Relato erótico
Un buen plan
Son jóvenes, tienen buen sexo pero, como es habitual, a él le gustaría ver a su mujer follando con otro. Ella se negaba rotundamente y él, montó un plan que, si salía bien, vería cumplida su fantasía.
Pablo – Córdoba
Esta es mi historia, amiga Charo, de como nació mi deseo de poder ver como mi mujer era follada por otro hombre, y de cómo lo conseguí, después de mucho batallar. Me llamo Pablo y mi esposa Pilar de 28 y 26 años respectivamente, ambos somos de Córdoba y llevamos una vida normal de casados cumpliendo mutuamente todas nuestras fantasías sexuales. Ella tiene un cuerpo que cualquier hombre desearía para si, ya que tiene unas piernas bien formadas y unas nalgas de infarto, y yo siempre le pido que use faldas o vestidos cortos, pero a ella no le gustan porque cuando camina se le levanta por la parte de atrás y los hombres le dicen una serie de piropos subidos de tono.
Una noche que salimos a bailar con unos amigos y sus esposas, en medio de las animadas charlas, notaba como uno de mis amigos miraba disimuladamente las piernas de mi mujer. No le di mucha importancia ya que como dije antes las tiene muy buenas, sin embargo en otro momento la invitó a bailar y a lo lejos pude ver que su mano dejaba de estar en su cintura para bajarla casi hasta una de sus nalgas. Al principio me encabroné un poco, pero a la vez me excitó que otro hombre le estuviera tocando esa parte de su cuerpo que solo yo había tocado. Pilar no me hizo ningún comentario de este incidente, pero a partir de este hecho se me metió la idea que me gustaría ver como otro se follaba a mi esposa.
Cada vez que hacíamos el amor jugábamos a que no era yo el que se la estaba metiendo sino otro, y ella me seguía el juego, pero cuando le preguntaba si en verdad le gustaría comerse otra verga que no fuera la mía me decía que su cuerpo solo era para mí y que eso nunca lo haría.
Incluso llegué al punto de proponerle que me engañara con otro y que luego me contara que había pasado, pero ella seguía con su negativa, y yo con la idea que otro se la follara. Por un lado me sentía afortunado de tener una mujercita tan fiel, pero por otro lado necesitaba tener la experiencia que mi mujer probara otras vergas.
Para poner a prueba si todo lo que me decía ella era verdad, organicé en mi casa una pequeña reunión invitando a este amigo que le había metido mano la otra noche. Al comentarle a mi esposa que él vendría, ni se inmutó y su actitud me hizo pensar que este intento sería un fracaso, pero igual yo continué con mi plan.
Le pedí que se vistiera muy atractiva ya que a mi me gustaba lucirla, y mientras ella se arreglaba yo preparaba los canapés y las bebidas.
Cuando ya casi llegaba la hora en que vendría nuestro invitado, Pilar salió de la habitación y me sorprendió lo guapa que se estaba. Se había puesto un vestido escotado color azul acero el cual mostraba parte de sus pechos y por la parte trasera dejaba descubierta su espalda. Llevaba medias de nylon color negro que hacían que sus piernas se vieran perfectas y sus pies estaban calzados por unas sandalias de tacón alto.
Cuando llegó David, nuestro invitado, nos saludamos, ellos con un beso en la mejilla, yo estrechándole la mano y nos sentamos en el salón pero cada vez que Pilar se levantaba o cruzaba sus piernas, David no perdía detalle de poder apreciarla y yo rogando para que se presentara alguna ocasión para que algo sucediera. Ni David ni mi esposa sabían nada de mis deseos de verlos juntos, así que mi amigo se sentía un poco cortado para intentar alguna insinuación hacia mi mujer, y Pilar ni decirlo.
Como no pasaba nada especial se me ocurrió salir de casa con la excusa de comprar más bebidas. Les dije que iría a comprar pero que tardaría más de media hora porque a esa hora estaba todo cerrado. Ambos asintieron y los dejé conversando mientras yo salía por la puerta principal. Esto era solo una excusa para dejarlos solos ya que dentro de mi coche tenia unas botellas para que al volver pareciera que había ido a comprarlas. Conduje un par de manzanas y volví a pie a mi casa, entrando por la puerta trasera donde estaba el jardín que daba a la salita donde los dejé.
