Relato erótico
Trío bestial
Solía oír a sus vecinos cuando follaban y se pajeaba como un loco. Aquella tarde su vecina lo llamó y le dijo que le habían oído mientras se corría y como su marido no estaba, lo “necesitaba”. Era una encerrona pero, maravillosa.
Julio – Cantabria
Soy de Cantabria y cambiaré mi nombre y el de mis vecinos por aquello de la intimidad. Me llamo Julio, tengo 39 años y estoy separado. Mi vecino Ángel, también de 39. Y su mujer será Mercedes, de 37 años. Esta historia ocurrió a finales del verano.
Mis vecinos son un matrimonio de lo más convencional del mundo, casados desde hace ya 14 ó 15 años. Ángel, ya digo, es de mi misma edad. Puede medir de 1,70 a 1,75, se le ven unos kilos de más y también se aprecia que empieza a perder el pelo. Sus fantasías más adelante las descubriréis. Mercedes está para comérsela se mire por donde se mire. Es unos 8 ó 10 centímetros más alta que él, es morena, de pelo largo liso, morenita también de piel, ojos negros, nariz y boca sensuales, tiene dos tetas que son el deseo de todos allá por donde pasa, el culo rellenito, sin llegar a estar gorda, tiene las piernas largas y bien torneadas. Y lo más importante, conserva intactas todas las curvas femeninas incluida la del vientre, a pesar de los dos embarazos y partos. En fin que está buenísima. Solo de verla andar por la calle siempre me ha puesto “a tope”.
Aquel fin de semana sabía que habría espectáculo y me acerque al patio para verlos, pero como no tenían luz en la habitación no vi nada, solo oía los gritos de Mercedes y además me dio la sensación de que me habían visto. No quería arriesgarme y me fui a mi apartamento y me hice dos pajas de campeonato oyendo a Mercedes.
A día siguiente por la tarde, sábado, sentí una experiencia desconocida para mí, primero de vergüenza, luego de autoestima y finalmente de placer. Pero todas ellas en el intervalo de un par de segundos. Me explico. Sonó mi teléfono, y al descolgar oí la voz de Mercedes que me decía:
– La pasada noche actuaste como un mirón de pocos añitos, pero luego pensé que eres un hombre para tener cerca en caso de necesidad. Por cierto, ahora mismo te necesito, pues mi marido ha salido, volverá tarde y yo tengo esa necesidad.
La verdad es que en cuanto me dijo que su marido volvería tarde y que me necesitaba, una vez que ya me había pasado la vergüenza primero y la autoestima después, busqué el placer haciéndome una paja con ella al otro lado del teléfono. Lo que ocurre es que la muy pícara lo notó al momento y no sé cómo, pues apenas hice un ruido al bajarme la cremallera ni solté un solo gemido, pero éstas fueron sus palabras:
– Julio, noto en tu aliento que te estás pajeando, pero no derrames ni una gota de leche y vente a mi casa, que quiero bebérmela toda.
Eso ya me puso a mil y no pude aguantar más, soltando un chorro de semen por la mesa y el suelo a la vez que también soltaba un gemido entrecortado que hizo enfadar a Mercedes, diciéndome:
– Que cabrón, te dije que no te corrieras. Eso es lo que cuidas de mi ¿verdad? Seguro que si fuese la divorciada la dejarías bien satisfecha.
– No mujer – le dije – Ahora mismo voy a tu casa, pero es que no podía aguantar más y también ha sido la primera oportunidad que he tenido de cascármela con tu voz al teléfono.
– Que perverso eres -replicó ella- Meneártela con una voz… venga, ven a mi casa, que te vas a correr con la voz y con la dueña de la voz.
– ¡A sus órdenes! – le respondí.
Me fui al baño, me lavé y salí rumbo al bloque 3. Iba contento como un niño, alegre como un enamorado primerizo y empalmado como un becerro. Al llegar, me llevé otra sorpresa, pues me abrió la puerta Mercedes y antes de que pudiera abalanzarme sobre ella oí la voz de Ángel. Casi me da un infarto, pero él mismo me tranquilizó.
-Pasa Julio, pasa. Ya teníamos ganas de cazarte hombre. Sospechábamos de tu curiosidad, pero anoche te declaraste tú mismo y eso te lleva a hacer realidad nuestro deseo de hacer un trío.
Acepté la invitación de sentarme en el sofá, e incluso la de tomar una copa con ellos mientras charlábamos de cosillas de poca importancia hasta que en breve salió el tema del sexo.
