Relato erótico

Tus amigos, son mis amigos

Charo
28 de febrero del 2019

La conoció cuando ella hacia Erasmus en Santiago y se enamoró de ella. Poco a poco ha abandonado a sus amigos y ahora frecuenta a los amigos de su novia. Entre todos hay un chico negro, muy lanzado y descarado pero le cae bien.

Adrian – Santiago de Compostela
Llevo con mi novia un año y poco. Es italiana y la conocí cuando ella hacía Erasmus en España. Al acabar el verano tenía que volver y decidí irme a vivir con ella. Desde entonces, obviamente, mi círculo de amistades ha desaparecido y he ido teniendo que adaptarme al suyo.
De entre todos sus amigos, hay uno que me cae especial y extrañamente bien, y es que aunque es muy buen tío tiene una característica que podría molestar a la mayoría de la gente. Benito es de origen Senegalés, es uno de esos tipos descaradamente sexuales, de los que silban a las chicas cuando pasan y no paran de hablar de sexo y comer con la mirada y no se corta un pelo en nada, y cuando digo en nada puedo concretar en que a mí, el día que nos presentaron, en cuanto mi chica se fue al baño de una cafetería y nos quedamos solos, lo primero que hizo fue preguntarme como era ella en la cama. Al principio me trastornó un poco, no me lo quise tomar a mal ya que, quizá de esa actitud tan obsesiva con lo sexual se daba ese efecto paradójico que lo hacia casi inocuo, inofensivo, un personaje gracioso del que comentar cosas y reírse con el que al final la sangre nunca llega al río. No sabía muy bien como salir de aquel momento incómodo cuando prosiguió comentándome las ganas que le ha tenido siempre a mi novia.
-Solo con pensar en su culo se me pone durísima, en serio. Me he matado a pajas pensando en ella, daría lo que fuera por follármela -me dijo- yo no
sabía hacia dónde mirar ni cómo reaccionar.
Nunca fui un tipo celoso y saber que a mi novia este tal Benito no le daba ningún tipo de morbo en absoluto, me ayudó a tomármelo de forma muy serena y apacible. De todas formas, la idea de ver a mi pareja teniendo sexo, como teoría, a veces me ha llegado a gustar. Sin embargo es un paso que nunca he estado dispuesto a dar ya que, en el momento en que he intentado exteriorizar esa fantasía, todo lo que en mi imaginación me parecía morboso empieza a provocarme verdadera repulsa.
La cosa es que este chico trabajaba en una playa a unos kilómetros de la ciudad y lo veíamos muy poco. Una noche que pudo venir, mi chica me sugirió de invitarlo a cenar. Benito aceptó la invitación y preparamos algo en casa.
La cena fue distendida, bebimos vino, reímos con las bromas de Benito. Entre la música, el alcohol y una noche de distensión, obviamente acabamos hablando de sexo. Cada uno contó un poco lo que quiso. Fantasías, posturas, experiencias… Pero mi novia, que siempre ha sido muy tímida y recatada, apenas se animó a romper esa barrera con un par de, como yo las llamo, “puntas de iceberg” aparentemente inocentes sobre las que siempre suelo intuir que hay algo mucho más sórdido que se calla.
Benito insistió en los detalles de las historias que contaba mi novia, hablando de un modo muy gráfico.