El corazón me latía a mil por hora a medida que me acercaba a donde ellos se encontraban, me situé detrás de unas palmeritas que estaban allí, para observar y escuchar lo que sucedía. Pilar estaba sentada frente a él tal como los dejé, pero con una pequeña diferencia que noté y es que ella se mostraba mucho mas amigable y risueña ante los piropos y bromas que él le hacia. ¿Sería posible que mi mujercita no fuera tan santa como me lo decía? Logré oír que David la invitaba a bailar y ella aceptó de muy buena gana. Era una música lenta y ambos bailaban muy pegados, entonces en mi interior tuve sentimientos encontrados, ya que por un lado me incomodaba la idea que otro hombre le pusiera las manos encima a mi mujer, pero también sentía como mi verga empezaba a levantarse, signo inequívoco que esa situación también me gustaba y además yo lo había provocado, así que me quedé en mi sitio observando todo lo que allí pasaba.
David no era nada tímido ya que apenas la tuvo cerca, le empezó a hablar al oído algo que no oí, pero que a ella le causó mucha gracias, acto seguido él bajó su mano hasta ponerla en una de sus nalgas, y ella sin mostrar mucho rechazo, apartaba con su mano la de el. Esto era una clara invitación a todas luces y en mi cabeza la pregunta, ¿mi mujer finge ser fiel solo delante de mí? A través del vidrio de la salita pude ver ahora como David agarraba con sus dos manos las nalgas de mi mujer atrayéndola hacia él para hacerle sentir su pene, a la vez que la intentaba besar en la boca. Ella se hacía la difícil, como para seguir el juego y le decía:
– David ¿qué haces? Soy una mujer casada.
Hasta que él encontró su boca y se dieron un beso que desde mi sitio pude ver como él le chupaba los labios y ella correspondía de muy buena gana. Se encontraban en el centro de la habitación y mi santa esposa tenía ya enrollado su vestido hasta la cintura dejándome ver que llevaba un tanga color negro transparente, el cual dejaba sus deliciosas nalgas a la vista y al manoseo de mi amigo. El se separó en un momento de ella y se abrió la bragueta del pantalón sacándose una tremenda verga que dejó a mi mujer con la boca abierta de la impresión. Y a mí también. Ella, en una actitud antes impensada para mí, se arrodilló agarrándole la verga con su mano, miró un momento la cabeza toda colorada, cerró sus ojos y se inclinó hacia ella metiéndosela en la boca.
Era curioso ver el movimiento de la cabeza de mi mujer moverse de atrás hacia adelante, en un vaivén recorriendo toda la longitud de ese pedazo de polla, larga y dura. Y entonces yo ya no pude aguantar más y de mi verga salió un chorro de semen que, sin exagerar, cayó a medio metro de distancia y mientras mi pene se ponía flácido mi mujer seguía en su faena de gozar como toda una puta. Claramente podía ver como esa verga extraña entraba y salía con fuerza de la boca de mi fiel mujercita. En eso David exclamó:
– ¡Me corro… me corro…!
Ella, rápidamente, se sacó la polla de la boca y se quedó mirando la verga de David para esperar los chorros de semen y mientras mi esposa, con una mano, lo masturbaba le decía:
– ¡Dame tu leche mi amor, dámela!
David disfrutaba de la masturbación que le estaban haciendo y sin poder resistir más, soltó su leche en la boca de mi mujer en medio de jadeos por parte de él. Ella se lo tragó todo y ya con más calma, comenzó a lamer el pene de David para limpiar con su lengua todo el semen que quedaba.
Pensé que si en ese momento salía de mi escondite todo se descubriría, y ¿cómo justificaría que todo el tiempo estuve escondido en el jardín mientras ella gozaba? Preferí salir e ir a buscar mi coche y luego volver a casa. Al entrar dije:
– Ya estoy aquí, tuve que ir lejos para conseguir estas botellas.
Al entrar en la salita la encontré a ella cambiando de música y él sentado fumándose un cigarrillo. Todo estaba como si no hubiera pasado nada y el olor a humo no dejaba que el olor a semen se notara. Les pregunté si todo estaba bien y ambos me dijeron que si, nada hacía sospechar que algo había sucedido y mi mujer volvió a su actitud distante con nuestro invitado, pero cuando él se fue, tuve una noche de sexo como nunca, y después de joderla bien jodida, mi semen se juntó con el de David en la boca de mi mujer.
En ese momento pensé si antes ella ya me habría engañado desde que estamos casados, así que lo que hice de ahí en adelante es ver la manera de que cuando se quedara sola, yo estar para ser testigo de sus actividades, y tengo que decir que me llevé más de una sorpresa al constatar la cantidad de vergas ha probado.
Saludos y hasta otra.