materializar la fantasía era más viable con alguien conocido, y de quien hubiese relativa confianza en cuanto a su discreción. Pasaron algunos meses en que le estuve proponiendo un plan para traerle a casa a un conocido. En su trabajo, algunos compañeros la trataban de forma especial, según decía ella, y de ellos, dos en particular le llamaban la atención. De hecho, algunas noches la forma de calentarnos era ella diciéndome sus fantasías con ellos y puesto que de esos dos sujetos recibía insinuaciones, piropos a su apariencia física, miradas especiales al escote, chistes picantes, e incluso hubo un par de ocasiones, según decía ella, que se excitó tanto que fue al baño, en el trabajo, a masturbarse.
Entonces yo le estuve proponiendo, con cierta frecuencia, que tuviese sexo con alguno de ellos, y que solo me dejara mirarlos. Le propuse que fuese en nuestra casa, pues así sería más fácil llevar a cabo el plan. Pero por el contrario, a ella no le parecía bien la idea, deseaba revolcarse con un desconocido pero fuera de casa, como un hotel de playa o un motel.
El asunto siguió así por algunas semanas, hasta que aceptó algo a medias. La idea era invitar a uno de sus compañeros pero solamente para excitarlo, con lo que nosotros también nos excitaríamos y luego, al marcharse, la fiesta sería conmigo.
Se invitó a uno de sus admiradores solteros. Se le escogió porque por su estado civil pensamos que no tendría sexo con la regularidad que nosotros, lo que mejoraba las expectativas de éxito pues posiblemente tendría una buena cantidad de esperma, además de que si como hablaba actuaba, entonces prometía. Según me dijo Irene, mi esposa, en el momento de invitar a Ángel un martes, se puso nerviosa y quizás hasta él lo notó.
Llegó el sábado. Durante la mañana y tarde ambos estuvimos nerviosos, en algunos momentos ella estuvo indecisa, hasta dijo que era mejor cancelar la cita, pensaba que aunque se trataba de solo un juego que no llegaría a contacto íntimo, no era adecuado y que aunque Ángel sería discreto como para no divulgarlo, le parecía incorrecto. De todos modos le insistí en que el compromiso estaba hecho y que actuaríamos en la forma convenida.

A las 8 estábamos listos. Los niños pasarían la noche en casa de unos tíos y por supuesto que Irene iba vestida para la ocasión. Llevaba un vestido negro con escote. No era muy corto, un palmo arriba de la rodilla, pero le ajustaba bien y era de tela asedada. Además accedió a usar un ligero y medias negras, así como un diminuto tanga hilo dental, entre negro y transparente. Finalmente zapatos negros de tacón alto.
Su compañero llegó a nuestra casa veinte minutos después y al llegar fue recibido en la sala, pero pocos minutos después pasamos a otro cuarto que usamos para actividades sociales y en el que disponemos de un mini bar.
Por supuesto que la conversación inicial fue sin tema específico. A poco rato ya le había explicado la excelente esposa que era Irene y de lo afortunado que era Ángel en tenerla como compañera de trabajo. Pasados unos cuarenta y cinco minutos, cuando Irene había bebido un vino, y Ángel y yo un par de vodkas, empecé poco a poco a ir metiendo el tema sexual en la conversación, así que comenzaron los chistes calientes a salir de mi boca y Irene, que es bastante pícara, se animó y condimentó la conversación con sus intervenciones. Por suerte Ángel no es nada tímido y rápidamente se metió en la conversación.
Al cabo de un rato fui aludiendo a Irene como tema de conversación. De hecho ella se ruborizó cuando le dije a Ángel que era excelente en la intimidad y que siempre me tenía caliente. Él también se sintió algo incómodo y solo indicó que en el trabajo ella tenía admiradores y que él me hacía el favor de espantarlos. Comentarios de este tipo así como caricias que yo le hacía en su trasero cuando ella se acercaba, hacían la velada muy entretenida.
Cuando Irene fue a la cocina por unos bocadillos, aproveché para ir tras ella y a escondidas le levanté la falta siendo visible que su hilo dental estaba mojado, lo que era prueba de un gran estado de excitación. Me agaché y le chupé su clítoris respondiendo ella con un gemido. A partir de ese momento puse en funcionamiento el plan B que Irene no había conocido: le propuse que yo podía dejarlos a solas por un par de horas, bajo cualquier excusa, eso si, con condición que fuera en nuestro dormitorio, pues desde ahí, por una ventana que daba a un patio interior, y protegido por la oscuridad, yo podría mirarlos. Ella no dijo nada, solamente suspiró. Ese gesto y su cara de excitación significaban su aprobación. Nos fuimos de nuevo hacia donde estaba Ángel, pero antes le dije que se sentara más provocativa para que se notara su ligero.
Nuevamente al estar con él, la conversación tomó de nuevo el mismo sentido caliente y algunos minutos después noté que ella, sentada al frente de Ángel, ya no se cuidaba tanto con su manera de sentarse y que cambiaba frecuentemente su cruce de piernas, permitiendo a su compañero un buen panorama y él por supuesto trataba de disimular.
Un cuarto de hora después, aprovechando la música de fondo, dije que me parecía oír el teléfono que estaba en otra habitación por lo que fingí ir a contestar. Regresé un par de minutos más tarde y les dije que mi primo Alberto era quien llamaba porque su coche estaba averiado y que me suplicaba que se lo remolcara aprovechando el mío. Agregué que tardaría un poco y le supliqué a Ángel que no se preocupara, que se quedara porque era nuestro invitado.

