Relato erótico

¿Tomamos un café?

Charo
17 de septiembre del 2018

Eran compañeros de trabajo y solían coincidir cuando iban a la máquina de café. Hablaban de banalidades, pero un día se decidió a tirarle los tejos. Parecía no disgustarle y en aquella ocasión aprovecho para pasarle una notita, citándola en la planta 13. Acudió a la cita y…

Joan – Barcelona
Para situaros, os contaré que trabajo en una empresa grande, donde hay unos 150 trabajadores y que está dividida en varios departamentos, (Contabilidad, Personal, Marketing, Laboratorios…). Estamos en las plantas 11, 12 y 13 de un gran edificio de Barcelona ciudad. Yo estoy en el departamento de Calidad y Esther, la chica de la que os hablaré, Trabaja en laboratorios.
Entre los que estamos trabajando nos conocemos, unos más y otros menos, pero está claro que hay algunas personas con las que tratas más que con otras por muchos motivos, contacto laboral, afinidad. Con Esther, siempre me había llevado bien ya que está como para llevarse bien con ella, 26 añitos, guapa, simpática y con un tipazo que se le intuye debajo de esa bata blanca que lleva puesta para trabajar… en fin, ya os contaré más adelante como es ese cuerpo que descubrí, ahora no hace mucho.
Todo empezó un día que afortunadamente coincidimos en una de las máquinas de café de esas que hay en todas las empresas más o menos grandes. A partir de ese día, intenté buscar con mas intención el momento de ir a tomar ese café y coincidir con ella en ese ratito, (creo que muchas de las aventuras que hay dentro de las empresas se generan en esas queridas máquinas de café, no sé yo si las pondrán por eso)
Uno de esos días, coincidimos de nuevo en esa máquina de café y ella estaba impresionante. Fue ese día cuando le empecé a tirar descaradamente los tejos y le dije que tenía unas piernas preciosas y que su ombliguito parecía simpático, (llevaba un piercing con una bolita azul que era encantador). Ella agradecía mis piropos de una forma en la que se adivinaba su complicidad en ese juego que había empezado entre nosotros. Ese mismo día y a media tarde, volví a encontrarme con ella para tomar un café y llevaba preparada una notita para entregársela donde había escrito algo así: “Mañana a las 19:00h te invito a un café en un escondite que tengo preparado para nosotros. Si aceptas esa invitación te espero en la máquina de siempre a esa hora”.
La cité a esa hora porque la mayoría de gente ya se ha ido a su casa y ese lugar sorpresa era un lavabo que había en la planta 13 y que era muy poco frecuentado ya que estaba lejos de casi todos los departamentos, (solo iba allí las secretarias de los jefes que estaban en esa zona).

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Mi idea era llevarla allí y si aceptaba a entrar, era la prueba que aceptaba mi juego o mejor dicho nuestro juego.
Tomamos ese café y le di mi notita a la espera que la leyera y que se presentara a esa cita sorpresa. Ese día me pasó lentísimo, os lo podéis imaginar. Pero por fin llegó esa hora y al llegar a la máquina de café, ella estaba esperando. Cuando me vio, me sonrió de una manera desafiante y me dijo que si no me daba prisa se enfriarían los cafés que ya había sacado de la máquina y que quería descubrir ese escondite que tenía preparado… “Sígueme”, le dije.
Fuimos al ascensor y subimos esas tres plantas hasta la trece. Me dirigí hacia el lavabo que tenía controlado desde hacía tiempo y la invité a pasar y… ¡Pasó!… Yo estaba alucinado porque eso quería decir que entraba en mi juego y que allí podía pasar de todo. Una vez allí, uno de pie delante del otro me dio mi café y me dijo:
-Tómatelo que se va a enfriar.
-Gracias… ¿Qué te parece mi escondite?
-Es genial pero para tomar café hay lugares más apropiados, ¿no crees? –Si pero lo del café es lo de menos, ¿no crees?, (le dije repitiéndole su pregunta)
En el ambiente se respiraba un diálogo en voz bajita que contenía muchísima ironía y existía una complicidad que se reflejaba en las miradas que nos cruzábamos. No me he acordado de contaros que ese día, Esther, llevaba una falda azul cortita que le quedaba a medio muslo y una camisa blanca ajustada con un escote de impacto y evidentemente la bata abierta y sin abrochar.
-¿Para que querías tomar ese café aquí?
-¿No te lo imaginas? No me dirás que no has notado como me gustas.
-Lo he notado y me lo imagino pero…
-¿Pero qué?
-Crees que es el sitio idóneo para que me tires los tejos.
Sin más, me acerqué a ella y le empecé a quitar la bata que automáticamente le cayó al suelo. Ella hizo lo mismo con la mía y fue entonces que le di el primer beso en el cuello. La abracé y con mis manos en si cintura le di otro beso pero esta vez en sus labios que abrió inmediatamente y cogiéndome la nuca apretó a los míos como si en ello le fuera la vida. Me dio un beso donde su lengua no dejaba ningún rincón de la mía sin explorar. Mientras eso sucedía, mis manos empezaron a desabotonar la camisa que llevaba y quitándosela me encontré con unos sujetadores blancos que escondían unos pechos preciosos…

