Relato erótico

Polla negra y bestial

Charo
22 de mayo del 2019

Después de hablar sobre el tema, por fin se decidieron a”meter” otro hombre en sus relaciones sexuales. Fueron al bar de un hotel y cuando se dio cuenta, su mujer estaba hablando con un chico negro, muy elegante.

Lorenzo – BARCELONA
Con Teresa, mi mujer, desde hace tiempo teníamos la fantasía de verla follar con otro hombre, pero no nos habíamos atrevido, por temor a que esto cambiara nuestra relación de pareja y además, debíamos encontrar a alguien que le gustara.
Después de varias conversaciones, nos fuimos a una discoteca en un conocido hotel de la ciudad y ella, conforme a lo convenido, se situó sola en la barra a poca distancia de mí, para poder observar lo que pasaba
En cuanto entramos, se la miraron. Mi mujer es muy guapa, tiene 25 años, buenas tetas, mejor culo y con la faldita y la blusa que llevaba, era lógico que despertara “pasiones”. Empezó a tomarse una copa y al rato ya se le habían acercado varios hombres, pero ella los alejaba diplomáticamente, porque al parecer, no le gustaba ninguno.
Me distraje pidiendo una copa y al volver a mirar, la vi hablando con un chico de color, de unos treinta años, mediana estatura y musculoso. Me sorprendí con esto, puesto que nunca habíamos considerado que podía ser con un negro, pero al parecer le caía bien ya que a pesar de no oír lo que decían por el bullicio de la gente, los observé muy animados y bastante cerca el uno del otro. Reían y ella disfrutaba y cuando podía me miraba disimuladamente.
Al cabo de varias copas, mi mujer ya había establecido confianza con el negro, pues entre risas, se abrazaban y se rozaban las mejillas, hasta que al sonar música romántica, él la invitó a bailar y salieron a la pista. La rodeó con sus brazos por la cintura, apretándola fuertemente y ella se dejó. Pude observar que seguían hablando.

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De pronto, se miraron frente a frente y el chico la besó en la mejilla, mientras ella descaradamente acercó sus labios hasta los de él, entreabriéndolos empezando un morreo impresionante y observé que mi mujer le sobaba el paquete.
Después de un buen rato bailando, besándose y masajeándose, se sentaron y ella con el pretexto de ir al baño, hizo que yo la siguiera. Al acercarme, la noté muy cachonda y medio borracha. Su cuerpo estaba sudoroso y tenía un olor a licor y macho. Me dijo que quería seguir adelante pues el tío le gustaba muchísimo, estaba hospedado en el mismo hotel y le había propuesto subir a su habitación. Teresa le había dicho que estaba casada y que yo estaba allí, a lo que él le dijo que podía subir también. Acepté y Teresa me dio un morreo de agradecimiento.
Regresamos a la sala y al presentármelo, tuve una buena impresión. Se llamaba Walter y era guineano. Estaba en un viaje de negocios y había salido a divertirse un rato. Me comentó que mi mujer estaba muy buena y que le había llamado la atención su físico menudo, porque era diferente a las que él conocía. Teresa se veía ansiosa y no pudiendo ocultar la desesperación sexual que la poseía, insistiendo en la invitación de Walter. Así que pagamos la cuenta y subimos a su habitación. Era una suite muy espaciosa y una vez en ella entablamos confianza. Nos sentamos a tomarnos unas copas, que él sirvió y continuamos charlando. Teresa y Walter, se sentaron juntos en el sofá y ella, sin ningún tipo de prejuicio, lo acariciaba.
Al acabarse mi copa, decidí servirme otra y me levanté para ir al bar. Al regresar, los observé que no perdían el tiempo. Se besaban apasionadamente. Los sensuales labios de Teresa desaparecían bajo los de Walter, que metía sus manos en la blusa masajeando sus pechos erizados. Fue un largo y profundo beso que los dejó jadeantes. Ella me miró y yo asentí. Entonces se levantó y se quitó la ropa, quedando solo en tanga. Él, entretanto también se quitaba la suya. Me quedé sorprendido cuando mostró su tremendo rabo. Era descomunalmente grande, de unos 22 cm, grueso, muy negro y con la cabeza morada.