Tanto él como Irene no dijeron nada, simplemente sus rostros cambiaron de color, ella porque sabía lo que podía suceder y él, supongo, porque le resultaba increíble que yo le permitiera quedarse a solas con Irene.
Salí de la habitación pero no salí de la casa, más bien me escondí en una habitación cercana a nuestro dormitorio a esperar con gran impaciencia. Desde ahí desconocía lo que sucedía en el cuarto en que ellos se encontraban así que pasó media hora hasta que ellos finalmente entraron en el dormitorio.
Ella primero permitió solamente un contacto labial, pero rápidamente sintió la lengua de él dentro de su boca mientras él acompañaba sus besos con palabras sobre lo que había esperado que llegara un momento como este. Muy pronto la lengua de Ángel le pasó por las orejas y el cuello, y pocos minutos después, sus manos le acariciaron las nalgas, en tanto que con la otra tocaba suavemente los pechos. Seguidamente la acercó más, aprisionándola contra la pared.
Ella sentía todo el cuerpo de él, en especial el bulto de la cremallera del pantalón que le restregaba contra sus caderas, su coño y su trasero cuando la giraba. Irene ya estaba fuera de control y seguidamente él le bajó los tirantes de su vestido por lo que quedó al descubierto su sujetador negro de media copa y sin titubear mucho se lo quitó dejando sus tetas al descubierto. Él se las quedó mirando unos instantes y acto seguido se llevó uno a su boca, chupando con tantas ganas que lo dejó lleno de saliva.
Se tomaron unos segundos para mirarse uno al otro hasta que él comenzó a acariciarle el brazo suavemente pero súbitamente comenzó a besarla. Ella no opuso resistencia, se notaba que sus lenguas se cruzaban con gran deseo. Es inexplicable lo que yo sentía. Un momento tan esperado, una excitación como pocas veces sentida, y a la vez enormes celos. El resultado es que yo los miraba estático. No debía ni podía hacer otra cosa.
Los grandes besos continuaban hasta que Ángel le bajó los tirantes del vestido quedando ella desnuda de la cintura para arriba. Ya antes le había quitado el sujetador. Ella lo miraba a él con gran lujuria, con una invitación a que le mamara sus duras tetas, que eran ciertamente grandes, más blancas que el resto de su cuerpo y con marcado y tieso pezón. Él comenzó a chupárselas con gran deleite, se las babeó de forma que me era evidente a la distancia e incluso me pareció oír como decía que nunca había chupado tetas tan ricas, y que le encantaba el olor de su cuerpo.
Luego la giró a ella de forma que quedara frente al espejo y él a su espalda, acariciándole sin cesar principalmente las tetas, mientras le chupaba detrás de sus orejas y el cuello. Ella gemía suavemente pareciendo que iba a perder el conocimiento. Cuando le bajó el vestido completamente Irene quedó expuesta ante él con su hilo dental y el liguero. Él se arrodilló, primero para contemplarla, le dijo que se notaba que estaba afeitada y agregó que nunca había estado con una mujer así. Apartó con sus dedos el tanga y tras unos instantes, le chupó el clítoris.

