Relato erótico
Todos felices
Quiere contarnos como fue su “encuentro” con los vecinos. Desde que forma parte de sus fantasías sexuales se han hecho amigos y algo más. A el marido le gusta llevar cuernos y a él no le importa hacerlo feliz.
Enrique – Tarragona
Querida Charo, vuelvo a ser Enrique de Tarragona, 39 años y separado. Mi vecino era Pedro, también de 39 y su mujer Elisa, de 37 años. La historia recordarás que ocurrió a finales del verano.
Mis vecinos son un matrimonio de lo más convencional del mundo, casados desde hace ya 14 ó 15 años, trabajan durante la semana, salen a divertirse algunos fines de semana.
Recordareis que todo empezó porque cada noche los oía follar como locos y los gritos de la mujer me ponían caliente. Cada noche me pajeaba a su salud. Bueno, ahora que ya os he puesto en antecedentes diré que, tras invitarme a follar con ellos, nos metimos en la cama los tres, follamos y luego el marido, ni corto ni perezoso, se colocó detrás de su mujer. Con las manos en la espalda la obligó a pegarse a mí y él se acercó más, hasta que noté su polla rozando mis huevos. Un segundo después empezó a gritar Elisa, esta vez era de dolor. Y es que el marido se la había metido en el culo y se lo había desvirgado.
Poco a poco fue cambiando los gritos lastimeros por gemidos de placer, aquellos que yo me conocía tan bien y que había escuchado tantas veces desde mi ventana, y que tantas y tantas pajas me había hecho escuchándolos.
Mientras se la metía una y otra vez hasta el fondo del coño pensaba en eso precisamente, en que la vecina que nos tenía locos a todos estaba encima de mí, y que me la estaba follando, ¿Cómo iba a ser posible? En ese momento, al tiempo que Elisa era todo un chorro de placer, Pedro gritó advirtiendo que se iba a correr. Yo aceleré mis embestidas a ese coño chorreante y también me corrí cerrando los ojos y vaciando toda mi leche dentro de Elisa, la cual aprovechó que tenía los ojos cerrados y me metió una teta en la boca. Se la mamé unos minutos, y con una mano le acariciaba la otra.
Nuestras pollas se aflojaron y salieron solitas de aquellos apreciados agujeritos. Elisa no perdió el tiempo y se volvió rápidamente hacia su marido reprochándole la follada trasera sin previo aviso:
– Me has destrozado el culo Pedro. Un mogollón de veces me lo has pedido y siempre te lo he negado porque mi culito es muy delicado. Luego me ha gustado, pero la entrada ha sido terrorífica. Me tenías que haber avisado.
– Sí claro – dijo Pedro – Llevo más de diez años queriendo follarte el culo y tú negándote. Hasta he consentido a ser un cornudo para poder ver tu culito abierto y poder metértela, pues te iba a avisar…
– Pero mira que eres… -contestó Elisa – A lo que accede un tío con tal de salirse con la suya… ¿Sabes? Te empieza a sentar bien la cornamenta que te he puesto, pedazo de cabrón.
– Bueno, yo tengo que irme ya –dije al notar cierto aire de desavenencia entre ellos -Es tarde y tengo que salir a hacer unas compras.
– No, no, tú no te vas – contestó Elisa – El problema es entre mi marido y yo y ya lo solucionaremos luego. Ahora tienes que follarme por el culo tú también. Este va a ser cornudo por delante y por detrás.
– Mirad, queridos amigos -les dije a ambos – Teníais una fantasía sexual, me habéis pedido ayuda, hemos hecho el trío y punto. Yo he disfrutado también, y os lo agradezco, pero ahora estáis discutiendo un tema de pareja, y yo me voy antes de crear más problemas del que os haya creado ya.
– Te digo que no te vas Enrique – rugió Elisa – Es más, te lo ruego, ahora estoy muy caliente, y mi marido me echa un polvo y necesita casi media hora para empalmarse de nuevo. Tengo que aprovechar que estás aquí, así que, por favor, no te vayas ahora Enrique y te estaré siempre agradecida.
– Bueno, bueno… – repuse yo mirando a Pedro- Pero que quede claro que yo no quiero ser un problema para vosotros. Ahora voy al baño.
Pedro asintió con la cabeza y sin decir nada se levantó y fue al baño también, se me adelantó por el pasillo y entró antes que yo. No cerró la puerta y me pidió que pasara, lo hice y le repetí que debería vestirme e irme pero él también me rogó que no me fuese, que me había hecho una encerrona para atraerme a su hogar y que no le importaba que me follase a su mujer, que él en el fondo lo que quería es que ella fuese feliz y que también quería follársela por el culo y ya lo había conseguido, aunque reconocía que el método fue poco ortodoxo.
Entonces se giró, se sentó sobre el bidé y comenzó a lavarse. En ese momento los dos nos dimos cuenta que Elisa estaba en la puerta, oyendo. Y ella al percatarse también pasó y le pidió perdón a su marido por lo acalorada que estaba y lo que le había dicho en la conversación anterior.
