Relato erótico

Trabajo entretenido

Charo
17 de mayo del 2019

Se había separado y su trabajo de media jornada no era suficiente para vivir sola. Miró el periódico y vio un anuncio que le interesó. Pedían una camarera para una discoteca. Es joven, atractiva y pensó que podía conseguirlo.

Virginia – Palma de Mallorca
Necesitaba el trabajo desesperadamente. Estaba recién separada, pues mi marido me había dejado hacía poco por otra y no me llegaba ni para pagar el alquiler, con un mísero sueldo de dependienta a media jornada. Por eso, al ver el anuncio en que pedían “Chicas resultonas para barra de discoteca. Buen sueldo”, decidí presentarme. Llamé al teléfono que indicaba el anuncio y me contestó una voz de hombre grave, sumamente agradable, que me hizo una serie de preguntas y seguidamente me dio indicaciones sobre como llegar al lugar de la prueba. Le pegunté que como debía vestirme y después de una breve pausa me indicó que como creyera que debía vestir una camarera de discoteca de noche. Menuda duda, la verdad es que siempre me ha gustado vestir de un modo discreto por fuera, pero tengo la costumbre de usar ropa interior sexy, o inexistente a veces, para disfrutar de esa sensación de libertad, así que escogí lo que para mí era discreto pero con un toque sexy.
Un sujetador de gasa negro transparente a juego con el tanga, unas medias negras de las que se sujetan solas al muslo, una minifalda negra y una chaqueta de cuero negra, un poco atrevida porque el escote dejaba ver más de lo necesario. Para terminar, me coloqué unas botas negras de media caña, con talón mediano, para ir cómoda pero atractiva. Me miré al espejo y decidí dejar mi melena oscura suelta, salvaje sobre los hombros. Daba una imagen de poca seriedad y creí que así es como vestían las camareras (al menos de lo que yo recordaba en mis tiempos de juergas nocturnas). Un maquillaje suave pero resaltando ojos y labios, y lista, ya estaba vestida para “matar”. Salí de casa y siguiendo las indicaciones, no me costó mucho llegar a la discoteca. De día se veía algo deprimente, solitaria, pero la imaginé en plena noche, a la luz de la luna, con focos… Y me gustó.
Al dirigirme hacia la entrada vi a dos hombres, supuse que me estaban esperando, uno era un chico más o menos de mi edad, unos 27 años y el otro era el encargado, un madurito interesante. Ambos me dirigieron una mirada apreciativa de arriba abajo y entramos. No paraban de mirarme el culo descaradamente, pero no me importó, siempre me ha gustado que me miren los hombres y en este caso creí que formaba parte de la prueba, todos sabemos que las chicas de discoteca tienen que ser extrovertidas, el mundo de la noche es así.
El local era muy amplio y en ese momento estaba poco iluminado, en una atmósfera íntima, muy agradable, me gustaba el lugar. Subimos hasta la barra superior y para mi sorpresa hicieron que me sentara sobre la barra, mientras ellos se quedaban apoyados en los respaldos de dos sofás, analizándome mientras hablaban conmigo.
En ese momento me arrepentí de ponerme la minifalda, porque al estar sentada en la barra, era casi imposible no enseñar el final de las medias y creo que en más de uno de mis cruces de piernas, vieron claramente los pocos pelos de mi pubis a través de la gasa transparente del tanga.

