Relato erótico

Un buen cambio

Charo
15 de agosto del 2018

Reconocen que desde que acudieron por primera vez a un club de intercambio de pareja, su vida ha cambiado radicalmente.

Julio – Sevilla
Dicen, amiga Charo, que el que prueba repite y puede ser que sea verdad ya que nosotros hicimos de todo esto una nueva forma de vida, algo completamente distinto a lo que hicimos siempre.
A partir de esos momentos para nosotros el sexo ya no es como antes, algo que hay que hacer en la intimidad y lo demás es una depravación.
– Cariño estoy viendo otro pub de parejas en Internet cerca de aquí, queda a 20 kilómetros y parece que está bastante bien, ¿y si fuésemos este viernes? – le dije a mi esposa.
– Como quieras – contestó guiñándome un ojo – así vemos caras nuevas y… otras cosas.
Hasta ahora Rosa solo había ido con hombres y me empezaba andar por la cabeza que ocurriría si una mujer quería acostarse con ella. Eso me ponía cachondo, pero hasta ahora no me atrevía a decírselo y seguía disfrutando igual viéndola hacerlo con otro y como estaba gozando. Eso ya me bastaba.
Cuando llegó el viernes, mi cabeza solo pensaba en que a mi mujer la iban penetrar y ella se relamía de gusto delante de mí sin ningún pudor, disfrutando de como otro hombre se la follaba y ella a su vez le daba placer con su precioso cuerpo. Nos preparamos, nos duchamos y antes de salir la atraje hacia mí y empecé a besarla con pasión. Se había puesto un vestido rojo cortito con un escote pronunciado que le sentaba de maravilla.
– Ese es nuevo, ¿verdad? – le dije.
– Sí, es una sorpresa que te tenía guardada – contestó – ¿Te gusta… me queda sexy?
– Y tanto que te queda bien – le contesté metiéndole mano por debajo y notando que no llevaba bragas.
Tenía el coño ya húmedo y mí dedo se entretuvo en el clítoris mientras la besaba y ella me decía:
– ¡Aaaaah… cariño, estoy cachondísima y ya ves, ahora no hace falta ni que me digas que no lleve bragas, voy por debajo completamente desnuda!
– Y muy caliente, cielo – le dije.
– ¡Siií… mucho! – replicó.
– ¿Estás deseando que te follen, a que sí? – le decía mientras la besaba y le metía los dedos en su coño – Que te rompan este coñito tan rico, cielo.
– ¡Siií… y tú que lo veas… aaah…!
– Claro que sí, pero más porque sé que a ti te gusta también, y a mí al mismo tiempo ver como disfrutas con otra zorrita.
Entonces saqué la mano de su sexo y se la acerqué a los labios, metiéndose ella los dedos y empezó a chupármelos.
– Hoy te voy a dejar hacer de mí lo que quieras – dijo.

La polla se me había puesto a cien pero apartándome de ella, le dije:
– Mejor nos vamos sino vamos a terminar aquí sin salir.
Fuimos a cenar y al bajar del coche para entrar en el restaurante, notaba su culo apretado sin bragas contra su ceñido vestido. Cenamos, Rosa estaba radiante y preciosa. Más de uno le echaba un vistazo de reojo y tanto ella como yo estábamos disfrutando de ello. El camarero, desde arriba, tenía una buena perspectiva de su pronunciado escote pues tiene unas tetas muy bonitas y bastantes exuberantes.
Al acabar de cenar llegamos al pub, tocamos al timbre y nos recibió una chica, que era la encargada del establecimiento.
– Buenas noches señores, por favor pasen ustedes, creo que es la primera vez que vienen ¿verdad?
– Sí, a este lugar sí, pero ya hemos ido a otros parecidos, para parejas – dije yo
– Entonces ya no hay problema. ¿Quieren que les enseñe el local?
– No hace falta, nos llevas a una mesa y ya veremos – añadí.
Había algunas parejas en la barra, también algún chico solo esperando a ser invitado por alguna pareja y cuando entramos notamos que las miradas recaían en nosotros, nos sentamos viendo que al lado había otras parejas, algunas dándose el lote. Luego vi un letrero en una entrada de una de las puertas donde se leía “Privados”. Le pregunté a la chica de qué se trataba y me dijo:
– Están los baños de hidromasaje, habitaciones privadas, una pista de baile y alguna dependencia más, pero cuando quieran los señores pueden entrar, solo dejamos entrar parejas o algún chico acompañado de alguna pareja, a los hombres solos no les dejamos entrar.
Al poco rato se nos acercó de nueva la encargada y nos dijo:
– Me pregunta la pareja que están en aquella mesa – señalándola con la cabeza – si no les molesta que se los presente y si les aceptan una invitación.
Los dos miramos para ver quienes eran. Una pareja de unos treinta y tantos, ella rubia y de muy buen ver. Ellos respondieron haciendo un gesto con la mano y una sonrisa.
– Sí – dije – No hay problema, ¿y tú Rosa, te parece bien?
– Sí, por qué no, puede decirle que sí – dijo ella a la encargada.
Se sentaron a nuestro lado y empezamos con las presentaciones.
– Si me perdonas – me dijo él – tienes una mujer muy bonita.
– La tuya también lo es – contesté.
Después de hablar un poco y conocernos mejor, nos fuimos abriendo más.
– Si queréis, podemos entrar y bailamos un poco… o lo que vosotros queráis – dijo él.