– Siento lo de antes, cariño – le dijo – Te he oído que has reconocido no haber actuado bien para conseguir follarme el culo, pero como al final me ha gustado, te perdono y no te volveré a llamar cornudo. Perdóname tú también.
– Claro que te perdono, corazón – dijo Pedro – Pero acércate aquí, que quiero comerte el coño antes de que te lo laves.
Elisa se encaramó al lavabo abriendo las piernas y poniendo frente a su marido aquel tremendo coño peludo, del que aún fluía mi líquido mezclado con el suyo. Pedro empezó a lamer y besar mientras me hacía una señal para que me acercara, cuando me tenía a su alcance me cogió la polla con la mano izquierda y empezó a meneármela. Otra sorpresa que me llevé. En menos de un minuto y escuchando de nuevo los gemidos de Elisa, otra vez la tenía dura.
Creía que Pedro me iba a hacer una paja mientras él le comía el coño a Elisa, pero llegó un momento en el que sacó la cabeza de entre las piernas de su mujer, y tal como me tenía la polla agarrada con la mano, la dirigió hacia el coño de su mujer, a la que de una embestida se la incrusté hasta el fondo. Elisa estaba exhausta y se corrió tres veces en esa postura, haciéndome un nudo con sus piernas e impidiendo casi por completo el movimiento de mis caderas. Me mantuve así quieto un ratito, dejando que fuese ella la que llevara el ritmo de la follada.
Ese ritmo era muy lento y de muy poco recorrido, pero ya digo que ella estaba totalmente fuera de sí y sentí como se estremecía y como regaba mi polla con su cuarto orgasmo consecutivo. A partir de entonces aflojó el lazo que me tenía hecho con las piernas y me dejó más libertad de movimientos. Fue ahí donde comencé a practicarle una follada en plan salvaje.
En unos seis ó siete minutos me corrí de nuevo dentro de su apetecible coño y al sacársela le salían a borbotones mi semen y sus jugos mezclados. A eso Pedro ya había salido del baño y se presentó de nuevo, diciendo que le dejásemos el baño mientras descansábamos en el sofá, que se iba a duchar para vestirse y salir un rato a darse una vuelta por ahí él solo.
Elisa había entrado en el lavabo y se estaba preparando un baño y no dudé en meterme en la bañera con ella. Era de estas redondas y anchas. Nos sentamos uno frente al otro, con el agua cubriendo nuestras partes íntimas, y Elisa masturbándose con el dedo pulgar de mi pie derecho.
Verla otra vez con la cara angelical que pone cuando está recibiendo gusto en el coño, me hizo buscar su pie derecho que lo tenía yo entre mis piernas también y empecé a restregármelo por la polla. También se me ocurrió darle en las tetas con mi pie izquierdo, esto hizo que sus gemidos se acentuaran más.
Pasado un ratito noté que ella se estaba corriendo, pues sentía como si me estuviese mordiendo el dedo con las contracciones interiores del coño. Seguidamente de correrse se incorporó hacia delante y se llevó a la boca mi pie izquierdo, quitándoselo de sus tetas y mordisqueándome todos los dedos, al tiempo que de forma hábil metió mi polla entre el dedo pulgar y el índice de su pié derecho. Me la estaba meneando como jamás yo lo había imaginado la muy zorra, y el caso es que me estaba gustando. Tanto que incluso allí mismo me la volví a follar, poniéndola de rodillas e inclinada sobre el filo de la bañera y yo por detrás de ella, en un casi eterno metisaca.
Las copas y las corridas anteriores estaban haciendo que retardara mi eyaculación, pero sin bajar la excitación ni la erección con el consiguiente gustazo que ello le estaba proporcionando a Elisa, que no paraba de gemir y gritar.
– ¡Enrique ya me estás volviendo loca tío… vaya pedazo de cipote que me estás clavando… esto es increíble, me vas a matar de gusto… que manera de follar…!.
Al cabo de unos 20 minutos en esa postura me corrí de nuevo dentro de esa maravilla de mujer y sentía como una y otra vez manaban de sus entrañas los interminables orgasmos que la hacían gritar como una posesa.
Después nos lavamos ya de verdad, nos secamos mutuamente y nos fuimos a su dormitorio. Tendidos en su cama de agua, boca arriba como estábamos los dos, ambas manos se me fueron hacia su coño.
Sentía unas ganas tremendas de acariciárselo y hurgárselo, y que se le humedeciesen otra vez los pelos de la entrada con una de sus corridas. Ella parecía estar en otro mundo, lo que me permitió jugar a mi antojo con su cuerpo durante un ratito hasta que fue tomando conciencia y soltó un gemido de los suyos, acompañado de un chorro de jugo saladito y blanquecino que le salió del coño, y que yo no dudé en saborearlo y tragármelo.
– Qué buenísima estás Elisa -le dije- y que bien saben todos los jugos que te salen del coño.
Proseguí jugando con la lengua en su interior, mordisqueándole el clítoris con los labios y estirando los brazos para acariciarle las tetas. En breve empezó a gemir, avisando de su próximo orgasmo.
La cosa no terminó aquí pero lo que ocurrió ya os lo contaré la semana próxima
Saludos.