El ambiente andaba cada vez más erotizado y caliente, cuando mi chica, que llevaba una falda bastante corta, se levantó en dirección al baño sin darse cuenta de que se le había quedado subida y se le veía el trasero.
Esto fue sin duda la llama que encendió la mecha de Benito, que ya estaba bastante incontrolable. Al volver mi novia, ya con la falda en su sitio, Benito se levantó y le contamos entre risas lo que había pasado. Mi novia nos acusó de que, después de hablar con tanta sordidez sobre sexo, nos asustáramos por ver un culo. Benito pidió verlo de nuevo, para demostrarle, según dijo, que puede contenerse. Mi novia me miró riendo, como buscando aprobación, y yo se la di sonriéndole también.
Así que mi novia se subió un poco la falda para mostrar su impresionante trasero, pero no lo suficiente como para calmar a Benito que enseguida, agarrándola por la cintura, le subió la falda hasta arriba indicándole como lo había enseñado antes. Mi novia le regañó entre risas, se la volvió a poner bien y ambos quedaron de pie, mientras yo permanecía sentado en el sofá.
Benito me preguntó por mi primera vez. Yo empecé a relatarlo todo con mucho detalle, pero en algún momento de mi soliloquio me di cuenta de que algo raro pasaba. Mi novia estaba muy roja, sudaba, parecía estar agobiada. Seguí hablando, disimulando, hasta que empecé a sospechar que, por la espalda, sin que yo pudiera ver nada, esa mano escondida de Benito podía estar haciendo algo raro. Decidí levantarme mientras seguía con la historia para comprobar, disimuladamente, si Benito estaba tocando a mi chica para pararlo en seco, ya que además parecía que ella lo estaba pasando mal.
Una vez en pie, efectivamente, pude comprobar con más perspectiva que la mano de Benito estaba debajo de la falda de mi novia, palpándole el trasero, mientras me miraba poniendo cara de atento como si nada. Me quedé paralizado, no sabía como reaccionar. Miré a mi novia varias veces. Ella sabía que yo estaba viendo aquello y la primera idea que me cruzó por la cabeza fue pararlo, echar al tío de allí a patadas, pero antes de decidirme volví a mirar a mi novia y vi como su rostro había cambiado ligeramente. Ahora ya no parecía tan incómoda y se reía tímidamente. Benito, mientras tanto, obviamente, se dio cuenta de que había sido descubierto, pero su reacción fue la contraria a lo que yo consideraría sentido común. En lugar de parar, disimular o poner una excusa para despedirse, permaneció igual, impasible y, sosteniéndome la mirada, giro la vista para mirar directamente al culo de mi novia, como diciendo “si si, lo estoy haciendo”.
Fue en ese medio segundo en el que se paró el mundo, justo cuando alguna reacción, aunque ahora no sabría adivinar cual, iba a terminar apareciendo por mí parte, cuando Benito tomo la iniciativa levantándole la falda a mi novia, dándole varias cachetadas en el culo.
– Menudo culito tienes aquí tío. Que puta suerte poder follárselo todos los días.
Miré a mi novia indignado y la sorpresa fue detectar el momento justo en que ella se mordía los labios. Parecía estar poniéndose muy cachonda con todo aquello.

– Siéntate tío, no estés nervioso- me dijo.
Yo me quedé de pie, miré de nuevo a mi novia, que me miró un poco ruborizada, no se si pidiéndome permiso o perdón. Benito mientras tanto se acercó a ella, puso una mano en su cintura mientras que la otra empezó a deslizarse hacia abajo y a acariciar, sobre el tanguita, el coño de mi novia.
-Benito, tío, ¿que haces? te estás pasando un poco ¿no? – le dije.
-Tranquilo amigo. Voy a enseñarte como hay que follarse este culito.
Tras decir eso, Benito se agachó, levantó una pierna de mi novia que permanecía inmóvil y retirando un poco el tanga comenzó a darle lamidas a su coño, aumentando cada vez más la intensidad, hasta que a mi chica se le escapó el primer grito de placer. Fue entonces cuando decidí que ya no podía hacer nada. Me senté en el sofá mientras Benito lamía con insistencia el coño de mi novia. También empezó con los dedos, le dio fuertes cachetadas en el culo. Yo empecé a ponerme muy cachondo. Nunca había podido hacer eso con mi novia, no lo habría permitido. Pero Benito lo estaba haciendo y ella tenía una cara de placer indescriptible. Contestaba con monosílabos a las preguntas de Benito “¿eres mi putita blanca?”, “¿quieres que te folle fuerte?”, “¿quieres que te reviente?”.
A todo mi novia contestaba que si, con la voz entrecortada, a punto de llegar a su primer orgasmo. Benito volvió a meter la cabeza entre sus piernas, serpenteaba entre su coño, se veía desde mi posición un excelente y brutal trabajo de mandíbulas, mordiscos, aspiraciones, lamidas…
-Me corro… – dijo en voz muy baja mi novia.
-Córrete zorra.
Le contestó él metiéndole los dedos y provocando que el cuerpo de mi novia se tornease en una masa espasmódica, casi gelatinosa.
Hacía mucho que no veía a mi novia correrse así. Pensé que ahí había acabado todo, sin embargo Benito tenía otros planes. Empezó a sacarse la polla y, cumpliendo con el tópico, tenía una gran polla bajo los vaqueros. Mi novia la miró sorprendida. Me miró luego a mí, que ya estaba sin pantalones en el sofá, empezando a excitarme y a dejar atrás el mal rollo que hasta el momento me estaba dando todo aquello.
Mi novia se metió la polla en la boca. Pensé que sería una mamada larga que acabara con él corriéndose en su cara y cerrara este extrañísimo capítulo de nuestra vida. Pero al poco de empezar, Benito la agarró de los brazos, la subió hacia arriba y la cogió en peso, colocándose la polla hasta conseguir introducir la punta. Mi novia, acostumbrada a la mía, que tampoco es que esté mal de tamaño, pero que ni mucho menos era como aquella, empezó a quejarse. Benito desoyó las quejas de mi novia y siguió introduciendo su polla hasta que llegó a meterla hasta el fondo. Mi novia se quejaba cada vez más, le hacía mucho daño.
-Ahora te dolerá, pero después vas a saber lo que es que te follen y que te corras de verdad.