Irene se contorsionó y pegó un gran gemido, pero él siguió haciéndolo y unos instantes después, su gemido era cortado pero muy constante lo que significaba, para mí, que le estaba llegando su primer orgasmo. Entonces ella se apartó de él y se recostó contra una pared para recobrar el aliento.
– Ahora empieza lo mejor – dijo él, con gesto de sentirse dueño de la situación.
Acto seguido comenzó a desabrocharse la camisa e Irene lo miraba, pero en cuanto se la quitó, se le acercó y comenzó a acariciarlo, conforme se iba nuevamente calentando. Eran muy lujuriosas sus caricias, y después de profundos besos y caricias, Irene comenzó a agarrar con sus manos el gran bulto que Ángel tenia escondido en su pantalón. Con mucho morbo ella le dijo que parecía una polla muy grande, a lo que Ángel contestó que mejor que la mirara y tocara. Irene le bajó el pantalón y estando él en calzoncillos, su verga le formaba un gran bulto. Irene nuevamente se tomó tiempo para tocar a su gusto, luego se puso de rodillas y le bajó el calzoncillo, haciendo que la verga de Ángel saltará liberando presión y lanzando algunas gotas de semen, que creo llegaron al rostro de ella.
Con cara de indudable excitación, cogió entre sus manos la verga y empezó a chuparla, primero rodeando el glande, luego introduciendo toda la cabeza en la boca. Era evidente que Irene estaba gozando. Era también evidente que la verga de Ángel era más gruesa que la mía, y tal vez, unos dos o tres centímetros más larga, quizás de unos 20 centímetros. Ángel estaba gimiendo y le decía que lo estaba haciendo de maravilla. Al rato Irene le pidió que se acostara para seguir mamando y tras un minuto de chuparlo, haciendo gala de su gran experiencia acumulada en su vida matrimonial, Ángel eyaculó una gran cantidad de leche que rebasaba la boca de ella. Irene no se tragó el semen, pero gustosa se la aplicó en las tetas, el clítoris y otras partes de su cuerpo.
Ahora era Ángel quien estaba descargado, sin embargo fueron unos pocos segundos los que le tomó para tener su polla nuevamente a todo tren y entonces Irene le pidió que se la metiera. Nuevamente comenzaron apasionados besos y caricias, esta vez acostados y él, ya una vez sobre ella, le separó las piernas. Al penetrarla Irene emitió un seco gemido con una frase de aprobación que no reconocí. Él es corpulento y alto, y eso le gustaba a ella. Unos pocos segundos después la cambió de posición, poniéndola a ella apoyada con las rodillas y los codos contra la cama, follándosela de una forma que siempre me ha gustado. Comenzó despacio pero pronto aceleró su ritmo y fuerza hasta un punto en que nuevamente Ángel llegó al orgasmo. Esta vez, ya habiendo él desahogado su deseo, recordó que yo podría regresar e Irene tomó la iniciativa de fingir que me estaba llamando por teléfono para consultar si pronto regresaría a casa. Por supuesto, le dijo a Ángel que yo enviaba disculpas pero que antes de una hora no volvería.
Ángel aprovechó para colmar a Irene con caricias, besos y cumplidos por lo excelente amante que estaba resultando, pero naturalmente esto volvió a encender los deseos por lo que nuevamente volvieron a follar.

Esta vez la mayor parte de la sesión fue Irene quien llevó el ritmo, estando principalmente encima de él. Fueron quizás unos 5 minutos de constantes gemidos de parte de mi mujer que culminaron con un segundo orgasmo. Entonces Ángel la giró para quedar sobre ella y continuar con la penetración, así que unos pocos momentos después, él la llenó de semen por tercera vez.
Descansaron un buen rato y cuando se despidieron Ángel le hizo prometer a Irene que este tipo de sesión se tenía que repetir.
Al marcharse él, cuando Irene regresó al dormitorio, la arrinconé contra una pared, la desnudé nuevamente. Su cuerpo olía a otro hombre y tenía grandes manchas de semen. Ella no me miraba, estaba exhausta y supongo que, por estar saciada de sexo, quizás avergonzada. De todos modos me hizo a un lado y se fue a duchar.
Al salir del baño, sin decir nada, me sacó la verga del pantalón y me hizo una gran mamada que me proporcionó un descomunal orgasmo. Nos acostamos prácticamente sin mediar palabra y tras un rato la desperté, y aunque ella estaba medio dormida, y sabía que no estaba de humor, me la follé.
Durante los días siguientes estos recuerdos me dieron celos y absurdos reclamos pues fui yo quien la entregué, pero al final nos calentábamos dando motivo para grandes folladas. Lo que siguió pasando entre Ángel e Irene es para contar en otra ocasión, pero por ahora gracias por su atención.
Saludos.

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