Relato erótico

Trabajo con alicientes

Charo
1 de febrero del 2019

Buscaban trabajo y vieron un anuncio en el que pedían un matrimonio para el campo y atender la casa. La propietaria era una mujer viuda. Era una madurita atractiva y muy simpática.

Paco – Jaén
Todo empezó al presentarnos a un trabajo en el campo que se ofrecía por medio de un anuncio. Nos recibió una espléndida mujer de unos 45 años, llamada Esperanza. Era viuda y tenía un hijo de unos 24 años llamado Andrés. Hablamos del tema, le causamos una buena impresión y a los quince días nos llamó para darnos el trabajo.
El tiempo pasó y establecimos una buena amistad con Esperanza la cual, un sábado, nos invitó a cenar con ella. La velada fue estupenda y ya en la sobremesa, mi mujer le dijo:
– Esperanza, perdona si me meto donde no me llaman, pero le pasa algo a
tu hijo, le veo muy distante y nervioso.
Esperanza quedó callada por lo que mi mujer añadió:
– Perdona, no quería…
– No te preocupes – la cortó Esperanza – Mi hijo tiene un problema de difícil solución. Mi chico antes no era así, era un chico alegre pero tuvo problemas con las mujeres y que le crearon un trauma. Salía con varias chicas y todo funcionaba bien hasta que las metía en la cama.
Los dos escuchábamos con cara de asombro. No entendíamos nada por lo que Esperanza añadió:
– El problema de mi hijo es que cuando las mujeres le ven su pollita, no quieren saber nada de él.
– Es que las chicas de hoy son idiotas – dijo mi mujer – No todo está en el tamaño, eso muchas veces no importa.
Esperanza, percatándose del error, le dijo:
– No cariño, el problema de mi hijo es que tiene 25 centímetros de rabo y de un buen tamaño, y las tías se niegan a tragársela.
Mi mujer soltó una carcajada, pidió perdón y exclamó:
– ¡Serán idiotas, cualquier mujer estaría encantada de ser poseída por semejante instrumento!
– No creas – le contestó Esperanza – Le traje algunas putas a las que ofrecí más de lo que cobran y cuando le vieron el rabo dijeron que eso se lo metía a su madre.
Cuando fuimos a la cama, mi mujer me metió mano y al tocarle yo el coño, la muy puta lo tenía empapado.
– ¿Qué te pasa que estás tan caliente? – le pregunté.
– Cariño, solo de pensar en esa polla me he puesto a cien – me contestó.
– Vamos que no te importaría tragártela – sentencié.

Así echamos uno de los mejores polvos de nuestra vida. Estuvimos un rato conversando hasta que mi mujer me dijo:
-¿Te das cuenta que de solo pensar en que me metían ese rabo, nos hemos puesto calientes y hemos disfrutado como nunca?
– No estarás pensando…
– Pues la verdad, no me importaría y si encima me pagan bien…
– ¿Y yo qué…?
-Tú serás un cabrón consentido y como hemos leído en las revistas, muchos maridos opinan que no hay nada más caliente que ver como otro hombre se folla a tu propia mujer.
Pasaron unos días y mi mujer seguía con su calentura hasta que llegó el cumpleaños de Andrés. Era un sábado y nos invitaron a comer. Mi mujer me tuvo mosqueado. Se estuvo bañando, se arregló los pelos del coño y se puso la lencería más provocativa. Después de la comida y estando los cuatro sentados en el salón, su madre le dio su regalo pero yo le dije:
– Lo siento Andrés, no hemos tenido tiempo de comprarte algo, te lo debemos.
Pero mi mujer se puso de pie frente al chico y cogiéndole de la mano le dijo:
– Yo sí tengo un regalo para ti
Esperanza y yo nos miramos mientras ella, dando una vuelta sobre sí misma, añadía:
– Yo soy el regalo, venga Andrés, desenvuélvelo.
El chico y los demás estábamos con la boca abierta. Mi mujer cogió las manos de Andrés y poniéndolas sobre sus hombros, se fue bajando el vestido. Cuando el chico vio los gordos y firmes pechos de mi mujer, empezó a mamarlos, pero ella lo paró diciéndole:
– Espera, mi amor, que ahora lo tendrás todo.
Al poco rato se quedó en pelotas, con solo las medias y un pequeño tanga que se metía entre los gordos labios de su coño. Andrés la cogió en brazos y se metieron en su habitación.
Esperanza y yo nos quedamos paralizados hasta que, de pronto, oímos los gemidos de Andrés. Su madre me cogió de la mano y fuimos a su habitación. La puerta no estaba del todo cerrada. Andrés estaba tumbado y mi mujer, de rodillas y de espaldas a la puerta, le debía de estar mamando la polla. Solo podíamos ver el culo de mi mujer y todo su coño, que brillaba por lo mojado que lo debía tener. Andrés gritaba con desesperación:
– ¡Quiero metértela… quiero follarte…!
– Ahora, ahora me la clavarás – le decía mi mujer – Yo también lo deseo, pero deja que te la moje para que no me hagas daño.