Intenté olvidarme y concentrarme en la entrevista, lo típico, que si había trabajado antes así, si tenía experiencia detrás de una barra, etc. Debo reconocer que la situación, más que incomodarme, la encontraba excitante. Dos hombres realmente atractivos, el encargado era ya mayor, un madurito moreno que se veía experimentado y que sabía de qué hablaba en todo momento, y el otro era el disc-jockey, rubio, vestido a la última y con un cuerpo de infarto, que por lo visto también era socio del negocio y por eso ayudaba en la elección del personal. Los dos no dejaban de mirarme fijamente y sonriendo con picardía.
No me di cuenta de lo que pasaba hasta que pasó… Como parte final de mi entrevista decidieron “probarme”, nos dirigimos los tres a la barra y la verdad es que era un espacio realmente reducido. Me hicieron manejar botellas, enseñarles como servía un combinado, el tema informático para los cobros, etc. Mientras yo iba haciendo, en todo momento tenía a uno de ellos detrás, como apoyándose sin querer en mí, mientras el otro, me enseñaba donde estaban las cosas y guiaba mis manos sobre las botellas y los vasos. Al cabo de un rato me di cuenta de que tenía una dura polla apoyada entre mis nalgas. Me quedé muda. En ese momento los brazos musculados del disc-jockey me rodearon la cintura y su boca se acercó a mi oído susurrándome:
– ¿Realmente estás interesada en trabajar con nosotros, preciosidad?
No me dio tiempo casi a contestar, en el momento que afirmé con la cabeza, el encargado ya me estaba desabrochando la chaqueta y metía su cara entre mi escote, buscando mis tetas.
– Mmm, desde que te he visto he querido comerte ese par de tetazas.
Eso me puso a cien por hora y aunque mi cerebro intentaba decirle a mi cuerpo que eso no era lo correcto, estaba tan caliente que me dejé llevar. El disc-jockey ya me había subido la falda hasta la cintura y refregaba una y otra vez su polla entre mis nalgas, mientras con sus manos acariciaba mi coño, apretándome más contra él.
– Joder, que culo tienes…- dijo.
Parecía que no sabía decir otra cosa y realmente se notaba que su polla estaba entusiasmada con mi culo, porque no paraba de crecer, la notaba muy dura y caliente. La situación me estaba poniendo realmente cachonda. El encargado mientras, me estaba chupando las tetas de un modo divino, mientras con las manos las acariciaba y de vez en cuando subía hasta mi boca para darme un morreo excitante, y más teniendo en cuenta que al hacer todo esto, me apretaba contra su amigo. Entre los dos terminaron de quitarme la chaqueta, la falda y el sujetador, me quede solamente con en tanga, las medias y las botas, entonces me incliné hacia delante para bajarle la bragueta al encargado y poder ver lo que guardaba allí.
– ¡Dios, que pedazo de polla tienes!- no pude evitar exclamarlo.
Era una hermosura y estaba totalmente erguida, un capullo apetecible y con esas gotitas de líquido pre seminal en la punta (esas gotitas me pueden), y en esa misma postura, imaginaos, con las piernas abiertas, un hombre paseando su polla por mi culo, me puse a chupar y degustar una polla realmente exquisita. Me encanta lamer y degustar pollas, es un vicio. Creo que en ese mismo momento el encargado decidió que me daría el trabajo, porque sus gemidos, sus bufidos y todas las guarradas que soltaba por la boca, eran realmente de aprobación.
– Oooooohhh, pero como la chupas, dios… Tienes que trabajar para mí… Ahhhh, si, chupa mis huevos, hazloooo…