Las quejas de mi novia iban en aumento, la polla enorme de Benito empezó a entrar y salir enterita del coño de mi novia cada vez más rápido. Se paraba un momento para, agarrándosela por la base, golpear con ella el clítoris de mi novia, y se la volvía a meter rápidamente hasta el fondo, sin contemplaciones. Mi novia negaba con la cabeza, cada vez más dolorida.
Yo no sabía que hacer, más bien no podía hacer nada, estaba paralizado, entre la excitación y la preocupación. Me acerqué a Benito.
-Tío, le estás haciendo daño, para de una puta vez.
Benito me miró, se quedó quieto de repente y vi como era mi novia ahora la que, sin que él hiciera nada, seguía el movimiento de cadera sobre su polla. Benito volvió a la carga, cada vez más bestia. El sonido de sus huevos rebotando en el coño de mi novia era cada vez más fuerte. Los gritos de mi novia ya no eran de dolor.
Entonces empecé a alarmarme por el sonido. En el piso de frente al mío, a pocos metros, viven unos cuatro o cinco chicos que solo paran allí para dormir y que se deben pasar el día trabajando. Vi como la luz de enfrente se encendía y abrían las ventanas para ver que estaba pasando. Cuando me aproximé a cerrarlas Benito me paró.
– ¡Ni se te ocurra! deja que vean como me follo a tu novia.
Para entonces ya era tarde. Mis vecinos estaban alucinando desde el piso de enfrente. Me veían a mí, con los pantalones por los tobillos, la polla durísima y sobre todo miraban a mi novia, agarrada al cuello de un negro con una polla monstruosa que la cabalga cogiéndola a peso.
Decidí volver a sentarme. VI como los vecinos se sacaban la polla y empezaban a masturbarse. Mientras tanto mi novia se volvió a correr. Parecía estar exhausta.
Benito se la llevó al cuarto y yo los seguí. La puso directamente a cuatro patas y le metió la polla hasta el fondo. Mientras se la follaba, se acercó a su cara y se morreaban. Volvió a su posición y le daba cachetadas en el culo. Mi novia estaba poseída. Le pedía más y más.
Benito le daba cada vez más fuerte, el ritmo era impresionante. Mi novia se revuelve y consigue darle la vuelta a la situación. Lo tira mirando hacia arriba sobre la cama y se pone sobre él. Lo cabalga todo lo rápido que puede, se corre de nuevo. Él se levanta y le mete la polla hasta la garganta, mi novia hace un amago de vomitar. Benito se la saca y se la mete de nuevo hasta la garganta, la deja un poco ahí, mi novia aguanta la garganta profunda. Luego ella misma se la saca y agarrándosela por la base se da pollazos en los labios, en la cara, saca la lengua y se la golpea con la polla, sigue chupándosela durante un buen rato hasta que Benito la para.
Yo, ya me he corrido y quiero que esto se acabe cuanto antes. Empieza a incomodarme la pasión salvaje que ha desatado a mi novia y que se esté comportando de un modo que conmigo no ha llegado a tener, al menos hasta esos niveles. Empiezo a sentirme humillado. Sin embargo Benito la ha parado no para terminar, sino para seguir de otro modo. La pone de pie. Mi novia es una marioneta que va a donde él la lleva.

En este caso contra una ventana. Se la mete aplastándola contra el cristal que da a la misma calle por la que los vecinos siguen masturbándose. Benito le da fuerte de nuevo y mi novia vuelve a parecer estar a punto de correrse. Entonces Benito la tira en la cama, la pone boca arriba y se la mete lentamente. La agarra de las piernas hacia arriba mientras acelera cada vez más el paso, hasta correrse. Fue cuando vi salir aquella polla y ver la cara de mi novia, cuando supe que esto no iba a ser algo aislado.
Esa noche Benito se quedó en casa a dormir. Por la mañana al levantarme, ambos estaban en la ducha. Miré y vi a mi novia de rodillas lamiendo su inmensa polla. Desde entonces Benito ha entrado y salido de casa varias veces…
Un saludo a todos los lectores.

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