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Eso lo vi cuando le desabroché esos sujetadores y sus tetas saltaron hacia mí sintiéndose liberadas de su prisión. Eran unas tetas grandes, una 85 debía ser, con unos pezones súper grandes y erectos que demostraban su enorme excitación. Yo ya estaba desnudo sin mi bata ni mi camisa y empecé a sobarle esas deliciosas tetas con mis manos cuando ella empezó a gemir suavemente.
Yo había empezado a chupar y a morder con mi lengua y mis dientes sus pezones que crecían en mi boca y que la volvían loquita. Me senté en el inodoro y la senté encima de mí, su falda se subió y dejo al descubierto todas sus piernas en las que me entretuve mientras seguía saboreando el delicioso manjar que tenía entre mis labios y mientras ella no cesaba de gemir suavemente y cogiendo mi cabeza y apretándola hacia sus tetas. Mis manos recorrían sus piernas hasta que llegaron a acariciar sus suaves nalguitas que no estaban cubiertas apenas ya que llevaba uno de esos tangas que no tapan casi nada. Tenía unos cachetes duros y fríos pero suaves y geniales al tacto. Ella debió notar mí abultado paquete que estaba por explotar ya que su mano empezó a bajar mientras me preguntaba:
– Déjame ver qué es eso que escondes ahí… mmm… ¿todo ese bulto es tuyo?
-Es todo para ti Esther. Puedes quedártelo todo el rato que quieras.
Y en eso seguí hasta que su hábil mano, desabrochó los botones de mi pantalón y por fin, sacó mi polla y empezó a hacerme una buena pajota con su mano y a decirme obscenidades que me pusieron a mil.
Ese fue el momento en que uno de mis dedos entró en su húmedo coñete y empezaron a manipular su endurecido botoncito para excitarla al máximo y hacer que sus gemidos empezaran a elevar su tono. La senté encima de mi querida tranca y se dejó caer lentamente mientras no paraba de jadear y gemir, mientras empezaba a cabalgar encima de mí, con lo que debo deciros que me asusté por si nos oía alguien.
Paramos un momento, (la hice parar como pude y os puedo asegurar que me costó mis esfuerzos), y le dije que intentara bajar el volumen y ella me propuso acabar eso otro día en su casa ya que no podía evitar gritar cuando follaba y aun más cuando se corría. Que se quedaba con las ganas de seguir ese mismo día en su casa, pero que ese día no podíamos ir porque estaba su marido y que debíamos dejarlo para un día en que él estuviera de viaje. Acepté resignado pero ella me dijo que no me iba a dejar así señalando mi erección y mirando fijamente mi polla y la mano que la cogía. Se agachó y me descapulló la polla empezando a besarla suavemente y a engullirla con sus labios, suave e intensamente haciéndome una soberana mamada de la que no tardé en descargar toda mi leche en su boca. Antes la avisé ya que no sabía si le gustaba tragarse toda la descarga que me venía pero sin responder y siguiendo con lo que estaba haciendo, no paro de chupar y de mover su mano hasta que salió toda mi espesita leche que tragó sin apenas derramar ni una gotita de semen.