Entramos en la sala de baile, yo con su mujer y mi mujer con el marido y había algunas parejas que más que bailar estaban metiéndose mano y follando de pie y eso nos estaba calentando aun más. Ramón, que así se llamaba él, atrajo a mi mujer y sus manos se posaron en su culo y empezaron a deslizarse por todas las nalgas de mi mujer. Ella se dejaba y se apretaba más para notarle la polla y de vez en cuando le arrimaba los labios al cuello y se lo besaba muy suavemente. La luz era escasa pero nosotros podíamos vernos porque estábamos los cuatro muy cerca. Entonces vi que una de sus manos se fue hacia sus piernas y lentamente empezó a subir su corto y ceñido vestido, acariciándole su muslo desnudo mientras con la otra mano la sujetaba con fuerza hacia él. Luego continuó hacia arriba, subiéndoselo por completo hasta la altura de las caderas dejándola de cintura para abajo completamente desnuda.
Rosa se pegaba contra Ramón todo lo que podía, su boca se fue a buscar la de él empezaron a besarse mientras los dedos de Ramón luchaban por entrar en el agujero del culo de mi mujer. Rosa tenía sus brazos rodeando a Ramón y sus lenguas estaban dentro de la boca del otro sintiendo yo como Rosa empezaba a gemir. Ramón había entrado con su mano en medio de sus muslos acariciando su pubis y ella había abierto las piernas para dejar paso y sentir sus dedos como sobaban su sexo.
Victoria, la mujer del nuevo amigo, y yo más que otra cosa estábamos viendo la escena de mi mujer totalmente entregada a ese hombre que le estaba haciendo lo que quería y ella le encantaba. De vez en cuando Rosa y yo nos besábamos, hasta que mi mano se fue hacía su blusa y desabrochó algún botón dejando al descubierto sus redondos pechos. Ella tampoco llevaba sujetador y mi boca se hundió entre sus tetas al tiempo que mis manos ayudaban a sujetarlas y estrujarlas hacía mí. Y entonces noté como una mano me empezaba abrir la bragueta para sacarme, con algo de esfuerzo debido a lo empalmada, mi polla.
– ¡Que hermosa! – exclamó ella – ¿Te puedo decir algo?
– Claro – dije yo.
– Pues que tienes una mujer preciosa y por lo que veo bastante fogosa, y me gustaría saber si tuvo alguna relación con alguna mujer.
– Que yo sepa no, ¿por qué? – pregunté.
– Tengo que decirte que a mi las mujeres también me gustan, y tu mujer me encanta, pero no quiero meter la pata y que os parezca mal.
– Si ella quiere no me parece mal e incluso me gustaría – añadí para darle más confianza.
– ¿Y si nos fuésemos a un reservado? – dijo Ramón, acercándose a nosotros.
Fuimos andando, yo con mi polla fuera del pantalón y asida por la mano de Victoria la mujer de Ramón, y mi mujer con el vestido subido y el culito al aire. Victoria no pudo resistir esa visión, le dio una palmadita en la nalga y se la apretó.

