Relato erótico
Trabajo extra
Hoy quiere contarnos como terminó la fiesta a la que asistió con su marido. Era una cena de empresa y acabó “trabajando” y mucho.
Lola – SEVILLA
Hola Charo, recordarás que me llamo Lola y que soy una mujer muy caliente de 31 años, cabellera oscura con bonita figura, tetas grandes y bien redondeadas y una cintura breve siguiendo con unas nalgas carnosas, salidas y redondas. Para que os hagáis a la idea mis medidas son 99-59-93, y mido 1,60. Imaginad las piernas que tengo.
También te conté que todo sucedió cuando cierto día mi marido me avisó telefónicamente que tendríamos que asistir a una cena con gente de la empresa donde trabaja y con algunos clientes, los cuales son personas muy adineradas pues se mueven en el mundo de las finanzas, yo como siempre tratando de sobresalir con mi cuerpo y con esto ayudar también a mi marido pues siempre se fijan en la esposa y la critican en esas fiestas, escogí un vestido que me regalo mi marido y que aun no había usado.
Ya en la fiesta acabé caliente como un horno, subí al piso superior de la casa y creyéndome sola, me desnudé prácticamente y cuando me estaba masturbando un amigo de mi marido me sorprendió y se me folló sin más contemplaciones.
Terminé diciendo que yo sentía que las piernas no me respondían y me contorsionaba de placer moviendo todo mi cuerpo a cada metida, movía las nalgas para sentir más y más hasta que sin darme cuenta sentí como chocaban contra mí el abdomen y los huevos de Roberto en mis nalgas y mi vagina. Lo tenía todo adentro. La sensación era enorme y aunque yo no acostumbro decir nada cuando lo hago, en esta ocasión la calentura era extrema y me salió del corazón decirle:
– ¡Métemela toda, es la verga más buena que he tenido, fóllame, goza mi culo, acábatelo, es todo tuyo!
Como resultado él también comenzó a hablar y me decía:
– ¡Así quería tenerte cachonda, siempre había querido meterte toda la verga y disfrutar de tus nalgas, follas como una golfa, te mueves bien!
Estas palabras en vez de ofenderme me hicieron estallar en un tremendo orgasmo a lo que en ese momento tuve que girarme con todo la verga dentro ya que dejé escapar un fuerte gemido de placer y mi marido y los de abajo miraron hacia arriba. Afortunadamente logré quitarme a tiempo pero mis piernas ya no me respondieron y Roberto tuvo que mantenerme en pie, sintiendo cómo la verga resbalaba hacia afuera y él me llevaba hacia un asiento.
Yo reventaba de placer, mi abdomen seguía convulsionándose y en ese momento él abrió mis piernas y vi como su verga, húmeda por los jugos de mi orgasmo, se enfilaba hacia mi peludo coño y de un golpe comenzaba a entrar. Yo, sorprendida, miré cómo mi cuerpo se tragaba aquel tremendo trozo de carne hasta llegar al tope y tal fue mi excitación al ver esto que nuevamente sentí otro orgasmo y me abracé a él, para luego caer en el asiento. Miré su atlético cuerpo y como terminaba uniéndose dentro de mí con su verga, comenzando nuevamente el metisaca e instintivamente empezó la calentura haciendo que me moviera frenéticamente contra su cuerpo mientras él, con su boca, se apoderaba de mis tetas y comenzaba a chuparlas como si quisiera arrancármelas mientras con sus manos se apoyaba en mis caderas atrayéndome hacia él metiendo y sacando su polla de mí.
Luego bajé mis manos, cogí sus huevos y comencé a acariciarlos mientras entraba y salía de mí hasta que al sentir con mis manos el movimiento rítmico y su rostro con una expresión de calentura total, nuevamente comencé con un orgasmo que se unió con la corrida de él que en ese momento comenzó a soltar chorros de semen dentro de mí los cuales sentí con una fuerza extraordinaria. Me abracé a él, su verga estaba toda dentro y no cesaba de correrse, sintiendo como su semen caliente me llenaba cada vez más la vagina.
Los dos terminamos, me recliné en el asiento y él sobre mí sin sacármela, descansó un rato y luego se retiró de mí pero yo, aún un poco excitada, quería ver como salía esa tremenda cosa de mí y así fue. Lentamente se fue saliendo y aun que estaba flácido, era de tamaño considerable. Salía húmeda por los líquidos de ambos y al salir la cabeza, mi vagina comenzó a escupir borbotones de semen, lo cual en vez de darme asco me excitó y dejé que se escurrieran hasta mis nalgas dejándome húmeda. Roberto amablemente me dijo:
– ¿Quieres que vaya por papel?
– No, déjame sentir toda esta leche tan caliente sobre mí – le respondí.
Él estaba de pie frente a mí y comenzó a decirme que había sido extraordinaria, que había sido una de las mejores folladas de su vida y sobre todo con una mujer tan buena. Diciéndome esto él caminaba a lo largo del balcón pero yo solo miraba su verga colgando y meneándose a cada paso, hasta que no aguanté más y le dije:
– ¡Ven aquí!
El se acercó, lo cogí de las caderas situándolo de manera que agarré su polla flácida y me la metí en la boca, comenzando a hacerle una mamada como nunca lo había hecho. Al introducirla de inmediato sentí el olor y sabor del semen lo que hizo que me calentara y en ese momento le dije:
– Quiero que me llenes la boca de tu leche como me llenaste el chocho, ¿crees que podrás otra vez?
– ¡Por ti lo que quieras, encanto! – contestó.
Me la metí nuevamente mientras él sobaba mis tetas y luego, como el sillón era para dos personas, se sentó y yo me acosté sobre sus muslos mamando su verga, así el podía sobarme por donde quisiera tocándome el estomago, las caderas, las nalgas y luego me sobaba el clítoris tirando de los pelitos de mi coño.
Después de un rato me apretó fuertemente las tetas y su verga se convulsionó expulsando chorros de semen que chocaban nuevamente con gran fuerza en mi boca, y yo trataba de retener lo mayor posible pues nunca había hecho algo parecido y me pareció muy cachondo tragar todo aquel esperma que recibía, pero dado el tamaño del miembro no pude más y lo saqué de la boca, por lo que lo último salpicó mi cara dejándola húmeda y pegajosa.
Luego lamí y chupé el largo miembro hasta retirar todo residuo de líquido seminal y me quedé recostada sobre aquel monumento de polla, acariciándole el pecho a aquel amante que antes yo repudiaba y ahora me había hecho sentir los mayores orgasmos de mi vida.
Luego nos vestimos, nos dimos un gran beso y le dije que él bajara primero que luego bajaría yo. En ningún momento me limpié el semen que había escurrido por mis piernas y nalgas, quise dejarlo como un grato recuerdo y vaya si lo recordé pues al bajar las escaleras, con el movimiento de mis piernas, sentí que mi tanga se humedecía y más líquido escurría.
En ese momento suspiré y sonreí al momento en que me unía a un grupo de señoras para hablar de todo y de nada.
Saludos y besos.