Cuando mi mujer se levantó y abriéndose de piernas se puso encima de Andrés, al verle la polla al chico pensé que era enorme, que nunca había visto nada igual y que iba a partirla por la mitad.
Mi mujer se fue bajando lentamente, cogió la polla con las dos manos, se la restregó por los labios y poniendo el capullo en la entrada de su vagina de golpe se tragó la mitad a la vez que daba un grito, no sé si de gusto o de dolor. Empezó a subir y a bajar por el enorme rabo. Cada vez se la metía más hasta que, de golpe, se dejó caer echándose sobre su amante y empezando a follárselo. Andrés le cogió los pechos con ambas manos y se los mamó con desesperación mientras mi mujer se lo follaba. Yo, desde atrás, no podía ver bien, así que puse mis manos en los hombros de Esperanza para que se agachase un poco. Al hacerlo, su culo quedó pegado a mi polla y al poco, al sentir como se restregaba, la cogí por la cintura y le dije:
– Mi mujer tenía razón, estoy como un burro de ver como otro tío se la está follando a mi mujer.
Esperanza se dio la vuelta y me dijo, mientras me cogía la polla:
– A mí me pasa lo mismo.
Se puso de rodillas y sacándomela del pantalón, tras meneármela unos segundos, se la metió en la boca. Mientras Esperanza me la chupaba, yo veía como mi mujer se retorcía sobre la enorme polla de Andrés y cuando ella se dio cuenta de mi presencia, sin sacársela, se dio la vuelta y me sonrió. Ella siguió follándoselo hasta que notó como subía la leche del macho y le llenaba el coño. Cuando mi mujer salió lentamente de la estaca, su coño hizo un ruido como si se descorchase una botella de champán y al ponerse de pie, un río de lefa salió de su almeja y se deslizó por sus muslos. Esta visión del coño de mi mujer lleno de leche de otro hombre hizo que me corriese en la boca de Esperanza la cual tragó toda mi leche y siguió mamando hasta dejarme la polla limpia.
Cuando Esperanza se incorporó, su hijo estaba poniendo mi mujer a cuatro patas para clavársela y entonces ella me dijo:
– Anda, vámonos, que estos tienen para rato y yo necesito que me la metas, estoy caliente como una burra.
Llegamos al salón, Esperanza me hizo sentar en el sofá y mirándome a los ojos, me dijo:
– Te gustan mis tetas, ¿verdad? Me he dado cuenta de cómo las mirabas. ¿Te gustaría verlas?
Esperanza se levantó el suéter y aparecieron dos pechos redondos, de buen tamaño pero firmes y con unos enormes pezones hinchados. Me acerqué a ella, la cogí por la cintura mientras ella me metía un pezón en la boca, la senté en un brazo del mueble y le comí la boca mientras deslizaba mis manos por sus largos y bien torneados muslos.
Al poco rato, se separó de mí y me hizo sentar.

Empezó a desnudarse con mucho erotismo. Cuando yo me desnudé, tenía la polla que me dolía. Esperanza se acercó y abierta de piernas, se sentó sobre mi polla y se la clavó hasta los cojones mientras nos comíamos la boca. Estaba mojada y sus jugos corrían por mi polla y me llegaban a los cojones. Le dije que estaba muy caliente y ella, entre suspiros, me contestó:
– Hace años que nadie me la mete, es como si me estuvieras desvirgando de nuevo.
No tardó ni cinco minutos en correrse con otra oleada de jugos, luego se salió de mí y mirándome a los ojos, me dijo:
– Mira, cariño, quiero que te corras en mi boca, solo una vez probé la leche de macho y me gustó mucho su sabor. Quiero saborearla de nuevo.
Tras descansar un rato, nos acercamos a la habitación de Andrés. Estaba entre los muslos de mi mujer y se la tenía metida hasta los huevos mientras la golfa de mi mujer le decía:
– ¡Me matas cabrón, me estás matando de gusto…!
– ¿Te gusta mi polla? ¡Dime que te gusta, dime que serás mi puta! – preguntaba él.
– ¡Sí, con esta polla podrás follarme cuando quieras, pero ahora sigue, que me corro…!
Esta noche dormí con Esperanza y aunque me la tiré en todas las posturas, no pude darle por el culo. Me dijo que por ahí era virgen y que no lo tenía preparado, pero me prometió que me lo entregaría ya que estaba deseando recibirme por detrás.
Esto me hizo pensar en el culo de mi mujer y en que si Andrés se la había metido por allí ella estaría destrozada. Cuando me dirigía a su habitación, me encontré en el pasillo con Andrés que me dijo que mi mujer estaba descansando.
Fui al cuarto. Mi mujer estaba tumbada de espaldas, completamente desnuda y con las piernas abiertas. Su coño estaba lleno de semen y había una gran mancha en la sábana. Ella también tenía los pezones rojos como fresas. La besé en los labios, le pregunté cómo se encontraba y me dijo que destrozada pues le había metido cinco polvos sin sacársela del coño por lo que lo había tenido dentro toda la noche.

Esto es solo el principio de una época de placer. En los siguientes meses no dormí con mi mujer ni cinco días. Andrés se la folló tanto que no quería soltarla y, por supuesto, también se la clavó por el culo.
El morbo de mi mujer no tiene límites y muchas veces me ha hecho estar presente mientras su macho la cubre y después me hace limpiarle el coño y tragarme toda la corrida de su amante… pero ya seguiré con mi relato en otra ocasión.
Besos de parte de las dos.

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