Relato erótico
Trabajo cómodo
Tenía que volver a trabajar porque los gastos habían aumentado desde que sus hijos iban a la universidad. Se entero que un vecino buscaba a una persona que lo ayudara en las tareas de la casa. Era mayor y vivía solo.
Susana – Pontevedra
Me llamo Susana, tengo 47 años, estoy casada y tengo dos hijos. Empezaré con mi relato y os diré, que en la época que empezó todo esto, estábamos pasando una mala racha económica, pues mis dos hijos se encontraban estudiando en la universidad de la capital, con el consabido desembolso económico que eso supone, Pues bien, tuve que ponerme a trabajar y me enteré que un vecino del mismo bloque donde vivíamos, un señor de 70 años, que llevaba 3 años viudo, buscaba una señora para que le hiciese las tareas de la casa y la comida.
Al ser en mi mismo bloque, se lo conté a mi marido y le pareció bien. Hablé con Enrique, que así se llama el hombre, y quedamos en que me pagaría 600 euros, no era mucho, pero dado que estaba en el mismo edificio, podía hacer las tareas de las dos casas sin ningún problema. El primer mes lo hice sin ningún problema, e incluso algunos días comía allí, pues mi marido sale por la mañana y no regresa hasta la noche, con lo que también era un ahorro en la comida.
El segundo mes, me empecé a dar cuenta que Enrique me observaba con detenimiento cuando estaba haciendo las tareas de la casa, y cuando me subía a la escalera para limpiar los muebles por la parte de arriba, se sentaba en un sillón y no me quitaba ojo, y como es natural, yo subida en la escalera y él sentado, podía ver gran porte de mis piernas y quizá también mi culo. Esto empezó a molestarme y se lo conté a mi marido, le dije:
– Mira Juan, voy a tener que dejar de limpiar en casa de Enrique.
Le conté lo que pasaba y él me dijo:
– Bueno, si quieres dejarlo lo dejas, pero una cosa como esta y en el mismo edificio no vas a encontrarlo, además, por lo que me cuentas, a poco que te pongas un poco provocativa, le puedes sacar bien los cuartos, de todas formas, cuando se muera se los va a llevar hacienda, puesto que no tiene herederos.
Yo le dije que eso era una barbaridad, que como iba a hacer eso, él me volvió a decir que no tenía por que hacerlo, pero era una posibilidad de sacar partido.
– Además tampoco te cuesta tanto vestirte provocativa y dejar que vea algunas partes de tu cuerpo, seguro que te lo agradecerá.
Pruebas unos días y si no da resultado, lo dejas y en paz.
Dejamos la conversación y yo seguí dándole vueltas a la cabeza sobre el asunto, la verdad no era una idea descabellada pues el dinero realmente nos hacía falta. Al día siguiente decidí hacer caso a mi marido, me vestí un poco provocativa, como ropa interior me puse solo un tanga, sin sujetador, una falda un poco corta y en la parte de arriba una camisa algo transparente y con varios botones desabrochados, con lo cual, al inclinarme hacia delante, se podían ver casi todas mis tetas, y por detrás casi todo el culo hasta el comienzo de mis cachetes; cuando Enrique me viese quizá le diese un infarto. Nada más entrar en la casa, se me quedó mirando las tetas, pues se adivinaban casi en su totalidad.
Me puse a hacer las tareas de la casa y, como todos los días, empecé por hacer la cama, él me siguió hasta el dormitorio, yo empecé con la tarea, él no me quitaba ojo, pues como sabéis para hacer una cama hay que inclinarse bastante, con lo cual él podía verme bien las tetas colocándose frente a mí, y por detrás, todo mi culo casi desnudo, pues el tanga lo tenía metido en la raja del culo. Así estuvo todo el rato, siguiéndome a donde yo iba para no perder detalle. En la cocina incluso le rocé con mi culo en su bragueta, moviéndome de un sitio para otro. Debo reconocer que me estaba gustando este tipo de juego, el ver al pobre abuelo todo el día babeando de un lado para otro detrás mío. Por la noche le conté a mi marido como había ido el día.