sonaba

Acabé deshecho pero relajado a la vez y me dijo que le había gustado mucho mi atrevimiento y sobre todo mi polla y que quedaba pendiente acabar lo empezado en su casa la semana próxima.
Y llegó esa semana y ese día en el que quedamos para irnos a su casa una vez terminada la jornada laboral. Nos fuimos en mi coche y llegamos a su casa comentando entre risas y bromas lo genial que había sido nuestro encuentro y lo divertido que había sido llegar a donde habíamos llegado, sus gemidos, su grititos, el tener que parar, la mamada que me hizo.
Entramos en su piso y ya ahí, la pillé por detrás besándole el cuello y metiendo mis manos bajo el top que llevaba ese día. Inmediatamente toque sus tetas ya que ese día no llevaba nada más que ese top y me pidió que esperase a darnos una ducha y a acabar todo lo que empezamos en ese lavabo del trabajo.
Ya en el baño de su casa, nos empezamos a desnudar. Ella se quitó ese top con lo que pude ver de nuevo esas preciosas tetas que tenia, con esos pezones grandes y erectos que pedían guerra y siguió con sus pantalones con lo que dejó delante de mí un culo fantástico con un nuevo tanga de color negro que se le comían sus nalguitas preciosas. Se despojó del tanga y quedó ante mi desnudita esperando a que yo me acabara también de desnudar para meterse conmigo en la ducha.
Nos duchamos y enjabonamos magreándonos por todas partes y acabamos esa ducha secándonos con las toallas. Me cogió de la mano y me llevó hacia el sofá del salón y me dijo:
-Me debes una.
Empecé, acaricié sus piernas, sus muslos por la parte interior y mis dedos empezaron a acariciar su chochete medio depiladito suavemente. Seguí mordiendo y dando lametazos a esos muslos mientras mis dedos empezaban a jugar con sus labios y a meter uno a uno mis dedos dentro de su húmedo agujero. Fue cuando empezaron a escucharse sus gemidos y pensé que estaba en el buen camino. Por fin llegue con mi lengua a su botoncito de placer y empecé a jugar con su clítoris y mi lengua, mientras seguía jugando con mis dedos y metiéndoselos como podía dentro de su coño. Estuve así un buen rato mientras ella no paraba de apretarme mi cabeza en su chochete pidiéndome más y gimiendo lo que le gustaba aquello que le estaba haciendo. Continué hasta que me confesó a gritos que se corría. Realmente gritaba mucho cuando follaba.
En cuanto se relajó, me cogió la polla y empezó a hacerme un vaivén de subida y bajada que me estaba poniendo a mil.

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Me sentó en el sofá y ella se sentó encima de mi polla sentándose lentamente en ella y empezando a gemir de nuevo y a explicarme como le gustaba sentir mi tranca en las paredes de su chochete. Ella empezó a subir y a bajar en un movimiento que era controlado al principio pero del que se iba desbocando… Arriba, abajo, arriba, abajo, yo estaba en la gloria.
Mientras le pedía que siguiera, mis manos tenían cogido su culo y le ayudaban con un sube y baja que me enloquecía. Sus pechos saltaban delante de mis ojos mientras mi boca, cuando podía, atrapaba uno de ellos dedicándole un buen lametón y mordisquito que la encendían aun más.
Y nos corrimos los dos. Le llené el coño con mi leche en una gran corrida en la que aparte del placer que me dio, volvió a asustarme con sus alaridos de perra en celo. Me quedé alucinado de lo expresiva que llegaba a ser esa fiera que tenía aun ensartada en mi verga.
Lo hicimos otra vez al cabo de un rato y los dos alcanzamos un nuevo clímax con los mismos gritos suyos aunque no conseguí que me dejara desvirgar su culo ya que nunca lo había hecho por allí y no deseaba probarlo.
Pensé que en un futuro podría hacerlo, pero en nuestros encuentros, nunca me dejó, hasta que nuestros encuentros fueron aflojando y cada vez quedábamos de forma más espaciada, me decía sentirse un poco culpable de lo que estaba haciendo. Finalmente quedó embarazada de su marido y dejó de trabajar en la empresa. Le he perdido un poco el rastro, aunque aun a veces nos llamamos para hablar y en alguna que otra hemos recordado nuestras aventuras por teléfono.
Espero que mi relato os haya gustado, yo me he puesto cachondo al escribirlo.
Un saludo para todos los lectores de estas maravillosas revistas.

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