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Se abrazaron nuevamente y se besaron otra vez. Él bajó su lengua por el cuello de ella hasta llegar a sus pechos, apoderándose de sus pezones y chupándoselos, haciendo que mi mujer gimiera de placer. Esto le produjo el primer orgasmo de la noche. Al cabo de un rato, Walter la tomó de la mano, llevándola hasta la habitación. Teresa se acostó boca arriba, mientras Walter agarraba su tremenda herramienta y la acercaba a su cara. Ella, que no la había visto bien, lo detuvo apoyando su mano en la pelvis de él. Pero ante la insistencia del tipo, la agarró, primero muy tímidamente y luego empezó a recorrerla en toda su longitud hasta que la sujetó fuertemente empezando a pajeársela.
Teresa se quedó mirando la tremenda herramienta Walter pensando si semejante aparato le cabría en la boca, pero al final se decidió, abrió bien la boca y empezó a mamar aquel inmenso capullo.
Ver a mi mujer con aquel pedazo de carne en la boca me puso la polla tiesa. Vi como poco a poco se iba tragando el pollón y la cara de guarra que ponía era digna de ver. Le comía la polla, los huevos y chupaba como una loca.
El tío echaba la cabeza hacia atrás gimiendo con el tremendo placer que Teresa le daba, meciéndose suavemente introduciendo y sacando sus 22 cm de la sensual boca de mi mujer, que estaba completamente concentrada en su papel de mamadora enrollando su lengua en el glande mientras sentía su coño mojado por el deseo. Entonces el tipo, emocionado, le agarró la cabeza y empezó a follársela por la boca.
Noté como las piernas de Walter se tensaron y empujó más profundamente en la garganta de Teresa. Mi mujer, presintiendo que se iba a correr, sacó de su boca la verga del tipo, saboreando el hoyuelo que lagrimeaba el líquido pre seminal.

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Walter le dijo que iba a follársela, le sacó el tanga, y apunto con su enorme rabo la entrada del coño de mi mujer. Teresa se relajó y esperó que la penetrara. Se la metió de un solo golpe, mientras gemía como un cerdo. Mi mujer estaba en la gloria y no paraba de gritar diciéndole que no parara.
Walter comenzó a gozar el delicioso cuerpo de mi mujer dedicándose mientras tanto a comerle los pechos a besos, mordidas y chupones. Ella lo abrazaba por las nalgas atrayéndolo hacia su coño para conseguir una mayor penetración, brindándole sus entreabiertos labios. El negro se apoderó de ellos en un largo y apasionado beso y luego establecieron un tremendo juego de lenguas.
Al cabo de unos diez minutos de este sexual y acompasado forcejeo, sus cuerpos sudorosos se convulsionaron con la proximidad del orgasmo. Él lanzó una última y profunda arremetida, mientras sus testículos se contraían lanzando su descarga de leche caliente hasta lo más profundo e inundándole el chocho.
Mi mujer aullaba y vibraba con un tremendo orgasmo, como jamás lo había tenido. Sus jugos se juntaban con los de él, chorreándole hasta las nalgas. Nunca me había imaginado algo tan excitante. Acababa de ver a mi mujer mamarle la polla a otro hombre y éste se la follaba en mi presencia.
Como os podéis imaginar yo estaba a punto de reventar y con unas ganas tremendas de follármela, así que empecé a desnudarme.

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Teresa lanzaba profundos suspiros e inmediatamente me monté sobre ella. Aún jadeaba y su cuerpo estaba sudoroso y totalmente deseable. Se la metí hasta el fondo, tenía el chocho húmedo, caliente y pegajoso.
El placer que sentí fue indescriptible. Me abrazó y me besó apasionadamente arqueando sus piernas tras mi espalda. Empecé a bombearla con fuerza mientras ella movía sus caderas acompasadamente, hasta que exploté como un cerdo. Nos quedamos abrazados unos minutos, mientras yo observaba el semblante de satisfacción en su bello rostro. Acabábamos de tener el mejor sexo en nuestra vida de casados. Finalmente, nos separamos y ella también entró en el baño. Al cabo de un rato, ni ella ni Walter salían de allí, por lo que fui a mirar qué sucedía. Pero, eso lo contaré en otra oportunidad.
Saludos de los dos.

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