– Ves como no era una tontería, lo tienes en el bolsillo, sigue así y a ver que pasa, si no consigues sacarle nada, lo dejas y en paz, que busque a otra que le haga las cosas, porque tú no le vas a enseñar el cuerpo gratis, si lo quiere ver, que suelte la pasta.
Como estuve todo el día algo caliente, por la noche follamos. Yo pensaba en Enrique y me acordaba de la cara de satisfacción que tenía el hombre. Así estuve todo el mes y cuando me pago, me dijo:
– Susana, he pensado en hacerte un regalo por lo bien que tienes la casa, pero como no se que regalarte, te doy 1000 euros y compras lo que quieras.
Le di las gracias y le dije que me venía mejor el dinero, pues como
Sabía, los hijos los tenía fuera estudiando y eso eran muchos gastos. Cuando le enseñé a mi marido la propina que me había dado, me dijo:
– Ves como mi plan ha empezado a dar sus frutos, sigue así y verás como consigues mucho más. Tú llega hasta donde creas que debes llegar, porque a mí no me importa, total es un abuelo y poco puede hacerte, aunque quiera con su edad, seguro que ni se le empina al pobre, qué más quisiera que follarte…
Durante el mes siguiente seguí con mi plan e incluso dejaba que de vez en cuando me rozara con cualquier pretexto, mi intención era hacer que se colgara de mí. Empezó a hacer algunos comentarios sobre mi cuerpo, un día me dijo:
– Susana, no quiero que te molestes por lo que te voy a decir, pues no quiero incomodarte, pero eres una mujer extraordinaria, tiene mucha suerte tu marido con tenerte y poder disfrutar de tu cuerpo, quien tuviera 20 años menos, me acuesto temprano para que llegue pronto otro día para verte, estoy muy a gusto contigo.
Empecé a reír y le dije que no había para tanto, que si fuese otra mujer le pasaría lo mismo, que al encontrarse solo era normal que se sintiese mejor cuando yo estaba, que no se preocupase que no me molestaba con decirme esto, que lo consideraba como mi padre. Era evidente que lo tenía en el bote, me volvió a hacer el regalo del mes, pero una vez empezada la manzana había que terminarla, y estaba dispuesta a conseguir más.
Un día me dijo que como yo sabía, no tenía a nadie, y por si le pasaba algo había pensado en ponerme con él en la cuenta del banco, porque si le pasaba algo y estaba el solo en la cartilla, el dinero se lo quedaría el banco o hacienda, y prefería que me lo quedase yo, que en definitiva era como de su familia y el dinero tendría mejor provecho. Mi plan iba viento en popa, al día siguiente fuimos al banco y como me dijo, me puso también como titular. Cuando vi el saldo me dio un sobresalto, tenía ahorrados más de 70.000 euros.
Cuando se lo dije a mi marido, me sugirió que le diese alguna recompensa más al pobre abuelo. Empecé a rozarme más con él y sin tanto disimulo, con más descaro, y él estaba encantado con ese juego. Cuando comía con él, tomábamos café en el salón y yo procuraba sentarme frente a él para que pudiese verme las bragas, que yo me encargaba de que se vieran al moverme. Un día por desgracia, la casualidad me hechó una mano, cuando llegué por la mañana me extrañó que estuviese acostado todavía, me preocupé y entré en el dormitorio temiéndome lo peor. Estaba costado con grandes signos de dolor, le pregunté que le pasaba y me dijo que al levantarse se cayó sobre la mesilla de noche y le parecía que se había roto el brazo. Efectivamente intenté levantarlo y le dolía horrores. Llamá a mi marido, le conté lo que pasaba y me dijo que vendría para llevarlo al médico. Cuando llegó, lo vestimos entre los dos y fuimos al hospital, efectivamente tenía el brazo roto y tuvieron que escayolárselo desde el hombro, con lo cual a mí me dio más trabajo, pues como había sido el derecho, hasta tenía que darle de comer y vestirlo, pero eso no era lo peor.
