Relato erótico

Trio con mi amante

Charo
28 de mayo del 2018

Su marido sabía que tenía un amante y disfrutaba cuando le contaba lo que habían hecho mientras follaban. Un día le pidió que le diera permiso para espiarles, ella aceptó, pero un desafortunado estornudo destapo todo el plan.

Eva – Pamplona
Con permiso de mi marido, hace tiempo que tengo un amante, con el que nos encontramos bastante seguido. Él, no sabe del permiso, así que supone que mi marido no está al tanto de la situación. Sin embargo, cada vez que vuelvo de un encuentro con él (le llamaremos Mario, e cuento a mi marido cada detalle. Desde la cena, hasta el beso de despedida. Mientras tanto, lo masturbo, y siempre (por la excitación que le provoca) termina llenándome la boca.
Lo cierto es que con el tiempo mi marido ha insistido en que quiere verme en uno de esos encuentros. Pero como me avergüenza un poco hablarlo con Mario, decidimos que lo mejor sería que él estuviera escondido y vea parte de la acción. Así fue que un día le dije a Mario que nuestra casa estaba disponible, lo invité a cenar y podía quedarse después “un poco más”. Cuando llegó a casa, la cena estaba preparada, mi marido en el patio que da a la habitación para poder espiar, y yo vestida con un vestido suelto, un poco más arriba de la rodilla, y sin ropa interior. Después de la cena, lo invité a volver al sofá, pero la respuesta fue clara:
-Ningún sofá, vamos a la cama ya mismo y túmbate que tengo para un buen rato antes de empezar a movernos -contestó misterioso Mario-
Así lo hice. Intenté sacarme el vestido, pero me dijo que él se ocuparía en su momento. Entramos a la habitación y le hice un guiño a mi marido que observaba desde atrás de las persianas. Me acosté, y Mario se acostó a mi lado, besándome y acariciándome por todo el cuerpo, levantando el vestido de a poco. Me pasó la lengua por los pechos, me acarició el chocho y me tocó el culo, mientras yo disfrutaba gimiendo. Luego se sacó la ropa, quedando sólo con el calzoncillo. No pude resistirlo mucho, y empecé a chuparle la polla. Mientras tanto, invisible para nosotros, mi marido espiaba.
De pronto le dije a Mario:
-Métemela de una vez.
Mario me puso a cuatro patas y me la metió en el coño, después de un rato, me senté yo arriba de él, dándole la espalda a la ventana. Imaginaba a mi marido viendo el espectáculo. Para entonces, ya gemía con ganas, mientras Mario me acariciaba el culo, jugaba con un dedo, lo metía y lo sacaba, y como siempre, me pedía metérmela por ahí. Nunca lo había hecho con él, por el grosor de su polla. Pero el insistía y yo le prometía que la próxima, y con eso nos excitábamos tanto que finalmente me corrí gritando. Me incorporé y se la chupé hasta que se corrió en mi boca.

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Nos acostamos abrazados, conversamos un poco, preparándonos para otra vuelta. De pronto oímos un estornudo bastante fuerte. Mario, asustado, dijo:
-Hay alguien en el patio. Voy a ver qué pasa
Yo intenté convencerlo de que no había nadie, pero como no se calmaba le explique lo que realmente ocurría.
Cuando se le pasó el susto, se rió, lo que me dejó tranquila. No quería perder esa polla, claro. Dijo también que entendía los temores y las vergüenzas, pero que con él no había ningún problema, que mi marido podía mirar todo lo que quisiera, que hasta podía participar si así lo deseábamos, pero que nada con él. Le expliqué que mi marido no tenía esos gustos, que solamente me quería ver a mí con otro, y que aprovechando que yo tenía amante, lo mejor era que fuera de esa manera. Desde luego, ahora que todo estaba aclarado, las cosas serían distintas, le dije a Mario, lo que él aceptó sin problemas. Nos pusimos de acuerdo en que seguiríamos teniendo nuestros encuentros, pero que en algunas ocasiones, mi marido estaría presente. Mario aceptó y dijo que el próximo encuentro seria en su casa después de cenar allí.
Se lo conté a mi marido y le pareció bien. Llego el día esperado, yo estaba algo nerviosa, porque si bien Mario es mi amante desde hace dos años, la situación era distinta.
Me arregle muy sexy para la ocasión y le dije a mi marido como llegar a la casa de Mario, la que ya conocía bastante bien, porque era el lugar de nuestros encuentros habituales. Al llegar mi marido se sorprendió que yo entrara con mi propia llave. Mario estaba en la cocina y nos dijo que pasáramos. Se presentaron y nos dispusimos a cenar. Al rato de acabar le dije a Mario:
-¿Vamos a la habitación o empezamos aquí mismo?
Me levanté, lo agarré de la mano, y lo llevé a la habitación, seguidos por mi marido. Al entrar a la habitación me restregué un poco con la polla de mi amante y fue suficiente. Me agarró de las caderas y me levantó el vestido hasta la cintura y se quedó admirando mi culo.