Yo sabía a lo que había ido, pero supuse que era Ángel quien tenía algo que decir. Entonces Mercedes, se levantó, me fue quitando la ropa y me dejo en pelota picada. Como podéis suponer mi polla estaba tiesa como un palo y en cuanto ella la vio, dijo:
– Vaya, vaya Julio… no te quedas cojo, ¿eh?
– Menuda pieza, tío -dijo Ángel – A ver si ahora le va a gustar a mi mujer tu polla más que la mía.
-Pues no sé que decir sobre eso -dijo ella, sonriendo- Verdaderamente tenía la ilusión de tener dos pollas para mí. Mi marido calza bien, pero con la tuya… Ya hablaremos tú y yo después de esto Julio, ya hablaremos. Y puedes estar tranquilo, Ángel sabe de mi voracidad en la cama y no le importa que me cubra otro macho para satisfacerme, ya lo tenemos hablado.
– Bueno, sí me importa -replicó Ángel -Lo que pasa es que queríamos que fuese alguien de confianza, y créeme Julio, hacía tiempo que pensábamos en ti. Lo de anoche cuando te vimos en el patio nos hizo pensar en que era nuestra gran oportunidad y aquí estamos para aprovecharla.
Dicho esto, me cogió de la mano y nos dirigimos hacia el dormitorio. Entre tanto, Ángel se había desnudado también y se sentó en un sillón acariciándose la polla. Solo entonces pude comprobar que realmente calzaba bien, como dijo antes Mercedes. Es más o menos igual de gruesa que la mía, pero más corta. La mía es de unos 23 centímetros de larga y 6 de grosor.
Mercedes ni corta ni perezosa, me hizo tumbar en la cama, y empezó una de las mejores mamadas que me han hecho. Aunque me había corrido hacia poco, estaba a punto de explotar. Mercedes se dio cuenta y aflojó la intensidad de las chupadas.
Entonces, tumbado como estaba y con la polla babeando, me puso su chocho en la cara y me dijo que se lo comiera. Dicen que sé cómo hacerlo para que una mujer enloquezca y empecé a lamerlo muy despacito pero sin apartar mi lengua de su clítoris, note sus jadeos y como tensaba las piernas, la agarré del culo para que no se apartara y no pare, hasta que gritando se corrió dos veces.
Estaba como una perra en celo y cuando se separó de mí, volvió a restregarse el chocho, volví a cogerla, la tumbe en la cama, le hice pasar las rodillas por encima de mis hombros y con su coño en la cara le dije:
-Te lo voy a comer hasta que por favor me pidas que pare, a lo que ella contestó:
-Lo dudo, no hay nada que me guste más que eso, y precisamente a Ángel es lo que menos le gusta hacerme, por lo tanto, tengo en coño hambriento de lengua.
Puse mi lengua en su pipa y entre lamidas, mordisquitos y chupadas, conseguí que se corriera una vez, pero entonces decidí dejarla exhausta, cogí su clítoris como si fuera un chupete y no paré. Mercedes estaba como loca, su cuerpo no paraba de moverse, y sus caderas se estaban follando mi cara. Llego a correrse cinco veces, hasta que al final gritando dijo:
-Para por favor, para, me estoy volviendo loca, creo que si no paras perderé el conocimiento de tanto gusto que me estás dando.
Aparte la cara y sonriendo le dije:
¿Estás segura que quieres que pare?, ya sé que sí, pero como “castigo”, te voy a hacer correr un poco más.
La muy guarra en cuanto me oyó, volvió a ponerme el chocho en la boca, volví a coger su pipa como si fuera una teta y mientras la oía gemir y gritar se corrió dos veces más. Cuando aparte la cara y le baje las rodillas de mis hombros, las piernas se cayeron como las de una muñeca encima de la cama.
A todo eso, el cabrón de su marido estaba mirando embelesado al putón de su mujer, tenía la polla roja de tanto pelársela y no paraba de babear mientras su mano la pelaba a toda velocidad.
Volví a tumbarme en la cama, y no hizo falta hacer nada, Mercedes se sentó encima de mi polla y empezó a cabalgarme. Ángel, ni corto ni perezoso, se acercó a la cama y se colocó detrás de su mujer. Con las manos en la espalda la obligó a pegarse a mí y él se acercó más, hasta que noté su polla rozando mis huevos. Un segundo después volvió a gritar Mercedes, esta vez sí era una mezcla de dolor y de placer, estaba siendo follada por sus dos agujeros, Ángel y yo estábamos a reventar y al cabo de unas cuantas embestidas más, nos corrimos como cerdos.
Nos hemos seguido viendo, pero eso, os lo contaré en otra ocasión. Besos para todos.