Me encantan los hombres cuando están así, bajo mi control. Aunque lo del control era relativo, porque mientras yo chupaba arriba y abajo ese pedazo de carne caliente y duro, el disc-jockey se había puesto de rodillas detrás de mí, para chuparme bien el coño. ¡Joder, como chupaba el chaval! Metió un par de dedos en mi coño, mientras con la lengua y los labios me torturaba el clítoris una y otra vez, sorbiendo, lamiendo y jugueteando, hasta que no pude aguantar más y me corrí, sin poder evitarlo, en su boca. Al tiempo de correrme, se corrió el encargado en mi boca, casi ahogándome entre un mar de leche calentita que tragué como buena niña, sin desperdiciar ni una gotita.
Me temblaban las piernas del orgasmo tan placentero que me había proporcionado aquel tío, tuve que apoyarme en las neveras de la barra, a lo que aprovechó el disc-jockey para separar más mis nalgas y meterme su rica polla suavemente en el coño. Ese chaval follaba de maravilla, tenía un juego de cadera increíble, porque metía su polla en mí hasta el fondo y la volvía a sacar casi toda con una suavidad enloquecedora, mientras me decía tantas guarradas que en pocos minutos volvía a estar a cien por hora.
– Toma, zorrita, te gusta mi polla ¿verdad? Mira como entro en tu coño, te voy a reventar, ¿te gusta?
Y aquí la sacaba y me dejaba así, hasta que le suplicaba que me la metiera de nuevo.
– Dime qué quieres, zorrita, ¿quieres que te la meta? ¡Suplícamelo!
Vaya si se lo suplicaba, me estaba acariciando el clítoris otra vez y me tenía a más de cien, mientras con la punta de la polla rozaba los labios del coño para calentarme más aún. En ese instante fue cuando el encargado revivió y se acordó de que él era el jefe y mandaba, así que se tumbó en el suelo, justo bajo uno de los focos. Su polla estaba de nuevo durísima y palpitante, brillaba bajo la luz.
– Ven aquí, siéntate aquí, hazme caso si quieres el trabajito, ¿lo quieres?
No sabía bien a que se refería, si quería el trabajo o su dura polla, pero ante la duda me desprendí como pude del disc-jockey, que estaba a punto de explotar, me acerqué al encargado, puse un pie a cada lado de su cuerpo y me agaché en esa típica postura tan tremendamente sexual, que a todos los hombres les enloquece para, después de coger y colocarle el preservativo, meterme de un solo golpe su polla hasta el fondo del coño. El tipo estaba que se salía, gritaba de placer y yo también… En esa espléndida postura solo toca el coño con la polla y los músculos vaginales aprietan de un modo que reviviría hasta a un muerto. Le tenía casi a punto, pero no podía olvidarme del disc-jockey, que estaba reclamando su parte del pastel. Tuve que cambiar la postura para poder meterme la polla del otro en la boca, mientras el encargado se agarraba a los cachetes de mi culo y seguía hundiéndose en mí, como un verdadero poseso. Pero el disc-jockey era un travieso y no se conformó, quería mucho más.
– ¡Quiero metértela por el culo! ¡Quiero hacer un sándwich!
Anda pequeña, seguro que te gustará…

Y tanto, lo que ellos no tenían ni idea es que me encanta que me den por el culo. Me levanté dejando al encargado casi al borde de soltar toda su carga, con las consiguientes quejas, pero al ver la intención de lo que venía, en su cara se dibujó una sonrisa perversa y su polla revivió más, si cabe. Se levantó y se dirigió a un sofá que había en la esquina, se sentó en el sofá, me cogió de la cintura y me hizo sentarme encima, para facilitarle al disc-jockey el trabajito. Tenía mis dudas sobre si me iban a caber esas dos pollazas a la vez. El joven primero se entretuvo poniéndome saliva y lamiendo el agujerito de mi culo un buen rato, con lo que me puso a las puertas de un nuevo orgasmo.
– Métemela ya rubito, quiero que me rompas el culo de una vez, hazlo. ¡Métemela porque voy a correrme!
Se arrodilló por detrás de mí y debo agradecerle que no me hiciera caso, porque aún metiéndomela con toda la suavidad del mundo, me hizo ver las estrellas. Al cabo de unos minutos ya nos acompasamos los tres al movimiento, en realidad ellos dos, porque a mí me tenían empalada totalmente, con cuatro manos, dos bocas y dos pollas en mi cuerpo, creo que nunca he sido tan feliz y debo reconocer que tuve el orgasmo más salvaje y desenfrenado de toda mi vida. Para agradecérmelo, el disc-jockey se corrió dentro de mi culo como un loco, rugiendo, gritando, gimiendo, taladrándome con embestidas salvajes que me dejaron el agujerito abierto durante un buen rato. El encargado al vernos a los dos disfrutando tanto de la situación, no quiso ser menos y tuvo otro orgasmo más discretito, pero igual de agradecido.
Ya habíamos disfrutado a tope los tres, ahora tocaba limpiar, así que me ofrecí para dejarles las pollas como una patena. Les hice sentar en el sofá, yo me arrodillé ante ellos y mientras le lamía todo el tronco a uno, con la mano le tocaba la polla al otro, y luego viceversa, estuve así con ambos hasta que volvieron a correrse. Entonces si que ya simplemente me dediqué a limpiar toda la leche que habían desparramado, lamiendo sus pollas hasta dejarlas relucientes. Nos quedamos unos minutos en el sofá recuperándonos, hasta que tuvimos fuerzas para vestirnos. Me ofrecieron un refresco, seguimos hablando como si nada durante un rato y nos despedimos.

¿Adivináis quien fue la nueva encargada de barras en la discoteca desde ese día?
Besos calentitos para todos

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