Al cabo de unos días, me dijo que necesitaba bañarse y así no podía, que si no me importaba ayudarle, que le daba apuro tener que pedirme esto, pero que si yo no le ayudaba era imposible que el solo pudiese hacerlo. Le dije que le ayudaría y me fui a preparar el baño, cuando lo tuve listo lo llamé y tuve que empezar a desnudarlo. Cuando quedó en calzoncillos, llegó el peor momento, me agaché y tiré de ellos hacia abajo. Los huevos le colgaban casi hasta las rodillas y la polla como una morcilla, flácida pero de unos 22cm. Se me abrieron unos ojos como platos, nunca avía visto algo tan grande. Lo ayudé a entrar en la bañera y a tumbarse en ella para que no volviera a caerse y empecé a enjabonarlo por todo el cuerpo, puse jabón en la esponja y se la apliqué entre las piernas, empecé a enjabonarle la polla y los huevos, conforme le frotaba la polla empezó a ponerse tiesa.
– Perdona Susana, pero es que no puedo evitarlo, comprende que llevo más de 4 años sin que nadie me toque en semejante sitio, y mucho menos una mujer joven. Para mí también es una sorpresa pues he intentado ponerla así, y no he conseguido nada, pero siempre he creído que era por la edad, aunque ya veo que no, además en la postura que tienes, puedo verte las tetas y eso también ayuda, con lo hermosas que las tienes -dijo algo avergonzado.
A mí, con todo esto, el chocho se me estaba empezando a mojar. Seguí con el lavado de polla y huevos, y cada vez se le ponía más dura.
– Enrique sin que sirva de precedente, le voy a hacer una paja en agradecimiento de lo bien que se porta conmigo.
Él contestó que lo haría muy feliz. Empecé a subir y bajar mi mano a lo largo de aquel pedazo de polla, sacándole el capullo que parecía una ciruela morada. Yo estaba que me salía, me estaba gustando y tenía el coño como una fuente, las bragas totalmente empapadas de mis jugos. M pidió si podía tocarme las tetas, le dije que sí. Me desabroché la camisa, salieron al aire pidiendo guerra, él me las sobo una a una y yo casi me corro, mientras seguía con la paja, hasta que conseguí que el abuelo se corriera. Me sorprendió la cantidad de leche que soltó. Cuando terminó de correrse, acabé de bañarlo y lo vestí. Me dijo que lo había hecho muy feliz y que me recompensaría. Por la noche le conté a mi marido lo sucedido y me lo follé con verdadera desesperación, pensando en el pollón del abuelo. Yo seguía desnudándolo y vistiéndolo todos los días, con disimulo procuraba tocarle la polla y a él le encantaba. Cuando me pagó ese mes, me dio los 1500 euros y otros 500 diciendo que esto me lo daba porque estaban próximas las Navidades, y era la paga extra. Un día cuando lo acosté, me dijo:
– Mañana vente arreglada que me tienes que acompañar a arreglar unos papeles.
Al día siguiente me presenté como me dijo, lo vestí y después de desayunar nos fuimos a la calle. Yo no sabía donde íbamos, llegamos a un edificio de oficinas y pude leer en la puerta NOTARIO. Subimos al piso y nos recibió un chico, le dijo:
– Don Enrique, ya tengo los documentos que me dijo preparados, en un momento le recibe el Notario.
Yo creía que tendría que arreglar algún asunto y quería que le acompañase por no ir solo, pero me equivoqué, fue a cambiar el testamento y a hacerme a mí la única beneficiaria de todas sus propiedades. Yo me quedé de una pieza, al final dije que no lo podía consentir, pero tanto él, como el notario, me dijeron que al no tener descendientes directos, cuando faltase se perdería todo, y que él quería que fuese para mí, que al fin y al cabo le estaba cuidando. Acepté y me convertí en su heredera. Me sentía en deuda con Enrique. Al día siguiente empecé a rozarme con él con más descaro para que tomara confianza, al ayudarlo al baño, lo primero que le lavé fue la polla y los huevos, se le puso tiesa, pero esta vez no le hice una paja, me desnude completamente, me arrodillé junto a la bañera y le hice una fenomenal mamada, mientras él se entretenía con mis tetas y mi culo, incluso llegando a meter sus dedos en mi coño.