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Me puso a cuatro patas en la cama y me empezó a pasar la lengua por el culo, cosa que hacía muy bien, y sólo él me lo había hecho. Me calentaba tanto que me empecé a tocarme el coñito. Me di la vuelta, lo besé, y empecé a desnudarlo. Para terminar, me arrodillé delante de él y se la chupé, mientras miraba de reojo a mi marido, que estaba pajeándose y con cara de vicio. Cuando Mario estaba listo para la follarme, dije:
-Fóllame ya, quiero sentirte dentro.
No tardó ni un segundo en penetrarme. Yo gemí cerrando los ojos y sonriendo de felicidad. Mi marido miraba sin perder detalle y masturbándose sin parar. Me folló un buen rato y tuve varios orgasmos hasta que caí rendida.
Entonces pasé al toque final. Se la empecé a chupar mirando a mi marido de vez en cuando, para ver cómo reaccionaba. Chupaba esa enorme polla sabrosa, bajaba hasta los huevos, incluso ese día le chupé un poco el culo, cosa que a Mario le excitó muchísimo. No paré hasta que me llenó la boca de leche, miré a Mario y me la tragué.
Mi marido todavía se pajeaba, así que me levanté y fui a darle una ayuda. No hizo falta mucho. En cuanto me la puse en la boca me llenó también de leche, mientras se convulsionaba y gemía.
Mario estaba acostado en la cama, fui hasta él, lo abracé y lo besé. Me acosté con Mario, como hacíamos habitualmente, y hablamos un rato los tres de lo bien que lo estábamos pasando.
En ese momento, con mi cuerpo relajado, decidí darles una sorpresa. Le pedí a Mario que mojara bien mi ojete. Así lo hizo, metiendo un dedo, luego dos. Yo seguía chupándole la polla que cada vez se ponía más grande. Cuando la tuve lista, y mi culo estaba bien dilatado, dije a Mario que podía darme por el culo en honor al cornudo de mi marido. No tardó ni un segundo en ponerse a punto, me siguió comiendo el culo y cuando creyó que estaba lubricado apuntó su capullo y empezó a empujar.
Poco a poco, la fue metiendo, mientras yo miraba a mi marido que estaba pajeándose como un loco. De pronto se levantó y me la metió en la boca. Estaba ensartada por el culo por Mario y mamándosela a mí marido. Era una noche redonda.
Cuando estaba a punto de correrse me la sacó de la boca y desparramó todo leche por mi cara. Mario salió de mi culo y se acostó boca arriba. Mi marido se sentó en el sillón, y yo le chupe el rabo a Mario para que se corriera en mi boca como siempre. Estábamos agotados y nos fuimos a duchar por turnos. Cuando acabamos nos vestimos y fuimos al comedor.

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Mario y yo, nos sentamos en el sofá, y Mario empezó a morrearme, de pronto mi marido dijo:
-¿Que te parece si te quedas a dormir aquí, yo me voy para casa, pero si quieres?
Sorprendida, le pregunté a Mario que le parecía la idea.
-Por mí no hay problema -dijo-
-Me parece bien –dije- entonces mañana, al despertarnos puedo tener mi tercera vuelta”.
Decidido entonces que me quedaba, acompañé a mi marido hasta la puerta, lo despedí con un largo beso, y le dije:
-Mañana vuelvo bien follada y te cuento”.
Y así fue. Desde entonces, sigo encontrándome con Mario a solas, pero también muchas veces nos encontramos los tres.
Volveré con más, un beso calentito para todos.

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