– Rosa ¡que durito lo tienes!
– Gracias Victoria – dijo mi esposa – siempre sienta bien que le digan a una algo bonito y si es de una mujer mejor, por que seguro que no lo dice por cumplir.
Una especie de cama redonda y bastante grande estaba en medio de la habitación rodeada de espejos, miré hacia arriba y vi la cama reflejada en un espejo, ella corrió las cortinas y nos desnudamos. Ya desnudos, Ramón tiró hacia atrás a Rosa quedándole las piernas fuera de la cama, le apartó las piernas y sin quitarle el vestido, metió su cabeza entre sus muslos y empezó a comerle el coño y mientras su lengua se movía un dedo le masturbaba el clítoris. De vez en cuando mi mujer levantaba las piernas y empezaba a jadear al tiempo que terminaba de quitarse la ropa.
– ¡Aaaah… así… asiiií… aaaah… más, más! – decía mientras sus manos sujetaban la cabeza de Ramón – ¡Aaah Ramón, cómemelo… aaah… que bueno…!
Susurraba con los ojos cerrados y su húmeda lengua moviéndose por la comisura de los labios sacándola por completo como si tratara de tocar algo con la punta, se mordía los labios y la lengua y su cabeza giraba de izquierda a derecha. Sus delicadas manos acariciaban sus bonitas y duras tetas, las levantaba y las apretaba pellizcando sus pezones. La lengua la dirigía hacía ellos mientras sus manos las juntaban aplastándolas una contra la otra. Ramón tenía abierto con sus dedos todo el coño mientras su lengua lo recorría de arriba a bajo.
Entonces empecé sacándole la blusa a Victoria mientras mi boca le iba chupando y mis dientes mordisqueando sus abultados pezones, luego le bajé la falda dejando al descubierto unas piernas algo mas rellenitas que las de Victoria pero también muy bonitas, le saqué el tanga que llevaba, y ella dirigió su boca hacia mis pezones para chuparlos y mordisquearlos mientras sus manos se deslizaban por mi velludo pecho
– Me encantan estos pelitos – dijo ella, mientras tiraba de ellos.
Siguió con su boca recorriendo hasta abajo y sus manos empezaron a desabrochar mi cinturón, luego me bajó el pantalón y el slip, y mientras lo hacía su boca y lengua seguía su camino hacia mi polla.
Una vez me despojó de todo se la metió en su boca mientras sus manos me sujetaban el culo y me lo acariciaba, me atraída hacia ella y empujaba al mismo tiempo que su boca tragaba una y otra vez mi mástil. Su lengua se entretenía con la cabeza de mi polla moviéndola alrededor de ella y notaba sus dientes como se deslizaba llegando hasta la punta. Una vez allí, movía la lengua con frenesí, me la besaba y volvía a morderla deslizando sus dientes por la cabeza hasta el final con suavidad. Sus manos en mi culo empujaban con fuerza hacía ella para tragarla de golpe mientras su boca y sus dientes apretaba el mástil. El placer que sentía sus dientes apretando mi polla, su lengua jugando, ese sentir entre casi dolor y placer me hacia volver loco Nunca me la habían chupado de esa forma. Victoria era toda una experta.

Ramón le estaba haciendo un buen trabajo a mi mujer, sus quejidos de placer no paraban
– ¡Aaah… así, asiiií… ya… yaaa… no pares, cabrón…! – le decía a Ramón mientras tenía un orgasmo
No podía aguantar más, entre los gritos de placer de mi mujer y la mamada de Victoria me tenía loco. Estaba a punto de correrme y eso que solo acabábamos de empezar. Tenía que metérsela de una vez y darle placer a Victoria y a mí antes de nada, quería sentir su coño mojado, como mi polla se abría paso y se hundía en su cuerpo.
– Ponte a cuatro patas, que te voy a follar – le dije.
Quería follarla y al mismo tiempo ver a mi mujer. Así le hundí mi polla con fuerza y cuando mi pubis se fue contra sus nalgas sonó un chasquido al chocar contra ellas. Ella pegó un grito pues no estaba preparada para entrar con tanta fuerza, por lo que notó mi empujón y como mi polla entraba sin piedad hasta que su coño quedó completamente lleno. Sus manos no aguantaron y se fue contra el colchón al no esperar el empuje tan fuerte quedando el culo levantado porque yo lo sujetaba con fuerza para que no escapara. Luego le apreté con fuerza las caderas y empecé a metérsela y sacársela. Lo tenía completamente mojado, su caliente coño tenía una lubricación diferente a la de mi mujer, era más espeso y su entrada era algo más abierta, su coño parecía que le ardía, en el interior notaba todo su calor y en la cabeza de mi polla notaba ese ardor tan delicioso cada vez que se la metía. Mis embestidas eran fuertes como si quisiera tirarla de la cama tratando ella varias veces de apoyarse con sus manos, pero yo no le daba tiempo de recuperarse, las tetas le iban de un lado a otro, se movían con fuerza e independientes cada una para una dirección distinta y yo la golpeaba con tanta fuerza que le era difícil el aguantar terminando por apoyar el cuerpo en la cama y dejarse llevar.
– ¡Aaaah… cariño…! – decía en voz baja a cada embestida mía – ¡Cariño, un poco más despacito por favor… aaaah… me haces daño!

Su cara, más que de placer parecía de dolor mientras miraba hacía su marido de reojo esperando una ayuda y ella aguantaba esperando a que me corriera de una vez y poder descansar su coño dolorido. Ramón y mi mujer estaban en pleno juego sexual y solo eso les importaba a ellos en ese momento.
Pero como me he alargado demasiado, ya continuaré con mi relato en una próxima carta
Saludos de los dos.

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