Cuando noté por sus movimientos y el tamaño que estaba adquiriendo su polla, que estaba a punto de correrse, me la saqué de la boca y terminé de bañarlo. Desnudos los dos me lo llevé al dormitorio, me tumbé en la cama y le dije:
– ¿Le apetece follarme?
– Primero me gustaría comerte el coño si no te importa.
Le dije que me podía hacer lo que quisiera, que en ese momento era su hembra y quería hacerle disfrutar como más le gustase. Acto seguido metió su cabeza entre mis piernas y empezó a comérmelo con desesperación, me metía la lengua dentro de la raja y me chupaba la pipa, a mí me gustaba lo que me hacía, sabía hacer disfrutar a una hembra, me hizo correrme en su boca, siguió comiéndome el coño y yo empecé a hacerle una buena mamada, acabando en un 69. Al rato me dijo:
– Susana, déjalo que no aguanto más y estoy deseando de metértela en ese caliente coño que tienes.
Me dijo que me pusiera de rodillas a cuatro patas para metérmela por detrás y así poder ver como entraba su polla, me puse en esta posición, él se colocó detrás y con su mano acercó su capullo a la entrada, lo rozó arriba y abajo buscando el agujero y cuando lo encontró, me la fue metiendo poco a poco, deleitándose en cada centímetro que me iba metiendo, y yo disfrutando también de la entrada de su pollón. Era extraordinario sentir aquel trozo de carne tan hermoso incrustado en mis entrañas. Se empezó a mover primero muy despacio y fue subiendo el ritmo, yo le regalé otra corrida y le dije que se tumbase en la cama que yo le montaría para que con la mano que tenía buena me pudiese tocar las tetas y me las pudiese chupar mientras lo follaba. Así lo hizo, me subí encima de él y con mi mano le cogí la polla, me la restregué un rato a la largo de mi raja y me senté encima de un solo golpe hasta que sus huevos chocaron con mi culo, y así me lo empecé a follar mientras me sobaba las tetas y me las chupaba. No tardó ni 5 minutos en correrse, me corrí también. Me besaba y me daba las gracias por hacerlo tan feliz. Yo también disfrute con semejante estaca.
Me vestí y lo vestí a él, seguí con las tareas de la casa, aunque me costó bastante trabajo porque en todo el día no paraba de meterme mano por todos sitios, ya sabía que podía disponer de mí cuando y como quisiera. Para las Navidades lo invitamos a cenar con nosotros, después de cenar y tomar una botella de champan, mis hijos se marcharon de juerga con los amigos y nos quedamos solos los tres, después de tomar unas copas, Enrique dijo que se retiraba a su casa, yo le dije que no que se quedara a dormir, con nosotros, él dijo que no teníamos camas suficientes, yo le dije que mis hijos no vendrían hasta la hora de comer, además, no había problema de camas, pues dormiría con nosotros en la cama de matrimonio.
Le expliqué que Juan lo sabía todo y estaba deseando de vernos follar en su presencia. Nos fuimos al dormitorio y nos desnudamos. Me agaché delante de Enrique y empecé a hacerle una mamada hasta que conseguí que se le pusiera la polla bien dura.
– ¿Y eso te cabe en el chocho?
Poniéndome de rodillas sobre la cama, le dije Enrique:
– Vamos a demostrarle a Juan como soy capaz de metérmela toda en mi coño.
Se puso detrás de mí y me la fue metiendo hasta que sus huevos chocaron con mi culo. Así llevamos ya bastante tiempo. Enrique se compró la Viagra y me folla cada tres o cuatro días, y la situación económica ha mejorado mucho, si me hace falta dinero no tengo más que decírselo…
Besos